Es muy imprevisible la historia de nuestra vida,
esa narrativa ordenada que es nuestra existencia,
la calculada trayectoria en las páginas de un libro,
la memoria orquestrada por un deseo perdurable,
surgiendo entre elipsis y verdades aumentadas,
entre el decir y lo dicho, entre el grito y el silencio.

Una construcción discursiva que nos autoafirma,
una fotografía desenfocada que nos retrata bien,
difuminada por la memoria estancada del tiempo,
por el deseo de ser algo más que tan solo un ser,
ese indivíduo que sentencia favorable a su favor,
en la más correcta senil cronología de los hechos

Mi propia narrativa es sí, una construcción mítica,
esa distorsión necesaria que ordena mi mundo,
palabras sedimentadas en la propia idealización,
la voz que reproduce mis ansías más deseados,
la historia inacabada que vuelve siempre al inicio,
una incontestable utopía repetida esas mil veces.

En el dictado de la razón, la verdad se engalana,
ordena, dicta, sentencia la mejor receta para vivir,
en un diagnóstico unidireccional que no convence
negador de las otras versiones de mi propio yo,
de ese yo que ve la vida tras un vidrio envasado,
realidad alternativa vestida de ajena autoayuda.

JIJCL, 13 de enero de 2024.