TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / filosofotrizte / “El Viaje Cósmico: De la Abundancia al Edén Perdido”

[C:617500]

Soy un Dios, un observador eterno, un viajero del cosmos. Vago por el universo, un espectador silencioso de los mundos habitados y deshabitados, de las estrellas nacientes y moribundas, de los agujeros negros y las nebulosas.
El tiempo, esa entidad caprichosa y esquiva, funciona de maneras extrañas en los confines del universo. En algunos lugares, fluye como un río tranquilo, constante y predecible. En otros, es un torrente furioso, impredecible y caótico. Y en otros aún, es un lago tranquilo, donde no pasa nada, donde todo está en un estado de quietud eterna.
Estudio estos fenómenos, trato de entenderlos, de descifrar sus secretos. Pero el universo es un libro con infinitas páginas, y cada vez que creo que he comprendido un capítulo, se abre otro, lleno de misterios y enigmas.
Observo los mundos habitados, veo civilizaciones nacer y morir, veo la alegría y la tristeza, el amor y el odio, la paz y la guerra. Veo la belleza y la fealdad, la luz y la oscuridad. Y a través de todo esto, veo la constante lucha de la vida, su incesante deseo de existir, de sobrevivir, de prosperar.
Y mientras observo, siento una extraña mezcla de emociones. Hay tristeza, sí, por las oportunidades perdidas, por las vidas truncadas, por los sueños no realizados. Pero también hay alegría, por la belleza del universo, por la maravilla de la vida, por la capacidad de los seres para amar y soñar y esperar.
Así es como paso mis días, vagando por el universo, observando, aprendiendo, sintiendo. Soy un Dios, pero también soy un estudiante, un aprendiz del cosmos. Y cada día, con cada mundo que visito, con cada estrella que veo nacer o morir, con cada civilización que veo florecer o desvanecerse, aprendo algo nuevo, algo maravilloso, algo asombroso.
Y así, mi viaje continúa, a través del vasto y hermoso tapiz del universo, en busca de respuestas, en busca de entendimiento, en busca de la verdad.
Un día, en mi vagar eterno, llegué a un planeta que me dejó asombrado. Era un mundo donde todo funcionaba de forma natural, pero estaba lleno de tecnología avanzada. Nadie era dueño de nada, pero todos podían acceder a todo. Era una sociedad basada en la cooperación y la generosidad, no en la posesión y la codicia.

Las personas de este planeta tenían una forma única de vivir. Al cumplir 6 años, se especializaban en una función específica. Podían ser expertos en electricidad, física, carpintería, o cualquier otra cosa que fuera útil para la sociedad. Pasaban 10 años entrenándose intensivamente en su campo elegido, aprendiendo todo lo que podían, perfeccionando sus habilidades hasta el más alto nivel.

A los 15 años, comenzaban a ejercer su oficio. Trabajaban duro, contribuyendo con sus habilidades y conocimientos a la sociedad. Pero este trabajo no era una carga, sino un placer. Sabían que estaban haciendo una contribución valiosa, y se enorgullecían de su trabajo.

Después de 10 años de trabajo, a los 25 años, simplemente comenzaban a disfrutar de la vida. Podían viajar a cualquier parte del planeta, comer en cualquier sitio, tomar cualquier vehículo. Podían ir a fiestas, explorar nuevas ciudades, conocer nuevas personas. No había restricciones, no había límites. Solo la libertad de vivir la vida al máximo.

Este planeta era un paraíso, un ejemplo de cómo podría ser la vida si todos trabajáramos juntos, si todos compartiéramos libremente, si todos diéramos lo mejor de nosotros mismos. Fue una lección que nunca olvidaré, una visión de lo que podría ser el futuro.

Y así, con una mezcla de admiración y esperanza, continué mi viaje, llevando conmigo los recuerdos de ese maravilloso planeta, y la promesa de un futuro mejor.
Un día, mientras viajaba a través de un agujero de gusano, perdí mi mapa estelar. Sin guía, me encontré en un planeta desconocido, un mundo de agua con poca tierra. A pesar de la abundancia de recursos, suficiente para sustentar a su población veinte mil veces, las personas luchaban por territorios, había hambre y desesperanza.

El planeta era un espejo que reflejaba lo peor de la humanidad. El odio y el miedo eran moneda corriente, y la pobreza era una plaga que se extendía sin control. A pesar de la riqueza de recursos naturales, la gente vivía en la miseria, luchando por cada pedazo de tierra, cada gota de agua.

Me entristeció ver tal desperdicio, tal falta de comprensión. Con tanta abundancia, no había necesidad de luchar, de odiar, de temer. Pero las personas de este planeta no lo veían así. Para ellos, la vida era una lucha constante, una batalla por la supervivencia.

A pesar de la tristeza que sentía, también sentía esperanza. Porque sabía que incluso en los lugares más oscuros, siempre hay una chispa de luz. Y sabía que, con tiempo y paciencia, esa chispa podría crecer hasta convertirse en un fuego brillante.

