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Inicio / Cuenteros Locales / Microbus / Protocolo infalible, procedimiento inmutable

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Una abre la puerta y encuentra “un algo” parecido a un vendedor, pero no lo es. Resulta ser uno de esos feos atractivos que contrata una empresa para hacer marketing de tarjetas de pago para grandes superficies.

Una, siempre cuando menos le apetece o tiene prisa, se encuentra con uno de esos en la puerta de casa, y a veces hasta le deja hablar. Al fin y al cabo, ellos hacen su trabajo; Normalmente a comisión, y eso les lleva a prepararse concienzudamente y a saberse de carrerilla el discurso para promocionar el producto, normalmente con resultados patéticos. Existen unos vamos a llamarles "vendedores", que incluso adornan ese discurso con frases tipo: “te conozco”, “tu cara me suena” o “nos hemos visto en alguna parte”. Otros, tienen tanta prisa en convencerte que mientras monologan pierden cualquier posibilidad de que simpatices con ellos, así como con el producto que ofrecen.

Hoy me he encontrado a uno de esos en la puerta. Ya le había visto a través del portero automático. Llevaba una especie de abrigo negro con enormes solapas que todavía no sé por qué, me ha hecho confundirlo con un policía, razón suficiente para darle plantón en el portal y no abrirle. Sin embargo, algún malévolo vecino sí le ha dejado entrar. Quizá por la misma razón por la que yo no lo hice. El caso es que cuando yo ya había olvidado el asunto (gozo de gran facilidad para abstraerme), alguien ha llamado a mi puerta. Y he abierto. Y allí estaba él, más alto que yo, con un abrigo que le quedaba al menos dos tallas grandes, los cabellos peinados hacia atrás con una pulcra y rectísima raya en medio, mini rizos detrás de las orejas. Frente ancha, ojos marrones, nuez marcada. "Y allí estaba él". No sé cuántas veces ha tenido un sentido romántico esa frase en mi vida, lo que puedo decir es que realmente es una frase práctica. Si dos exagerados colmillos hubieran brillado en su sonrisa, no me hubiera extrañado mucho, aunque sí me hubiera dado un infarto. Y morirse una, delante de alguien así... la verdad, no debe dar mucho gustito.

El procedimiento a seguir cuando algún vendedor consigue que le abra la puerta es el siguiente: Primero, saludos. Después, el vendedor tiene tiempo de decir todo lo que quiera mientras yo: le miro unos segundos a los ojos, asiento, apoyo sutilmente la mano derecha en mi mentón, vuelvo a asentir, me saco un pañuelo, me sueno los mocos, le digo que ya tengo de eso y que lo siento mucho aunque sea mentira. Nos despedimos cordialmente y si te he visto no me acuerdo. Raras son las veces en que yo le abro la puerta a alguien que no conozco; Así que, cuando casualidades de la vida, sucede que me pillan en baja forma y abro, siempre seguimos el mismo protocolo. Y funciona, siempre ha funcionado, es el método que hemos usado toda la vida. Hasta hoy parecía que hubiera un acuerdo tácito entre el vendedor y yo, y hemos seguido siempre dicho procedimiento. Era un procedimiento inmutable.

Pero volvamos al tipo de la raya en medio. Abro la puerta y me lo encuentro allí. En el momento en que él, serio, inicia su monólogo, yo comienzo el ritual. Le miro a los ojos mientras sigo los pasos del protocolo, cada vez más sorprendida de su expresión hierática. Daba por hecho que él comprendería que perdía tiempo conmigo, sería breve y se marcharía. Pero no. Por primera vez empiezo a entender claramente el significado de algunas palabras de su discurso sin ni siquiera proponérmelo: tarjeta...corte...pagos...meses....comercio...productos...noviembre... Esa amalgama de palabras sueltas de pronto iba a tomando más sentido. Tuve que cortarle por lo sano cuando me di cuenta de que empezaba a escucharle de verdad.

- Perdona que te interrumpa, es que tengo trabajo...-y por ser amable añado- ...¿no tendrás un folleto informativo y así me lo leo tranquilamente y me lo pienso? Es por ahorrarte tiempo...
- Claro, toma –indiferente, me enseña un folleto, pero no me lo llega a dar- te lo lees y mañana vuelvo... ¿en qué trabajas?
- Diseño Gráfico –miento por abreviar, al tiempo que alargo la mano para coger el folleto.
- Todo el mundo trabaja en diseño gráfico –alejando de mi mano el papel y apoyándolo en su carpeta- mi ex novia, mi novia...
Nos miramos durante unos segundos en silencio.
- ¿Me puedes rellenar en dos minutos esto? –extrae del abrigo un bolígrafo marca Bic.
- Ah –cada vez más impaciente- ¿pero es que no me vas a dejar el folleto?
- Es que son solo dos minutos...
- ¿Entonces no tengo tiempo a pensármelo? –finjo sorpresa y lo miro ofendida- Entonces no me interesa.
- ¿Pero por qué? –visiblemente afligido- Son sólo dos minutos.
- Ya los he perdido hablando contigo. No me interesa, buenas tardes.
Cierro la puerta dando un contundente portazo, hasta hoy nadie perteneciente a ese gremio me ha sacado de quicio tan fácilmente como ese chico.
- ¿Y un café cuando acabemos de trabajar te tomarías conmigo? – desde el otro lado.
- Por eso es bueno tener una pelotita anti-estrés en el escritorio. –le contesto con ensayado desdén a través de la puerta.
(Esta última intervención de los actores es tan incoherente como cierta).

Espero que se olvide de dónde vivo.

Hay cosas que por fuerza deben cambiar; En cambio, hay otras cuya esencia es inmutable. Lo dijo Aristóteles.

Texto agregado el 17-03-2005, y leído por 132 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
19-03-2005 Es absolutamente magistral. LeoMendoza
 
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