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“¿A vos te parece, Chechu, que yo tenga que soportar semejante estupidez? ¡Te juro que no lo puedo creer! ¡No lo puedo creer! ¡El estúpido de Roberto me dejó plantada! ¡A miiii! Se va a arrepentir ¿Pero sabes algo? ¡Que venga nomás! ¡No le pienso contestar si quiera un solo llamado!”

¡Pobre Chechu! Durante los 12 años que llevaba de amistad con Alejandra no hizo mas que soportar sus quejas: siempre ella, siempre sus problemas...
Se conocieron a los 13 años, justamente el primer día de clases del Secundario. Chechu (Cecilia), como de costumbre, se sentaba sola, en la primer fila junto a la ventana (siempre lo había hecho). Tenía ese aire de “chica solitaria” por naturaleza, que nunca llamó la atención de sus compañeros. Siempre fue considerada “la rebelde sin causa” del curso y solamente porque adoraba disfrutar de la soledad... pero nunca imaginó que conocería al mismísimo diablo en persona!
Ya había concluido el primer módulo de clases y cuando todos pensaron que ya estaba conformado el grupo con el que llegarían hasta 5º año, con el que compartirían todo lo que se comparte en el secundario (como las bromas “pesadas” a los profesores, las bombitas de olor ¡O mejor! Las amenazas de bombas para salir a la plaza hasta que la “brigada busca-detectora-exterminadora antibombas” dictamine: “no se ha detectado bomba alguna, las clases podrán continuar su curso normalmente bla bla bla”, mientras que ya se habrían perdido 30 minutos de clases...) en fin, cada uno habrá inventado miles de historias en sus cabezas a la vez que registraban cada rostro con el que tendrían que convivir durante 5 años... pero llegó ella. Entró al aula con aire superado, rubia platinada, vestida con las mejores ropas que jamas se haya visto, sus pocos libros bajo el brazo y taconeando contra el piso gastado de madera. Se dirigió histéricamente hasta la profesora, se presento y luego hacia el resto dijo:
_“Hola chicos, yo soy Alejandra Sanz Martínez, disculpen por no haber llegado a horario (como si al resto le importara), lo que pasó fue que a papá se le descompuso el auto y no se imaginan lo que fue, tuvimos que llamar al “service”, para que nos pase a buscar ¡obvio! tardó un montón, pero por suerte llamé, desde el celular, a mi chofer y me trajo hasta el cole... fue un horror! Por suerte, lo pude solucionar”.

Cecilia la miraba con desprecio mientras pensaba “¿es posible la existencia de un ser tan boludo en este planeta?” Pero su desgracia fue otra, Alejandra no tuvo mejor idea que ubicarse justo detrás de ella... sí! Detrás de ella, en realidad, el único banco desocupado en toda el aula... Inmediatamente, Alejandra le preguntó su nombre:

_“Cecilia...” (le respondió sin ganas).
_“¿Perdón? Disculpame, no te oí bien...”
_ “¡Cecilia!”, (esta vez casi a los gritos).
_“Bueno, de ahora en mas va a ser Chechu...”

Y de esta manera comenzó la relación entre estos personajes tan dispares. Al principio, Cecilia trataba de esquivarla, ignorarla y mantenerla lejos, pero era imposible ya que Alejandra tenía el don de conseguir lo que quería y aunque resulte raro, se había propuesto ser “la mejor amiga de Chechu”... y lo logró. A medida que pasó el tiempo, Cecilia se fue acostumbrando a su nueva amiga. Le resulto tarea complicada, no era su fuerte el tema de las “relaciones sociales” pero dentro de todo, aprendió a tratar con seres de su misma raza... aunque estemos hablando de un espécimen raro de encontrar. Alejandra, a pesar de su extravagancia, nunca había tenido verdaderas amigas, todas le huían en cuanto podían. En Chechu encontró la “hermana” que tanto había soñado. Pasaron los años, terminaron el colegio y ya eran casi como hermanas. Habían logrado entenderse con solo mirarse, sabían todo, absolutamente todo ha cerca de la otra, sabían que las divertía y que las aburría, sabían exactamente que clase de chicos les gusta a cada una... siempre era Alejandra la que hablaba de ellos, siempre era Alejandra la que sufría por ellos, la que se desilusionaba de ellos, siempre Alejandra, siempre ella...

