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Nina, la soñadora

Es un lugar en las montañas, podría ser Suiza, Italia o los pirineos. Hay un pequeño chalet al costado de la carretera. Dentro estamos cinco personas, entre ellas, una muy querida amiga, la llamaremos “Nina, la italiana”.

Es de noche…no: sólo está oscuro, pero no pasarán de las seis de la tarde. Nina evoca un sueño, recuerda que en él había un fondo musical de U2, Acrobat, tal vez, aunque pudo haber sido Ultraviolet, el sonido no era tan puro.

La casa estaba a oscuras y ella despertó con una remembranza tan límpida de ese sueño que parecía verdad. Lo tiene tan presente que nos lo cuenta a detalle: “Tomé el auto y comencé a descender la montaña a muy alta velocidad, sorteando autos y librando desfiladeros. Estaba consciente del riesgo que tomaba, pero uno de ustedes me aseguró que no pasaría nada: había tenido una sensación de déjà vu y me había visto llegar a salvo al destino, me fié de él. Minutos después, arribé al pueblo de abajo sin mayores problemas…”

Un amigo, le llamaremos Brujo, por su amplio conocimiento en evasiones mentales (sustancias químicas y naturales), le dice que puede recrear su sueño y le reta: “si lo reconstruyo, ¿tomarías el auto y descenderías la montaña conduciendo con furia, como en tu fantasía?” Ella accede.

Salimos todos de la casa y nos subimos al auto, La italiana toma el volante. Brujo le muestra una revista de cómics. Uno de los recuadros tiene a dos personas hablando: un tipo con una especie de amuleto en la mano le dice a una chica: “vamos Nina, toma el volante y conduce, te garantizo adrenalina y emoción sin fatalidades”. La italiana no lo puede creer, nunca antes había visto ese cómic en la casa, ni en su vida. Siente mucho miedo, no quiere arriesgar nuestras vidas para comprobar si el sueño es premonitorio o no, se rehúsa a arrancar.

Brujo crea una ilusión: decenas de patrullas están tras nosotros, el camino es tan estrecho que no hay más que ir de frente. No hay oportunidad de regresar. La escuadra policíaca está a punto de chocar con nuestro auto cuando la italiana decide iniciar el descenso a toda velocidad. Dejamos atrás a nuestros perseguidores.

Después de vertiginosas curvas, salvar un par de autos en sentido contrario y de bastantes patinazos del auto debidos al piso húmedo, arribamos al pueblo de abajo, intactos y nerviosos. Festejamos, pero no por mucho tiempo: para nuestro asombro, estamos en una especie de set de filmación, no nos hemos movido. Todo ha sido una alucinación.

Brujo nos dice que la ilusión nos permitió asegurarnos de que en la realidad no pasaría nada si lo hiciéramos: fue como recrear la realidad en un sueño. Nos pregunta si aún estamos dispuestos a hacerlo, una vez que nos ha demostrado que no pasará nada. ¿Tomaremos el riesgo de confiar en la recreación?

Nina dice que sí, que ella confiaría en un sueño: que si ves cosas buenas en un espejismo o un flashazo del futuro, vale la pena jugar el juego: los sueños te pueden guiar…

Me despierto con la visión del sueño de Nina soñando. Es tan nítida que estoy dispuesto a bajar una montaña a toda velocidad para probar que yo también confío en mis alucinaciones. Bajo al garaje y el auto no está, sólo hay un mensaje de la italiana pintado con labial sobre la puerta de la cochera: “Carissimo mio: desperté con una irrefrenable ilusión, voy a Pueblo Abajo, no tardo. Besos”.

Texto agregado el 26-02-2005, y leído por 135 visitantes. (1 voto)


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