En una cena organizada por las naciones unidas el señor Kafka contó esto a varios embajadores de Europa:

No creo, sinceramente, en las naciones unidas. Tengo un ejemplo para sustentar mi desprecio: Los nativos de las islas Joló tenían la antiquísima costumbre de alimentarse con ojos de cualquier animal. No era una extravagancia, sino una cosmovisión encantadora: creían que al comer los ojos de la fauna verían como animales, con los ojos de sus dioses. Cuando la organización mundial se enteró de eso prohibió semejante atrocidad. Obviamente hubo guerra entre los nativos y los reformadores. Murieron centenares de hombres, pero se logró que las nuevas generaciones despreciaran tan horrendo ritual. Ya nadie quiere ver como los dioses. Aplauso para occidente.