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Nos encargamos de resolver conflictos irresolutos. Suena paradójico. Pues no. El grupo de investigaciones en donde trabajo es algo novedoso. Por ejemplo, si vamos a un lugar post- crimen, no nos fijamos en la forma, (aquel rasguño de puerta, el pomo de la puerta de bronce gastado, esa corbata anudada con violencia, unos rastros de sangre y pelos) sino mas bien en la “figura no palpable” que está debajo de ésta. ¿Difícil de entender? Si, ahora, pero más allá de la formación de evidencia policial está un pensamiento que nosotros hallamos. Somos del grupo O.E.E. u “observadores de evidencia etérica” solo que de pronto haya una cosa, un gesto amargo, un aviso triste como una bandera o unas cáscaras de limón, unas huellas digitales sobre el mármol negro. Estamos un poco tristes, probablemente sea la lluvia de hoy. La vemos caer como lágrimas ancestrales sobre un suelo tibio y una casa ligeramente triste como hojas de un moribundo ciprés. Tenemos que hallar lo que no se ve. Solo lo que nosotros por nuestra condición, percibimos.

Desde la casa, desde la ventana por donde millones de litros de luz han pasado; vemos el pasillo triste, las tejas llenas de musgo y rabia, la escalera verde de zócalo negro que descascarado, nos recuerda el olvido. Hay un perro en el patio central de la casa, adormilado, se levanta pesadamente, se sacude el agua esta tarde –que a pesar de la lluvia- es de tedioso calor. Cuántas escenas habrá visto, cuantas palabras adheridas a la terracota, a la caña amarga, a las mentes de los ausentes. Hallamos entonces, sensaciones que podemos tocar. Son formas-texturas que la humedad y el calor han materializado mejor; por ejemplo, cerca de nosotros, en una de las habitaciones principales, está una esfera irregular, gaseosa, áspera y de escamas rugosas que nos sugiere una sensación de “basta” de “se acabó” contra los órdenes y algunas urbes lejanas. Es el cuarto del hijo mayor. La información recabada nos dice que era muy rebelde. Que discutía sin cesar, su opinión acerca del padre era de inútil, de pasivo. Había rabia y rencor. Con todo esto, lo corroboramos. Decidimos entonces, prometernos salir a respirarnos todo un valle neblinoso, toser sin pedir disculpas, correr sin detenernos.

También, en una de las hornillas de la estufa, hallamos otra forma-textura; una especie de brillante medusa etérea y aceitosa que deja un rastro de rocío incandescente. Nos provoca una sensación de exceso de estructuras morales y demasía en roturas y fragmentaciones. De mendigos buscando sin hallar, el perdón del mundo. La dueña de este lugar, -la madre- nunca habló, solo lloraba y consolaba. Elegimos pues, no querer mas usuras , ni rencores, ni segregaciones de ninguna especie, ni de actitud de nadie. Simplemente aceptar. Algo curioso: en la otra estufa está etéreamente una cafetera humeante, uno de nosotros se acerca y la percibe mejor. Le historia es simple, la cafetera se extravió y la “señora de la casa” la añoraba.

Llegamos a una habitación donde nos topamos con una membrana impermeable. Al tocarla, descubrimos que es la certeza de alguien, es impermeable a la duda, pero en algunas zonas había filtrado conceptos de tristeza ajena. La percibimos y nos sentimos aferrados a conceptos rígidos, nos embarga una terrible sensación de angustia, de “pronto llega el fin” y también una tranquilidad casi inmediata. Por deducción, era la habitación del padre.

Uno de nosotros comenta estar hastiado del olor metálico de la sangre joven, nos guía hasta la fuente y de pronto nos encontramos con algo sorprendente: una idea de suicidio del amigo del hermano joven de la casa. Dejó todo un pensamiento muy triste acerca de la vida; en supra-vista se observa un líquido grumoso y muy espeso, de color gris humo, adherido a varios lugares de la habitación. Al percibirlo de cerca, se entienden cosas como: “odio las paradas de bus, llenas de hollín y propaganda política, a los farmaceutas y los pederastas, a los funcionarios públicos y sus corbatas”. Al saberlo, tenemos la intención de salir descalzos, con las manos llenas de flores y los brazos abiertos sin vernos en la necesidad de frenar por un montón de basura, un semáforo o por un grupo de gente que nos juzgue y haga peores cosas. Debemos detenernos, continuar la investigación, sabemos y justificamos las razones de su locura, pero nos obligamos a llevar a termino esta empresa de percepciones. La habitación es muy sobria, pero la percepción nuestra es quizá, divertida. Está contrariamente decorada a lo que normalmente se ve. Hay mujeres y un alto contenido sexual en todo. Deducción: estaba obsesionado con el sexo. La razón: represión de lo mismo.

Frente al patio, hay una habitación curiosamente cerrada, nuestro equipo no se detiene por eso, no de ellos se desmaterializa y atraviesa la puerta como un gas uniforme. Luego abre y entramos todos. Vaya sorpresa, es un cuarto infantil, esta lleno de polvo y hay miles de pensamientos de pureza aún. Son una especie de pétalos de luz tibia que están disgregados por toda la habitación. Me acerco a uno y lo percibo mejor: Casi lloro, es la total dependencia de una fuerza sublime y todo amorosa –Dios, podríamos decir- es realmente impactante. Había felicidad en él, había certeza, no se halló ni una pequeña fragancia de preocupación. Tomo tres o más de un rasguño de espacio y se los doy a mis compañeros.

Le cuento a mis compañeros una reflexión acerca de todo esto. Todos estaban buscando la paz, todos buscaban “el método a la paz” menos el niño. Lamentable situación. Siempre tuvieron la paz más, nunca creyeron que allí estaba, que la tenían en sus manos. Que era cuestión de decidirlo. Solo eso. Nos comprometemos a guardar silencio frente a cualquier provocación de miedo. Deseamos un farallón, un abismo filoso(fico) donde verter tanta pérdida de tiempo en pánico y preocupaciones, tantas pestes urbanas y ciudades verticales. Hay demasiado humo y acero. Y no se trata solamente de mares limpios. No hablamos de hombres sonriendo entre la pradera y mujeres bailando juntas con flores en el cabello.

Nos retiramos de la casa. Uno de nosotros enciende un cigarrillo. En el camino pensamos que
parece que no hubiese remedio, al parecer esa es precisamente la cuestión. Creemos en una ausencia o dificultad de obtener el remedio y eso perpetúa el problema. Solo depende de nosotros. Mañana visitaremos una oficina postal. El jefe se ahorcó.

Texto agregado el 11-10-2002, y leído por 303 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
12-05-2003 Creo que debo leerlo una vez más. Quisiera escribir algo así;menos complicado. Pacob Pacob
14-10-2002 Brillante. Me ha gustado mucho, es muy original y está muy bien contado. Enhorabuena. BERTA
 
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