Así se siente; igual al retumbe que produce el zumbido silencioso de millones de mariposas opacas revoloteando por dentro.
Y querés pararlo, pero algo detiene esa detención. Y querés entenderlo, pero de repente en esa búsqueda lo único que lográs entender es que hay momentos y palabras; situaciones y personas casi claves que carecen de explicación alguna. Entonces no entendés nada. Sólo te limitás a disfrutar ese sentimiento similar a un racimo de mariposas inquietas.
El problema es cuando ese goce te grita desaforadamente y mirándote de frente para penetrar hasta la última gota de tu ser, que sólo parte de sueños y utopías. Y sin querer, caés a la miserable realidad de que no hay nada. Absolutamente nada.
Ese instante fugáz que se sintetiza a una milésima de segundos, convierte al goce pasajero en un interminable dolor.