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Inicio / Lista de Foros / Literatura :: Microcartas de amor / Murió Morirse y ustedes siendo insensibles. - [F:10:13230]


madrobyo,29.07.2022
Al menos su nick ya está en negrito. ¿podemos abrir un canal de iutub grupal y acusar a ya saben quién.

Morirse, de verdad mis sentimientos por vos erán realeas aunque nunca supe quién eras.
 
Morirse,14.12.2022



Iba a abrir un foro para no acaparar monologueando con mis escritos random pero ya que alguien se tomó la molestia de abrir este, lo usaré


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Estaba revisando mis notas y me encontré con una en la que he guardado textos y párrafos que saqué de FB. Acá hay uno:

"Lo que sucede es que debí suicidarme a los dieciocho años. Ahora es tarde para ser como soy. Nunca alcanzaré la serenidad. En cuanto al desorden actual es suicida pero no lo suficiente. O sea que hay algo que me retiene y no me deja ir al fondo del desorden, pero eso que no me deja ir es algo intelectual, una caricatura moral. Quiero decir, en cuanto me sucede algo doloroso o en cuanto me sucede cualquier cosa no existe más la intención de un orden sino, por el contrario, una sed de destrucción de mí que nada ni nadie apacigua. Sólo que es tarde; no se puede, a mi edad, jugar de esta manera. ¿No se puede? Yo no puedo... No se puede vivir metafísicamente las veinticuatro horas del día. No se puede andar todo el día interrogándose acerca del suicidio. Y no obstante sé que debo suicidarme. Será mi único acto no destructivo. Suicidarme para preservarme".

Diarios
Alejandra Pizarnik



 
Morirse,18.12.2022


 
Morirse,18.12.2022



Como Elon se cagó en twitter y es posible que un día de estos amanezca sin cuenta gracias a cualquiera de sus pendejadas, me puse a leer mis tweets viejos y me encontré con estos versos preciosos de Frank O'Hara:


"I love you. I love you,
but I’m turning to my verses
and my heart is closing
like a fist."



 
Morirse,19.12.2022




Nos conocimos en una reunión de bloggers en el dos mil ocho y a partir de ahí comenzamos a juntarnos para conversar pero más que todo para jugar scattergories, rock band y cards against humanity, luego cada quien se fue por su lado y ahora nos reunimos virtualmente a través de zoom. Ele vive en Dubái, A vive en Japón, Ve y yo seguimos acá. Ele está en contra porque es copy y su trabajo está siendo amenazado pero también porque considera que el trabajo de los creativos en general lo está. Ve y A creen que no se trata de estar en contra o no sino de que es inevitable. Yo también estoy en contra y creo que haciendo presión podemos inclinar la balanza a nuestro favor y desbaratar todo ese asunto. Cuando digo a nuestro favor me refiero a los que nos dedicamos a las artes, en especial a los escritores e ilustradores. Quiero creer que podemos meter las manos porque no puedo quitarme de la cabeza la idea de abandonar la docencia para dedicarme de nuevo al trabajo artesanal y a la ilustración digital.

"El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos".

Comparto pantalla para mostrarles la carpeta en la que he guardado a manera de consuelo los post de artistas que admiro y que están en desacuerdo: Loish, Yuko Shimizu, Kévin Gemin, Hayao Miyazaki... Ele y Ve mencionan otro montón de artistas que también están en desacuerdo. A cuenta de los que empezaron a hacer prompts involucrando a personajes de Disney con la esperanza de que sean las grandes corporaciones las que se encarguen de establecer una regulación basada en el copyright. Puede que de esa forma los artistas obtengan un beneficio aunque sea pequeño. Peor es nada.

Ele dice que tiene sueño. Mientras aquí son las cinco de la tarde del lunes allá son las tres de la mañana del martes. A vuelve después de algunos minutos para desayunar frente a la cámara porque para él son las ocho. La próxima vez nos desvelaremos los que vivimos de este lado del mundo. Ele se despide, nos quedamos compartiendo el café con A y al terminarlo terminamos la llamada. Me gustan nuestras llamadas a pesar de que cada vez que hablamos de nfts y crypto y ai pienso que américa latina o al menos el hueco de centroamérica eventualmente será como la reserva de brave new world y Ve y yo nos convertiremos en salvajes que no volverán a tener acceso a ellos.



 
Morirse,20.12.2022




Canciones que me deprimen
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1. September - Earth, Wind & Fire

Cada vez que la oigo recuerdo esta escena:



 
Morirse,23.12.2022


Qué lindo.

 
Morirse,24.12.2022






En la cena navideña del trabajo rifaron un pavo y me lo gané. Está congelado desde hace tres semanas entre bolsas de hielo, paletas y varios tuppers de sobras. No voy a cocinarlo porque no sé cocinar más que lo básico: huevos revueltos o estrellados, arroz, macarrones, sopa de pollo. Como mi madre no me enseñó a cocinar y a mí no me interesó aprender, sobrevivo a base de sandwiches de jamón y queso sin nada más que jamón y queso, cereal con leche, sopas instantáneas, paletas y gelatinas. Mi padre tampoco me enseñó a cocinar, ni siquiera sé si sabía hacerlo, lo más seguro es que no. Él era aun más cómodo de lo que soy yo. A veces esperaba a que llegara a casa y desde la ventana del cuarto lo veía en la cocina revisando todo. Ambos sabíamos que esa búsqueda era inútil porque mi madre no le guardaba comida en venganza por sus salidas nocturnas. Cuando se cansaba de abrir y cerrar recipientes con alimentos crudos y destapar y tapar ollas vacías, se detenía un momento para observar dentro del refrigerador, decidiendo supongo, qué iba a hacer para calmar el hambre. Al final se dirigía a la mesa donde estaba la canasta de huevos, agarraba uno, le abría un agujero y se lo tomaba así nomás. Luego apagaba la luz y se iba a su cuarto sin saber que me dejaba en la penumbra con mucho asco, con mucha incertidumbre, con muchas ganas de hablarle y preguntarle y saber y.



Yo estaba muy tranquila disfrutando de mi fresco de jamaica cuando anunciaron lo de la rifa. No entendí por qué rifa si antes de que sirvieran la comida nos repartieron unos papelitos y el mío estaba en blanco pero al compañero que tenía enfrente le salió una giftcard y al de la par un pastel. ¿Mi reacción? Alivio. Gracias al cielo por mi suerte malita que me permite no tener que pasar al frente de los salones a recibir premios y estrechar manos y sonreír para fotos. ¿Tenés idea de las veces que no he participado en algo por el miedo a ganar? Pues reflexionaba sobre esas cosas mientras partía con los dientes el hielo de mi fresco cuando escuché mi nombre y el aplauso inmediato. Me había ganado un pavo y debía ir por él. Pinche suerte malita que lo abandona a uno cuando es necesaria. Allá iba yo con la boca llena de hielo y mi mejor sonrisa fingida y como se me ocurrió sentarme en la última mesa del salón prácticamente lo recorrí de punta a punta para que no quedara nadie sin verme. No me gusta que me vean y siempre termino en situaciones que ponen todos los reflectores sobre mí, me caga en serio.



En mi casa no cenábamos pavo sino pollo, primero porque el pollo era más barato y segundo porque no teníamos horno. Sin embargo, en una ocasión a mi abuela se le ocurrió venir a vacacionar en diciembre y como estaba acostumbrada a su cena navideña estadounidense tipo banquete nos mandó el dinero suficiente para recrear la cena que ella deseaba. Mi padre compró un pavo y le pagó a la esposa del panadero para que lo cocinara. Mi madre y yo lo acompañamos a recogerlo a las cuatro de la tarde del mero veinticuatro. A mi padre le tocó cargar el pavo, a mi madre el arroz y la ensalada y a mí una botella de salsa. Al llegar a casa extendimos sobre la mesa un mantel rojo con pascuas doradas y blancas, al centro quedó el pavo con los acompañamientos y la fruta y decoramos con piñitas de pino plásticas y pascuas de tela. Jamás nuestra mesa había estado tan linda. Incluso las sillas fueron dispuestas para que nos sentáramos a comer juntos. Cuando mi abuela llegó hizo un gesto de desaprobación. Que la mesa muy pequeña, que el pavo muy seco, que las piñitas muy falsas, que las flores innecesarias. Cada uno terminó comiendo por su lado y yo recogí las flores para hacerme una corona.



La cena navideña perdió su sentido por completo cuando me fui a vivir sola, después de ese primer veinticuatro en mi apartamento. Sin amigos, sin novio, sin familia, intenté reunir los elementos de la cena tradicional para celebrar conmigo, jsjsj. Fui al súper y me compré unas pechugas de pavo ya cocinadas, ensalada de papa, botella de vino, pan, manzanas y una porción de pie. Tipo nueve de la noche serví todo y encendí el radio para escuchar las cumbias típicas de esta época a pesar de que odio las cumbias, sobre todo las de esta época. Al terminar el postre me sentí patética y me puse a llorar. Me quedé dormida en el sofá y me desperté a las doce gracias a los fuegos artificiales y de nuevo me puse a llorar porque no tenía a nadie con quien verlos. ¿Me había equivocado al irme de casa? No. Mi error fue pretender sentir lo que solo podés sentir cuando hay gente alrededor. Aprendí mi lección. Para el treinta y uno no compré nada relacionado a la fecha: ordené una pizza y un litro de coca y me quedé viendo documentales de asesinos en serie. Tipo once me puse los audífonos y dormí escuchando sonidos de lluvia que descargué de algún sitio que no recuerdo.



Al mejor estilo de mi padre me paro frente al refrigerador y observo su interior. Hay un par de personas a las que podría obsequiarles el pavo. Lo muevo para poner a congelar algunas sobras y mentalmente hago la lista de documentales de asesinos en serie que veré esta noche, después de esconder a mis gatos para que no se asusten por los fuegos artificiales.





 
Morirse,29.12.2022


Cariño, eres un amor.

 
Morirse,31.12.2022


Cumpleaños


Yo lo noto: cómo me voy volviendo
menos cierto, confuso,
disolviéndome en aire
cotidiano, burdo
jirón de mí, deshilachado
y roto por los puños.

Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
¡Mover el corazón todos los días
casi cien veces por minuto!

Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho.


Ángel González



 
Morirse,02.01.2023




Estoy escribiendo algo pero ya me enredé. Sé qué quiero contar pero como que ya me quedé aquí bastante tiempo. Puede que no lo termine y nomás acabe en mi cementerio de textos inconclusos:


Escribe un número en la pizarra y recuerda el mar. No lo recordaría si no fuera por el alumno que acaba de asegurarle a sus compañeros que cuando te acercás un caracol al oído lo podés escuchar. Ahora lo escucha sin necesidad del caracol. Se detiene e intenta concentrarse en el número que escribió y en el que viene después. Quinientos cincuenta y cinco. Cinco cinco cinco. Recuerda a sus tres hijos. Tres números. Uno dos tres. Ella él él. Dos hijos. Ella él. Un hijo. Él. Las olas del mar. Carraspea y cierra el libro para perder la página de los ejercicios y distraerse buscándola, para concentrarse en encontrar la página correcta o en el número que acaba de escribir o en los números que debe escribir después pero no en el mar porque entonces viene la sensación de estar sumergido. No logra evitarlo y recuerda. Avanza mar adentro hasta que la arena debajo de sus pies desaparece, hasta que el agua lo cubre por completo. Siente la presión, el viento, el sol. Un chico grita. El grito lo saca del agua y lo devuelve al salón de clases. Voltea y observa la sangre que corre por el brazo derecho del chico. Uno de sus compañeros le clavó un lápiz porque no quiso prestarle el caracol.




 
Morirse,02.01.2023



Estos textos los escribí en el monologueando número trece con un nick al que no logré acostumbrarme, por eso los dejaré aquí.


1.

Yo no quería ser maestra, es decir, no era parte de mis planes. De pequeña me preguntaron hasta el cansancio qué quería ser cuando fuera grande y me costaba responder. A veces quería ser veterinaria, otras veces arquitecta, de vez en cuando presidenta y también ama de casa como mi madre. En la adolescencia se me metió la idea de que quería ser abogada o bióloga marina.

Le tengo pánico al mar.

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Una de mis tareas es cuidar el almuerzo de los niños más pequeños. Cuidar el almuerzo de estos alumnos en particular implica varias cosas. La primera es verificar que su comida esté caliente, si no lo está los mando a la zona de microondas donde otro maestro los ayuda con esa parte. Luego camino entre las mesas para asegurarme de que se acaben la comida. Repetirles que deben comerse todo lo que llevan en la lonchera no me gusta pero tengo a la directora detrás recordándome que los padres de familia se quejan si los niños llevan comida de regreso. Entonces trato de llegar a acuerdos con ellos: cómase el pollito y las verduras, deje el arroz. Aunque si se come un par de cucharaditas de arroz estaría perfecto; tres cucharadas más de sopita, solo tres más, ¿sí?; cómase la carnita y la fruta y después los dulces, los dulces no se pone feos, la fruta sí. Media hora de abrir tuppers, botellas, empaques, bolsitas de salsa de tomate, cajitas de pan dulce... En ocasiones el dolor de piernas me gana y me siento con ellos y de repente me llega el olor a cereal de vainilla y canela o a galletas de chocolate y recuerdo que no he desayunado, que mi desayuno está guardado en una gaveta de mi escritorio. Casi siempre es un pan con queso viejo al que casi siempre le he cortado una capa de hongo. Mientras pienso en mi pan con queso viejo siento una manita en el brazo. Necesita ayuda para abrir un sobre de sorpresa. Le salió una moto y unos colmillos de vampiro. No tiro el queso porque no tengo dinero para comprar más y porque me da no sé qué tirarlo a la basura.

Estas cosas no me pasarían si también almorzara dulces.

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Luego del almuerzo pasamos al patio. Ahí los niños pueden correr, saltar, columpiarse, gritar. Juegan a los zombies. Algunos son los zombies que buscan infectar a la población sana. Algunos son doctores que trabajan en la cura. Al final no queda nadie que no sea zombie. Otras veces juegan a que son simios en la selva, otras a que el piso es lava, otras no sé. Los veo sin ver. Estoy agotada. Tengo sed. Los otros maestros que cuidan el patio hacen señas para que no corran tan rápido o salten tan alto y yo los imito nomás para que no se note que hace rato no estoy ahí. Un día me llevaron a un niño con una mordida en el hombro. No era por el juego de zombies. El que llevaba la mordida se peleó con uno de sus compañeros y este lo mordió como respuesta. Un maestro me acompañó a llevarlos a la enfermería, a llamar a la psicóloga y a sentar a ambos alumnos frente a ella. Al día siguiente le pregunté sobre los niños, sobre lo que había pasado y me dijo que el niño mordido estaba bien, que sus padres no pensaban proceder contra la escuela. En cuanto al niño que lo mordió, me dijo que tenía problemas para controlar la ira, que era un caso perdido. "Un caso perdido", repetí mentalmente. La expresión me molestó mucho. Era un niño, ¿cómo podía ser un caso perdido? ¿No se suponía que parte de nuestro trabajo es ayudarlos a encontrar formas para canalizar sus emociones? ¿No se supone que un adulto que cree en un niño puede cambiar su rumbo? ¿No se supone...? Es verdad, tiendo a ser idealista. Es verdad, tiendo a creer que hay soluciones, que es imposible que no las haya. Es verdad, a veces despego los pies de la tierra y camino un centímetro sobre el suelo.

Es verdad, a veces creo que lo que hago tiene sentido.

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El niño con problemas para controlar la ira ya es un adolescente. Dice buenos días y me pide que por favor le guarde su material en la bodega. Para verlo a los ojos tengo que ver hacia arriba porque es más alto que yo. El caso perdido no alza la voz, ayuda con la limpieza del salón, guarda en su billetera cartas que le ha escrito quién sabe quién. No sé si está medicado, tengo varios alumnos que toman pastillas para controlar sus impulsos. Tengo varios alumnos que se meten en problemas, que amenazan, que sobornan, que viven en el consultorio de la psicóloga. ¿Casos perdidos? No sé, no soy la que era hace cuatro años. Ahora estoy demolida, triste, hambrienta, sigo teniendo sed. Ahora analizo mi vida y a las personas más horrendas que han formado parte de ella y entiendo que por algún lado comenzaron a ser así, que quizás ellos sí terminaron siendo casos perdidos y que por lo mismo no sería raro que estuviera presenciando los primeros años de gente que va a salir al mundo a manipular, a pasar por encima de los demás, a robar, a mentir.

Tengo miedo de tener la razón.



2.

Mrs. J toca y pide permiso para entrar a pesar de que la puerta está abierta por completo. Eso me agrada. Me agrada la gente educada. Me agrada la gente que pide permiso hasta para respirar. Maniática. La saludo y le digo que puede seguir y al mismo tiempo abro el botiquín del que saco un paquetito de pañuelos desechables porque sé que viene a llorar.

La existencia de mi botiquín me da tranquilidad. Cargo con uno desde los nueve años y me parece que es de los pocos actos de amor práctico que he tenido conmigo misma. Es un acto de cuidado de mi yo del pasado que se preocupa porque mi yo del futuro necesite ayuda y no encuentre a quién pedírsela. O capaz es la respuesta a la sensación de desamparo que sufro de manera irremediable, capaz es desconfianza pura. Me da igual. En el botiquín hay varias cosas que se han mantenido a lo largo del tiempo: curitas de tamaños diferentes, botellita de alcohol, barrita de jabón, gasa, pastillas efervescentes para el dolor de panza, un par de dulces por si se me baja la presión. En realidad no estoy enferma de la presión pero pienso en la posibilidad de que alguien cercano sí y que en algún momento necesite un dulce para estabilizarse y yo no pueda asistirle. Mi yo del pasado se preocupa porque mi yo del futuro no sea capaz de auxiliar. Hiperempática. Un par de toallas sanitarias, toallas húmedas, tampones. Aguja e hilo por si se cae un botón, por si se deshace un ruedo, por si se rompe una manga, por si hay que amarrar, por si hay que agujerear, por si hay que matar el tiempo haciendo puntadas. Las mujeres, los hilos y las agujas van de la mano. La mayoría de hombres no tienen idea de cómo hacer un nudo ni de cómo remendar ni mucho menos de cómo bordar el nombre de sus hijos en los pañuelos que llevan a la escuela.

Detesto a los hombres. Detesto al hombre por el que Mrs. J vino a llorar.

Lo más nuevo en mi botiquín es un pastillero con mi dosis de quetiapina y un protector estomacal porque los otros antidepresivos me joden el estómago, me provocan náuseas y un dolor agudo justo debajo del ombligo. Los pañuelos desechables también son nuevos. En estos tres años he llorado como nunca y preciso andarlos conmigo porque tengo ataques de pánico y la garganta se me cierra y necesito romper en llanto. He aprendido a llorar en silencio, sin gesticular, sin desmoronarme, nomás para aliviarme, para continuar con el guion de la clase, para que las lágrimas de Mrs. J no se mezclen con las mías. Solo acerco la punta del pañuelo a la comisura de un ojo, luego a la del otro y así voy alternando hasta que el papel absorbe toda mi angustia.

