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LA CONSULTA

En una tarde lluviosa y fría de enero, Mildred fue al consultorio del doctor Ramiro Objio para una revisión rutinaria de la que solo aspiraba conseguir un diagnóstico y una receta.
Había ocupado un asiento por unos minutos en la sala de espera cuando al médico salió a despedir un paciente, y cruzaron una mirada que la cautivó.
Lo reconoció en seguida; lo había visto varias veces en el ascensor de su edificio, aunque nunca había cruzado una palabra con él. Era alto, moreno, y tenía una sonrisa encantadora. Llevaba una bata blanca y un estetoscopio colgado del cuello. Sin dudas era el doctor Objio.
Mildred sintió que se le aceleraba el corazón y que se le ruborizaban las mejillas. Él también la reconoció y sonriendo se acercó y le tendió la mano.
Le dijo;
—Hola, soy el doctor Objio. ¿Eres la paciente de las cuatro?
—Sí, soy Mildred Cepeda. Y vivo en el mismo edificio que tú. –respondió, coqueta.
—Ah, sí, claro; te he visto algunas veces. ¡Qué coincidencia!
Y se miraron de nuevo sin agregar nada más. La recepcionista los interrumpió:
—Doctor, pueden pasar. Ella tiene su cita.
—Gracias, ya vamos. Mildred, ¿me acompañas?
—Por supuesto, doctor.
Y entraron al consultorio. Él le indicó que se sentara en la camilla y le hizo algunas preguntas sobre su salud. Luego le tomó la presión, le auscultó el corazón y le miró la garganta. Todo estaba en orden.
—Bueno, vecina mía, -dijo finalmente- no tienes nada de qué preocuparte. Estás totalmente sana. Solo te indicare dos análisis rutinarios.
—Qué bueno, doctor. Me los hago mañana mismo.
—Y dime, ¿qué haces en tu tiempo libre?
—Me gusta leer, ver películas, salir con mis amigas...
—¿Tienes novio?
Mildred se sorprendió por la pregunta. ¿Acaso el medico estaba interesado en ella?
—No, no tengo. ¿Y usted?
—Tampoco. Estoy soltero. ¿Puedo ser sincero contigo?
—Claro, dígame.
—Me gustas. Me gustas desde la primera vez que te vi en el ascensor, pero no me atreví a hablarte. Eres muy bonita y simpática. ¿Te gustaría salir conmigo?
Mildred no podía creer lo que escuchaba. Había solicitado una cita con el doctor y 20 minutos después el médico le estaba pidiendo una cita. ¿Qué debía hacer?
Ella pareció pensarlo. Al fin respondió:
—Sí, me encantaría.
—¡Qué bien! ¿Qué te parece si nos vemos esta noche? Podemos ir a cenar a un restaurant romántico frente al mar.
—Me parece perfecto. Vivo en el 305. ¿A qué hora pasas por mí?
—A las ocho, ¿te parece?
—De acuerdo.
—Hasta entonces, doctor.
—Llámame Ramiro, por favor—dijo él.
Sonrieron y se despidieron con un cálido apretón de manos.
La paciente tomó su cartera para retirarse. Él la acompañó a la sala de espera; tomó una flor del escritorio de su asistente y se la dio, diciéndole:
—Nos vemos a las ocho!
Al salir al pasillo, Mildred se sintió feliz y esperanzada porque el año nuevo había comenzado con buenas perspectivas para ella en la salud...y el amor.

Alberto Vasquez.

Texto agregado el 30-01-2024, y leído por 106 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
31-01-2024 No es fácil en la realidad. Me gustó tu cuento. yosoyasi
31-01-2024 Ya me quedé suspirando llena de ideas románticas, me fascinó! MujerDiosa_siempre
30-01-2024 Cuántas personas al leer tu cuento pensarán, si todo fuera tan fácil en la vida, pero así como lo malo sucede, lo bueno también. Lindo y agradable cuento, saludos. ome
 
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