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Damara


LO QUE FUE

Las piedras gritan un espectral silencio, intuyo algo, pero sólo intuyo, no pasa nada, unas aves hórridas emergen del lago de aguas trémulas al lado del parque por donde camino, debo estar alucinando, no siento ni mi propia respiración, estoy ebrio, ausente, el tiempo se hace cada vez más lento, soy incapaz de calcular el lapso de un minuto, soy yo, pero como si fuera otro, me desconozco a cada instante, siento el cráneo dislocado, tengo los ojos vacíos, la piel tensa, azulada, camino sin sentir el suelo que piso, una pareja baja de un taxi y se dirige presurosa a casa, debe ser muy noche ya, se topa conmigo en un sendero del parque y me observan desconfiados, sus hijos pequeños se ríen de mí, su madre los jala y apresuran más el paso, me detengo de vez en vez, trazo círculos con los dedos en el aire, de forma totalmente autómata, de pronto me viene a la mente Damara, esa mujerzuela voluptuosa, que ha pasado varias noches conmigo(...), hace tanto tiempo que no la busco que seguro ya no se acuerda de mí, creo que estoy buscando el antro donde ella baila todas las madrugadas y vende su cuerpo a los borrachos, pero es momentáneo su recuerdo, después ya no sé quién es ella ni qué hago caminando por unas callejuelas de mala muerte.

Tengo una herida en el tórax, pero no duele, tampoco sangra, sólo siento nauseas, camino varias cuadras por banquetas oscuras, hasta que diviso el acceso de un tugurio nocturno, por pura inercia me dispongo a entrar, junto con otros noctámbulos sujetos que van entrando también en ese preciso instante, unos guardias nos auscultan en busca de armas, quizás me dejaron entrar porque creen que vengo con ellos y soy el borracho del grupo que paga todas las copas, apenas adentro me separo de ellos y atravieso el lúgubre lugar hasta una mesa vacía, después de sentarme en una silla y permanecer absorto, capto que una mujer me observa, está sentada en una butaca de cuero, a unos metros de mí, un vestido rojo se amolda a su cuerpo, tiene cruzadas las piernas largas y niqueladas, su pelo es verde, con mechones plateados, tiene los labios esbozando una sensual mueca, me mira insistentemente, yo desvío la mirada hacia una gruesa columna recubierta de grano de mármol que está a un costado de mí, luego hacia el techo decorado de un collage multicolores, o a las luces neón distribuidas profusamente por el espacio, luego hacia otras mujeres, luego otra vez a la columna, luego hacia cualquier parte, me repliego en mí mismo por un instante, hasta que decido abrirme paso hacia la barra, una estridente música parece sonar, pero yo no logro escuchar nada, me acerco a una mujer de aspecto gótico que está tras la barra, le pido un tequila, le doy un sorbo, otro, otro más, no saboreo nada, me siento un poco mejor.

De pronto descubro que la mujer del vestido rojo y verdes cabellos, está sentada a mi lado, es más bella de lo que me pareció en un principio, se acerca a mí, por un instante tengo la sensación de haber permanecido siglos sin tener a una mujer a mi lado, mi primer impulso es preguntarle cualquier cosa, pero no se me ocurre nada, el escote de su vestido muestra un extraño tatuaje entre los senos, como una lágrima envolviendo a un cuchillo, de su cuello cuelga un collar de plata de un diseño muy fino de donde cuelga una máscara femenina con jeroglíficos.

¿Quien eres tú? Pregunta,
Por un momento creo recordar quien soy, o quien fui, pero es en vano. No sé nada de mí.
Soy un exconvicto, digo, acaban de soltarme hace pocos días,
Perfecto, dice, lo supuse, después sonríe y agrega:
o quizás un interno de hospital psiquiátrico.
Indiferente, doy un trago al tequila, aparto el vaso. Ella lo pesca con sus largos dedos y uñas pintadas de negro obsidiana, se toma lo que quedaba, me mira, sonríe otra vez, acerca demasiado su rostro a mí, ... susurra: ¿Me invitas otra?

***
( TUS OJOS YA NO PUEDEN HACERME DAÑO )

No sé de qué estamos charlando, porque al cabo de unos minutos se me olvidan las palabras, las ideas, la conversación que he dicho, pero parece que es interesante porque se muestra un poco fascinada.
Estamos rodeados de borrachos y mujerzuelas ...hemos perdido la cuenta de las copas, ahora ella tiene una mano en mi dorso y yo tengo una mano sobre sus muslos, por un leve instante, tan breve, me parece la mujer más hermosa que hayan visto mis ojos, pero la sensación no dura mucho, se desvanece, después ya no siento nada al tocar aquella piel de gallina a lo largo de sus muslos.

¿Quieres subir conmigo? Dice,
casi instintivamente e instantáneamente contesto que si.
Ella me enseña una llave de una habitación, me señala el camino hacia unas oscuras y tétricas escaleras. Me toma de la mano, yo la sigo, casi con movimientos de zombie, después de subir un primer nivel, con mucho trabajo de mi parte, intento acariciarla impacientemente, pero no se deja... te voy a costar muy cara ésta noche; dice...