Mrs. J me llena de preguntas que me ha hecho antes. Sabe las respuestas. Sabe mis respuestas. Sabe que estableció una relación con un tipo que disfruta haciéndola sufrir al usar el silencio como castigo. Sabe que no volverá a tener la atención constante que le dio al principio solo para acondicionarla y acostumbrarla a su presencia. Sabe que esta sufriendo síndrome de abstinencia. Lo sabe, lo sé, lo sabemos ella, yo y el hijueputa ese. Pero aquí estamos de nuevo como cuando me mostró por primera vez los mensajes en los que le reclamaba porque estaba celoso. Le dije que por lo general no me meto en la vida de la gente sin que me hayan pedido hacerlo pero que me iba a tomar la libertad de aconsejarle que lo dejara lo más pronto posible porque en el mejor de los casos iba a destruirla emocionalmente, en el peor iba a matarla. No me escuchó. Es normal, uno no escucha sino hasta que toca fondo, hasta que se harta de comer mierda. Igual hay algunas que nunca llegan a tocar fondo y ese es mi temor en este caso. Le cuento otra vez del tipo que me cortejó hace tiempo, el que ahora está preso por matar a su esposa. Le recuerdo que era inteligente, encantador, carismático, que tenía una labia impresionante, que parecía un tipo seguro, confiable, amoroso, detallista, preocupado, idéntico a su príncipe, el que ahora la controla, le grita y la ignora para tenerla detrás rogando migas de amor. Sé que no me está escuchando porque no hace más que ver la pantalla de su teléfono. Sé que está esperando el mensaje que le va a devolver el alma al cuerpo. Sé que espera que me equivoque y que el hijueputa ese vuelva a ser el mismo príncipe del que se enamoró. Mrs. J no sabe que está hablando con alguien que conoce esa esperanza que te hace añicos. No sabe que parte de mi desequilibrio es responsabilidad de príncipes como el suyo. No sabe que toma mucho tiempo y paciencia armarse de nuevo. Por fin las lágrimas comienzan a llenarle el rostro. Le paso un pañuelo, dos, tres. Se acaba los siete pañuelos que vienen en el paquetito. Abro otro. Reservo un pañuelo para mí antes de compartirle uno más.



3.

Nada hay nuevo debajo del sol, Emma, lo dijo el evangelista. ¿O fue María Magdalena? ¿La zarza que ardía en el monte Horeb? ¿La ballena que se tragó a Jonás? No estoy segura, Emma, no estoy segura. ¿Tenés idea de hace cuánto no leo la Biblia? Por supuesto que no. ¿Hay algo de que se pueda decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido. Por eso es que hoy una Emma adulta está sentada frente a una Emma niña y esta Emma adulta observa cómo a la Emma niña se le dificulta tomar un par de tijeras al igual que se le dificultaba a ella cuando tenía la misma edad.

Mi madre me enseñó el abecedario, Emma, me enseñó a escribir, me enseñó los colores y los números del uno al cien. Pensaba que si no podía mandarme a la escuela al menos iba a educarme en lo básico, en lo necesario para ir saliendo, para ir pasándola. Si sabés leer entendés los letreros de las terminales. Si sabés escribir anotás en una servilleta la dirección a la que te dirigís. Si sabés contar hacés cálculos y te alegrás porque aparte del pasaje podés comprarte una mano de plátanos. Así era mi madre, Emma. Me imaginaba huyendo de los mismos monstruos que la persiguieron a ella y quería prepararme un poco, lo suficiente para estar alerta y no dudar cuando tuviera que correr. Pero hubo algo que se le escapó: la motricidad fina. A pesar de que era costurera y de que pasaba mucho tiempo cortando, cosiendo y doblando tela, nunca pensó en la importancia de que mis manos fueran hábiles. Quizás le apostaba a que trabajaría como secretaria en un banco, al igual que las únicas mujeres de mi familia que se graduaron. Mi mundo estaría compuesto de llamadas, taquigrafía y uniformes elegantes, no de hilos, alfileres y cintas métricas. Ni tijeras, claro está. Me esperaba un mundo diferente al del barrio y al suyo. Por eso su cara de decepción cuando la monja que me hizo las pruebas para entrar a la escuela le dijo que no podía matricularme en primer grado, que iba a tener que hacer al menos un año de preparatoria para aprender a usar las manos. Yo tomaba las tijeras justo como vos, Emma, justo así.

¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará. Por eso cortamos hojas de papel, Emma, al igual que el año pasado y al igual que entonces las colgaré en cada pasillo para que cuando caminés debajo de ellas imaginés el otoño de los países del norte e ignorés las tormentas de nuestro invierno de país tropical sumergido en el centro del continente. En otoño las hojas de los árboles cambian de color y pasan de verdes a cafés o rojas, luego se secan y caen para darle paso a hojas nuevas. Hojas verdes que se harán cafés y rojas el próximo otoño, cuando volvamos a este salón para cortar hojas de papel que representen una estación en la que las hojas mueren y caen. Nada nuevo, Emma. A Dios le gusta este carrusel que no se detiene. Por eso veo tus deditos enredados entre los agujeros de las tijeras y recuerdo mis propios dedos enredados. Voy a mostrarte cómo se toman las tijeras pero no haré ningún comentario al respecto. Vos no te vas a ir a casa con una sensación de derrota insoportable. Voy a modificarte la historia para que no te obsesionés con la perfección. Vos vas a saber cuándo detenerte. Vos vas a saber cuándo cerrar la puerta, cuándo quedarte quieta, cuándo desistir. Pero no puedo ser tan optimista porque a Dios le gusta reciclar historias y se muere de risa con nuestra indecisión, con nuestras encrucijadas, con nuestros dedos enredados en herramientas que creamos para facilitarnos la existencia. Puede que también llegué la noche en que no podás dormir porque no sabés qué contestar al mensaje de ese hombre que se fue de tu vida hace años y que ahora te dice que si no te ve se va a matar. A lo mejor vas a dar vueltas en tu cama tratando de convencerte de que nada malo va a suceder y vas a indignarte porque vos no lo buscaste aunque también estuviste a punto de dar pasos definitivos hacia la nada. Cabe la posibilidad de que recordés su piel blanca y sus labios rosados y deseés hacerle el amor como no lo hacés hace mucho y que ese deseo insatisfecho se convierta en amargura. Podría pasar que te gane la ternura y querás salvarlo como cuando estaban juntos e ignorés la bandera roja en la que está envuelto de pies a cabeza. Lo que ya ha acontecido volverá a acontecer; lo que ya se ha hecho se volverá a hacer ¡y no hay nada nuevo bajo el sol! Igual y me equivoco, Emma. Pasa que no es solo él quien ha vuelto, también hay una ella derrumbada que me habla de retomar y rehacer. Pero no sé si quiero, si me da la gana. A mí nadie me salva, Emma. Una vez me desenredaron los dedos y de ahí en adelante entendí que era la única responsable de mis incompetencias, de mis debilidades.

Llevo mucho tiempo en silencio. Voy a preguntarte la historia de tu nombre pero primero te compartiré la mía. Mi madre tenía una amiga, una señora muy mayor, cuando nací le pidió que me llamara como ella, para que su nombre no muriera sino que siguiera conmigo hasta que yo tuviera una hija a la que llamaría Emma.





 
Morirse,02.01.2023




El hombre que me ama está casado con otra. No tiene hijos | tiene dos hijos | tiene tres hijos. Imagina que me sienta en sus piernas para lamer mi cuello, eso decía el mensaje que acaba de desaparecer de mi bandeja de entrada. El hombre que me ama me esconde como un perro esconde sus huesos. "Los perros entierran los huesos y los almacenan para más tarde, haciendo caso a su instinto de lobo. Aunque tu mascota está muy bien cuidada y siempre tiene comida disponible, esto es un impulso natural que no puede evitar". El hombre que me ama ignora todo de mí a propósito porque está enamorado de la versión que se ha creado usando mis rasgos más evidentes y que se ajusta a lo que necesita. En su cabeza doy clases topless y en hilo, voy a la farmacia en tacones aguja y minifalda, barro la acera desnuda. A esa versión mía le encanta emborracharse y coger dentro del carro al lado de cualquier carretera, por eso insiste en enviarme licores a pesar de que le he dicho que jamás me atrevería a algo así y que no tomo alcohol. Dice que no sé de lo que hablo como si cuando hablo de mí hablara de astronomía o medicina o de cualquier otra cosa de la que no tengo conocimiento porque no me importa. A mí no me interesa el cielo ni el espacio con sus explosiones ni por qué despierto con el corazón agitado y con terror, me interesa saber por qué deseo no ser grosera o lastimar sus sentimientos a pesar de la incomodidad que me provoca. El hombre que me ama insiste en mostrarme sus genitales y en masturbarse frente a mí. Está bien si eso lo hace feliz. A mí me hace feliz observar su habitación, el color de sus sábanas, sus cuadros, sus libros, el reloj despertador. Me pregunta si no me excita la idea de que su esposa nos vea, me asegura que su antigua novia se volvía loca cuando lo mencionaba y le pedía que le pasara nudes de ella. Le respondo que no, que así estoy bien, que nada de nudes de nadie. Si coincidimos en deseo me animo a ver sus manos, su pecho, sus clavículas. El problema es que comienzo a fantasear con que descanso entre sus brazos mientras lo lleno de besos y que después vamos a pasear por avenidas que no conozco. Menos mal que no llego a intranquilizarlo con mis cursilerías porque antes de que se me ocurra salir con esos disparates me saca de la fantasía avisándome que está a punto de acabar y cierro los ojos porque más que verlo me gusta escucharlo. ¿Qué sentís? ¿Cómo es tu orgasmo? ¿Dura tan poquito como el mío? El hombre que me ama termina la llamada antes de que llegue a intranquilizarlo con mi curiosidad. Él no sabe que la primera vez que me acosté con alguien más que deseo sentía curiosidad. Me incliné sobre el vientre de mi novio para ver de cerca su pene, sus testículos, para explorar, para entender. Le hice preguntas, lo pellizqué, le causé dolor. Me encantan los hombres, Dios mío, qué criaturas tan maravillosas y tan espeluznantes. Me fascina cómo a seres tan bellos les cabe tanta crueldad y tanta mierda. El hombre que me ama me enseña una foto de sus dos hijos y me cuenta que uno va al kinder y el otro está aprendiendo a caminar. Desliza la foto para enseñarme otra en la que están los tres en una fiesta, otra en la que están en un parque, otra en la playa, otra en la escuela. Aparece una de su esposa y esa no se queda en la pantalla tanto tiempo como las anteriores. El hombre que me ama me contó que es soltero y que no tiene hijos pero yo le seguí las pisadas y ya conozco a su esposa, sus tres hijos, su negocio familiar. He anotado en mi cuadernito de conquistas todas las veces que me los ha negado nomás para divertirme y para no olvidar la clase de hombre que es. Ah sí claro, solo otro hombre trabajador cansado de la rutina. Otro padre abnegado que desea lanzar una canita al aire o como sea que se diga. Solo otro hombre con sus instintos de hombre frente a la mujer que ignora a propósito porque está enamorado de la versión que se ha creado usando sus rasgos más evidentes y que se ajusta a lo que necesita. En su cabeza me ata a la cama, me cachetea, me humilla. Dame más duro, amor. El hombre que me ama me toma del pelo, me sujeta con fuerza, me provoca dolor. Estoy llorando de placer, amor. El hombre que me ama me desconcierta. Se va lejos de mí por mucho tiempo hasta que un día recuerda mi existencia falsa y rompe el silencio con un simple hola, ¿cómo estás? Soñé con vos.








 
Morirse,03.01.2023





Cómo me gustan las canciones de Lana, son las únicas que puedo escuchar mientras escribo, cualquier otra cosa me distrae. El hecho de que en vivo suena toda destemplada me da mucha ternura.




 
Morirse,04.01.2023






Es verdad, siempre lloro en el cine. Mirame aquel día pues, llorando con Avatar, a pesar de que me distraje bastante porque la vimos en esas butacas que te zarandean todo dizque para que sintás que ahí vas vos también volando y bombardeando y resbalando y demás. Es por las asociaciones, claro, a veces evidentes como la caza de tulkuns y la caza de ballenas y otras que vienen de mis experiencias. Por ejemplo, Everything everywhere all at once me hizo llorar en la escena en la que Evelyn está peleando con una marita y mezcla artes marciales con la habilidad de la Evelyn que trabaja girando el letrero de una pizzería. Más allá de que la técnica publicitaria del hombre anuncio me parece horrible, caer en cuenta de que aquellas cosas que uno aprende para un fin concreto de repente te pueden servir en otros espacios me conmovió mucho. Yo lo veo cuando enrollo las cartulinas de mis alumnos. Para evitar que se arruguen uso el método que me enseñó la encargada de la papelería en la que trabajé hace unos quince años. En esa papelería aprendí a hacer a mano varias cosas de papel, tipo bolsas, cajas, sobres, cosas que se necesitaban por la época. En la transición de navidad a inicio del año escolar los clientes buscaban con qué empacar regalos y la encargada nos enseñaba a hacer empaques en esos ratitos en que la clientela disminuía. Nos enseñó a cortar y a doblar papel con precisión ayudándose con una regla mientras nos aseguraba que eso era al principio, que cuando le agarráramos la onda lo íbamos a hacer al cálculo.

En aquella época participaba en una comunidad virtual y una vez quedé de almorzar con una chera de esa comunidad y con mi novio, que también era parte de la comunidad. Fuimos al food court del centro comercial donde estaba la papelería porque solo me daban media hora de almuerzo. Los tres sabíamos más o menos a qué se dedicaba cada uno y aun así él le preguntó sobre su trabajo y ella contó que estaba en no recuerdo qué parte de la carrera de medicina y que iba a ser pediatra, cardióloga, veterinaria, no recuerdo. Entonces sale mi novio con que bien chivo que ella se dedicaba a salvar vidas, él al comercio y yo a... hacer sobres. Así, con la pausa y todo. Y no es que fuera paja, fue el tono de burla, el menosprecio a un trabajo pesado, mal pagado y con pocas garantías, tipo el del hombre anuncio. Cada vez que hago un sobre recuerdo la puntadita esa y me molesto con la Emma del pasado que se contuvo y no le respondió que aparte de dedicarse al comercio desde ese día se iba a dedicar a jalársela él solo. En fin.

Volviendo a lo que vas guardando en la maleta de habilidades y mañas, algo que saqué de los trainings para ser customer service agent es permitir que los bichos escuchen música mientras pintamos. Los relaja, se enfocan, permanecen en su sitio pintando y cantando lo que a ellos les gusta, no voy a salir yo con mis canciones tristes, o sea. Al igual que en el salón de training de PlayStation, cada uno se loguea a su cuenta institucional y abre un archivo compartido donde escribe el nombre de la canción que desea escuchar con la condición de que no sea una canción de reguetón o perreo y que no tenga malas palabras. Sorry, Bad Bunny, te negaré tres veces antes de que llegue el alba y antes de que la directora nos pesque cantando que vamos a comprar un Banshee, Gucci, Givenchy, un poodle, un frenchie, el pasto, los munchie', jsjsj.

Tengo un grupo de alumnos que es uno de *esos* grupos: llamados de atención constantes, reuniones con padres de familia todas las semanas, reportes, sanciones... siempre andan metidos en algo, siempre son los que hicieron, dijeron, llevaron, trajeron. Pese a la voluntad de meterse en problemas el grupo es muy apático, a esos bichos no lográs emocionarlos con lo que normalmente emocionás a bichos de su edad y uno podría pensar que es por la adolescencia y los cambios hormonales y ajá pero es algo más complejo, tiene que ver con sus familias y los modelos que ven en casa. A mí lo que me funciona es ponerlos a trabajar, no darles un segundo a solas con sus impulsos.

Vengan, vamos a hacer un Matisse.

Primero vamos a mezclar la pintura para conseguir colores secundarios. Le bajo puntos al que me pregunte cuáles son los colores secundarios o cuáles colores debe mezclar porque literalmente llevo años repitiéndoles cuáles son. También vamos a hacer colores terciarios, verdes, naranjas y amarillos nomás. Y que abunde porque vamos a pintar un montón. Los que ya terminaron con los colores vayan por los pliegos de cartulina. Esos pliegos los vamos a desenrollar así, amores, presten atención, si no se les van a arrugar y arrugados no nos sirven. Doblémoslos en seis partes iguales. Si desean ser más precisos aquí hay reglas para que midan la cartulina, dividan la medida entre tres, marcan los centímetros así, doblan a lo vertical y luego a la mitad. Si no, tómenla de esta forma y al cálculo vamos a conseguir los seis rectángulos. Cada rectángulo debe ser de un color diferente: uno rojo, uno azul, uno amarillo, uno naranja, uno verde oscuro y uno verde claro. G y R vayan por el agua, los pinceles y los trapos. Recuerden humedecer el pincel, quítenle el exceso de agua con el trapo y pinten de esta forma. Si es necesario vamos a dar dos capas para que no quede tan vareteado. Esos pinceles me los lavan y secan bien antes de cambiar de color y antes de guardarlos, si no petrificados los van a usar después. Observen las formas que estoy dibujando en la pizarra. Ya que el papel está seco quiero que detrás de la parte pintada dibujen las mismas formas, grandes y pequeñas, que quepan al menos seis en cada rectángulo. ¿Que qué son? ¿Qué parecen? ¿Corales? Exactamente. Vamos a hacer el mar. Ahora recorten las figuras. No boten el papel que sobre, lo vamos a reciclar. Las figuras las vamos a depositar en este recipiente. Limpiemos el salón. Guardemos el papel reciclado. Bien. Excelente trabajo, los felicito. Ahora voy a pegar estos tres pliegos para que hagamos la composición. Cada uno va a pasar a pegar una figura, debemos llenar los tres pliegos con las figuras, solo voy a marcar dos espacios que quiero que me dejen en blanco porque ahí voy a pegar dos cosas que hice aparte. Sí, denle, a pegar. Donde quieran menos dentro de los espacios que marqué. A ver, X y S, levántense y vengan a pegar. Les está quedando perfecto. ¿Que para qué los espacios? Ah, ya van a ver. ¿Se acabaron? Bueno, entonces me toca pegar a mí. Esto que ven acá es un periquito. Y esto es una sirena. Acabamos la representación de La sirena y el periquito, justamente. Sentémonos para que les cuente un poquito: a pesar de la enfermedad que lo tenía postrado, a pesar de la segunda guerra mundial y los achaques propios de la edad, el espíritu creador de Matisse nunca desfalleció y abrazó la pureza de los colores hasta el final de sus días, ya no con un pincel, puesto que no tenía la fuerza suficiente para pintar, sino con tijeras, con sus recortes, ayudado por asistentes que pintaban el papel que recortaba y que armaban las composiciones siguiendo sus instrucciones. Y es que el arte no se hace solo en lo individual sino en lo colectivo. Nosotros acabamos de recrear un poquito del proceso que seguía este artista y me gustaría que no se quedaran solo con el resultado, que es lo evidente, sino con cada paso que siguieron para conseguirlo juntos. La ayuda que se brindaron, la paciencia con la que trabajaron, las destrezas que obtuvieron.

A ese grupo no le suelto mucho la cuerda, lo reconozco. Después de completar el Matisse les di una hora libre para que descansaran y se ocuparan en una actividad que no estuviera relacionada con la clase. Les di permiso de escuchar música, les dije que podían escucharla directo de sus tablets porque me dio pereza loguearme, lo reconozco también. Fui a la bodega a guardar el material y cuando regresé los encontré divididos en dos grupos. Estaba jugando con naipes y escuchaban Mujeres divinas de Vicente Fernández.

