Buscando un final para mi vida, encontré, de pronto, el comienzo de mi muerte.
En mitad de camino hacia no sé dónde, apareció ante mí un nuevo sendero.
Pero yo no buscaba puntos de partida, no.
Mis piernas, acostumbradas a transportar mi cuerpo durante tantos años hacia una misma dirección, se negaron a cambiar el rumbo.
Mis ojos rechazaron la posibilidad de descubrir nuevos paisajes y procuraron mantenerse fijos en la meta ansiada, proyectándome la imagen creada en mi inconsciente ,del incierto final, tantas veces fantaseado.
Es que desde el comienzo de mi ruta, he ido recolectando pequeños retazos de desencantos, como miguitas de pan estratégicamente distribuídas que me indican el recorrido a seguir. Cada migaja de tristeza y desilusión que recojo creo que será la última, que a partir de ese momento todo será gris silencio...Pero no. Luego de un breve instante me vuelvo a levantar y prosigo mi camino con la esperanza renovada... quizás la próxima..., quién sabe,... en una de ésas...
Pero hoy, de forma sorpresiva, casi insolente, la muerte se interpuso en mi senda ofreciéndome otra alternativa...Y yo la rechacé.
Porque ya he recorrido bastante y mis piernas empiezan a fallarme, y mi visión se torna borrosa...
Porque mis brazos ya no pueden virar el timón, cambiar el destino y reiniciar el viaje en otro mar.
Porque mi cuerpo está acostumbrado a la sal de estas aguas, al viento que golpea mi rostro incesantemente, al frío que se cuela por mis huesos y me llega hasta el alma...
Y por sobre todas las cosas, porque el final de mi vida está cerca...y no quiero morir...