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NINTENDO





…Y no le abren a nadie, eh..? –dice la mujer- cualquier cosa nos llaman al celular.
Lucas observa hipnotizado la pantalla del Nintendo. Su hermano insiste en chocarlo desde atrás. En cuanto lleguen al puentecito antes del lago, le vá a enseñar lo que es un autazo bien puesto.
La voz de la madre se alza nuevamente por sobre el sonido de los Fórmula uno …Lucas!
-Lucas, tu madre te está hablando… interviene el padre, mientras observa hacia la calle. Esta noche va a helar, piensa.
-Escucháme bien… -insiste ella- ya tenés diez años. No podés estar como un tonto con el jueguito todo el santísimo… -intenta detener el desarrollo del juego con el remoto del televisor, pero sólo logra cambiar de canal- y aparece una mujer gorda cocinando algo a la cacerola.
Qué hacés..? -interviene por primera vez Mauricio -y observa serio a su madre.
Ella conoce esa mirada. No es la de un niño de cinco años.
La mujer duda un segundo. A veces, esa mirada, la asusta. -Mauricio… advierte el padre, sin demasiado énfasis.
Lucas coloca la consola de juegos en pausa. Mira a su madre, y esboza una sonrisa falsa.
-Si mamá…ya sé… -el niño imposta la voz- cualquier cosa los llamamos al celu, y si no la llamamos a la tía Irma, y ella viene. Y si no está la tía, la llamamos a Bety, que como vive acá a la vuelta y nunca hace nada,
seguro está, y viene rápido… recita el niño de memoria, enumerando con los dedos, sucios de chocolate.
El padre ríe divertido. La imitación de la madre ha sido excelente. Pero se detiene en el acto. La mirada de su mujer es fulminante. Y se hace tarde, además.
- …para esas cosas sos muy vivo vos… -continúa ella- Vamos a ver si a la vuelta no encontramos un desastre como la otra vez, que inundaron la cocina y hubo que llamar a…
-Analía… -advierte el hombre- vamos a llegar tarde. Y recoge su abrigo.
-Lucas…-continúa la mujer- escucháme …un rato más y se acuestan, eh?
No dejes que tu hermano se quede viendo televisión.
Los niños han reanudado el juego y el sonido de los autos vuelve a invadir el comedor.
-…Lucas, me escuchás..?- insiste la madre.
-Contestále…- dice el más pequeño sin desviar la mirada de la carrera.
-Si…está bien, un rato más, nada más.
La mujer besa la cabeza de sus hijos. Lucas desliza un “chau má…” mientras hace un gesto de preocupación por un repentino despiste.
Mauricio no hace ningún gesto. Su ventaja en el juego es evidente.
Apenas escuchan el sonido de la puerta, cuando sus padres salen.
Lucas ha recuperado algo de distancia con respecto a su hermano. En algunas rectas largas alcanza a ver su auto rojo, un bólido imparable, alejarse veloz.
-Mauricio… ya tenés cinco años. No podés estar como un tonto con el jueguito todo el santísimo día, -remeda Lucas, mientras acelera, y choca desde atrás el auto de su hermano. Mauricio no contesta.
-Tomá..! A ver si te gusta esto...!
El niño no se inmuta, y controla su auto. Sabe que una vez más, va a ganar.
-Chicos…abran…-se escucha la voz de la mujer desde fuera de la casa-
mamá se olvidó algo…
-Abrí con tu llave..! -contesta Lucas, alzando su voz por sobre el sonido del juego. El auto de su hermano vuelve a alejarse.
-La dejé en la cartera… -replica la voz de la mujer- …vamos abran. -Uhhh bueno! contesta malhumorado Lucas, y maldice por lo bajo, mientras deja que su auto se estrelle contra una vallas amarillas.
Se levanta y toma un llavero de encima de la mesa. Camina hasta la puerta. Introduce la llave en la cerradura, y gira una vez.
-No es mamá… -dice Mauricio sin levantar la voz.
Su hermano detiene la llave. Observa al niño. No está seguro de haber escuchado bien.
-Qué decís..? -pregunta extrañado.
Mauricio conduce su auto sin demasiado entusiasmo, conciente de estar ahora solo en la competencia.
-Qué decís..? –repite Lucas, y va a girar nuevamente la llave.
-No es mamá. Mamá te hubiera dicho “…abrí Lucas, hacéme el grandísimo favor, que vamos a llegar tarde” y hubiera seguido golpeando y diciendo “Lucas, Lucas…” cada vez mas fuerte. No es mamá.
Lucas detiene la llave. Comienza a sentir algo extraño en el estómago.
Del otro lado de la puerta se ha hecho el silencio.
Mauricio conduce entre unas tribunas virtuales, pobladas de un inmenso gentío virtual. No aparta la vista de la pantalla.
Lucas mira su mano sobre la llave, y luego mira hacia el televisor, donde su hermano recorre ahora una serie de complicadas curvas.
Muy lentamente, el miedo comienza a instalarse en todo su cuerpo. Aguza el oído, tratando de escuchar los sonidos familiares de sus padres, tras la puerta. Pero no oye nada. Claro -piensa- …que tonto, mamá ha ido hasta el auto a buscar su llave y ahora va a volver y va a abrir ella y pensar que él por un momento pensó…
-Abran chicos… Nuevamente la voz.
Pero claro. Ahora escuchada desde muy cerca, con el oído pegado a la puerta de calle, la voz se oye distinta. No es la voz de Lucas-dejálo-tranquilo-a-tu-hermano, ni la de forraste-la-carpeta. No es voz de sábana limpia, ni dulce de leche, ni peine de las liendres, ni de guardapolvos.
Lucas siente como sus ojos se humedecen. Su mano que no ha soltado la llave ni por un segundo, está ahora transpirada.