Y yo como: ¡! ¿? ...

Es verdad, no es una canción de reguetón ni de perreo ni tiene malas palabras. Es verdad, hay infinidad de juegos de cartas, muchos muy lindos, y no especifiqué restricciones para las actividades no relacionadas con la clase. Pero es que parecía que estaba en una cantina, man, ni más ni menos. No hallaba cómo pedirles que cambiaran la música y el juego. Menos mal que en eso llegaron alumnos de un grado superior a hacer una exposición. Gracias a Dios. En eso se fue el resto de la hora libre y se marcharon y respiré tranquila. Igual me quedé pensando en lo de los naipes ¿Qué estaban jugando? ¿Quién les enseñó? ¿Se sabrán aquel de...? Mi padre era un tahúr y me enseñó a jugar cuando era incluso más joven que estos bichos. Y en cuanto a la música, qué te digo... novatos. Allá al fondo de la maleta de habilidades y mañas tengo la cajita de la infancia entre cantinas y sus canciones para hacer una verdadera playlist icónica.







 
Morirse,04.01.2023



Por si quieren ver cómo quedó: http://bit.ly/3G9...


 
Morirse,05.01.2023



Canciones chivas con videos chivos - 1


 
Morirse,07.01.2023






N acaricia la manga de la chaqueta que lleva puesta. Comienza por el hombro, sigue por el brazo hasta llegar a la muñeca y antes de volver a comenzar repasa con las uñas dos letras bordadas en el puño. No le interesan los nenúfares de Monet, tampoco las bailarinas de Degas ni la sonrisa que la joven Jeanne Samary le dedicó a Renoir. No imagina a Berthe Morisot pintando a su hermana mientras vela el sueño de su sobrina en la cuna ni a Manet intentando exponer en el Salón de París. A quién le importan los pintores franceses del siglo XIX. A quién le importan los fenómenos luminosos y su brevedad. A quién le importa que las vejigas de cerdo se dejaron de usar como recipientes para pintura porque a un gringo se le ocurrió reemplazarlas por tubos de estaño y que gracias a ese invento pintar al aire libre es menos complicado. A N le interesa el dueño de la chaqueta. Le interesa que pase el tiempo. Que suene el timbre para verse con él en la cafetería. Ella misma me contó que andan y la observo y trato de recordar cómo se siente esperar a alguien con esa emoción. Aunque sé la razón le pregunto por qué no está trabajando y miente al responder que no tiene material. Le pregunto si se anima a pintar sin boceto y me dice que no, nadie se animó a pintar directamente en el lienzo, ni yo pues, no somos buenos impresionistas. Le paso un estuche de lápices y comienza a dibujar. Hace un par de trazos, se detiene, mira el reloj. Le ahorro el cálculo: faltan cuarenta minutos para que termine la clase. Le pido que intente alcanzar a sus compañeros pero se distrae viendo por la ventana. A quién le importan las pinceladas cortas. A quién le importa que estemos aprendiendo sobre un punto sin retorno en la historia del arte. A quién le importa la historia del arte. N tiene razón, no sirve para nada, ni siquiera a mí me sirve porque si me dieran a elegir no estaría aquí enseñándole a calcular proporciones, estaría en mi cama o tirada en la acera, no sé. Quiero irme. Quiero dejar de ser un ejemplo a seguir. No porque tenga vicios u ondas así solo estoy deprimida y hay días en que no quiero disfrazarme de abejita o bailar el baile de la ensalada que está de moda. Más que un ejemplo a seguir soy una madre, madre de doscientos niños y adolescentes y como cualquier madre soy observada, juzgada y medida con la vara más alta. Como cualquier madre soy deshumanizada y no tengo derecho a romper en llanto ni a enfermarme ni a gritar ni a tomarme una cerveza cuando estoy fuera de mi horario laboral y lejos del colegio, no sea que los niños me vean haciendo lo mismo que hacen sus padres biológicos enfrente de ellos uy no qué escándalo. Hay una película que no le puedo recomendar por obvias razones pero si pudiera le contaría de una escena en particular que repito en mi mente varias veces al día. Lester en el autoservicio pregunta por el anuncio de empleo y la cajera le responde que no es trabajo de administración sino de servicio al cliente y ahí viene la frase que me repito como un mantra: good, I'm looking for the least possible amount of responsibility. Podría ganar este sueldo mínimo friendo papas y sin explicarle a nadie porqué estoy en contra de las manualidades o sin tener que soportar padres de familia que cuestionan mis calificaciones si para hacer arte es solo de dejarse llevar y hacer cualquier babosada que nos salga del culo. Si el arte no es disciplina, constancia, investigación, práctica, paciencia. Nada de eso, solo dejarse llevar y hacer cualquier babosada que nos salga del culo. N se queja de que le cuesta pintar. Me siento a su lado con mi cuaderno de bocetos y le digo que vamos a practicar porque no va a hacer cualquier babosada, puesí. Aplico la pintura sobre el papel y le enseño a mezclar sin ayuda de la paleta y creo que por algunos minutos consigo distraerla de su interés principal. Le pido que me lave el pincel y al arremangarse siente el relieve de las iniciales bordadas en los puños de la chaqueta y cae en cuenta de que ha olvidado a su amor por quince minutos y me pide permiso para ir al baño. Me rindo. Le doy permiso y la veo salir arreglándose el cabello, sonriendo. La observo y trato de recordar cómo se siente salir a buscar a alguien con esa emoción. Trato de recordar cómo se siente estar emocionado por algo, cualquier cosa. Y nada.






 
Morirse,07.01.2023




Canciones chivas con videos chivos - 2

 
Morirse,11.01.2023


Caifanes va a dar un concierto acá. Estoy contenta, snif

 
Morirse,14.01.2023



Trabajar con niños me hace pensar mucho en este tiktok:

http://bit.ly/3CM...


 
Morirse,20.01.2023




Estoy sola en un rincón del patio. Deseo morir. I se acerca.

—Quiero contarle un secreto.
—A ver, cuénteme un secreto.
—Antes era karateca pero renuncié para ser bailarina de ballet y después renuncié otra vez para ser gimnasta y youtuber.
—Wow! Ha sido un montón de cosas usted!
—Sísísísí.
—Y qué le ha gustado más, ser karateca, bailarina, gimnasta o youtuber?
—Me gusta la natación.

Estoy sola en un rincón del patio. I se aleja con todas sus carreras, sus siete años, sus dientes flojos y la respuesta que no me dio. Por algunos minutos no desearé morir.




 
Morirse,21.01.2023



¿Sabían que Bad Bunny inventó el perreodismo?

Este documental me destroza el corazón porque aquí ya comenzaron a sacar gente de nuestras playitas gracias al engendro inepto y corrupto que nos gobierna. Todo para congraciarse con los parásitos del bitcoin y para dizque construir mierdas tipo bitcoin city y surf city, puras pajas para mantener contentos a los pendejos que le creen o que se benefician de su autoritarismo.




 
Morirse,22.01.2023



Estoy terminando un escrito que comencé hace algún tiempo, llevo toda la tarde en eso. Me desagrada ver que se ha prolongado más de lo que esperaba y por lo mismo es posible que lo vuelva a guardar. Lo que me agrada es leerme y reconocer en los párrafos anteriores la rabia, la ansiedad y la pasión con que los escribí. Nada que ver con la serenidad con la que avanzo ahora.

Qué bueno es sanar.


 
Morirse,23.01.2023



::: LUNES :::



"Pero nada decía la prensa de hoy
de esta sucia pasión, de este lunes marrón".

Joaquín Sabina

:::

"Por eso el día lunes arde como el petróleo
cuando me ve llegar con mi cara de cárcel
y aúlla en su transcurso como una rueda herida
y da pasos de sangre caliente hacia la noche".

Pablo Neruda

:::


Lunes 20 de mayo

El plan trazado es la absoluta libertad. Conocernos y ver qué pasa,
dejar que corra el tiempo y revisar. No hay trabas. No hay compromisos.
Ella es espléndida.

La tregua - Mario Beneditti

:::

It's just another manic monday,
I wish it were sunday
'cause that's my fun day,
my "I don't have to run" day.
It's just another manic monday.

Manic monday - The Bangles




 
Morirse,23.01.2023




Inutilidades {1}


A mí no me gusta hablar de talento porque considero que el talento es algo excepcional, algo de uno en un millón. Me gusta hablar de aprender, de practicar, de observar hasta entender las estructuras, los ángulos, las sombras. Quien conoce las formas básicas está a una nada de saber dibujar. Sea donde sea que miremos encontramos las mismas formas. Cuadrados, triángulos, rectángulos, círculos. La clave es sintetizar. Reducir y reducir hasta que en lugar del objeto veamos solo una figura que podamos dibujar con una línea ininterrumpida, por los detalles nos preocupamos después.

Hay que afilar el lápiz. ¿Recuerdan la primera vez que tomaron un sacapuntas? ¿Notan el movimiento de su mano mientras giran el lápiz? Abro la libreta. Deslizo los dedos sobre el papel y siento la textura. Las hojas están pegadas porque a medida que las humedezcamos irán separándose unas de otras. El papel es así de grueso porque va a absorber el agua de cada una de las capas de pintura. Pongo una gota de pintura en la paleta y la diluyo. Claro que es suficiente. Vamos a aprender a calcular. Usaremos un pincel redondo. Necesitaremos ser pacientes y esperar a que una parte seque para dar una segunda capa. Cómo se ejercita la paciencia con esta técnica, cómo se contiene la respiración con tal de alcanzar el nivel de exactitud que buscamos. Cómo nos maravillamos ante los colores que se expanden e impregnan en las fibras de la hoja.




Claro, también podríamos tomarnos dos minutos para tipear algunos prompts en Midjourney e imprimir el resultado.



 
MCavalieri,23.01.2023
Mi sacapuntas era azul, de plástico. Me gastaba todos los lápices porque rompía la punta. A veces tenía suerte y el nene que me gustaba me prestaba el suyo de "fierrito". Cuando él le sacaba punta a su lápiz salía un rulo de madera que parecía una flor, pero mis lápices se desarmaban en flecos de ceniza. Ahí ya me tendría que haber dado cuenta de cómo iban a ser las cosas.


Del tema de Sabina me gusta el arreglo de Baglietto:
"De este cuarto sin medias ni besos, de este frío de agosto en los huesos,
como un bisturí."

Perdón por la interrupción pero los lunes me pueden

 
Marcelo_Arrizabalaga,24.01.2023
https://youtu.be/...
 
Morirse,24.01.2023



Melina, tu historia me ha enternecido y era justo lo que necesitaba leer hoy. Volvé siempre Por cierto, no conocía la versión de Baglietto, me gustó mucho. Gracias Marcelo por dejarla acá



 
Morirse,25.01.2023



Una vez vi a mi padre ahogándose en el mar. Lo vi luchar con todas sus fuerzas por mantenerse a flote. La playa estaba desierta y mi madre corría y gritaba pidiendo ayuda. No sé nadar. Tenía seis años. Yo también estuve a punto de ahogarme y aún recuerdo cómo veía la superficie desde el fondo verde de la piscina. Ojalá no me hubieran rescatado. Cada vez más lejos, tanto mi padre como mi madre. Él mar adentro y ella cerca del muelle. La marea traía y llevaba caracoles pequeños y yo recogía y guardaba algunos en el bolsillo de mis shorts. Mi padre contaba que una ola lo empujó hacia afuera y que fue así como logró volver a la orilla. Una vez vi a mi padre agonizando en una cama de hospital. Lo vi luchar con todas sus fuerzas por mantenerse a flote. No sé curar enfermedades. Te imaginás ver la radiografía de unos pulmones y decir ya no tiene remedio o examinar gotas de sangre y no ver más que muerte. Tenía treinta y cinco años. Yo también estuve a punto de morir y aún recuerdo la pistola sobre el vientre y el aliento del ladrón que me susurraba al oído: tranquila, princesa, si te portás bien no te va a pasar nada. Ojalá no me hubiera portado bien. Cada vez más lejos, tanto mi padre como mi cordura. Él amarrado a la cama y yo a su lado intentando llegar a un lugar en que nadie podía alcanzarlo. La misma impotencia de una una mujer que corre por una playa desierta pidiendo ayuda a gritos porque su esposo se está ahogando. Siempre estuvimos así de lejos. Siempre hubo marea alta entre nosotros. La enfermera traía y llevaba pastillas y yo guardaba las recetas en el bolsillo de mi suéter. Mi padre no me reconocía ni encontraba alivio en mis palabras -como siempre- y yo que no creo en nada le tomé la mano por primera vez y le pedí a quien sea que escuchara esa súplica que detuviera su sufrimiento. Una vez vi cómo cavaban la tumba de mi padre. Al joven del cementerio le tomó cerca de una hora cubrir el ataúd por completo. Mi madre y yo guardábamos silencio mientras a mis espaldas mis tíos no paraban de quejarse porque no me vieron llorar. Ya había llorado demasiado por él, qué más querían de mí. Lo recordé hoy porque estoy cortando corazones para la decoración del día del amor y él murió el quince de febrero.


 
Morirse,27.01.2023



Increíble la belleza de esta cuenta de Instagram: http://bit.ly/3jg...


 
Morirse,27.01.2023



No entiendo al lector que cuestiona al escritor desde los sentimientos que le genera un personaje. O sea, qué bien que no estés de acuerdo con la forma en la que vive mi personaje, pero por qué eso te parece una razón para darme consejos o decirme cuáles deberían ser mis sentimientos respecto a situaciones en las que se ve envuelto * el personaje *, no yo. No todo lo que uno escribe es una confesión literal y aunque vos sepás que tiendo a escribir sobre lo que he vivido, también deberías saber que puedo exagerar u omitir detalles con tal de que mi texto suene así o asá, más si es un cuento.


 
Morirse,27.01.2023



Inutilidades {2}


 
Morirse,28.01.2023



De todas las canciones de Sabina esta es mi favorita

 
Morirse,29.01.2023




—Contame algo que nunca le hayás contado a nadie.

Así sin más. Ni hola me llamo fulano querés platicar conmigo ¿? Nada de eso. Contame algo que nunca le hayás contado a nadie. Cómo detesto a esos pendejos que se creen en una película de Woody Allen. Quizás interpretó mis ojos entrecerrados como señal de que estaba pensando una respuesta. Y no. Estaba pensando que es un pendejo y que si tuvo el valor de abordarme de esa manera es porque le ha funcionado antes, qué horror. Igual es más fácil contarle intimidades a gente a la que no le importás o que no tiene ninguna relación con vos. Podría haberle contado de la vez que... o mejor aquello que hice cuando...

—¿Entonces?
—Me gusta la música de Bad Bunny.
—¿Y eso por qué es un secreto?
—Porque por mi trabajo no debería gustarme nada relacionado al sexo, los tragos, las fiestas, la playa, la mota, faltar a clases...
—Ah, es que sos monja y te has escapado del convento.

Todos los hombres creen que son muy graciosos, muy ocurrentes. Y no. La mayoría son idiotas sin chiste y cuando viene uno y nos sale con sus idioteces mentalmente nos decimos eso: lo que me faltaba, otro idiota que se cree muy gracioso, muy ocurrente. Pero la culpa es nuestra por celebrarles sus idioteces. Cuando era más joven yo también celebraba las idioteces de los idiotas que se me acercaban, ahora no, si no me hacen reír en serio no me río, solo los observo fijamente hasta incomodarlos, hasta que entienden que lo que dijeron fue una idiotez.

—... Por cierto, me llamo X. ¿Vos?
—Fiorella.
—Oh, una chica italiana con un toque asiático, qué combinación tan interesante.
—...
—... Es broma. Muy lindo tu nombre, casi tan lindo como vos.
—Gracias.
—Te vi y en serio me pareciste muy interesante, alguien con muchas cosas que contar.
—No soy interesante ni tengo nada que contar.
—Pues das la impresión de que sí.
—Son los lentes y el traje sastre.
—Los libros debajo de la cartera... ¿poesía?
—Instructivos.
—¿Querés que haga una lectura de cómo sos?
—Dale.
—Creo que sos muy tierna pero te han lastimado mucho y por eso no dejás que se acerquen a vos. ¿Me equivoco?
—No, para nada, estás en lo correcto. Muy acertada tu lectura. Increíble.
—Lo sé. He estudiado a las mujeres por mucho tiempo. Para mí son tan apasionantes como los rompecabezas y no hay satisfacción más grande que armarlas y verlas en todo su esplendor.
—Pero hay diferentes tipos de rompecabezas. Hay de ocho piezas y hay de diez mil piezas, ¿cuáles te gustan a vos?
—Cada uno tiene su encanto.
—¿Y qué pasa cuando armás el rompecabezas? ¿Te buscás uno nuevo?
—Lo contemplo para enamorarme más de él.
—Ya...
—Me encantaría ver cada una de tus piezas e ir descubriéndote poco a poco.
—Me imagino.

No sé qué más idioteces habrá dicho después, dejé de escucharlo y me apuré a terminar mi vanilla coke.



 
Morirse,30.01.2023




una alarma perdida dos horas de sueño un intento de mandarlo todo a la verga cuarenta segundos de reflexión un suspiro una ducha de veinte minutos un sostén que no combina con las bragas un perfume favorito a punto de terminarse un labial partido un momento de indecisión un par de pantalones azules una blusa gris un lente rallado diez semáforos en rojo cuatro accidentes una hora tarde ocho saludos una puerta naranja un manojo de llaves un escritorio un café helado un café desparramado un pan con queso veinte bancos tres mesas dos horas libres una madre muerta un cumpleaños un pésame una felicitación un festival de música una lista de participantes un cheque tres clases trece saludos quince columnas dóricas catorce columnas jónicas un moño alto dos clases dieciséis saludos diecinueve pliegos de papel diecisiete bocetos una clase doce saludos doce bolas de plastilina doce réplicas del monolito de Chalchiuhtlicue treinta días una disculpa pendiente cuarenta y nueve correos sin responder un almuerzo setenta bocas una mosca en un plato de sopa una mosca sobre un pan un tenedor en el piso un repaso de cómo contar monedas una tortuga plástica cinco quejas tres caras de asco media langosta agonizante una explicación sobre la dieta de los pájaros una ronda una jauría de niños lobo un timbre un patio solo cuarenta escalones dos despedidas una tarjeta un uber cinco paradas por desperfectos mecánicos una esperanza de que el auto se incendie sin posibilidades de escapar un billete de cinco dólares una puerta de madera una pijama un pan con queso un litro de limonada cero seis gatos un vómito un inventario una canción

"hasta la palabra vacío me llenó"



 
Morirse,01.02.2023



Mrs. K se tiñó el cabello. Su cabello negro como ala de cuervo ahora es rubio tipo amarillo paja, no lo soporto. La veo y la veo y no la entiendo, no sé cómo interpretarla o sea para darme una respuesta que me de tranquilidad. O sea. Es decir. Es la misma Mrs. K pero a la vez no. Su melena amarillo estepicursor interrumpe toda su idea, toda su imagen. Habla y habla y su voz se desprende de ella de una manera que no es natural para esconderse en el recuerdo de Mrs. K cabello negro como el carbón. Cruza el salón dentro del vestido lila que la volvía hipnótica con la mezcla de su piel morena y el movimiento de cada hebra de su cabello negro como el petróleo. Ahora es Mrs. K en un vestido lila y su pelo de lana mostaza, no lo soporto. Escribe y escribe para preguntarme si debe llevar a los niños a mi salón sin saber que la espío, que no soporto no asimilar como es ahora. Le contesto que no es necesario que los lleve, que los deje en el patio, que no quiero verla porque detesto su pelo amarillo. Borro y borro y le digo que no se preocupe, que llegaré por ellos en un par de minutos, que estoy recogiendo ciruelas negras para el refrigerio.