¿Traes suficiente dinero?
Si, por supuesto; contesto, mientras me aferro ansioso a sus caderas
De pronto en un largo pasillo que lleva a unas habitaciones, descubro un espejo sobre un muro, observo mi grotesca apariencia, no sé como ésta mujer no se asusta de mi aspecto, quizás creé que soy un tipo excéntrico con filosofías dark y que me he procurado ese aspecto adrede. Ya dentro de una habitación penumbrosa, quizás huele a orgasmo pero mi olfato ya no capta ningún olor, la mujer deposita su bolso sobre una mesa, se sienta en la cama, cruza una y otra vez las piernas, se recuesta, me mira de soslayo, comienza a despojarse de sus zapatos, ya descalza vuelve a cruzar las piernas, me observa como intentando reconocerme, se despoja de la parte superior de su vestido, se acerca a mí.
El mismo tatuaje que tiene entre los pechos, lo tiene también en la espalda, casi por instinto hurgo en los bolsillos, saco una cartera, descubro que no tengo nada de dinero, pero si un condón, lo extraigo, pero la mujer me lo arrebata, lo tira, me abraza, comienza a desvestirme, pero sus ojos hermosos ya no pueden hacerme ningún daño, no siento nada al besar su piel, ni su boca, ni su sexo.
Ya no pueden hacerme daño tus ojos, me digo a mí mismo, pero tengo un extraño e incontrolable deseo de ella, de poseerla aunque sea un instante tan fugaz como la eternidad toda.
Advierto algún sentimiento desconocido al observar su misteriosa mirada. Y después, apenas otro momento después, descubro toda mi soledad reflejada en sus pupilas.

--Vuelvo a sentir una sensación peor que nauseas--

Ella está muy excitada, o quizás sólo finge estarlo, sus manos tocan mi cuerpo, su boca busca mi boca, yo acaricio sus cabellos verdes, su cuello sugerente, sus senos tatuados, su vientre terso, su cintura estrecha, su sexo insinuante, ... sin sentir nada, mi cuerpo se comporta de una manera extraña, acaricia impetuoso cada parte de su piel, ella parece disfrutar, y yo por otro instante más, me parece que he poseído a miles, miles de mujeres y estoy harto de ésta farsa que ya no me produce nada.

Acaricia mis cabellos con sus uñas de obsidiana, yo me dejo llevar, ella guía mi boca hacia sus pechos, yo los beso, los beso, los beso con un ímpetu y una fruición de las que no soy dueño, la acaricio y beso -como si fuese la última mujer que cruzará mi vida-, actúo inevitablemente ante esas formas femeninas que me impulsan instintivamente a acariciarlas aunque ya no sienta ningún placer.

( DAMARA... SIGUES SIENDO TÚ...PERO YO YA SOY OTRO...)


/ De pronto me veo acariciándola, besándola, tocándola, poseyéndola de formas tan diversas e impredecibles, a la vez que inevitables, hay instantes en que pierdo la noción de mí, de mis instintos, me comporto dulce, como si aquella mujerzuela, fuera una novia amada a la cual estoy robándole su vez primera, otro instante apenas y ya soy como un esposo que está siéndole infiel a su amada y siente placer y remordimientos, otro más y ya soy un impulsivo violador que está abusando de la hembra que le obsesiona, apenas otro momento más y ya soy como un solitario sin amor que busca embriagarse de sexo, a veces me torno casi brutal y sádico como un hombre enamorado que está tomando por la fuerza a la mujer que no lo ama, otras tantas veces me comporto como un amante inexperto, jadeante, paseando mis trémulas manos, ansiosas, por sus femeninas formas. /

A veces me parece escucharla decirme que éstas perversiones, van a aumentar considerablemente la tarifa por sus servicios sexuales... que ojalá traiga dinero suficiente, que afuera están tres tipos vigilando que ningún cliente se esfume sin pagar lo que ella considere justo por sus favores.

( Todos mis sentimientos han abandonado mi cuerpo, no sentí en qué momento me he derramado sobre ella.)

¿Porqué me mira repulsivamente?

Estoy, sin memoria, no recuerdo lo que fue, estoy condenado a vivir sólo el instante presente, el momento inmediato, olvido con facilidad lo ocurrido con anterioridad. Sus curvas, su piel, sus formas, sus murmullos, sus caricias, sus gemidos, se desvanecen uno a uno y no volveré a acordarme de ellos nunca jamás.

Olvido todo a cada instante.
Cada vez es menos clara la idea que tengo de lo que es el alma, el amor, el odio, el dolor, el placer, el sexo.
Ahora te tuve, te he tocado, ...acariciado,
Ya no siento nada, nada, nada.
Damara;
Debo estar muerto, muerto, muerto.
O quizás, quizás...
Algo peor.

Texto agregado el 24-03-2005, y leído por 121 visitantes. (0 votos)


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