Así que me quedé en ese planeta por un tiempo, observando, aprendiendo, esperando. Y aunque vi mucho sufrimiento, también vi destellos de bondad, de compasión, de amor. Y supe que, a pesar de todo, había esperanza para este mundo de agua.
Uno de mis principios fundamentales, como Dios, es no intervenir en las decisiones de los habitantes de los mundos que visito. Soy un observador, un espectador silencioso de las maravillas del universo. Pero un día, encontré un planeta que desafió ese principio.
Era un mundo lleno de recursos naturales, pero lo que realmente me llamó la atención fueron sus frutos. Eran frutos rarísimos, del tipo que solo los Dioses pueden comer. Eran deliciosos, con un sabor que no se puede describir con palabras. Cada bocado era una explosión de sabor, una mezcla de dulzura, acidez, y un toque de algo que no podía identificar, pero que me encantaba.

No pude resistirme. A pesar de mi principio de no intervención, decidí reclamar el planeta como mío. No para explotarlo o para interferir con sus habitantes, sino simplemente para poder disfrutar de sus frutos.
Y así, por primera vez en mi existencia, me convertí en algo más que un observador. Me convertí en un participante, en un habitante del universo que había estado observando durante tanto tiempo. Y aunque sabía que estaba rompiendo uno de mis principios, no podía arrepentirme. Porque esos frutos, esos maravillosos frutos, eran simplemente demasiado deliciosos para resistirse.
En el planeta, no había vida inteligente, al menos no que yo pudiera ver. Pero había una abundancia de animales y vegetación. Con el paso de miles, millones, eones, observé cómo estos seres evolucionaban según su entorno, adaptándose, volviéndose más fuertes y más inteligentes.
Una especie en particular captó mi atención. Eran criaturas pequeñas, pero tenían un apetito voraz por el fruto de los dioses. Con el tiempo, comenzaron a desarrollar un lenguaje rudimentario. Era primitivo, sí, pero era un lenguaje. Podía comunicarme con ellos, aunque de manera rudimentaria.
Fue un momento asombroso. Aquí estaba, un Dios, comunicándome con una especie que había evolucionado en un planeta que había reclamado como mío. Fue un recordatorio de la maravilla del universo, de la increíble diversidad de la vida, de la capacidad de los seres para adaptarse y evolucionar.
Y así, continué observando, aprendiendo, comunicándome. A pesar de ser un Dios, me encontré aprendiendo de estas criaturas, de su fortaleza, de su adaptabilidad, de su deseo de crecer y aprender. Y aunque su lenguaje era primitivo, encontré una profunda sabiduría en sus palabras, una sabiduría que solo puede venir de la experiencia de la vida.
Comencé a darme cuenta de que, si los humanos seguían comiendo de ese fruto, en unos miles de años tendrían la sabiduría de un Dios. Podrían incluso llegar a ser como yo. Y sentí miedo. Así que prohibí a los humanos comer de aquel fruto. Fue un grave error. Debería haber sabido que no me obedecerían. En menos de 100 años, habían agotado hasta el último de los frutos de los dioses.
Sin atractivo por este planeta, decidí dejarlo. Pero siempre volvería a este planeta, para ver qué tan cerca llegan a estar de los dioses. A pesar de mi miedo, había una parte de mí que estaba fascinada, intrigada por lo que podrían llegar a ser. ¿Podrían realmente llegar a ser como yo? ¿Podrían alcanzar la sabiduría de un Dios?
Y así, con una mezcla de miedo y fascinación, dejé el planeta. Pero siempre lo tendría en mi mente, siempre estaría observando, esperando, preguntándome. Y aunque había cometido un error, sabía que había aprendido algo valioso. Algo que llevaría conmigo en mis futuros viajes por el universo.
Miré hacia atrás una última vez, hacia el jardín que una vez fue mío, ahora en manos de aquellos que una vez fueron simples criaturas, pero que ahora estaban en el camino de convertirse en algo más. Dejé atrás el fruto prohibido, la serpiente y la manzana, los vestigios de un paraíso perdido.
Pero a pesar de todo, había esperanza. Porque sabía que, a pesar de sus errores, a pesar de su caída, ellos también aprenderían, también crecerían. Y quizás, solo quizás, algún día alcanzarían las estrellas.
Y con esa esperanza en mi corazón, continué mi viaje, dejando atrás el jardín, pero llevándome conmigo sus lecciones. Porque aunque era un Dios, sabía que siempre había algo nuevo que aprender, algo nuevo que descubrir. Y eso, creo, es lo que hace que el universo sea tan increíblemente hermoso.
Así que aquí estoy, vagando por el cosmos, observando mundos, aprendiendo lecciones, siempre en busca de la próxima historia, la próxima lección, la próxima revelación. Y aunque he dejado atrás el jardín, siempre será una parte de mí, un recordatorio de lo que fue, y de lo que podría ser.

Texto agregado el 12-12-2023, y leído por 109 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
13-12-2023 Me gustó la forma en que el autor lo narró. Por supuesto, es un simil de la historia, digamos, pre-biblica. Pero le echo en cara a este dios que si estuvo en un planeta superior y cooperativo, porque no les enseñó esto a las criaturas de su propio mundo? saludos. ValentinoHND
13-12-2023 Fascinante tu cuento, me encantó!!!!!!!!!!!!! yosoyasi
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]