 
Morirse,02.02.2023


recuerdos de la ibero

 
Morirse,06.02.2023


:3

 
Morirse,07.02.2023




Este viento no es normal. Camino con el pelo en la cara y cada vez que lo retiro los dedos se me llenan de brillantina roja. Llevo una caja con un par de tijeras, cinta adhesiva, trozos de papel. Me detienen para decirme lo linda que se ve la pared con esos corazones gigantes que acabo de pegar y sonrío y agradezco. Nada de lo que hago me parece digno de nada. Nada de lo que hago me da satisfacción. Antes pensaba que era cosa del trabajo al que me dedicaba. Cuando era teleoperadora recibía todo tipo de reconocimientos: por puntualidad, por resolver rápido, por mantenerme dentro del tiempo de llamada recomendado, por cumplir metas. Al final del año asistía a una fiesta que la empresa organizaba para los empleados que habían ganado todo tipo de reconocimientos y me daban un diploma y un plato de comida. Mis compañeros se veían felices con su diploma y su plato de comida y eso me hacía preguntarme por qué yo no podía sentirme igual. Disfrutá del puré, Emma, disfrutá de la copa de vino y de la ensalada, qué te cuesta mujer. Odio las fiestas porque mi desanimo es más evidente y porque la gente intenta contagiarme de alegría que no puedo experimentar. Estoy bien, cansada nomás, es que anoche me costó dormir. No, sí me gustó la comida, sobre todo el puré, lo que pasa es que almorcé tarde y todavía estoy llena. Ay, es que no sé bailar, deveras. Excusas que ni siquiera analizo de tanto que las ocupo y que cubrían la razón de mi molestia: pensar que la fiesta, la cena y el diploma eran innecesarios porque mi labor se reducía a contestar llamadas. A veces me daba ánimo con escenarios mentales que conferían cierta relevancia al hecho de pasar tanto tiempo en el teléfono. Imaginaba que gracias a mi servicio una pareja había conseguido citarse, conocerse y enamorarse o que un niño había logrado conectarse a internet y terminar su tarea de investigación o que un hombre había sobrevivido gracias a que reestablecí el plan de su hija antes de que le diera el infarto y cosas así. Pero volvía a ese punto en que reducía mi trabajo a contestar llamadas y el vacío de comprender que me dedicaba a algo absurdo me tragaba completa. Luchar contra el absurdo, contra el pensamiento constante de que lo que hacés no tiene sentido, que no sirve para nada. Antes pensaba que era cosa del trabajo al que me dedicaba. Me decía que si tuviera un huerto y sembrara verduras y luego las cosechara y luego las vendiera a un hotel para que los cocineros luego las hicieran puré mi trabajo sí sería importante porque es mil veces más importante saciar el hambre de alguien que hacer cobros o activar teléfonos o cambiar contraseñas. Este viento no es normal. Camino con el pelo en la cara y cada vez que lo retiro los dedos se me llenan de brillantina roja. Llevo una caja con un par de tijeras, cinta adhesiva, trozos de papel. Me detienen para decirme lo linda que se ve la pared con esos corazones gigantes que acabo de pegar y sonrío y agradezco. Ellos no saben que esos corazones los corté hace tres años y que seguirían en la bodega si no fuera porque la maestra encargada de decorar esa pared me pidió ayuda porque olvidó que era su turno de decorar. Sí claro, qué conveniente. Pensar que en febrero del dos mil veinte yo era nueva. Pensar que en febrero del dos mil veinte me fundí porque no supe lidiar con la idea de lo absurdo. Pensar que esa tarde, cuando terminé de cortar el último corazón, me sacudí para botar la brillantina, tomé mi bolso y me fui a la clínica creyendo que iba a volver a casa con botes de pastillas y que con eso sería suficiente. Y no. No volví a casa. Subí a la ambulancia y atravesé la noche de San Salvador en silencio. Llegué al hospital y me puse mi bata y mientras guardaba mi ropa interior dos doctores llegaron a hacerme varias preguntas. No quiero matarme, quiero no existir, es decir, acabar con la idea de lo que soy, lo que represento, lo asociado a mí. Nunca he tomado antidepresivos. No recuerdo. Sí he planeado cómo matarme. Sí lo he intentado. Me corto porque quiero sentir algo real, algo que tenga sentido. Ahora yo enseño cosas pero ¿sabe qué? Son cosas que no tienen sentido, son inútiles, no sirven. Dos mil dedos ganando fuerza para deslizar pantallas o apretar botones o firmar documentos que abonen a la burocracia de este país de mierda. Tanto sufrir para casi cuatro años después ver pegados por fin los corazones por los que me desvelé una semana completa. Ver cómo brillan, cómo resaltan los diferentes tonos de rojo sobre el fondo blanco. Quisiera sentir orgullo, satisfacción o algo parecido por lo que representan, o sea, por lo que me recuerdan, pero no siento más que el alivio de tachar una tarea de mi lista. Otra historia sin moraleja. Otro montón de papel que se ira desprendiendo por culpa de este viento que salió quién sabe de donde. En febrero no hace viento. Este viento no es normal. Camino con el pelo en la cara y cada vez que lo retiro los dedos se me llenan de brillantina roja. Llevo una caja con un par de tijeras, cinta adhesiva, trozos de papel. Me detienen para decirme lo linda que se ve la pared con esos corazones gigantes que acabo de pegar y sonrío y agradezco.




 
Morirse,11.02.2023



Quiero escribir e ilustrar algo. De hecho tengo por ahí unos bocetos de una historia que empecé hace como diez años y no la termino porque siento que ya se prolongó mucho. No tengo la constancia de escribir algo muy largo: si no puedo escribirlo de un tirón me aburro y no lo retomo. Pero estoy probando cómo me va con "caja". Anoche mientras escribía la tercera parte me puse a hacer dibujos y estoy como contenta con ellos. Mi estilo de ilustración no es la gran cosa pero va bien con lo que escribo :3 http://morirse.wo...



 
Glori,11.02.2023
Estás haciendo un trabajo excelente.
 
Morirse,11.02.2023



Muchas gracias Glori


 
Morirse,13.02.2023



Estoy obsesionada con este mix

 
Morirse,25.02.2023


Hay canciones que me hacen llorar y luego esta:

 
remos,25.02.2023
Coincido, es una canción muy hermosa.
 
Morirse,26.02.2023




N se levanta y antes de correr hasta mi escritorio guarda en su bolsillo una hoja de papel. Dice que quiere mostrarme algo mientras desdobla la hoja que acaba de doblar y de repente aparece un perrito flaco sonriendo en una de las esquinas del papel. N se apura a comentar que su animal favorito es el perro y me pregunta cuál es el mío. De inmediato pienso en los abismos del mar y en un pez que interrumpe su oscuridad gracias a la pequeña luz que lleva en una antena. ¿Cómo es que se llama? Cuando tenía la edad de N, más o menos, mi pasatiempo era coleccionar fotos que recortaba del periódico. Mi favorita era la de este pez monstruoso que ocupaba el centro de una página completamente negra. Era el anuncio de algo, no recuerdo de qué, solo recuerdo la fascinación con la que contemplaba... "Diablo negro", así se llama. Aunque en realidad solo las hembras tienen ese aspecto, los machos son muy pequeños y se adhieren a ellas hasta casi desaparecer. Hay una forma para saber que el pescado que comprás es fresco: tenés que verle los ojos. Una vez leí que en algún lado alguien le puso googly eyes a los pescados que vendía para disimular que ya estaban pudriéndose. ¿Qué clase de idiota no nota algo así? Quién sabe, el mundo está plagado de idiotas. Estoy segura de que me ha tocado comer más pescado casi podrido que fresco pero no porque no sepa distinguir un ojo real de uno de plástico sino porque en el mercado del barrio no hay muchas opciones. De niña odiaba ir al puesto de pescado. No tanto por lo desagradable del proceso de cortar cabezas, arrancar escamas y sacar tripas, sino porque encima de una mesa había un canasto de cangrejos vivos con sus tenazas amarradas y sus ojitos en alerta. Y aquel mosquero. Y aquel olor. Los peces de los acuarios me dan lástima, mucha tristeza. No puedo evitar pensar que pasan todo el día dando vueltas en una burbuja de vidrio en lugar de dedicarse a explorar arrecifes de coral, por ejemplo, o que su única emoción es la de nadar sobre el artefacto ese del oxígeno y no la de ser llevados por la corriente del río. No puedo evitar pensar en mi propia burbuja. Detrás de este escritorio no vivo emociones genuinas. Este salón es un acuario y yo soy un pez diablo que da vueltas hasta chocar con el recuerdo de machos diminutos que se incrustaron en mi piel como parásitos sin darme ningún beneficio más que el de una posible reproducción que no me inter

—Miss!
—Perdón, estaba pensando, me gustan muchos animales. Hmmm... el gato, el gato es mi animal favorito.
—Pero los perros son más lindos.
—Pero los perros no comen peces.
—No entiendo.
—Ni yo.
—...
—Vuelva a su lugar, mi amorcito, y siga dibujando chuchitos preciosos como ese que me mostró.




 
Morirse,28.02.2023


mood

 
Morirse,02.03.2023




Este se ha convertido en mi momento favorito del día. Tomo mi delantal, voy por un banco y me siento frente al lavabo. Separo las paletas de los pinceles y en un recipiente mezclo agua tibia y jabón. Antes lavaba de pie pero terminaba con dolor de espalda porque el lavabo fue instalado a una altura que los niños más pequeños alcanzan sin dificultad. Los niños podrían lavar su paleta y su pincel, sí, pero nunca hay tiempo, cuando suena el timbre todavía estamos pintando, apenas logran quitarse los delantales antes de salir corriendo a su siguiente clase. Igual me gustan estas tareas monótonas y simples. Desde aquí escucho los gritos de los que se quedan a entrenar y me río al pensar que de vez en cuando me pongo a dibujar escudos de equipos y pelotas de fútbol a petición de alumnos que vieron las pelotas y escudos que les dibujé a otros y mientras me observan dibujar preguntan cosas como cuál es mi equipo favorito, que quién es el mejor jugador, que aquí, que allá. Les respondo que a mí no me gusta el fútbol y que por esa razón no puedo contestar esas preguntas. De todos modos mis respuestas no importan, lo que importa es el escudo que va apareciendo poco a poco en la hoja, lo noto en sus caritas sonrientes.

—Me quedó algo chueco, ¿veá?
—Está perfecto, miss!

Puedo identificar quién uso cada paleta. Esta la uso H. Bueno, la usamos H y yo. Me pidió que le diera pintura café y le dije que no tengo ese color pero que podíamos hacerlo. La idea lo emocionó, pero cuando le pedí que fuera por los botes de pintura con los colores primarios, el gesto en su cara cambió y con una sonrisa me pidió que no me burlara de él. No creía que con esos tres colores iba a conseguir café. Le repetí que los trajera y que confiara en mí y ante su mirada atenta mezclé los tres colores hasta obtener café oscuro. Luego agregué blanco para conseguir el tono que él quería y más tarde lo vi haciendo su propio café. Mientras el agua se lleva la pintura que mezcló siento algo parecido al orgullo.




 
Morirse,04.03.2023


Cuentos [1]


No son tu marido
Raymond Carver





Earl Ober era vendedor y estaba buscando empleo. Pero Doreen, su mujer, se había puesto a trabajar como camarera de turno de noche en un pequeño restaurante que abría las veinticuatro horas, situado en un extremo de la ciudad. Una noche, mientras tomaba unas copas, Earl decidió pasar por el restaurante a comer algo. Quería ver dónde trabajaba Doreen, y de paso ver si podía tomar algo a cuenta de la casa.
Se sentó en la barra y estudió la carta.
—¿Qué haces aquí? —dijo Doreen cuando lo vio allí sentado.
Le tendió la nota de un pedido al cocinero.
—¿Qué vas a pedir, Earl? —dijo luego—. ¿Los niños están bien?
—Perfectamente —dijo Earl—. Tomaré café y un sándwich de ésos. Número dos.
Doreen tomó nota.
—¿Alguna posibilidad de… ya sabes? —dijo, y le guiño un ojo.
—No —dijo ella—. No me hables ahora. Tengo trabajo.
Earl se tomó el café y esperó el sándwich. Dos hombres trajeados, con la corbata suelta y el cuello de la camisa abierta, se sentaron a su lado y pidieron café. Cuando Doreen se retiraba con la cafetera, uno de ellos le dijo al otro:
—Mira que culo. No puedo creerlo.
El otro hombre rió.
—Los he visto mejores —dijo.
—A eso me refiero —dijo su compañero—. Pero a algunos tipos las palomitas les gustan gordas.
—A mi no —dijo el otro.
—Ni a mí —dijo el primero—. Es lo que te estaba diciendo.
Doreen le trajo el sándwich. A su alrededor, había patatas fritas, ensalada de col y una salsa de eneldo.
—¿Algo más? —dijo—, ¿Un vaso de leche?
Earl no dijo nada. Negó con la cabeza mientras ella seguía allí de pie, esperando.
Al rato volvió con la cafetera y sirvió a Earl y a los dos hombres. Luego cogió una copa y se dio la vuelta para servir un helado. Se agachó y, doblada por completo sobre el congelador, se puso a sacar helado con el cacillo. La falda blanca se le subió hacia arriba por las piernas, se le pego a las caderas. Y dejó al descubierto una faja de color rosa y unos muslos rugosos y grisáceos y un tanto velludos, con una alambicada trama de venillas.
Los dos hombres de la barra, al lado de Earl, intercambiaron miradas. Uno de ellos alzó las cejas. El otro sonrió regocijado y siguió mirando por encima de su taza a Doreen, que ahora coronaba el helado con jarabe de chocolate. Cuando Doreen se puso a agitar el bote de crema batida, Earl se levantó, dejó el plato a medio comer en la barra y se dirigió hacia la puerta. Oyó que Doreen lo llamaba, pero siguió su camino.
Después de echar una ojeada a los niños fue al otro dormitorio y se quitó la ropa. Se subió las mantas, cerró los ojos y se puso a pensar. La sensación le comenzó en la cara, y luego le descendió hasta el estómago y las piernas. Abrió los ojos y movió la cabeza de acá para allá sobre la almohada. Luego se volvió sobre su lado y se durmió. Por la mañana, después de mandar a los niños al colegio, Doreen entró en el dormitorio y subió la persiana. Earl ya se había despertado.
—Mírate al espejo —dijo Earl.
—¿Qué? —dijo ella—. ¿A qué te refieres?
—Tú mírate al espejo —dijo él.
—¿Y qué es lo que debo ver? —dijo ella. Pero se miró en el espejo del tocador y se apartó el pelo de los hombros.
—¿Y bien? —dijo él.
—¿Y bien, qué? —dijo ella.
—Odio tener que decírtelo —dijo él—, pero creo que deberías ir pensando en seguir una dieta. Lo digo en serio. Sí, en serio. Creo que podrías perder unos kilos. No te enfades.
—¿Qué estás diciendo? —dijo ella.
—Lo que he dicho. Creo que no estaría mal que perdieras unos kilos. Unos cuantos, al menos.
—Nunca me has dicho nada —dijo Doreen. Se levantó el camisón por encima de las caderas y se volvió para mirarse el vientre en el espejo.
—Antes no pensaba que te hiciera falta —dijo Earl. Trataba de elegir cuidadosamente las palabras.
Con el camisón aún recogido sobre las caderas, Doreen dio la espalda al espejo y se miró por encima del hombro. Se alzó una nalga con la palma de la mano y la dejó caer.
Earl cerró los ojos.
—Puede que esté equivocado —dijo.
—Imagino que sí, que podría perder algo de peso. Pero me costará —dijo Doreen.
—Tienes razón, no será fácil —dijo Earl—. Pero te ayudaré.
—Quizás tengas razón —dijo Doreen. Dejó caer el camisón y miró a Earl. Y se quitó el camisón.
Hablaron de dietas. Hablaron de dietas de proteínas, de dietas de “sólo verduras”, de la dieta del zumo de pomelo. Pero decidieron que no tenían el dinero suficiente para los bistecs de la dieta de proteínas. Luego Doreen dijo que tampoco le apetecía atiborrarse de verduras, y que, habida cuenta de que el zumo de pomelo no le entusiasmaba, tampoco veía mucho sentido en una dieta así.
—De acuerdo, olvídalo —dijo él.
—No, no. Tienes razón —dijo ella—. Haré algo.
—¿Qué tal si haces ejercicio? —dijo él.
—Para ejercicio ya tengo bastante con el que hago en el trabajo —dijo ella.
—Pues deja de comer —dijo él—. Unos días, al menos.
—De acuerdo —dijo Doreen—. Lo intentaré. Lo intentaré unos cuantos días. Me has convencido.
—Soy vendedor —dijo Earl.
Calculó el saldo de su cuenta corriente, cogió el coche, fue a un almacén de artículos con descuento y compró una bascula de baño. Observó detenidamente a la dependienta que registraba la venta en la caja.
En casa, hizo que Doreen se desvistiera por completo y se subiera a la báscula. Al ver sus varices, frunció el ceño. Pasó el dedo a lo largo de una que le ascendía por el muslo.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Doreen.
—Nada —dijo Earl.
Miró la báscula y escribió una cifra en un papel.
—Muy bien —dijo—. Muy bien.
Al día siguiente pasó casi toda la tarde fuera; tenía una entrevista. El empresario, un hombre corpulento que cojeaba mientras le mostraba los accesorios de fontanería del almacén, le preguntó si podía viajar.
—Por supuesto que puedo —dijo Earl.
El hombre asintió con la cabeza.
Earl sonrió.
Antes de abrir, oyó la televisión dentro de la casa. Cruzó la sala, pero los niños no levantaron la mirada. Doreen, vestida para el trabajo, comía huevos revueltos con tocino en la cocina.
—¿Qué estás haciendo? —dijo Earl.
Ella siguió masticando, con los carrillos llenos. Pero luego echó lo que tenía en la boca encima de una servilleta.
—No he podido aguantarme —dijo.
—Cafre —dijo Earl—. ¡Sigue, sigue comiendo! ¡Come!
Se metió en el dormitorio, cerró la puerta y se echó sobre la colcha. Seguía oyendo la televisión. Se puso las manos debajo de la cabeza y miró el techo.
Doreen abrió la puerta.
—Voy a intentarlo de nuevo —dijo.
—Muy bien —dijo él.
Dos mañanas después, Doreen lo llamó al cuarto de baño.
—Mira —dijo.
Earl miró la báscula. Abrió el cajón y sacó el papel y volvió a leer el peso mientras sonreía complacido.
—Casi medio kilo —dijo Doreen.
—Algo es algo —dijo Earl, y le dio unas palmaditas en la cadera.
Leía los anuncios por palabras. Visitaba la oficina de empleo del estado. Cada tres o cuatro días cogía el coche e iba a alguna entrevista. Y por las noches contaba las propinas de Doreen. Alisaba sobre la mesa los billetes de a dólar, formaba montoncitos de dólar con los cuartos y las monedas de cinco y diez centavos. Mañana tras mañana, hacía que Doreen se subiera a la báscula.
Al cabo de dos semanas había perdido casi dos kilos.
—Pico —dijo Doreen—. Me muero de hambre durante el día, luego en el trabajo pico cosas. Por eso no pierdo más.
Pero a la semana siguiente había perdido dos kilos y medio. Y una semana después, casi cinco. La ropa le quedaba grande. Tuvo que recurrir al dinero del alquiler para comprarse otro uniforme.
—En el trabajo me dicen cosas —le dijo a Earl.
—¿Qué clase de cosas? — preguntó él.
—Qué estoy pálida, por ejemplo —dijo ella—. Que no parezco yo. Temen que esté perdiendo demasiado peso.
—¿Qué tiene de malo perder peso? —dijo él—. No les hagas ni caso. Diles que se metan en sus cosas. Ellos no son tu marido. Tú no vives con ellos.
—Pero trabajo con ellos —dijo Doreen.
—Cierto —dijo Earl—. Pero no son tu marido.
Cada mañana entraba en el cuarto de baño detrás de ella y esperaba a que se subiera a la báscula. Se arrodillaba junto a ella con papel y lápiz. El papel estaba lleno de fechas, días de la semana, cifras. Leía lo que marcaba la báscula, consultaba el papel y asentía con la cabeza o fruncía los labios.
Ahora Doreen pasaba más tiempo en la cama. Volvía a acostarse en cuanto los niños se iban al colegio, y por la tarde descabezaba un sueño antes de salir para el trabajo. Earl ayudaba en las tareas de la casa, veía la televisión y dejaba que su mujer durmiera. Hacia todas las compras, y de cuando en cuando salía a alguna entrevista.
Una noche, después de acostar a los niños, apagó el televisor y salió a tomar unas copas. Cuando el bar hubo cerrado, fue en coche al restaurante de Doreen.
Se sentó en la barra y esperó. Al poco Doreen le vio, y dijo:
—¿Los niños están bien?
Earl asintió con la cabeza.
Se tomó su tiempo para decidir lo que quería. No dejaba de mirar a su mujer, que iba de un lado para otro detrás de la barra. Por fin pidió una hamburguesa con queso. Doreen le entregó la nota al cocinero y fue a atender a otra persona.
Se acercó otra camarera con una cafetera y le llenó la taza.
—¿Cómo se llama tu amiga? —dijo, y movió la cabeza en dirección a su mujer.
—Se llama Doreen —dijo la camarera.
—Pues ha cambiado mucho desde la última vez que estuve aquí —dijo.
—No sabría decirle —dijo la camarera.
Comió la hamburguesa y se tomó el café. La gente seguía sentándose y levantándose de la barra. Era Doreen quien atendía a la mayoría, aunque de cuando en cuando la otra camarera venía a anotar algún pedido. Earl observaba a su mujer y escuchaba atentamente. Hubo de dejar su asiento un par de veces para ir al lavabo. Y en ambas se preguntó si se había perdido algún comentario. Al volver la segunda vez, vio que le habían retirado la taza y que alguien ocupaba su sitio. Fue hasta un extremo de la barra y se sentó en un taburete, al lado de un hombre mayor que llevaba una camisa de rayas.
—¿Qué es lo que quieres? —le preguntó Doreen cuando volvió a verle— ¿no deberías estar ya en casa?
—Ponme un café —dijo.
El hombre de al lado leía un periódico. Alzó la vista y miró como Doreen servía café a su marido. Y se quedó mirando cómo se alejaba. Luego volvió a su periódico.
Earl sorbió el café y esperó a que el hombre dijera algo. Lo observó por el rabillo del ojo. El hombre había terminado de comer y había apartado hacia un lado el plato. Encendió un cigarrillo, dobló el periódico, se lo puso delante y siguió leyendo.
Doreen volvió y retiró el plato sucio y le sirvió al hombre más café.
— ¿Qué le parece la chica? —le preguntó Earl al hombre, haciendo un gesto hacia Doreen, que caminaba hacia el otro extremo de la barra—. ¿No le parece una preciosidad?
El hombre alzó la mirada. Miró a Doreen y luego a Earl, y volvió a su periódico.
—Bien, ¿qué dice? —dijo Earl—. Es una pregunta. ¿Tiene o no buen aspecto? Dígame.
El hombre movió con ruido el periódico.
Cuando vio que Doreen se acercaba desde el otro extremo de la barra, Earl le dio un codazo al hombre en el hombro y dijo:
—Le estoy hablando. Escuche. Mire qué culo. Y ahora fíjese. ¿Me pone por favor un helado de chocolate? —pidió en voz alta a Doreen.
Doreen se paró frente a él y suspiró. Luego se volvió y cogió una copa y el cacillo del helado. Se inclinó sobre el congelador, asomó el cuerpo hacia el interior y se puso a arañar helado con el cacillo. Earl miró al hombre y le dirigió un guiño cuando vio que la falda de Doreen empezaba a ascender por los muslos. Pero el hombre captó la mirada de la otra camarera. Se puso el periódico bajo el brazo y se metió el brazo en el bolsillo.
La otra camarera vino directamente hasta Doreen.
—¿Quién es ese personaje? —dijo.
—¿Quién? —dijo Doreen, con la copa del helado en la mano.
—Ése —dijo la camarera, y señaló a Earl—. ¿Quién es ese tipo?
Earl esbozó su mejor sonrisa. Y la mantuvo. La mantuvo hasta que sintió que la cara se le desencajaba.
Pero la camarera se limitó a observarle, y Doreen empezó a sacudir la cabeza despacio. El hombre dejó unas monedas junto a la taza y se levantó, pero aguardó también a oír la respuesta. Todos ellos tenían los ojos fijos en Earl.
—Es un vendedor. Es mi marido —dijo Doreen al fin, encogiéndose de hombros.
Luego le puso delante el helado de chocolate sin terminar de preparar y se fue a hacerle la cuenta.





