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Santiago esta cada vez más inhabitable.
Cada vez mas congestionado, más inseguro y más maloliente.
Aquella ciudad que conocí cuando niño y la cual tenia tantos lugares por conocer ya no existe, donde quiera que vayas es igual, idéntico. Salvo el barrio alto, en donde hay de todo, grandes parques, mucha seguridad, y las calles no muestran la menor suciedad, no hay lugares cómodos en la capital. En todos los barrios de Providencia hacia abajo se respira la inseguridad, la contaminación, y lo más asfixiante: los problemas de millones de seres humanos que habitan este cajón de fruta podrida y maloliente llamado Santiago de Chile.
Así está nuestra capital, podrida, como así también nuestra gente, embobada por los ritmos negroides, agobiada por obtener algún Status económico que ayude a paliar su pobreza espiritual.
Hoy he llegado de la Costa, después de pasar unos días en compañía de mi familia en un balneario bastante tranquilo, en el litoral central. Sin duda lo que más contento me tenia era el clima fresco y la hermosa vista del balcón de la casa en donde uno podía visualizar tres o cuatro playas cercanas. Fueron unos días maravillosos, me traje toda clase de pequeños recuerdos: piedras, arena, algas secas con formas peculiares... una costumbre mía de tratar de llevar a mi hogar de la capital esos recuerdos y vivencias de los lugares que me han fascinado.
Me enamore del lugar, y del sonido del mar, no es que nunca lo haya escuchado, gran parte de mi infancia me la pase en el puerto de San Antonio, entre botes y redes de pescar, en mi adolescencia fueron frecuentes los viajes a la playa en donde la juerga y la vida nocturna eran los mayores pasatiempos, pero esta vez fue diferente, muy diferente a todas las otras, esta vez si que disfrute mi estadía.
Leí un poco a Hermann Hesse (Demian), sentado cómodamente en la terraza, sintiendo la brisa, y como nunca disfrute el libro, ni comparado con esas lecturas de Santiago en la micro de vuelta a casa, después de un arduo día de trabajo o estudio, en donde no podía avanzar nunca mas de 10 paginas, del libro que fuera, y en donde terminaba por abandonar la lectura por falta de concentración. Esta vez avance casi la mitad del libro en un rato, y lo disfrute, el entorno era maravilloso y a pesar de estar rodeado de gente me embui fácilmente en el libro.

Otro día me dedique a contemplar la grandeza del Mare nostrum , ¡que tranquilidad!, a pesar de lo violento de las olas y de la fuerza que estas imponen, el mar trae un sentimiento de calma, de relajo, y de un enorme respeto, el hombre no es nada frente a El...
Allá en el horizonte se podía divisar un enorme barco, que ante el mar solo parecía una caja de fósforos.

Pero mi sueño tenia que terminar, y mi descanso también, debía de volver a Santiago y lo hice en el ultimo bus que salía a la capital, pocos minutos después de estar sentado me dormí profundamente hasta despertar con un calor sofocante que me indicaba que habíamos llegado a Santiago, siendo las 12 y algo de la noche, hacia un calor que mezclado con el Smog, las turbas de retornados, el comercio ambulante, los bocinazos y el enjambre de micros de la alameda, hacía de mi vuelta una verdadera pesadilla.
Es chocante el cambio, bajando del bus, todo esto te golpea de súbito y no te deja tranquilo hasta que llegas al lugar mas seguro, tu casa. En Todo el trayecto y en todo momento que estas fuera de ella estas en peligro, así están las cosas, así es nuestra realidad. Pareciera que nos hemos acostumbrado a la mugre, a los problemas, a la vida desordenada, Santiago es esto y veo difícil que algún día se pueda sanear nuestra ciudad, esta tan llena de maldad, problemas, ambición y tristeza que todo esto se ha impregnado en el aire y en nuestras almas, la corriente negativa nos sobrepasa y nos dejamos llevar, ¿Qué hacer?.
Debemos buscar espacios, así de simple. Y en lo posible, trasladarse a la periferia o definitivamente, a alguna provincia, ya que en otras regiones, la belleza abunda, por si no se han fijado, nuestro país es hermoso.
Ya basta de hacer reuniones de camaradería en bares y sucuchos del centro, no llegaremos a ningún acuerdo provechoso, hay que preferir los espacios abiertos y los cerros (no el Santa Lucia, esa es apenas una laderilla, además está llena de seres que van en contra de los principios naturales), que tenemos unos cuantos, ¿han mirado hacia el Este?, Pues allá podríamos ir, mejor dicho, allá iremos, es lo idóneo, estaríamos sobre la olla de smog y de problemas de Santiago, podríamos hacer ejercicios, y estar más tranquilos y más concentrados, hay ambiente de sobra para eso. Acá abajo tendríamos que buscar y buscar por los barrios, pero insisto en que mucho no se puede lograr en este lugar, la nube esta muy pero muy negra… si te descuidas un instante, malos pensamientos te pueden abordar y hacerte caer, así que hay que estar siempre despierto y atento, concentrados en lo que estamos haciendo, esto siempre costara, debido a la presión externa, pero debemos lograrlo, solo así nos libraremos de la nube tóxica de problemas de nuestros compatriotas…
Y dejaremos de asumir problemas de otros como nuestros.
¿Salvar a Santiago?, No lo creo.
Hay que pensar en el Sur. Allá si que hay posibilidades.
Y montón de trabajo por hacer.

Texto agregado el 11-11-2004, y leído por 92 visitantes. (0 votos)


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