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...Hola, Raulacho querido. Al llegar a la oficina, me encontré con que Impuestos Internos nos tenía invadidos. “Cuestión de rutina”, dijeron ellos. No así para nosotros, que andamos con el tambembe a dos manos. Fíjate que don Pedro, ya se ha tomado seis tazas de café, y apenas son las diez de la mañana. La oficina y el escritorio del contador están patas al cielo y todo el personal con cara de culpable. A cada rato nos exigen boletas, cartas y notas de pedidos: talonarios de facturas, boletas de depósito y declaraciones de impuestos; y cuanta porquería es posible imaginar. La situación se pone más y más enferrmante. Hoy en la mañana, quedamos en que yo pediría permiso – y tú te declaraste en receso -, para que almorzáramos juntos y nos regaloneáramos la tarde celebrando nuestro primer aniversario de matrimonio. Pero, en las circunstancias en que nos encontramos en la oficina... tú comprenderás... no me atrevo ni a ir al baño. Tienes que comprender mi vida, son momentos difíciles y hay que apechugar junto al jefe. Te ruego que apenas llegues a casa y oigas este mensaje, me devuelvas la llamada para quedar tranquila. Apareció uno de los inquisidores. Bechitos, bechitos.

...Paulita querida, aquí tu Raulacho. Los japoneses que están interesados en asociarse con nosotros aparecieron sin previo aviso y, hemos dado inicio a las conversaciones preliminares; que, por lo menos, van a durar todo el día. Ve tú, por favor, cómo solucionas la compra de la langosta y de la champaña, que yo me había comprometido a llevar. La celebración debemos posponerla para esta noche. Te prometo, eso sí, que a más tardar estaré en casa a eso de las veinte horas. Aún pasea por mis retinas tu carita de felicidad, cuando esta mañana te entregué el televisor de cuarenta y cinco pulgadas, con control remoto que tanto deseabas. ¿Bonito regalo, verdad? A la noche, entre otras cosas, disfrutaremos del regalo. Te amo más que nunca, Paulita de mi alma. Bechitos, bechitos.

...Hola Raulín, Paula otra vez. Ya son las doce y treinta y no me has devuelto la llamada. Sé que llegaste a casa. ¿Está enojadito el amor de la Perri? Sea buenito y llámeme

...Aquí Raúl. ¿Qué te pasa Paulita, está enojada? No pues mi amor, que ya te di las razones del caso. Esta noche celebramos y punto. Nunca se logra todo lo que uno desea. No se me ponga cabra chica, pues amorcito. Llámeme.

...Por lo visto, don Raúl se enojó y no quiere entender razones. ¡Claro, el trabajo de secretaria no es importante para un marido gruñón! No se ponga intransigente, pues amor. Llámeme.

...¡Sé que estás en casa, y juro que no te entiendo Paula! Bien sabes lo importante que es para nosotros, y digo nosotros por ti y por mí, que logremos esa sociedad con los japoneses.
Son las catorce horas, y aquí me tienes, tomando café y comiendo pizzas que encargaron los posibles socios de Cipango. ¡Me revienta el café y aborrezco la pizza! ¿Y tú?, dinamitando nuestro matrimonio. ¡Llámame, ahora!

...Bien decía mi madre: ”Raulacho es machista y desatento. Si es que llegan a casarse, ahí verás como se pone peor. Te habla la voz de la experiencia, hijita”. Y la tonta lesa no le hizo caso. Primer aniversario de bodas... ¡ y miren al perla! , amurrado como cabro chico.
Los inspectores están terminando su tarea y parece que se irán antes de las cinco. Tendría que estar loca para pedir permiso ahora. Tantas ilusiones que nos hicimos con la Chechi y la Pelusa para esta fecha. Ellas me contaban maravillas de su primer aniversario. Hasta hice planes secretos... Y claro, el machista tenía que ponerme el pie encima. ¡Celébralo solo!, a ver cómo lo haces, autosuficiente engreído.

...Cambié de idea, y no pienso llegar a las veinte horas como te dije antes. Me voy a celebrar con los nipones. No les entiendo un carajo, sólo nos reímos y ya. Tú sabrás lo que haces. Chao.

...Ni te imagines que llegaré a casa como una abnegada esposa, todo porque el señor feudal llevó una langosta raquítica y una champaña de tercera. ¡Ah, ni se te ocurra encender el televisor!, ese es”mi” regalo, y no es tuyo. Estoy abandonando la oficina y me dirijo a casa de mis padres y, nada de raro que esta noche duerma en mi antigua pieza de soltera. ¡Muérete, bien muerto!



Oigan cabritos, sa’en qué má’. Me voy a llevarme la tele y otras cositas. No me voy a llevar na’ la contestadora automática, pa’ que se den cuenta de lo lesos que son. No me llamen.

Texto agregado el 19-11-2004, y leído por 86 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
15-04-2005 Pasó el llevador... newen
19-11-2004 Muy bien narrado. Enhorabuena. larsencito
 
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