Se vuelve lentamente hacia su hermano. Ahora su propia voz suena extraña.
-No es mamá… dice en un susurro angustiado.
-Viste, yo te dije –contesta Mauricio, que enfrenta con su auto un largo puente gris, sin mirar a su hermano.
Lucas vuelve su vista hacia su mano sobre la llave. Cuántas vueltas le dio?
Mejor ni pensarlo. Mejor ni probar. Además ya no sabe para qué lado abre,
para qué lado cierra, sólo escucha sus propios sollozos, cierra los ojos, apoya su oído contra la puerta. El silencio. Lucas repara ahora en el pequeño llavero que cuelga de la llave. Tiene forma de casita. Nunca se había dado cuenta. Creía que era un cuadrado nomás, pero tiene forma de casita, que se estira hacia abajo a través de las lágrimas.
Ahora un solo golpe. Fuerte. Lucas lo ha sentido contra su cabeza, a través de la puerta. Ha sido como si se abriera el mundo. La casita se balancea.
Suelta la llave y retrocede aterrorizado. El picaporte comienza a moverse lentamente, como un animal que se despierta. Algo está forcejeando del otro lado. Otra voz, ahora de hombre, susurrando con la primera voz.
Lucas continúa retrocediendo, intenta decirle a su hermano. Explicarle.
Pero su voz no sale. Como en los sueños. Igual.
-Chicos abran. No les vamos a hacer nada…
La voz del hombre no intenta parecerse a la de papá. Solo intenta no parecer amenazante, pero eso la hace más terrible aún.
De nuevo el silencio. Lucas no sabe qué lo asusta más. Si la voz de los desconocidos, o los susurros que ahora escucha. O la llave que alguien coloca por fuera tratando de abrir. Pero el niño ha dado una sola vuelta
con la suya. Y la llave intrusa no consigue abrirse paso.
Otro golpe. Más fuerte aún que el anterior.
El niño busca con la mirada a su hermano, pero la silla está ahora vacía.
Mauricio debe haberse asustado y seguramente está escondido en algún lugar de la casa. En el televisor titila un cartel de PAUSE.
- Abrí la puerta nene…no les va a pasar nada –dice la mujer.
- Vayansé... -dice Lucas en un hilo de voz. No ha sido el grito que él quería. Es un gemido ronco. Suena como la voz de la muñeca que tiene la nena de enfrente. Porqué no están ahora papá y mamá, porqué se van, porqué los dejan a ellos solos, porqué tiene tanto miedo, piensa mientras retrocede hasta el mueble del comedor. No quita nunca la vista de la puerta. De la llave. Como si mirando la puerta muy fuerte, pudiera detener para siempre a los extraños que quieren entrar a la casa.
El teléfono. La idea lo golpea con la fuerza de una descarga eléctrica. Mamá, la tía Irma, Betty… el teléfono. Desvía la mirada de la puerta y observa el aparato que está sobre el gastado aparador, muy cerca suyo. Lucas observa su mano, tomar el tubo del teléfono, y llevarlo lentamente hasta su oído. Pero en vez del tono que lo guiaría rápidamente hasta la gente que lo puede ayudar, escucha un sonido como de insectos, como el fuego cuando se apaga. Sus propios sollozos que le devuelve el auricular inútil. La línea está muerta. Ahora alguien está forcejeando en la puerta del garaje. Esa puerta no cierra bien. Papá la abrió una vez sin la llave. El niño escucha los latidos de su corazón, seguramente los de afuera también lo escuchan. Ahora van a entrar.
Un ruido dentro de la casa lo paraliza para siempre. Un ruido extraño. Lucas mira hacia la puerta que separa el comedor de la cocina. Una sombra se alarga hacia él por los mosaicos rojos. Pero es su hermano que entra al comedor
arrastrando una de las banquetas de la cocina y la coloca junto a la pared. Trabajosamente se trepa y digita cuatro números en el teclado de la alarma. Luego espera mientras observa con interés una hilacha que asoma de uno de los puños de su sweater.
Después de algunos segundos la sirena de la alarma comienza a sonar y es como si la casa entera aullara defendiéndose. Los hermanos se miran inmóviles durante instantes que parecen horas. Y ahora, entre el alarido estridente, entre sus propios sollozos, Lucas escucha el sonido de un motor que se enciende en la calle, y el chirrido de unos neumáticos que se alejan. A través de las persianas del living en penumbras los hermanos ven las luces de las casas vecinas que comienzan a encenderse.
Mauricio vuelve a colocar la secuencia de números y el infierno sonoro cesa. Con cuidado baja de la banqueta y toma nuevamente el control de la consola de juegos. El cartel de PAUSE desaparece y en su lugar el auto del niño retoma una curva muy abierta. Lucas no puede parar de llorar.
Su hermano menor se da vuelta y lo observa durante unos segundos.
-¿Vas a jugar..?

Texto agregado el 11-03-2005, y leído por 259 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
22-05-2005 Wow... Me transporté a mi niñez, solo que con mi hermano gemelo... Qué sustazo... Bien hecho... Te doy cinco puntos de Bonus. Game Over. Saludos de elfonso-el-tosco
13-04-2005 Me encantó tu cuento, y es q el Nintendo es así, adictivo..excelente Isamar
07-04-2005 Dios.. que miedo me diste... muy bueno marce... llevaste el suspenso hasta el final y acabaste con remate inesperado. KaReLi
 
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