 
Morirse,04.03.2023



Canciones chivas con videos chivos - 3

 
Morirse,08.03.2023



Feliz 8 de marzo

http://bit.ly/3J1...






 
Morirse,09.03.2023



Lo feliz que soy cuando recuerdo que ya canté esta canción en un concierto de Caifanes, snif

 
Morirse,09.03.2023




Me acuesto en el sofá para estirar la espalda y pienso lo mismo que pensé antes de comenzar a ingresar en el sistema las notas del primero de mis doscientos alumnos: ¿y si mejor me dedico a putear? O sea. Total. Alguien me dijo que pensás ondas así cuando estás quemado, pero igual, con algo de voluntad podría ganar en una noche lo que gano en una semana. Sin pelear con el tráfico, sin limpiar vómitos, sin ingresar notas, sin esa preocupación que me viene cuando me doy cuenta de los vacíos que tienen mis alumnos. Solo algo de voluntad. La misma voluntad que mueve montañas movería mi culo sobre la cara de un inútil por el que no sentiría angustia porque ya no tiene remedio. Solo un poco de voluntad para ignorar que los hombres me dan asco y que soy cortés con ellos porque quiero vivir en paz. Es cierto, me he acostado con algunos, pero llegar a ese punto tomó mucho tiempo, muchos meses de escucharlos y observarlos porque para mí es imposible chuparle la pija a alguien que acabo de conocer. ¿One night stand? Ni a verga. Dicen que lo mío se llama demisexualidad, no sé, ahora todo está dentro de un espectro, dizque yo estoy en el de la asexualidad solo porque quiero conocer un poquito al hombre que me voy a comer. En fin. Tal vez si trabajara por mi cuenta y pudiera elegir con quién encamarme. Si pudiera poner mis reglas. No cogemos si antes no te bañás y te cepillás los dientes. Algo así. Lo más seguro es que la chera que encontré anoche en la Jerusalén no tiene esas reglas y por eso agitó los brazos para llamar mi atención sin saber y sin importarle que quien manejaba no era un hombre. Me pareció raro que estuviera sola pero lo más seguro es que era la única de su grupo que no había conseguido cliente. Y con el frío que hacía. Cuando me detuve en el semáforo bajé la ventana para calcular la temperatura y no funcionó. Fui consciente de mi ropa, es decir, noté su peso, cómo se ajustaba a mi cuerpo y la manera en que me protegía del viento en comparación con la suya. La imaginé cruzando los brazos sobre el pecho o sentándose en la acera para abrazarse las piernas y ahí empecé yo con mis cosas. Imaginé que el inútil que la subiría a su carro la invitaría a tomar un café antes de ir al motel y que ella aceptaría y que llegarían al Denny's de Las Ramblas donde él le confesaría que no había cenado y entonces compartirían un grand slamwich con panqueques shortberry dream y café pero ella pediría chocolate caliente en lugar de café y le contaría que el chocolate caliente le recordaba a la infancia con la que fantaseó de niña gracias a las series gringas que pasaban en el canal ocho, tipo La Familia Partridge, series en las que la gente le pone malvaviscos al chocolate. Le contaría que hay muchas cosas de gringos que jamás ha hecho, como asar un malvavisco o acampar. Yo tampoco he comido malvaviscos asados ni he ido a acampar, deberíamos ir después de aquí. ¿Ahorita? Y sí, ¿tenés algo mejor que hacer? Pues, más o menos, ya ves que me sacaste de la oficina. Y las risas y el viaje en carretera y hacer el amor en El Imposible. Soy demasiado cursi para ser puta. Sí me veo esperando cliente en la Avenida Olímpica en bandeau, falda semitransparente, hilo y tacones pero no me veo dejándome llevar por un sujeto equis, todo rancio, todo pendejo, que va a saber que estoy cagándome de frío pero no va a mover un dedo por calentarme la panza antes de escupirme en la boca. Cabrones. Los odio. Cómo te regatean cuando pedís un aumento en sus compañías 'decentes' que te pagan uno cincuenta la hora pero te sueltan de un solo cuarenta dólares porque te dejés penetrar por cinco minutos. Cinco minutos. Solo cinco minutos. Sin jornada de diez horas, sin cortar docenas de flores, sin trapear salones, sin estar bajo el sol esperando instrucciones, sin repetir evaluaciones porque el jovencito tiene que aprobar a como de lugar así no sepa armar una respuesta coherente. Tendría que frivolizarlo. Disociar. Mentir. Recurrir a las experiencias del pasado. Total. Vos creés que no te va a llegar el turno de fingir y de repente te escuchás gimiendo en tu intento de enloquecer al animal que te embiste para que acabe rápido y te suelte antes de que comencés a llorar. Tendría que sacar de la memoria a la mujer encerrada en un baño, que se tarda en su labor de limpiarse el semen porque diseña un plan de escape. Tendría que perderle el miedo a la imagen de mi cadáver desnudo tirado a un lado del camino, a unas manos apretándome el cuello o apuñalándome la espalda. Tendría que cortar el hilo que me une a la ternura. Tendría que renunciar a esas ansias de ser amada por un hombre que se preocupe por el escalofrío que me atraviesa el cuerpo antes que por saber cuánto voy a cobrarle. ***"Le reconoceré porque tendrá mirada y voz de poeta. Pasaremos a mi habitación con vistas al paraíso. Le pediré el dinero por adelantado pero después lo guardaré en sus bolsillos cuando duerma, cuando sueñe los más dulces versos para una puta. Me desnudará como si fuera la primera y última vez. Rimará sexo con amor, musa con luz, jardín con arenas. Me prometerá volver de madrugada, rescatarme, llevarme a la isla del mar sin isla, acostarme en una ola, bucearme... Hoy no ha venido, ayer tampoco, jamás lo hizo. Será mañana... Vendrá mañana. Un hombre con traje de poeta". Es que ahí está, soy demasiado blandita para meterme a la putería. Y ni hablar de mi apariencia de maestra de kinder. Los primeros días tendría que usar mis lentes y yo nunca he visto una prostituta choca. Capaz me pasaría la noche viendo cómo se llevan a mis compañeras y cómo nadie se interesa por mí debido a mi apariencia de bibliotecaria. O quién sabe. Hay cerotes raros que tienen fantasías más raras todavía. Te ven con tus vestidos, tus sandalias, tus moños altos y tus lentes gruesos y de inmediato se fabrican la escena en la que te penetran tres bestias mientras ellos te cogen la boca. Así son. La mayoría. Claro que no te lo van a decir. Hipócritas de mierda. Es que ya me imagino. Voy a estar sentada en la acera abrazándome las piernas y un carro se va a detener frente a mí. Un inepto curioso que querrá saber cómo me veo sin lentes. Y voy a empezar con mis cosas. Es que ya me imagino.


—¿Entonces?
—Mirá, ¿vos conocés a David Cassidy?
—No, no sé quién es.
—Bueno, hagamos algo: vos mentís y fingís que sabés quién es, ¿sí? Total.






*** fragmentos del poema "Jardín con arenas" de Elena Román Torres



 
MCavalieri,09.03.2023
Qué buen texto, Emma, no lo conocía. Me voy a buscarlo. Gracias.
 
Morirse,09.03.2023


Si te referís al poema, te lo dejo acá porque un día me puse a buscarlo y no lo hallé en ningún rincón de internet, jajaja, lo recuperé gracias a una carpeta de poemas que tenía guardada por ahí


Jardín con arenas
Elena Román Torres.

Tras un centímetro de apertura de cortina
_____________los observo y sé
_____________________que uno de ellos será mi hombre.

No será el gordo. Ni el viejo. Ni el borracho.
Ni el enfermo. Ni el tarado. Ni el capitán
coronel. Ni el que se esconde tras la sotana.
Ni el boxeador de mujeres ni el falso inocente.

No ha venido todavía. Le reconoceré
__________________________porque tendrá
______________________________mirada y voz de poeta.

Pasaremos a mi habitación con vistas al paraíso.
Le pediré el dinero por adelantado,
pero después lo guardaré en sus bolsillos cuando duerma,
_____________________cuando sueñe los más dulces versos
________________________para una puta.

Me desnudará como si fuera la primera y última vez.

Rimará sexo con amor,
_______________________________musa con luz,
_________________________________jardín con arenas.

Me prometerá volver de madrugada,
______________rescatarme, llevarme a la isla del mar sin isla
____________________________acostarme en una ola,
bucearme.

Se cumplirá la profecía de mi nombre, Olvido,
______________________y habré nacido para siempre.

Pero amenaza el alba y mi piel
apesta a semen, grasa, alcohol,
sangre, piedra, luto y cocaína.

Es la hora de morir de todas las noches.

________________________Hoy no ha venido, ayer tampoco,
_________________jamás lo hizo. Será mañana... Vendrá mañana.

__________________________Un hombre
________________________________con traje de poeta.




 
MCavalieri,10.03.2023
No si estoy para atrás. Te cuento lo que se me pasó por la cabeza cuando leí mal -muy mal- la aclaración de ahí arriba. Ja. Pensé que era un fragmento de otro texto lo que habías pegado y me dije: Emma se debe inspirar en esta escritora porque tiene mucho de ella cuando escribe. Y era tuyo nomás. Ay, dios. Disculpas. Ahora sí: el poema también es precioso.
 
Morirse,10.03.2023



Jajaja algo así pensé. No te disculpés, a mí me alegra que me leás aunque nos confundamos También me alegra que el poema te guste.


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Khruangbin es la mejor recomendación que me ha hecho YouTube. Con su música y el arte de los ilustradores de sus carteles me hacen muy feliz. La segunda mejor recomendación que me ha hecho YouTube son las playlists de un tal Mol. Ha hecho como quince, no sé, que se llaman Khruangbin Vibes. Básicamente música que suena parecida a la de ellos. Gracias a Mol he descubierto un montón de artistas geniales, estoy obsesionada.



 
Morirse,18.03.2023





Ahora te entiendo. Creo. Trabajo más de doce horas diarias. Entro a las seis y media y salgo a las siete, siete y media. No siento otra cosa que no sea dolor. Pero en el cuerpo. Ese dolor está bien. Lo alivio con pastillas, ungüentos, vendas. Cuando llego a casa solo tengo fuerzas para quitarme la ropa, cepillarme los dientes y lavarme la cara. Ya no tengo problemas para dormir. Ya no recuerdo mis sueños. Ya no despierto en la madrugada para pensar en lo que dijiste o, más bien, en qué te voy a responder.

La escuela a la que me trasladé fue construida sobre un cerrito, en medio de un pedacito de bosque. No puedo llegar en carro. Mientras subo por la vereda contemplo las flores y escucho a los pájaros y a los insectos. Si no voy tarde me detengo a recoger frutas para mi merienda. Jamás las como. Se pudren en la gaveta de mi escritorio porque no tengo tiempo para comer. No quiero tenerlo. No quiero dejar de estar ocupada. A la hora de almuerzo bajo a la guardería y ayudo a preparar a los niños más pequeños para que tomen siesta, después subo a la bodega por los materiales para las clases del día siguiente y por último cruzo el puente para llegar a la enfermería donde me dedico a cuidar pacientes: uno que se cayó, uno que tiene dolor de pancita porque no lo dejaron comer chocolate, uno con nostalgia por mamá.

Camino de arriba abajo del cerrito y a medida que avanza el día mi velocidad disminuye. A las tres dejo de ofrecerme como compañera de juego y solo me ofrezco como arbitro o para anotar puntos o para responder adivinanzas. Afortunadamente los alumnos y mis compañeros se van a las cuatro. Yo me quedo adelantando trabajo. Califico, redacto evaluaciones, planifico actividades, hago decoraciones. Ayer estuve pintando cascarones, el lunes los voy a rellenar con confeti. Son quinientos cascarones, más o menos. Vos sabés que no me molesta hacer lo mismo una y otra vez. Quizás ahí está lo irreconciliable entre nosotros, ¿cierto?

Ahora te entiendo. Creo. Entre la organización de esto y el seguimiento de aquello no recuerdo que no confío, que no doy el paso, que no lo intento. Allá arriba no existís así como yo no existo entre los números y las letras a los que les dedicás tantas horas. No existís vos, no existo yo, solo existen los colores, las formas, un par de tijeras, el zumbido de las abejas, el ruido de las frutas que se estrellan contra el suelo, el frío, la llovizna, mis cansancio, mi tobillo vendado, mis heridas en los dedos.




 
Morirse,18.03.2023




Y el mundo sonríe conmigo.

 
MCavalieri,18.03.2023
Hace mucho tiempo, Emma, cuando se me daba por escribir poesía -muy mala, por cierto- se me ocurrió un verso: Es terrible cuando la vida sonríe. Me acordé después de leer tu maravilloso texto y ese remate de ahí. El mundo sonríe y a mí se me hace un nudo en la panza. Pero cosas como la buena literatura nos salvan, como eso de ahí arriba.
 
Morirse,19.03.2023



Como si de verdad pudieras escribir algo malo. Ese verso es una muestra gracias, Melina. Soy feliz cuando leo tus comentarios



 
Morirse,21.03.2023



Todo lo que hago es para vos. Vos pensás que pierdo el tiempo.

