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Esa madrugada nos sorprendió la falta de movimiento del crucero, donde el sol con sus primeros rayos, teñía de sangre las calmas aguas. Nos habían indicado la noche anterior que nos preparáramos para desembarcar en una maravillosa isla, que sería nuestro alojamiento durante los próximos cuatro días.
Al subir a cubierta comprobamos que estábamos anclados cerca de un muelle. Sobre la borda ya estaba preparada una escalera metálica, por la cual descenderíamos a un bote inflable que nos trasladaría a la isla.
A medida que nos acercábamos, se veía un grupo de cabañas de apariencia rústica, con techo de juncos además de un gran salón de similares características. Desde el muelle caminamos por un sendero de troncos que nos llevaría hasta la recepción, cuyo borde estaba lleno de flores en medio de un acolchado césped y plantas exóticas, un par de inmensas piscinas también con sombrillas de juncos y sillones completaban el encanto del lugar. Nos aguardaban con un desayuno tropical mientras iban acomodando nuestro equipaje en la cabaña asignada.
El coordinador nos anuncio que ese día era para disfrutarlo en las instalaciones del complejo.
A la noche un fascinante show de danzas de la isla con sus vestimentas típicas, fue el broche de oro en una cena íntima servida sobre mesitas de caña de bambú donde sólo nos alumbraba la luz cálida de una vela decorada. Nos trajeron una variada gama de productos de mar, como así también un postre propio de la isla que era la especialidad del chef y ni mencionar el refinado vino reserva.
Según lo planeado al día siguiente se haría una salida a otra isla aledaña, donde se encontraba un majestuoso banco de coral. Luego dispondríamos de dos días libres para recorrer la isla mayor a nuestro antojo, y poder apreciar su exuberante vegetación y sus playas aisladas de fina arena.
La excursión dejo huellas imborrables en nuestras retinas, que documentamos con nuestras cámaras, pero mirábamos ya con ansias los días libres por venir... ¡representaban nuestra libertad!
Temprano preparamos algunos enceres más varios sándwich y algunos refrescos, después partimos en busca de las playas que tanto nos habían señalado.
No nos llevo mucho tiempo encontrar la que seria nuestra de ahí en mas, era una caleta encerrada tras una vegetación espesa, la playa casi blanca con sus aguas cristalinas color esmeralda, era invisible hasta no llegar a ella, eso era lo que más nos gustaba...¡su intimidad!, su difícil acceso para nosotros era cuestión de niños ya que en nuestra juventud hicimos mucho escalamiento. Ambos teníamos el deseo incontenible de disfrutar ese paraíso y considerarlo como algo propio.
Con el sol ya elevado, el agua todavía un poco fresca se mecía formando rizos diminutos, que hacían que se viera el lecho marino como a través de un cristal gigantesco.
Estiramos las toallas sobre la arena, nos recostamos y el sol se encargo del resto.
Al cabo de un rato y de reiterar su llamado, llego como música a mis oídos una suave voz.

Todavía no del todo despierto me incorpore. Sobre la otra toalla, yacían las dos piezas de su traje de baño.
Michelle apenas tenia su cabeza fuera del agua, su dorada y lacia cabellera parecían disolverse. A medida que me acerque, comprendí por que esas llamativas piezas yacían tiradas sobre la toalla... si ¡el agua estaba muy cristalina! Quizás demasiado...no pude evitar entrar en un torbellino de fantasías...y pensar que no solo el agua estaba preciosa, ante mí una figura escultural me hacia sentir fuera de lugar con mi traje de baño puesto, unos cuantos pasos mas y también eso fue historia.
El suave movimiento del agua apenas distorsionaba las imágenes, no lo suficiente como para que ella no percibiera la intensidad del deseo que recorría mis venas, sentí como que algo hervía en mi interior, me fui acercando, ella estiró sus brazos y los puso alrededor de mi cuello atrayéndome, apoyó sus humedecidos labios sobre los míos, era una sensación ¡mas que agradable! Esperaba ya sentir el contacto de sus bien formados pechos, pero mantuvo distancia como para aumentar mis deseos, que ya parecían incontenibles. Mis manos ansiosas tomaron su cuerpo y lo recorrieron percibiendo la suavidad de cada centímetro de piel. Lo levante delicadamente...ella como resignada a no hacerme sufrir más aquel impulso y tampoco soportando el suyo propio, se acomodo sobre mi cintura abrazándome con sus piernas, que iban cerrándose como torniquete.
Empecé a sentir partes de su cuerpo que años atrás me torturaban extravagantes sueños, su respiración se aceleraba más y más, sentí como la pasión se adueñaba frenéticamente de nosotros...fue tan intenso y acalorado que los latidos de mi pecho repercutían como golpes de martillo contra el suyo, se me hacia difícil respirar...luego la frescura del agua color esmeralda logro solo en parte mitigar esos desaforados momentos que parecieron una dulce eternidad.
Nicolas Jackso

Texto agregado el 18-01-2005, y leído por 156 visitantes. (1 voto)


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