_ ¿Chechu? ¿Chechu? ¿Nena, me estas escuchando?.
_ Si Ale, te estoy escuchando... ¡Lo que pasa es que estoy un poco cansada de esta historia, hace una hora que no paras de hablar de Roberto y ya estoy harta! Ya fue, si no le querés dar mas bola, cortale el rostro y listo.
_ ¡Chechu! No puedo creer lo que estoy escuchando... ¿Vos no te das cuenta que estoy mal?
_ Si Ale, me doy cuenta, pero parece que a vos no te importa otra cosa que “Roberto, Roberto y Roberto”. Yo también tengo mis problemas y pareciera que a vos no te importan...
_ ¡Ay! ¡ Chechu! Ya no sos la misma... ¿Qué te habrá pasado?

Cecilia, sin poder contenerse un segundo mas, largó una carcajada que asustó a Alejandra. Esta, efectivamente asustada, le dijo:

_“No entiendo, yo estoy mal, a vos no te importa y encima te reís...”
_ En realidad si me importa, pero me importa mas que aprendas a disfrutar otras cosas. Estas todo el tiempo lloriqueando por “hombres”, ¿No te das cuenta que no sirve?

Alejandra seguía mirándola asombrada.

_ Desde que nos conocimos, no haces mas que ahogarte en un vaso con agua cuando se trata de hombres. ¿No estas cansada?

Tratando de recuperarse y asintiendo todo el tiempo con la cabeza balbuceó:

_ Si... tenés razón... lo que pasa es que... ¡No sé, te juro que no sé! Ahora que me lo decís, tenés razón! No puede ser que esté todo el tiempo pensando en el pelotudo de Roberto, además hace cuanto lo conozco? ¿Una semana? ¡Una semana! Y salimos solo dos veces... Ay, la pelotuda soy yo...
_ Bueno, bueno. Tampoco lo digas así. Yo solo quiero que pienses en otras cosas, por ejemplo ¿Hace cuanto que no visitás a tus viejos?
_ Y... Hace un mes ya... pero ayer hablé con mamá y está bien...
_ Pero vos tenés que pensar que a ellos les encantaría verte de vez en cuando, no creo que se conformen con un simple llamado cada muerte de obispo. Y tampoco tenés tanto de viaje, cuanto será ¿Una hora?
_ Mas o menos... si, una hora...
_ Bueno Ale, me vas a tener que disculpar pero le prometí a Fernando que iba a ir con el al cine y ya me debe estar esperando.
_ ¡Qué suerte que tenés Chechu! Vos y Fernando están re bien, llevan una relación que va directo al altar... ¿Cómo hiciste?
_ ¡Nada! ¿Cómo que hice? Vos te pensas que todo se calcula y premedita... Aprendé de una buena vez a disfrutar las cosas, no pienses ni saques tantas cuentas sobre todo.
_ ¿Sabés que? Tenés razón, a partir de ahora voy a cambiar, te juro que Roberto murió, asunto terminado. Es mas, voy a empezar a comprarme mas ropa, hoy mismo me inscribo en el Gym y...y... y... ¿Te molestaría que vaya con ustedes al cine?
_ Eeeee.... lo que pasa es que...
_ ¡Listo! Esperame un ratito que ya me preparo, solo voy a buscar mi cartera y salimos ¡Qué divertido! ¡Hace años que no voy al cine!

