Lo subimos al vehículo verde, que lo trasladaría, para siempre a su nuevo
destino.
No es fácil decir adios, sin tener ante nosotros, el peso de la responsabilidad
de este viaje.
A sabiendas que somos cómplices de este final, estamos concientes del cruel
camino que tiene por delante.
El nos mira, pero no entiende de qué se trata, debe creer que es un buen paseo,
como tantos.
Queremos, que por primera vez, realmente, no entienda nada.
Le alcanzamos el bolso, con todas sus pertenencias. Vemos su sonrisa inocente,
su mano que se extiende confiada.
Cerramos la puerta trasera.
Él se sienta en una de las sillitas del jardín que le han puesto, para que viaje
más cómodo.
En la cabina, van el chofer y el médico de guardia.
Nuestras miradas se confunden en el adios, la de él, feliz por el paseo, la
nuestra llena de lágrimas porque no pudimos modificar este destino y este adios.
El vehículo parte. Va a la autopista.
Colonia Montes de Oca, será el final del recorrido.




(ubicada en Torres, a 100 km de la Capital, son 600 hectáreas, de olvido,
impunidad y abandono).





Olga Ravelli...Verano del 92