 
Morirse,21.03.2023




Sabés que está sucediendo porque dejaste de esperar. No estás pendiente del teléfono. Hacés tus cosas con calma. La angustia porque te busque y no te encuentre desapareció. Te dedicás a las labores que te corresponden. Sentís el sol en la espalda mientras tendés la ropa y sin querer rozás tus senos desnudos pero ahora ese roce involuntario no es más que un roce involuntario no el motivo para abandonar la cesta de ropa y acostarte en la cama para fantasear con que llegó y te abrazó por la espalda y apretó tus senos y te besó el cuello y te llevó entre besos hasta la cama para morderte los muslos. Sabés que está sucediendo porque cuando te gana el deseo no buscás entre tus recuerdos sus labios, sus gemidos, la longitud de su pene. Su voz. Tus manos son tus manos, te penetran tus dedos, los gemidos que te excitan son los tuyos. Disfrutás tu orgasmo y cuando termina te calzás de nuevo para tender la ropa que dejaste en la cesta.

Sabés que está sucediendo porque no te preocupás por los silencios. Porque su vida ya no te parece tan asombrosa. Porque saber cómo está, qué hace y qué piensa dejó de importarte. Lo supiste aquel día cuando un hombre y su hija se pararon detrás de vos en la fila del banco. La niña hacía preguntas a las que él respondía llamándola mi cielo y le hacía cosquillitas en la panza según ella que suplicaba entre carcajadas que no le hiciera más. Lo supiste porque escucharlos te conmovió y deseaste un hijo pero a diferencia de otras ocasiones no deseaste que fuera suyo. Solo quisiste que en lugar del folder y la cartera tus brazos sostuvieran un bebé. Pero no suyo. Antes lo imaginabas haciendo las cosas más cursis. Lo imaginabas saliendo de madrugada para cumplirte un antojo, hablándole a tu vientre, ayudándote a preparar biberones, escribiendo cuentos para dormir, jugando a las escondidas. Te imaginabas viviendo con ambos en un sitio donde serías extranjera. Imaginabas cómo sería esa vida llena de lo que les apasiona. Una biblioteca enorme, un taller repleto de pinceles, lápices y pinturas. Todo el papel del mundo. Todas las palabras del mundo. Todos los colores del mundo. Lo supiste porque cuando pasaste a la caja y comenzaste a explicar por qué estabas ahí la necesidad de tener un bebé desapareció y te ocupaste firmando cheques sin pensar que era muy triste que no estuvieran destinados a pagar las clases de un hijo sino a costear la reparación del carro y la comida de los gatos.

Sabés que está sucediendo porque ya no querés demostrar nada, ya no querés ofrecer nada. Sos vos y hasta ahí. Sin vínculos, sin cariños profundos, sin complicidades. Sin la desesperación por recuperar algo que nunca fue tuyo. Sin las ansias de construir los lados de un espejismo. Lo sabés porque has vuelto a encajar en la que eras antes de conocerlo: sobria, calculadora, resignada. Objetiva. Te enfocás en trabajar y cuidar una casa. Está sucediendo. Estás olvidando. Estás saliendo de ese hueco siniestro que es el amor. Las cosas vuelven poco a poco a su sitio. Vos volvés poco a poco a tu sitio.




 
Morirse,21.03.2023





La última vez que vi a mi padre en una cama de hospital fue hace unos veinticinco años. Sus intestinos, su hígado, su estómago... todos sus órganos estaban débiles, a todos se los estaba devorando no sé qué bacteria. Mi madre lo observaba en silencio, odiándolo como siempre, quizás un poco más porque esta enfermedad no se curaba con un té de canela, un ramo de ruda debajo de la almohada o con cualquiera de esos menjurjes y conjuros que se inventaba a falta de medicinas. Estaba enojada porque dibujarle una cruz de achiote desde la garganta hasta el vientre no había servido para bajarle la fiebre y el jarabe de aguardiente, naranja y manzanilla con el que me sacaba los parásitos tampoco había funcionado.

¿Qué será que cuando uno es pobre es tan resistente a la muerte?

Lo estaba odiando un poco más que de costumbre porque un par de semanas antes de su ingreso en el hospital lo descubrió hablando con una mujer. La tenía sentada sobre las piernas y le hablaba al oído. Al verse acorralado le juró que no era nada, solo una amistad. "Que Dios me mande una enfermedad ahora mismo si te estoy mintiendo", le dijo. Dos semanas después no podía ni abrir los ojos.

Cuando los doctores llegaban a hacer la revisión de rutina y las enfermeras le ensartaban más agujas nos levantábamos del sofá y nos parábamos frente al ventanal. Fue en ese doceavo piso que descubrí que no le tengo miedo a las alturas porque en lugar de alejarme tenía ganas de saltar. Escuchábamos los diagnósticos, los cambios de dosis, el pitido fastidioso de los aparatos esos a los que estaba conectado. Mi padre tenía los ojos cerrados y de su boca salía una sonda por la que pasaba un líquido negro.


Mi padre está en una cama de hospital de nuevo. En esta ocasión se rompió los huesos y no puede caminar. Hace veinticinco años, cuando le sacaron todo lo podrido de las entrañas, si podía ponerse en pie, incluso tuvo la fortaleza para largarse de casa sin siquiera despedirse de mí. Me llama por teléfono y comienza a comentarme lo que le ha dicho el doctor, haciendo énfasis en que no se siente cómodo con que lo traten doctores tan jóvenes. Me habla de la cadera, la radiografía, la sangre que debo donar. Me pregunta si estoy sana, si no me he acostado con mas de veinte hombres, si no me he perforado más que las orejas, la boca, la nariz y los pezones. Si no he andado de loca. Mi madre no está aquí en esta ocasión. Quien lo odia ahora soy yo.




 
MCavalieri,23.03.2023
Ay, Emma, es impresionante cómo escribís. Qué increíble.
 
Morirse,19.04.2023



Gracias, Melina. Gracias de corazón


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Cuentos [2]



Nadie
Fernando Paredes


Te encuentras fumando, sabes, en la estación sin trenes, zapatos nuevos y para qué seguir pensando en que alguna vez ella quiso quererte, de todas formas los muertos no tienen tiempo para recibir en sus brazos a nadie.
Por aquí no va a pasar ningún tren, nadie, sabes. Sólo el tiempo oxidado de aquel reloj sin minutero que marca las tres y los zapatos aprietan, incómodos, nuevos y extraños, color tabaco. Hubieras sido un pésimo bailarín si con ella, aquella noche, solos.
¿Cuál noche? ¿Cuál de todas?
Aquella primera con su vestido blanco en medio del humo insomne del saloncito a donde tus pasos llegaron pidiendo una cerveza, los ojos secos de tanto aironazo por los caminos de tierra y rayos de sol blanco clavados en la piel. Una cerveza, cigarros sin filtro, un banco, un espejo y su reflejo bailando en la pálida luz de un foco salpicado de polillas nerviosas. Danzón calientito saliendo del horno musical, la vitrola italiana, irresistible nostalgia de estar contento, y sus piernas de bronce pisando apenas el suelo cuando el clarinete se fugó por los aires simulando un ave marina.
¿Quién es ella?, preguntaste al cantinero.
Y su nombre le iba tan bien, le dibujaba un cetro de mariposas, untaba almizcle en su cabello y era voz para conjurar al misterio más profundo.
Viste tus pies descalzos, la camisa rota y el mismo espejo te mostró ese rostro hinchado y sucio que gritaba en todas direcciones tu huida, el crimen, la muerte. Indio patarrajada.
¿Cuánto cobra?
Ella no cobra; si quiere se va contigo, si no quiere... bueno, más vale que no insistas.
Otra cerveza y otra y otra y nunca animarse a llegar tan cerca para olerla, para decirle muy bajito, para saber.
Matar fue sencillo, hacer figuras hermosas con el machete, destripar al maldito. Pero esto nomás no sabías cómo, no sabes, te sientes estúpido y pobre y pequeño y qué bien estaría sentirla a tu lado, sentirla centímetro a centímetro hasta abarcar todo el continente, ser ahora tú el colonizador, hacerla hablar tu lengua, hacerle de tu lengua un regalo extendido y minucioso y hacerla bajar con la lengua, desparramarse.
Te sacaste el miedo de los huesos y en ese mismo instante estalló tu corazón. Ya no huirías, sentándote, diciendo ya no importa, aquí me quedo. Borracho te dormiste y a la siguiente vuelta estabas ya fregando los pisos y sirviendo las mesas. Podían hallarte en cualquiera, reconocerte, darte uno y nada más. Podían y nada sucedió, excepto ella que de vez en cuando sonreía cuando llevabas las copas a su mesa, cuando distraído, cuando presuroso, cuando imaginabas. Y esa tarde en que te dio una caja amarilla y dijo que no estaba bien que anduvieras así, toma, póntelos, ¿te entran bien? Y los zapatos nuevos te hicieron caminar como coyote espinado por las noches y los clientes se reían mientras siete callos reventaban y ella después dijo quítatelos, yo tengo la culpa.
¿Cómo iba ella a tener la culpa? ¿Cómo podía? Se te había quitado lo asesino y aprenderías a usar zapatos, cómo de que no.



 
MCavalieri,19.04.2023
Una belleza de cuento. No lo conocía. Gracias, Emma.
 
Morirse,20.04.2023



Me alegra que te guste (:


 
Morirse,20.04.2023




 
Morirse,20.04.2023




Apuntes equis sobre mi escritura que redacto mientras cubro la clase de una maestra que hace evaluaciones desde su casa y a través de zoom porque está recién operada y decidió no incapacitarse al 100% [1]


Yo no invento personajes.
Quizás porque cuando comencé a escribir no me interesaba escribir una historia que no fuera la mía.
Me acostumbré a escribir de mí, sobre mí, sobre lo que pienso, lo que siento, lo que hago cuando no hallo qué hacer.
No me preocupa ser un libro abierto porque todo lo que vivo ya lo vivieron otras personas, millones de personas, no estoy contando nada nuevo.
Después tomé a la gente de mi entorno y la metí en mis cuentos, en especial cuando sus acciones me hacían entristecer o enojar, que al final es la misma cosa.
Quizás por eso mi último escrito me parece tan distinto al resto, porque ese personaje está unido a mí, sí, pero por un hilo muy delgado y transparente.
Y ahora que me he propuesto escribir algo una vez a la semana quizás podría irme por ese lado.
R me dijo que es más sencillo recargar en un personaje lo que uno quiere contar, algo así, pero me pasa al revés: siento que contar a través de alguien que no existe es más difícil. Pero eso es mi experiencia.
Siempre que escribo sobre alguien recuerdo a P, y también me pregunto si eso es lo que yo realmente quería escribir.
Siempre me contesto que sí.
P es un buen hombre, yo soy una mala mujer.
P quiere que el lector termine con una sonrisa en el corazón, yo quiero destruir al lector.
P se levanta y siente amor. Yo me levanto y siento dolor en las muñecas.
¿Cuál será la primera palabra que pronuncia P nomás se despierta? La mía es "mierda". "Mierda, a empezar otra vez".



 
Morirse,23.04.2023




Leí este cuento aquel día y todavía no entiendo porqué podría provocarte un desmayo, pfff. Me encanta el inicio.




Cuentos [3]



Tripas
Chuck Palahniuk


Tomen aire.

Tomen tanto aire como puedan. Esta historia debería durar el tiempo que logren retener el aliento, y después un poco más. Así que escuchen tan rápido como les sea posible.

Cuando tenía trece años, un amigo mío escuchó hablar del "pegging". Esto es cuando a un tipo le meten un dildo por el culo. Si se estimula la próstata lo suficientemente fuerte, el rumor dice que se logran explosivos orgasmos sin manos. A esa edad, este amigo es un pequeño maníaco sexual. Siempre está buscando una manera mejor de estar al palo. Se va a comprar una zanahoria y un poco de jalea para llevar a cabo una pequeña investigación personal. Después se imagina cómo se va a ver la situación en la caja del supermercado, la zanahoria solitaria y la jalea moviéndose sobre la cinta de goma. Todos los empleados en fila, observando. Todos viendo la gran noche que ha planeado.

Entonces mi amigo compra leche y huevos y azúcar y una zanahoria, todos los ingredientes para una tarta de zanahorias. Y vaselina.

Como si se fuera a casa a meterse una tarta de zanahorias por el culo.

En casa, talla la zanahoria hasta convertirla en una contundente herramienta. La unta con grasa y se la mete en el culo. Entonces, nada. Ningún orgasmo. Nada pasa, salvo que duele.

Entonces la madre del chico grita que es hora de la cena. Le dice que baje inmediatamente.

El se saca la zanahoria y entierra esa cosa resbaladiza y mugrienta entre la ropa sucia debajo de su cama.

Después de la cena va a buscar la zanahoria, pero ya no está allí. Mientras cenaba, su madre juntó toda la ropa sucia para lavarla. De ninguna manera podía encontrar la zanahoria, cuidadosamente tallada con un cuchillo de su cocina, todavía brillante de lubricante y apestosa.

Mi amigo espera meses bajo una nube oscura, esperando que sus padres lo confronten. Y nunca lo hacen. Nunca. Incluso ahora, que ha crecido, esa zanahoria invisible cuelga sobre cada cena de Navidad, cada fiesta de cumpleaños. Cada búsqueda de huevos de Pascua con sus hijos, los nietos de sus padres, esa zanahoria fantasma se cierne sobre ellos. Ese algo demasiado espantoso para ser nombrado.

Los franceses tienen una frase: "ingenio de escalera". En francés, esprit de l'escalier. Se refiere a ese momento en que uno encuentra la respuesta, pero es demasiado tarde. Digamos que usted está en una fiesta y alguien lo insulta. Bajo presión, con todos mirando, usted dice algo tonto. Pero cuando se va de la fiesta, cuando baja la escalera, entonces, la magia. A usted se le ocurre la frase perfecta que debería haber dicho. La perfecta réplica humillante. Ese es el espíritu de la escalera.

El problema es que los franceses no tienen una definición para las cosas estúpidas que uno realmente dice cuando está bajo presión. Esas cosas estúpidas y desesperadas que uno en verdad piensa o hace.

Algunas bajezas no tienen nombre. De algunas bajezas ni siquiera se puede hablar.

Mirando atrás, muchos psiquiatras expertos en jóvenes y psicopedagogos ahora dicen que el último pico en la ola de suicidios adolescentes era de chicos que trataban de asfixiarse mientras se masturbaban. Sus padres los encontraban, una toalla alrededor del cuello, atada al ropero de la habitación, el chico muerto. Esperma por todas partes. Por supuesto, los padres limpiaban todo. Le ponían pantalones al chico. Hacían que se viera... mejor. Intencional, al menos. Un típico triste suicidio adolescente.

Otro amigo mío, un chico de la escuela con su hermano mayor en la Marina, contaba que los tipos en Medio Oriente se masturban distinto a como lo hacemos nosotros. Su hermano estaba estacionado en un país de camellos donde los mercados públicos venden lo que podrían ser elegantes cortapapeles. Cada herramienta es una delgada vara de plata lustrada o latón, quizá tan larga como una mano, con una gran punta, a veces una gran bola de metal o el tipo de mango refinado que se puede encontrar en una espada. Este hermano en la Marina decía que los árabes se ponen al palo y después se insertan esta vara de metal dentro de todo el largo de su erección. Y se masturban con la vara adentro, y eso hace que masturbarse sea mucho mejor. Más intenso.

Es el tipo de hermano mayor que viaja por el mundo y manda a casa dichos franceses, dichos rusos, útiles sugerencias para masturbarse. Después de esto, un día el hermano menor falta a la escuela. Esa noche llama para pedirme que le lleve los deberes de las próximas semanas. Porque está en el hospital.

Tiene que compartir la habitación con viejos que se atienden por sus tripas. Dice que todos tienen que compartir la misma televisión. Su única privacidad es una cortina. Sus padres no lo visitan. Por teléfono, dice que sus padres ahora mismo podrían matar al hermano mayor que está en la Marina.

También dice que el día anterior estaba un poco drogado. En casa, en su habitación, estaba tirado en la cama, con una vela encendida y hojeando revistas porno, preparado para masturbarse. Todo esto después de escuchar la historia del hermano en la Marina. Esa referencia útil acerca de cómo se masturban los árabes. El chico mira alrededor para encontrar algo que podría ayudarlo. Un bolígrafo es demasiado grande. Un lápiz, demasiado grande y duro. Pero cuando la punta de la vela gotea, se logra una delgada y suave arista de cera. La frota y la moldea entre las palmas de sus manos. Larga y suave y delgada.

Drogado y caliente, se la introduce dentro, más y más profundo en la uretra. Con un gran resto de cera todavía asomándose, se pone a trabajar.

Aun ahora, dice que los árabes son muy astutos. Que reinventaron por completo la masturbación. Acostado en la cama, la cosa se pone tan buena que el chico no puede controlar el camino de la cera. Está a punto de lograrlo cuando la cera ya no se asoma fuera de su erección.

La delgada vara de cera se ha quedado dentro. Por completo. Tan adentro que no puede sentir su presencia en la uretra.

Desde abajo, su madre grita que es hora de la cena. Dice que tiene que bajar de inmediato. El chico de la cera y el chico de la zanahoria son personas diferentes, pero tienen vidas muy parecidas.

Después de la cena, al chico le empiezan a doler las tripas. Es cera, así que se imagina que se derretirá adentro y la meará. Ahora le duele la espalda. Los riñones. No puede pararse derecho.

El chico está hablando por teléfono desde su cama de hospital, y de fondo se pueden escuchar campanadas y gente gritando. Programas de juegos en televisión.

Las radiografías muestran la verdad, algo largo y delgado, doblado dentro de su vejiga. Esta larga y delgada V dentro suyo está almacenando todos los minerales de su orina. Se está poniendo más grande y dura, cubierta con cristales de calcio, golpea y desgarra las suaves paredes de su vejiga, obturando la salida de su orina. Sus riñones están trabados. Lo poco que gotea de su pene está rojo de sangre.

El chico y sus padres, toda la familia mirando las radiografías con el médico y las enfermeras parados allí, la gran V de cera brillando para que todos la vean: tiene que decir la verdad. La forma en que se masturban los árabes. Lo que le escribió su hermano en la Marina. En el teléfono, ahora, se pone a llorar.

Pagaron la operación de vejiga con el dinero ahorrado para la universidad. Un error estúpido, y ahora jamás será abogado. Meterse cosas adentro. Meterse dentro de cosas. Una vela en la pija o la cabeza en una horca, sabíamos que serían problemas grandes.

A lo que me metió en problemas a mí lo llamo "Bucear por perlas". Esto significaba masturbarse bajo el agua, sentado en el fondo de la profunda piscina de mis padres. Respiraba hondo, con una patada me iba al fondo y me deshacía de mis shorts. Me quedaba sentado en el fondo dos, tres, cuatro minutos.

Sólo por masturbarme tenía una gran capacidad pulmonar. Si hubiera tenido una casa para mí solo, lo habría hecho durante tardes enteras.

Cuando finalmente terminaba de bombear, el esperma colgaba sobre mí en grandes gordos globos lechosos.