“Que divertido, que divertido”... Cecilia era incapaz de reaccionar en contra de su amiga en situaciones como esas. Recordó aquella vez cuando Alejandra le robó el vestido... Bueno, “robar” es una forma de decir pero hay códigos entre amigas que deben ser respetados, por mas insignificante que sea la ocasión... Fue justo para el cumpleaños número 16 de Cecilia. Sus padres, como regalo, le habían dado una gran suma de dinero... gran suma para los gastos que puede llegar a tener una chica de esa edad... Le había pedido a Alejandra que la acompañara al centro para comprarse algo de ropa, ya que le gustaba la idea de renovar un poco su vestuario (evidente signo de influencia de su amiga...) Habían caminado toda la tarde y Cecilia no lograba decidirse, hasta que pasó por una vidriera y se detuvo. Quedó petrificada al ver la hermosura de ese vestido, encajaba perfectamente con su personalidad, era de su color favorito “ verde seco” y tenía detalles en tonos un poco más claros formando dibujos perfectos... Alejandra, que estaba entretenida en la vidriera vecina, decidió acercarse a Cecilia y en cuanto vio el vestido exclamó:

_ ¡Está bárbaro! ¡Lo quiero comprar ya mismo!

Y no tardó un segundo, ya tenía la billetera en la mano a punto de pagarlo. Cecilia, que trataba de explicarle que ella lo había visto primero, que ella lo quería realmente, se dio por vencida cuando la otra le dijo:

_ ¡Basta Chechu! A mí también me gustó y estoy en todo mi derecho de comprarlo, ¡Ups! El vestido ya es mío, pero si querés te lo presto cuando quieras.

No supo como reaccionar y en cuanto menos se dio cuenta, ya había tenido que soportar miles de situaciones similares, pero era su amiga...

_ Chechu, ya estoy lista ¿Salimos?

Llegaron a la puerta del cine y vieron que Fernando ya estaba un poco impacientado por la larga espera. Se acercaron a saludarlo. Este no pudo evitar poner cara de asombro al ver a Alejandra.

_ Hola... Ale... estas linda... mas radiante...
_ Si, lo sé. Lo que pasa es que desde hoy no soy la misma. Estuve hablando muchísimo con Chechu sobre lo que me estaba pasando últimamente y la verdad es una divina. Me hizo entender que no puedo estar todo el tiempo torturándome por pavadas... Corté con Ro, sabías?
_ Ale, como lo va a saber si tomaste la decisión hace menos de una hora y ni siquiera hablaste con él...
_ Si Fer, Chechu tiene razón. Todavía no hablé con Roberto pero de todas maneras no lo pienso hacer. Creo que no se merece ni el menor esfuerzo de mi parte: absolutamente nada!
_ Mirá vos ¿Así que la señorita esta nuevamente disponible?
_ ¡Ay, Fer! Las cosas que decís...

Cecilia, que no aguantaba mas la situación exclama:

_ Bueno chicos, basta de charla, la película debe estar por empezar ¿Entramos?
_ Eeee... si amor... Ya entramos...

Pero estuvieron alrededor de “diez minutos” mas hablando de estupideces... Con caras de estúpidos... Cuando la única estúpida de la escena fue Cecilia. No hizo mas que sombra entre ellos dos durante toda la noche. No acotó ni un comentario ya que el papel protagónico de esa noche se lo había llevado “Ale, su amiga del alma”...

“Y así es, contar detalladamente como sigue esta historia es lamentable, pero tendré que hacerlo ya que me veo comprometida a terminar lo que empecé...
No se sorprendan, Alejandra terminó quitándole el único amor que habría conquistado Cecilia, ella, como nunca antes logró hacerlo y no lo iba a lograr en esta situación, no supo reaccionar ante tan injusta actitud de su amiga... “amiga” ¡Qué irónico! La que jamás logró entender las cosas fue justamente ella: Cecilia. Nunca entendió realmente cuales son las reglas fundamentales en una amistad, suena mal mezclar la palabra “regla” en la misma oración que “amistad”, se supone que las reglas no existen, se supone que debe existir sentido común que nos lleva a darnos cuenta nosotros mismos de cuales deben ser las reglas a respetar...”

Texto agregado el 18-11-2002, y leído por 459 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
05-11-2003 Me parece que tu narración es fluída y posees bastantes recursos, me queda la sensación de que no terminas lña historia, decae al final y no hay un desenlace ni sorpresa...nada que no puedas mejorar, siempre que lo estimes conveniente, por supuesto...enhorabuena vato
 
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