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De adentro e iluminada no se ve hacia fuera. Sólo su reflejo apacible y una luz sobre su cabeza. En ropa interior y descalza. Curioso que nunca se haya imaginado que existe el exterior. Por las noches, sola, disfruta de su cigarrillo a la luz de una ampolleta defectuosa y de un café amargo. Las voces de la calle son ahuyentadas por el sonido cortante de la ampolleta. Busca inspiración donde no debe. Piensa en lo incorrecto y escribe lo equivocado. Más café para avivar las manos, pero su mente agotada la delata. Quizás cuántas noches lleva escribiendo así. O cuántas noches intentando. Sin dormir. Sin hablar. Sin siquiera mirar afuera. He ahí su error. La luz, defectuosa siempre, incorrecta como ella, como lo es todo ahí. Ya que nada se apaga, algo habrá de hacerlo. Se cansó. Su vida se acabó, suicidio tal vez. Pero sin avisarle, se apagó. Y ella quedó a oscuras. Sin poder escribir, pensó. La verdad es que no cambió mucho la situación. Fue así, cuando en busca de una luz, ocurrió. Una cortina un poco corrida le mostró lo que necesitaba. Entre todas las luces, entre todos los ladrillos. Una ventana al otro lado. Uno de su especie. Sentado en su escritorio, con una lámpara defectuosa, pensando afligido. Buscando las palabras entre todo el humo, para poder construir. Y así pasó las noches, observándolo, deseándolo, aprendiendo de él, queriendo ser él. El día y la noche pasaron ante sus ojos sin quitarle la vista. Un leve bronceado cubrió y se acentuó en el lado derecho de su rostro. La lluvia los separó por momentos, pero ella buscaba su silueta entre las gotas, entre los granizos. Rogó porque no se empañara su vidrio.
La luz defectuosa, otra vez, palpitando, amenazante. Ella sonrió expectante, era el momento. En pocos segundos él la vería. La reconocería de su especie, tal como ella había hecho antes. Y ahí va, ahí se va, la luz, otra vez. Todo a oscuras. Ambos. Él y ella, apoyados sobre el vidrio de la ventana, para no ver nada al otro lado. Muchas ventanitas, iluminadas todas, menos una. Así estuvieron un par de segundos, en que cruzaban miradas sin siquiera saberlo. Ella con desesperación, él buscando la razón del corte. Y de repente ocurrió. La luz volvió a alumbrarlo a él. Una ampolleta quemada en el basurero y una nueva brillando sobre su rostro. Como si nada hubiese pasado, sentado, volvió a buscar las palabras entre el humo de su cigarrillo.

Texto agregado el 15-11-2004, y leído por 126 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
01-12-2004 que bien, muy bien que entretenido..no se diguiere rapido pero es super bkn despues que lo tienes...-DANI-. supr
15-11-2004 Alice, hay que seguir buscando la luz o la razòn del corte. fuentesek
 
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