Después había más buceo, para recolectarla y limpiar cada resto con una toalla. Por eso se llamaba "bucear por perlas". Aun con el cloro, me preocupaba mi hermana. O, por Dios, mi madre.

Ese solía ser mi mayor miedo en el mundo: que mi hermana adolescente virgen pensara que estaba engordando y diera a luz a un bebé de dos cabezas retardado. Las dos cabezas me mirarían a mí. A mí, el padre y el tío. Pero al final, lo que te preocupa nunca es lo que te atrapa.

La mejor parte de bucear por perlas era el tubo para el filtro de la pileta y la bomba de circulación. La mejor parte era desnudarse y sentarse allí.

Como dicen los franceses, ¿a quién no le gusta que le chupen el culo? De todos modos, en un minuto se pasa de ser un chico masturbándose a un chico que nunca será abogado.

En un minuto estoy acomodado en el fondo de la piscina, y el cielo ondula, celeste, a través de un metro y medio de agua sobre mi cabeza. El mundo está silencioso salvo por el latido del corazón en mis oídos. Los shorts amarillos están alrededor de mi cuello por seguridad, por si aparece un amigo, un vecino o cualquiera preguntando por qué falté al entrenamiento de fútbol. Siento la continua chupada del tubo de la pileta, y estoy meneando mi culo blanco y flaco sobre esa sensación. Tengo aire suficiente y la pija en la mano. Mis padres se fueron a trabajar y mi hermana tiene clase de ballet. Se supone que no habrá nadie en casa durante horas.

Mi mano me lleva casi al punto de acabar, y paro. Nado hacia la superficie para tomar aire. Vuelvo a bajar y me siento en el fondo. Hago esto una y otra vez.

Debe ser por esto que las chicas quieren sentarse sobre tu cara. La succión es como una descarga que nunca se detiene. Con la pija dura, mientras me chupan el culo, no necesito aire. El corazón late en los oídos, me quedo abajo hasta que brillantes estrellas de luz se deslizan alrededor de mis ojos. Mis piernas estiradas, la parte de atrás de las rodillas rozando fuerte el fondo de concreto. Los dedos de los pies se vuelven azules, los dedos de los pies y las manos arrugados por estar tanto tiempo en el agua.

Y después dejo que suceda. Los grandes globos blancos se sueltan. Las perlas. Entonces necesito aire. Pero cuando intento dar una patada para elevarme, no puedo. No puedo sacar los pies. Mi culo está atrapado.

Los paramédicos de emergencias dirán que cada año cerca de ciento cincuenta personas se quedan atascadas de este modo, chupadas por la bomba de circulación. Queda atrapado el pelo largo, o el culo, y se ahoga. Cada año, cantidad de gente se ahoga. La mayoría en Florida.

Sólo que la gente no habla del tema. Ni siquiera los franceses hablan acerca de todo. Con una rodilla arriba y un pie debajo de mi cuerpo, logro medio incorporarme cuando siento el tirón en mi culo. Con el pie pateo el fondo. Me estoy liberando pero al no tocar el concreto tampoco llego al aire. Todavía pateando bajo el agua, revoleando los brazos, estoy a medio camino de la superficie pero no llego más arriba. Los latidos en mi cabeza son fuertes y rápidos.

Con chispas de luz brillante cruzando ante mis ojos me doy vuelta para mirar... pero no tiene sentido. Esta soga gruesa, una especie de serpiente azul blancuzca trenzada con venas, ha salido del desagüe y está agarrada a mi culo. Algunas de las venas gotean rojo, sangre roja que parece negra bajo el agua y se desprende de pequeños rasguños en la pálida piel de la serpiente. La sangre se disemina, desaparece en el agua, y bajo la piel delgada azul blancuzca de la serpiente se pueden ver restos de una comida a medio digerir.

Esa es la única forma en que tiene sentido. Algún horrible monstruo marino, una serpiente del mar, algo que nunca vio la luz del día, se ha estado escondido en el oscuro fondo del desagüe de la pileta, y quiere comerme.

Así que la pateo, pateo su piel resbalosa y gomosa y llena de venas, pero cada vez sale más del desagüe. Ahora quizá sea tan larga como mi pierna, pero aún me retiene el culo. Con otra patada estoy a unos dos centímetros de lograr tomar aire. Todavía sintiendo que la serpiente tira de mi culo, estoy a un centímetro de escapar.

Dentro de la serpiente se pueden ver granos de maíz y maníes. Se puede ver una brillante bola anaranjada. Es la vitamina para caballos que mi padre me hace tomar para que gane peso. Para que consiga una beca gracias al fútbol. Con hierro extra y ácidos grasos omega tres. Ver esa pastilla me salva la vida.

No es una serpiente. Es mi largo intestino, mi colon, arrancado de mi cuerpo. Lo que los doctores llaman prolapso. Mis tripas chupadas por el desagüe.

Los paramédicos dirán que una bomba de agua de piscina larga 360 litros de agua por minuto. Eso son unos 200 kilos de presión. El gran problema es que por dentro estamos interconectados. Nuestro culo es sólo la parte final de nuestra boca. Si me suelto, la bomba sigue trabajando, desenredando mis entrañas hasta llegar a mi boca. Imaginen cagar 200 kilos de mierda y podrán apreciar cómo eso puede destrozarte.

Lo que puedo decir es que las entrañas no sienten mucho dolor. No de la misma manera que duele la piel. Los doctores llaman materia fecal a lo que uno digiere. Más arriba es quimo, bolsones de una mugre delgada y corrediza decorada con maíz, maníes y arvejas.

Eso es la sopa de sangre y maíz, mierda y esperma y maníes que flota a mi alrededor. Aún con mis tripas saliendo del culo, conmigo sosteniendo lo que queda, aún entonces mi prioridad era volver a ponerme el short. Dios no permita que mis padres me vean la pija.

Una de mis manos está apretada en un puño alrededor de mi culo, la otra arranca el short amarillo del cuello. Pero ponérmelos es imposible.

Si quieren saber cómo se sienten los intestinos, compren uno de esos condones de piel de cabra. Saquen y desenrollen uno. Llénenlo con mantequilla de maní, cúbranlo con lubricante y sosténganlo bajo el agua. Después traten de rasgarlo. Traten de abrirlo en dos. Es demasiado duro y gomoso. Es tan resbaladizo que no se puede sostener. Un condón de piel de cabra, eso es un intestino común.

Ven contra lo que estoy luchando.

Si me dejo ir por un segundo, me destripo.

Si nado hacia la superficie para buscar una bocanada de aire, me destripo.

Si no nado, me ahogo.

Es una decisión entre morir ya mismo o dentro de un minuto. Lo que mis padres encontrarán cuando vuelvan del trabajo es un gran feto desnudo, acurrucado sobre sí mismo. Flotando en el agua sucia de la piscina del patio. Sostenido por atrás por una gruesa cuerda de venas y tripas retorcidas. El opuesto de un adolescente que se ahorca cuando se masturba. Este es el bebé que trajeron del hospital trece años atrás. Este es el chico para el que deseaban una beca deportiva y un título universitario. El que los cuidaría cuando fueran viejos. Aquí está el que encarnaba todas sus esperanzas y sueños. Flotando, desnudo y muerto. Todo alrededor, grandes lechosas perlas de esperma desperdiciada.

Eso, o mis padres me encontrarán envuelto en una toalla ensangrentada, desmayado a medio camino entre la piscina y el teléfono de la cocina, mis desgarradas entrañas todavía colgando de la pierna de mis shorts amarillos. Algo de lo que ni los franceses hablarían.

Ese hermano mayor en la Marina nos enseñó otra buena frase. Rusa. Cuando nosotros decimos: "Necesito eso como necesito un agujero en la cabeza", los rusos dicen: "Necesito eso como necesito un diente en el culo". Mne eto nado kak zuby v zadnitse. Esas historias sobre cómo los animales capturados por una trampa se mastican su propia pierna; cualquier coyote puede decir que un par de mordiscos son mucho mejores que morir.

Mierda... aunque seas ruso, algún día podrías querer esos dientes. De otra manera, lo que tenés que hacer es retorcerte, dar vueltas. Enganchar un codo detrás de la rodilla y tirar de esa pierna hasta la cara. Morder tu propio culo. Uno se queda sin aire y mordería cualquier cosa con tal de volver a respirar.

No es algo que te gustaría contarle a una chica en la primera cita. No si querés besarla antes de ir a dormir. Si les cuento qué gusto tenía, nunca nunca volverían a comer calamares.

Es difícil decir qué les disgustó más a mis padres: cómo me metí en el problema o cómo me salvé. Después del hospital, mi madre dijo: "No sabías lo que hacías, amor. Estabas en shock". Y aprendió a cocinar huevos pasados por agua.

Toda esa gente asqueada o que me tiene lástima... la necesito como necesito dientes en el culo.

Hoy en día, la gente me dice que soy demasiado delgado. En las cenas, la gente se queda silenciosa o se enoja cuando no como la carne asada que prepararon. La carne asada me mata. El jamón cocido. Todo lo que se queda en mis entrañas durante más de un par de horas sale siendo todavía comida. Chauchas o atún en lata, me levanto y me los encuentro allí en el inodoro.

Después de sufrir una disección radical de los intestinos, la carne no se digiere muy bien. La mayoría de la gente tiene un metro y medio de intestino grueso. Yo tengo la suerte de conservar mis quince centímetros. Así que nunca obtuve una beca deportiva, ni un título. Mis dos amigos, el chico de la cera y el de la zanahoria, crecieron, se pusieron grandotes, pero yo nunca llegué a pesar un kilo más de lo que pesaba cuando tenía trece años. Otro gran problema es que mis padres pagaron un montón de dinero por esa piscina. Al final mi padre le dijo al tipo de la piscina que fue el perro. El perro de la familia se cayó al agua y se ahogó. El cuerpo muerto quedó atrapado en el desagüe. Aun cuando el tipo que vino a arreglar la piscina abrió el filtro y sacó un tubo gomoso, un aguachento resto de intestino con una gran píldora naranja de vitaminas aún dentro, mi padre sólo dijo: "Ese maldito perro estaba loco". Desde la ventana de mi pieza en el primer piso podía escuchar a mi papá decir: "No se podía confiar un segundo en ese perro...".

Después mi hermana tuvo un atraso en su período menstrual.

Aun cuando cambiaron el agua de la pileta, aun después de que vendieron la casa y nos mudamos a otro estado, aun después del aborto de mi hermana, ni siquiera entonces mis padres volvieron a mencionarlo.

Esa es nuestra zanahoria invisible.

Ustedes, tomen aire ahora.

Yo todavía no lo hice.




 
Morirse,24.04.2023


Mood



 
Morirse,25.04.2023



Poemas [1]


Me sobra el corazón
Miguel Hernández


Hoy estoy sin saber yo no sé cómo,
hoy estoy para penas solamente,
hoy no tengo amistad,
hoy sólo tengo ansias
de arrancarme de cuajo el corazón
y ponerlo debajo de un zapato.

Hoy reverdece aquella espina seca,
hoy es día de llantos de mi reino,
hoy descarga en mi pecho el desaliento
plomo desalentado.

No puedo con mi estrella.
Y me busco la muerte por las manos
mirando con cariño las navajas,
y recuerdo aquel hacha compañera,
y pienso en los más altos campanarios
para un salto mortal serenamente.

Si no fuera ¿por qué?... no sé por qué,
mi corazón escribiría una postrera carta,
una carta que llevo allí metida,
haría un tintero de mi corazón,
una fuente de sílabas, de adioses y regalos,
y ahí te quedas, al mundo le diría.

Yo nací en mala luna.
Tengo la pena de una sola pena
que vale más que toda la alegría.

Un amor me ha dejado con los brazos caídos
y no puedo tenderlos hacia más.
¿No veis mi boca qué desengañada,
qué inconformes mis ojos?

Cuanto más me contemplo más me aflijo:
cortar este dolor ¿con qué tijeras?

Ayer, mañana, hoy
padeciendo por todo
mi corazón, pecera melancólica,
penal de ruiseñores moribundos.

Me sobra corazón.

Hoy, descorazonarme,
yo el más corazonado de los hombres,
y por el más, también el más amargo.

No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.



 
Morirse,25.04.2023




Working so hard to be somebody special,
not working just to survive.




 
Morirse,28.04.2023



Poemas [2]


Do not go gentle into that good night
Dylan Thomas


Do not go gentle into that good night,
old age should burn and rave at close of day;
rage, rage against the dying of the light.

Though wise men at their end know dark is right,
because their words had forked no lightning they
do not go gentle into that good night.

Good men, the last wave by, crying how bright
their frail deeds might have danced in a green bay,
rage, rage against the dying of the light.

Wild men who caught and sang the sun in flight,
and learn, too late, they grieved it on its way,
do not go gentle into that good night.

Grave men, near death, who see with blinding sight
blind eyes could blaze like meteors and be gay,
rage, rage against the dying of the light.

And you, my father, there on the sad height,
curse, bless, me now with your fierce tears, I pray.
Do not go gentle into that good night.
Rage, rage against the dying of the light.


:::::


No entres dócilmente en esa noche quieta,
la vejez debería delirar y arder cuando se cierra el día;
rabia, rabia, contra la agonía de la luz.

Aunque los sabios al morir entiendan que la tiniebla es justa,
porque sus palabras no ensartaron relámpagos
no entran dócilmente en esa noche quieta.

Los buenos, que tras la última inquietud lloran por ese brillo
con que sus actos frágiles pudieron danzar en una bahía verde
rabian, rabian contra la agonía de la luz.

Salvajes que atraparon y cantaron al sol en su carrera
y aprenden, ya muy tarde, que llenaron de pena su camino
no entran dócilmente en esa noche quieta.

Los solemnes, cercanos a la muerte, que ven con mirada deslumbrante
cuánto los ojos ciegos pudieron alegrarse y arder como meteoros
rabian, rabian contra la agonía de la luz.

Y tú, padre mío, allí en la triste altura,
maldíceme, bendíceme ahora con tus feroces lágrimas, te ruego.
No entres dócilmente en esa noche quieta.
Rabia, rabia contra la agonía de la luz.



 
Morirse,29.04.2023




Cuentos [3]



Talpa
Juan Rulfo


Natalia se metió entre los brazos de su madre y lloró largamente allí con un llanto quedito. Era un llanto aguantado por muchos días, guardado hasta ahora que regresamos a Zenzontla y vio a su madre y comenzó a sentirse con ganas de consuelo.

Sin embargo, antes, entre los trabajos de tantos días difíciles, cuando tuvimos que enterrar a Tanilo en un pozo de la tierra de Talpa, sin que nadie nos ayudara, cuando ella y yo, los dos solos, juntamos nuestras fuerzas y nos pusimos a escarbar la sepultura desenterrando los terrones con nuestras manos -dándonos prisa para esconder pronto a Tanilo dentro del pozo y que no siguiera espantando ya a nadie con el olor de su aire lleno de muerte-, entonces no lloró.

Ni después, al regreso, cuando nos vinimos caminando de noche sin conocer el sosiego, andando a tientas como dormidos y pisando con pasos que parecían golpes sobre la sepultura de Tanilo. En ese entonces, Natalia parecía estar endurecida y traer el corazón apretado para no sentirlo bullir dentro de ella. Pero de sus ojos no salió ninguna lágrima.

Vino a llorar hasta aquí, arrimada a su madre; sólo para acongojarla y que supiera que sufría, acongojándonos de paso a todos, porque yo también sentí ese llanto de ella dentro de mí como si estuviera exprimiendo el trapo de nuestros pecados.

Porque la cosa es que a Tanilo Santos entre Natalia y yo lo matamos. Lo llevamos a Talpa para que se muriera. Y se murió. Sabíamos que no aguantaría tanto camino; pero, así y todo, lo llevamos empujándolo entre los dos, pensando acabar con él para siempre. Eso hicimos.

La idea de ir a Talpa salió de mi hermano Tanilo. A él se le ocurrió primero que a nadie. Desde hacía años que estaba pidiendo que lo llevaran. Desde hacía años. Desde aquel día en que amaneció con unas ampollas moradas repartidas en los brazos y las piernas. Cuando después las ampollas se le convirtieron en llagas por donde no salía nada de sangre y sí una cosa amarilla como goma de copal que destilaba agua espesa. Desde entonces me acuerdo muy bien que nos dijo cuánto miedo sentía de no tener ya remedio. Para eso quería ir a ver a la Virgen de Talpa; para que Ella con su mirada le curara sus llagas. Aunque sabía que Talpa estaba lejos y que tendríamos que caminar mucho debajo del sol de los días y del frío de las noches de marzo, así y todo quería ir. La Virgencita le daría el remedio para aliviarse de aquellas cosas que nunca se secaban. Ella sabía hacer eso: lavar las cosas, ponerlo todo nuevo de nueva cuenta como un campo recién llovido. Ya allí, frente a Ella, se acabarían sus males; nada le dolería ni le volvería a doler más. Eso pensaba él.

Y de eso nos agarramos Natalia y yo para llevarlo. Yo tenía que acompañar a Tanilo porque era mi hermano. Natalia tendría que ir también, de todos modos, porque era su mujer. Tenía que ayudarlo llevándolo del brazo, sopesándolo a la ida y tal vez a la vuelta sobre sus hombros, mientras él arrastrara su esperanza.

Yo ya sabía desde antes lo que había dentro de Natalia. Conocía algo de ella. Sabía, por ejemplo, que sus piernas redondas, duras y calientes como piedras al sol del mediodía, estaban solas desde hacía tiempo. Ya conocía yo eso. Habíamos estado juntos muchas veces; pero siempre la sombra de Tanilo nos separaba: sentíamos que sus manos ampolladas se metían entre nosotros y se llevaban a Natalia para que lo siguiera cuidando. Y así sería siempre mientras él estuviera vivo.

Yo sé ahora que Natalia está arrepentida de lo que pasó. Y yo también lo estoy; pero eso no nos salvará del remordimiento ni nos dará ninguna paz ya nunca. No podrá tranquilizarnos saber que Tanilo se hubiera muerto de todos modos porque ya le tocaba, y que de nada había servido ir a Talpa, tan allá, tan lejos; pues casi es seguro de que se hubiera muerto igual allá que aquí, o quizás tantito después aquí que allá, porque todo lo que se mortificó por el camino, y la sangre que perdió de más, y el coraje y todo, todas esas cosas juntas fueron las que lo mataron más pronto. Lo malo está en que Natalia y yo lo llevamos a empujones, cuando él ya no quería seguir, cuando sintió que era inútil seguir y nos pidió que lo regresáramos. A estirones lo levantábamos del suelo para que siguiera caminando, diciéndole que ya no podíamos volver atrás.

"Está ya más cerca Talpa que Zenzontla". Eso le decíamos. Pero entonces Talpa estaba todavía lejos; más allá de muchos días.

Lo que queríamos era que se muriera. No está por demás decir que eso era lo que queríamos desde antes de salir de Zenzontla y en cada una de las noches que pasamos en el camino de Talpa. Es algo que no podemos entender ahora; pero entonces era lo que queríamos me acuerdo muy bien.

