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Inicio / Cuenteros Locales / sistemas_arg / En la soledad de un anden

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Estaré llegando a eso de las ocho y media de la mañana, recuerda que si no estás allí esperándome en el anden...nunca más me veras ya que no bajare...es tu última oportunidad de demostrarme que realmente me amas...si no seguiré viaje sin rumbo a algún otro lugar a iniciar una nueva vida como que me llamo Lorena... así que no juegues conmigo.
Parecían golpear mis tímpanos esas palabras, el auricular del teléfono se escuchaba muy claro, y yo sabia que ella no bromeaba, colgué con una gran frustración encima, quería decirle tantas cosas... como que la amaba tanto, que no podía estar sin ella, pero el tiempo no fue suficiente antes de escuchar el clásico zumbido que sin miramientos me dejo hablando solo.
Medité sobre todo lo ocurrido anteriormente y en verdad tenía sobrados motivos para darme un ultimátum así. Más de una vez la deje plantada en una sita como si nada, así que ahora a no fallarle...tenía que estar en esa estación, por lo menos a las ocho y quince, pensé...solo está a diez minutos de camino en medio del valle de Punilla.
Mi casa estaba edificada mas bien en lo alto de una saliente rocosa que ofrecía una visión panorámica de todo el valle, y en los días diáfanos hasta podía ver al tren avanzar por su carril desde varios kilómetros mas atrás antes de la obligada parada.
Era una estación pequeña cuyo anden no superaba los cincuenta metros de longitud quizá, justo lo necesario para que los escalones de dos vagones estuvieran al nivel de plataforma, así que no sería difícil esperarla ya que podría descender sólo por tres lugares...y yo estaría allí para recibirla en mis brazos.
Si...no sería problema, pongo el despertador a las siete y media así me tomo un liviano desayuno antes de partir a buscarla y asunto arreglado. Con estos pensamientos me acosté tarde después de un arduo día, con la expectativa de que mañana no estaría mas sólo, como estuve en los últimos tiempos. No sé cuanto tiempo revoloteaban en mi cabeza imágenes dulces de mi amada luego no recuerdo más...me venció el sueño.
Sentía como el tañido de una campana que no dejaba de sonar en mi mente, golpe tras golpe parecía perforar mi cerebro, hasta que al fin abrí un ojo después el otro y recién en ese momento, comprendí lo que estaba sucediendo. Era la segunda alarma del despertador cuya intensidad era mucho mayor que el anterior repique...pero estaba clavada en una hora fija y no había manera de cambiarlo, empezaba a sonar a las ocho y cuarto y no paraba por si solo.
No se cuánto tiempo estuvo sonando, pero al darme cuenta, un helada sensación recorrió mi cuerpo, salte velozmente de la cama mientras miraba al fatídico reloj, marcaba las ocho y veinte, busque desesperadamente mi ropa, a las corridas trastabillando me fui vistiendo hasta la cochera donde aguardaba el Porsch. Antes de subir me acerque al muro para mirar hacia el valle, mi corazón casi se detiene al ver el tren, volví rápidamente al auto, un leve giro al contacto y el clásico rugido lleno el entorno, accione la marcha atrás y chillando los neumáticos raudamente salí hacia la empedrada huella, un violento giro del volante me coloco en la posición justa para salir frenético hacia el camino.
Era de cornisa zigzagueando por la montaña pero mantenido en forma, pavimentado desde un par de años, era así casi dieciséis kilómetros hasta la estación de tren a la entrada del pueblo.
Esa mañana hacia fresco y quedaban todavía vestigios del rocío, el Porsch era un coche excelente para situaciones extremas, chillaban los neumáticos en cada curva, hacia rápido los cambios, cada vez que miraba de reojo al tren iba adelantándose mas y mas...demasiado quizás, como para darme margen, pero yo tenía que llegar antes.
Las curvas se sucedían vertiginosamente, nunca antes había deseado de que no fueran tantas, parecían interminables, eso que yo conocía cada palmo del camino, cada pozo, cada ondulación. Al fin estando al borde de irme del camino, llegué a la recta final que me separaban tan solo mil metros de la estación, presione el acelerador a fondo, exigí hasta el límite, los árboles pasaban como rayos y no me permitían ver donde estaba el convoy, para colmo desde el camino no veía ni las vías ni la estación, así que solo rogaba poder llegar antes de que partiera el tren, entre estrepitosamente al estacionamiento...corrí con todas mis fuerzas hasta el anden. Al abordarlo pude percatarme de la realidad... ya había partido, mire rápidamente por todo la estación, pero ella no estaba, desesperado empecé a hacer señas... gritando, saltando tratando de llamar la atención del guarda del último vagón... pero nadie me veía, solo se alejo hasta convertirse en un punto en el horizonte.
El anden parecía desolado...solo estaba yo sin aliento apoyado sobre la pared, mis piernas flaquearon, mi cabeza entre mis manos tratando de ahogar una terrible pena, el llanto fue ganando mi alma. La imagen de aquel tren desvaneciéndose fue como una puñalada, con todos mis sueños a bordo, toda mi ilusión y...¿todo por qué? Por no escuchar a tiempo un mecanismo, que marcaría la diferencia entre la felicidad y la desdicha ¿cómo podría creerme?, Además ¿cómo se lo haría saber? Todos estos pensamientos entre medio de un llanto amargo me acorralaban, me sentía muy sólo en ese desértico andén, no podía conmigo mismo diciéndome una y otra vez lo imbécil que fui, dejar escapar al amor de mi vida por tan solo unos instantes por un sueño demasiado pesado, yo sabía que no mentía, cuando dijo que no la volvería a ver si le fallaba.
El chirrido de una puerta de la oficina que se abre, es el único sonido que rompe el silencio sepulcral donde solo se siente mi dolor, luego algo que pareció una suave voz llego a mis oídos... ¿José? Pensando que estaba ya imaginándome cosas vire lentamente mi cabeza hacia desde donde provenía la voz, con mis humedecidos ojos me costaba poder fijar la vista a lo lejos... solo divisaba una borrosa silueta, nuevamente sentí la voz...era inconfundible, frote rápidamente mis ojos para secar la gran cascada de lágrimas de desolación y allí estaba, su figura de tez morena con lacia cabellera eran únicas... era Lorena...Sí...era ella, me incorpore como pude y corrí a su encuentro para fundirme en un solo abrazo...un solo beso, que expresarían todo lo que la necesitaba, todo lo que la amaba. Pasaron los instantes hasta que al fin nos miramos a los ojos, alcancé a decir
yo creía que...
shhh
Replico ella apoyando su dedo índice sobre mis labios,
tuviste suerte, tuve que bajarme por que solamente tenía asiento hasta aquí, ya que alguien que subiría en esta estación lo tenía reservado
Solo atine a levantar la vista y a viva voz con una alegría que invadía todo mi ser... grite
Gracias señor por darme esta nueva oportunidad y gracias misterioso pasajero
Así abrazados como los mejores de los amantes fuimos caminando alegremente hacia el Porsch para empezar una nueva vida pero ahora sí... no más solo, por que ese si “era el último tren”
Nicolas Jackson

Texto agregado el 18-01-2005, y leído por 93 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
08-02-2005 Senti la desesperación que transmites,seguire leyendo. ambar154
 
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