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Estaba saliendo del trabajo cuando el ascensor se detuvo con un ruido sordo. En el interior solo estábamos dos personas: un hombre desconocido, de traje gris y corbata azul, que pulsaba el botón de emergencia con insistencia, y yo. Luego, se acercó a la puerta y trató de abrirla con las manos, pero estaba bloqueada. El hombre tendría unos cuarenta años; yo era mucho menor.

Nos sentamos en silencio durante unos minutos. Empezaba a sentirme nervioso. Tenía una cita con Elena y si no salía rápido de esta trampa, llegaría tarde. Para disipar mi impaciencia, inicié una conversación con aquel hombre:

— ¿A qué se dedica? —le pregunté.

—Soy abogado, me llamo Manuel —dijo.

— ¿En serio? Lo sospeché por el traje —dije, apuntando a su pecho.

Él esbozó una media sonrisa, con algo parecido a una mueca.

—Estudio derecho —agregué.

—Genial —dijo—. Siempre es interesante conocer a un futuro colega.

Estuvimos callados unos segundos.

—Espero que nos saquen pronto, tengo una cita con mi novia —dije.

— ¿Y cómo se llama tu novia? —preguntó Manuel.

—Elena —respondí.

—Es el nombre de una mujer bella —comentó él.

— ¿Y dónde es la cita? —preguntó.

—En el Caballo de Troya, el bar —dije.

—Conozco ese bar —dijo Manuel.

—Qué casualidad, conocí a una chica llamada Elena hace unos tres meses en ese mismo bar —agregó.

Me sorprendió eso, me quedé mudo. Él también se calló.

—Es imposible que se trate de la misma persona, ¿cierto? —preguntó intrigado.

—Claro, Elena es un nombre común —dije.

—Solo como entretenimiento, ¿tu Elena tiene unos 23 años, es delgada, de ojos marrones y es secretaria en una empresa de lácteos? —preguntó de forma atropellada Manuel, visiblemente nervioso.

Me quedé en silencio, intentando asimilar lo que había escuchado. Luego, apresurado, saqué el celular y busqué la foto de Elena.

— ¿Es ella de la que hablas? —le dije.

Lo vi impactado, como si la imagen lo hubiera golpeado como una marea embravecida.
Sacó su móvil con las manos temblorosas. No dijo nada, me enseñó una foto y los mensajes que Elena le había enviado.

Era una foto sugerente, atrevida; era Elena, no había duda; era su foto, su número telefónico. Los mensajes eran subidos de tono: “Papi”, le decía, fogosa.

Destruido, confundido, solo atiné a decirle:

— ¿Es una broma? Si es una broma, ¡ya basta!

Él parecía no haberme escuchado, tenía una mirada perdida; veía la puerta como si mirara el horizonte. Sus labios susurraban: “Mierda, mierda, mierda…”.

Se abrió la puerta del ascensor repentinamente.

Salí casi corriendo. La señal del móvil había regresado, así que mi primer impulso fue llamar a Elena. Nada, no respondió; el teléfono timbró varias veces. Lo intenté varias veces más, pero con el mismo resultado. Tomé un taxi para ir al lugar de la cita. Llamé nuevamente, pero esta vez el celular dejó de timbrar.

Llegué tarde, tardísimo. El bar estaba rodeado de policías, no me dejaron entrar. Había una patrulla en la puerta y una cinta amarilla. Me acerqué a uno de los agentes y le pregunté qué había pasado. Él me miró y enseguida me redujo, me tiró al suelo y esposó. Un par de policías vinieron a ayudarlo. Me subieron al coche.

— ¿Qué pasa? ¿Qué les ocurre? ¿Por qué me detienen? —pregunté dentro de la patrulla, aturdido y golpeado. No obtuve respuesta.

Llegamos a la comisaría y me encerraron en un cuarto, despojado de mis pertenencias e incomunicado. Estábamos solo yo y un agente que me vigilaba en esas cuatro paredes.

— ¿Qué he hecho? ¿Por qué me detuvieron? —pregunté, pero él guardó silencio.

Luego de una hora, entró un hombre vestido de traje negro que se identificó como fiscal.


—Discúlpenos por lo ocurrido —me dijo—. Es que usted está vestido de la misma manera que el sospechoso: tiene traje gris y una corbata azul.

— ¿Sospechoso de qué? —pregunté furioso.

—Del asesinato. En el bar hubo un asesinato; una mujer había sido apuñalada. El asesino había huido; era un hombre de traje gris y una corbata azul, pero él era mucho mayor que usted, según los testigos.

— ¿Cómo se llamaba la víctima? —pregunté, intuyendo una respuesta funesta.
—Elena —dijo.

Texto agregado el 04-08-2023, y leído por 67 visitantes. (1 voto)


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