Nuevo amanecer en el ocaso de mis cenizas.
Tres vientos y una guitarra que murmuran tu nombre,
Desolación de mil alondras en el quinto cielo cuando me miras,
Dulce mujer de mis pasos que derrumba los escombros.


Es lejana sensación que logra sanar mis heridas,
Labios en la cima de la gloria que saben a libertad,
Quizá distancia próxima que me acaricia cuando me miras,
O la magia surreal que tus pupilas tras sus pestañas encierran sin hablar.


Intervalo sideral del vacío entre cielos y mareas,
Manantial sin orilla donde reposan mis versos tristes,
Paraíso que conecta nuestros caminos inconexos,
O la paz que irradia de tus labios mientras la lujuria nos desviste.


Es un bello despertar en la constelación Luciana,
Mis besos atisbados que esperan por tu dulce boca,
Un cariño sediento de ti que te murmura mientras me arropa,
Una ilusión mística como tu corazón o como el espejismo de tu mirada.


Ya no hay abril sin un “te espero” ni reloj con agujas,
Un “no me olvides” solitario merodea por las calles silbando,
Otro “te extraño” que naufraga en la cima del tiempo sin censuras,
Y un “te quiero hasta las estrellas” que nuestros nombres va cantando.


Sumergido en la dulzura de tu piel carmesí me encuentro,
Mi corazón, mi paz y mis besos prometerte hoy puedo,
Mas prometo en gritos de silencio mirarte por la eternidad de los cielos,
Murmurándole a tus ojos de almendra lo mucho que yo a vos te quiero…