Me acuerdo de esas noches. Primero nos alumbrábamos con ocotes. Después dejábamos que la ceniza oscureciera la lumbrada y luego buscábamos Natalia y yo la sombra de algo para escondernos de la luz del cielo. Así nos arrimábamos a la soledad del campo, fuera de los ojos de Tanilo y desaparecidos en la noche. Y la soledad aquella nos empujaba uno al otro. A mí me ponía entre los brazos el cuerpo de Natalia y a ella eso le servía de remedio. Sentía como si descansara; se olvidaba de muchas cosas y luego se quedaba adormecida y con el cuerpo sumido en un gran alivio.

Siempre sucedía que la tierra sobre la que dormíamos estaba caliente. Y la carne de Natalia, la esposa de mi hermano Tanilo, se calentaba en seguida con el calor de la tierra. Luego aquellos dos calores juntos quemaban y lo hacían a uno despertar de su sueño. Entonces mis manos iban detrás de ella; iban y venían por encima de ese como rescoldo que era ella; primero suavemente, pero después la apretaban como si quisieran exprimirle la sangre. Así una y otra vez, noche tras noche, hasta que llegaba la madrugada y el viento frío apagaba la lumbre de nuestros cuerpos. Eso hacíamos Natalia y yo a un lado del camino de Talpa, cuando llevamos a Tanilo para que la Virgen lo aliviara.

Ahora todo ha pasado. Tanilo se alivió hasta de vivir. Ya no podrá decir nada del trabajo tan grande que le costaba vivir, teniendo aquel cuerpo como emponzoñado, lleno por dentro de agua podrida que le salía por cada rajadura de sus piernas o de sus brazos. Unas llagas así de grandes, que se abrían despacito, muy despacito, para luego dejar salir a borbotones un aire como de cosa echada a perder que a todos nos tenía asustados.

Pero ahora que está muerto la cosa se ve de otro modo. Ahora Natalia llora por él, tal vez para que él vea, desde donde está, todo el gran remordimiento que lleva encima de su alma. Ella dice que ha sentido la cara de Tanilo estos últimos días. Era lo único que servía de él para ella; la cara de Tanilo, humedecida siempre por el sudor en que lo dejaba el esfuerzo para aguantar sus dolores. La sintió acercándose hasta su boca, escondiéndose entre sus cabellos, pidiéndole, con una voz apenitas, que lo ayudara. Dice que le dijo que ya se había curado por fin; que ya no le molestaba ningún dolor. "Ya puedo estar contigo, Natalia. Ayúdame a estar contigo", dizque eso le dijo.

Acabábamos de salir de Talpa, de dejarlo allí enterrado bien hondo en aquel como surco profundo que hicimos para sepultarlo.

Y Natalia se olvidó de mí desde entonces. Yo sé cómo le brillaban antes los ojos como si fueran charcos alumbrados por la luna. Pero de pronto se destiñeron, se le borró la mirada como si la hubiera revolcado en la tierra. Y pareció no ver ya nada. Todo lo que existía para ella era el Tanilo de ella, que ella había cuidado mientras estuvo vivo y lo había enterrado cuando tuvo que morirse.



Tardamos veinte días en encontrar el camino real de Talpa. Hasta entonces habíamos venido los tres solos. Desde allí comenzamos a juntarnos con gente que salía de todas partes; que había desembocado como nosotros en aquel camino ancho parecido a la corriente de un río, que nos hacía andar a rastras, empujados por todos lados como si nos llevaran amarrados con hebras de polvo. Porque de la tierra se levantaba, con el bullir de la gente, un polvo blanco como tamo de maíz que subía muy alto y volvía a caer; pero los pies al caminar lo devolvían y lo hacían subir de nuevo; así a todas horas estaba aquel polvo por encima y debajo de nosotros. Y arriba de esta tierra estaba el cielo vacío, sin nubes, sólo el polvo; pero el polvo no da ninguna sombra.

Teníamos que esperar a la noche para descansar del sol y de aquella luz blanca del camino.

Luego los días fueron haciéndose más largos. Habíamos salido de Zenzontla a mediados de febrero, y ahora que comenzaba marzo amanecía muy pronto. Apenas si cerrábamos los ojos al oscurecer, cuando nos volvía a despertar el sol el mismo sol que parecía acabarse de poner hacía un rato.

Nunca había sentido que fuera más lenta y violenta la vida como caminar entre un amontonadero de gente; igual que si fuéramos un hervidero de gusanos apelotonados bajo el sol, retorciéndonos entre la cerrazón del polvo que nos encerraba a todos en la misma vereda y nos llevaba como acorralados. Los ojos seguían la polvareda; daban en el polvo como si tropezaran contra algo que no se podía traspasar. Y el cielo siempre gris, como una mancha gris y pesada que nos aplastaba a todos desde arriba. Sólo a veces, cuando cruzábamos algún río, el polvo era más alto y más claro. Zambullíamos la cabeza acalenturada y renegrida en el agua verde, y por un momento de todos nosotros salía un humo azul, parecido al vapor que sale de la boca con el frío. Pero poquito después desaparecíamos otra vez entreverados en el polvo, cobijándonos unos a otros del sol de aquel calor del sol repartido entre todos.

Algún día llegará la noche. En eso pensábamos. Llegará la noche y nos pondremos a descansar. Ahora se trata de cruzar el día, de atravesarlo como sea para correr del calor y del sol. Después nos detendremos. Después. Lo que tenemos que hacer por lo pronto es esfuerzo tras esfuerzo para ir de prisa detrás de tantos como nosotros y delante de otros muchos. De eso se trata. Ya descansaremos bien a bien cuando estemos muertos.

En eso pensábamos Natalia y yo y quizá también Tanilo, cuando íbamos por el camino real de Talpa, entre la procesión; queriendo llegar los primeros hasta la Virgen, antes que se le acabaran los milagros.

Pero Tanilo comenzó a ponerse más malo. Llegó un rato en que ya no quería seguir. La carne de sus pies se había reventado y por la reventazón aquella empezó a salírsele la sangre. Lo cuidamos hasta que se puso bueno. Pero, así y todo, ya no quería seguir:

"Me quedaré aquí sentado un día o dos y luego me volveré a Zenzontla". Eso nos dijo.

Pero Natalia y yo no quisimos. Había algo dentro de nosotros que no nos dejaba sentir ninguna lástima por ningún Tanilo. Queríamos llegar con él a Talpa, porque a esas alturas, así como estaba, todavía le sobraba vida. Por eso mientras Natalia le enjuagaba los pies con aguardiente para que se le deshincharan, le daba ánimos. Le decía que sólo la Virgen de Talpa lo curaría. Ella era la única que podía hacer que él se aliviara para siempre. Ella nada más. Había otras muchas Vírgenes; pero sólo la de Talpa era la buena. Eso le decía Natalia.

Y entonces Tanilo se ponía a llorar con lágrimas que hacían surco entre el sudor de su cara y después se maldecía por haber sido malo. Natalia le limpiaba los chorretes de lágrimas con su rebozo, y entre ella y yo lo levantábamos del suelo para que caminara otro rato más, antes que llegara la noche.

Así, a tirones, fue como llegamos con él a Talpa.

Ya en los últimos días también nosotros nos sentíamos cansados. Natalia y yo sentíamos que se nos iba doblando el cuerpo entre más y más. Era como si algo nos detuviera y cargara un pesado bulto sobre nosotros. Tanilo se nos caía más seguido y teníamos que levantarlo y a veces llevarlo sobre los hombros. Tal vez de eso estábamos como estábamos: con el cuerpo flojo y lleno de flojera para caminar. Pero la gente que iba allí junto a nosotros nos hacía andar más aprisa.

Por las noches, aquel mundo desbocado se calmaba. Desperdigadas por todas partes brillaban las fogatas y en derredor de la lumbre la gente de la peregrinación rezaba el rosario, con los brazos en cruz, mirando hacia el cielo de Talpa. Y se oía cómo el viento llevaba y traía aquel rumor, revolviéndolo, hasta hacer de él un solo mugido. Poco después todo se quedaba quieto. A eso de la medianoche podía oírse que alguien cantaba muy lejos de nosotros. Luego se cerraban los ojos y se esperaba sin dormir a que amaneciera.



Entramos a Talpa cantando el Alabado. Habíamos salido a mediados de febrero y llegamos a Talpa en los últimos días de marzo, cuando ya mucha gente venía de regreso. Todo se debió a que Tanilo se puso a hacer penitencia. En cuanto se vio rodeado de hombres que llevaban pencas de nopal colgadas como escapulario, él también pensó en llevar las suyas. Dio en amarrarse los pies uno con otro con las mangas de su camisa para que sus pasos se hicieran más desesperados. Después quiso llevar una corona de espinas. Tantito después se vendó los ojos, y más tarde, en los últimos trechos del camino, se hincó en la tierra, y así, andando sobre los huesos de sus rodillas y con las manos cruzadas hacia atrás, llegó a Talpa aquella cosa que era mi hermano Tanilo Santos; aquella cosa tan llena de cataplasmas y de hilos oscuros de sangre que dejaba en el aire, al pasar, un olor agrio como de animal muerto.

Y cuando menos acordamos lo vimos metido entre las danzas. Apenas si nos dimos cuenta y ya estaba allí, con la larga sonaja en la mano, dando duros golpes en el suelo con sus pies amoratados y descalzos. Parecía todo enfurecido, como si estuviera sacudiendo el coraje que llevaba encima desde hacía tiempo; o como si estuviera haciendo un último esfuerzo por conseguir vivir un poco más.

Tal vez al ver las danzas se acordó de cuando iba todos los años a Tolimán, en el novenario del Señor, y bailaba la noche entera hasta que sus huesos se aflojaban, pero sin cansarse. Tal vez de eso se acordó y quiso revivir su antigua fuerza.

Natalia y yo lo vimos así por un momento. En seguida lo vimos alzar los brazos y azotar su cuerpo contra el suelo, todavía con la sonaja repicando entre sus manos salpicadas de sangre. Lo sacamos a rastras, esperando defenderlo de los pisotones de los danzantes; de entre la furia de aquellos pies que rodaban sobre las piedras y brincaban aplastando la tierra sin saber que algo se había caído en medio de ellos.

A horcajadas, como si estuviera tullido, entramos con él en la iglesia. Natalia lo arrodilló junto a ella, enfrentito de aquella figurita dorada que era la Virgen de Talpa. Y Tanilo comenzó a rezar y dejó que se le cayera una lágrima grande, salida de muy adentro, apagándole la vela que Natalia le había puesto entre sus manos. Pero no se dio cuenta de esto; la luminaria de tantas velas prendidas que allí había le cortó esa cosa con la que uno se sabe dar cuenta de lo que pasa junto a uno. Siguió rezando con su vela apagada. Rezando a gritos para oír que rezaba.

Pero no le valió. Se murió de todos modos.

"… Desde nuestros corazones sale para Ella una súplica igual, envuelta en el dolor. Muchas lamentaciones revueltas con esperanza. No se ensordece su ternura ni ante los lamentos ni las lágrimas, pues Ella sufre con nosotros. Ella sabe borrar esa mancha y dejar que el corazón se haga blandito y puro para recibir su misericordia y su caridad. La Virgen nuestra, nuestra madre, que no quiere saber nada de nuestros pecados; que se echa la culpa de nuestros pecados; la que quisiera llevarnos en sus brazos para que no nos lastime la vida, está aquí junto a nosotros, aliviándonos el cansancio y las enfermedades del alma y de nuestro cuerpo ahuatado, herido y suplicante. Ella sabe que cada día nuestra fe es mejor porque está hecha de sacrificios…"

Eso decía el señor cura desde allá arriba del púlpito. Y después que dejó de hablar, la gente se soltó rezando toda al mismo tiempo, con un ruido igual al de muchas avispas espantadas por el humo.

Pero Tanilo ya no oyó lo que había dicho el señor cura. Se había quedado quieto, con la cabeza recargada en sus rodillas. Y cuando Natalia lo movió para que se levantara ya estaba muerto.

Afuera se oía el ruido de las danzas; los tambores y la chirimía; el repique de las campanas. Y entonces fue cuando me dio a mí tristeza. Ver tantas cosas vivas; ver a la Virgen allí, mero enfrente de nosotros dándonos su sonrisa, y ver por el otro lado a Tanilo, como si fuera un estorbo. Me dio tristeza.

Pero nosotros lo llevamos allí para que se muriera, eso es lo que no se me olvida.



Ahora estamos los dos en Zenzontla. Hemos vuelto sin él. Y la madre de Natalia no me ha preguntado nada; ni que hice con mi hermano Tanilo, ni nada. Natalia se ha puesto a llorar sobre sus hombros y le ha contado de esa manera todo lo que pasó.

Y yo comienzo a sentir como si no hubiéramos llegado a ninguna parte, que estamos aquí de paso, para descansar, y que luego seguiremos caminando. No sé para dónde; pero tendremos que seguir, porque aquí estamos muy cerca del remordimiento y del recuerdo de Tanilo.

Quizá hasta empecemos a tenernos miedo uno al otro. Esa cosa de no decirnos nada desde que salimos de Talpa tal vez quiera decir eso. Tal vez los dos tenemos muy cerca el cuerpo de Tanilo, tendido en el petate enrollado; lleno por dentro y por fuera de un hervidero de moscas azules que zumbaban como si fuera un gran ronquido que saliera de la boca de él; de aquella boca que no pudo cerrarse a pesar de los esfuerzos de Natalia y míos, y que parecía querer respirar todavía sin encontrar resuello. De aquel Tanilo a quien ya nada le dolía, pero que estaba como adolorido, con las manos y los pies engarruñados y los ojos muy abiertos como mirando su propia muerte. Y por aquí y por allá todas sus llagas goteando un agua amarilla, llena de aquel olor que se derramaba por todos lados y se sentía en la boca, como si se estuviera saboreando una miel espesa y amarga que se derretía en la sangre de uno a cada bocanada de aire.

Es de eso de lo que quizá nos acordemos aquí más seguido: de aquel Tanilo que nosotros enterramos en el camposanto de Talpa; al que Natalia y yo echamos tierra y piedras encima para que no lo fueran a desenterrar los animales del cerro.



 
Morirse,30.04.2023




San Salvador solo es soportable a esta hora, dentro de un carro con aire acondicionado y música. La gente cree que la tristeza de uno viene de situaciones comunes: mala relación con la familia, el desamor, el temor a envejecer, el estrés laboral. Mi tristeza viene de cosas más sencillas. A mí me entristecen las casas horribles de esta calle, por ejemplo. Me pone de mal humor no poder cambiarlas, por ejemplo. Si pudiera demolería todo San Salvador y lo reconstruiría a mi gusto. Arquitectura brutalista, por ejemplo. Y luego me acusarían de robarles el color y la basura y el desorden. Qué tiene de malo una edificación cuya única belleza es ser útil. Pero vos querés tus paredes verde neón y tus balcones de hierro. Vos querés ventanas redondas para que tu casa parezca un maldito submarino. Soy fan de los Beatles me vas a decir y me vas a caer peor. En fin. A mí me entristece lo que no puedo arreglar, comenzando por San Salvador, esta ciudad inmunda que solo es soportable esta hora, cuando no hay nada abierto a excepción de las gasolineras y las farmacias veinticuatro siete. Una de las pocas cosas que me hacen feliz es detenerme en la gasolinera del mirador, comprar un café y luego sentarme en el capó del carro para tomarme mi café mientras veo las luces de la ciudad mierdera esta en la que vivo. Así San Salvador se ve inofensiva, tranquila, hasta acogedora. A uno se le olvida que allá abajo hay hombres que te sacan las tripas por menos de veinte dólares. Otra de las pocas cosas que me hacen feliz es hacer viajes por carretera. Los doctores jodían con eso, con preguntar que es lo último que me hizo feliz, y cuando me tocaba responder revolvía y revolvía entre las hojas en blanco de mi memoria buscando algo cierto. ¿Cortarme las uñas? ¿Pasar al cajero y sacar el dinero de mi sueldo? ¿El pastel de higo? Una vez estando a solas y sin la presión de dar una respuesta me puse a pensar en eso y me di cuenta de que la última vez que fui genuinamente feliz fue hace trece años, cuando me fui en bus hasta Costa Rica. Llegué a San José a las tres de la mañana y al quedarme sola me sentí bien con saber que ahí nadie me conocía. Recordé el libro ese que me gusta mucho porque parece más un borrador que un libro terminado -con perdón del autor-; dice en algún lado que lo que le gustaba era ese anonimato perfecto de llegar a una ciudad desconocida y entrar a un restaurante para pedir un plato de sopa, algo así. Lo de la sopa es relevante porque al estar en un sitio nuevo no hay un camarero que te conozca y sepa qué vas a pedir. Podrías buscar el equivalente a lo que pedís en casa pero como estás en un sitio nuevo te animás a otra cosa. Otra guarnición. Otro sabor de limonada. Nada de buenas tardes señorita Wu, ¿le sirvo una limonada de fresa con bastante hielo? Me gustaría largarme de aquí y llegar a una ciudad donde nadie me reconozca, donde nadie le ponga un nombre a mi cara. Una ciudad soportable a cualquier hora, no solo de noche. Soportable sin carro con aire acondicionado y canciones de Jeff Buckley.

http://bit.ly/427...




 
Morirse,02.05.2023



Poemas [3]


Sin nada
Rui Knopfli


Me di entero. Los otros
construyen el mundo (o eso
creen). Yo me siento
en la calle sin nada mío
y tengo una sonrisa
triste y una gota
de blanda ternura en la mirada.
Me di entero. Me quedan apenas
corazón, vísceras y un cuerpo.
Con eso voy viviendo.



 
MCavalieri,03.05.2023
Yo te colaboro con un poema, de metida nomás.


«Análisis tardío»


Sé bien, sé bien que estoy en el fondo de la fosa;
que todo aquello que toco ya lo he tocado;
que soy prisionero de un interés indecente;
que cada convalecencia es una recaída;
que las aguas están estancadas y todo tiene sabor a viejo;
que también el humorismo forma parte del bloque inamovible;
que no hago otra cosa que reducir lo nuevo a lo antiguo;
que no intento todavía reconocer quién soy;
que he perdido hasta la antigua paciencia de orfebre;
que la vejez hace resaltar por impaciencia sólo las miserias;
que no saldré nunca de aquí por más que sonría;
que doy vueltas de un lado a otro por la tierra como una bestia enjaulada;
que de tantas cuerdas que tengo he terminado por tirar de una sola;
que me gusta embarrarme porque el barro es materia pobre y por lo tanto pura;
que adoro la luz sólo si no ofrece esperanza.


Pier Paolo Pasolini

(Traducción de Hugo Beccacece)

 
sin,04.05.2023
Morirse, mis sentimientos por ti también son reales, quieres ser mi novia?
 
SrButterfly,06.05.2023
Si no te acepta. Quisiera ser tu novio, sin.
 
Morirse,06.05.2023




Gracias por el poema, Melina, me encanta. Y me encanta que pasés por acá, colaborá siempre :3

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Es todo suyo, SrButterfly.

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Aquel día estaba oyendo la radio y comenzó a sonar esta canción. Qué lindo asociarla con alguien, veá.

http://bit.ly/3Lv...



 
Morirse,07.05.2023




Micromaternidades [1]


Estoy sentada en el patio y veo a los niños de kinder caminando en fila. Van a la cafetería a ensayar su baile para el día de la madre. Se detienen frente a mí y me saludan con su alegría ruidosa y yo los saludo con mi alegría sobria. Le digo a J que se amarre las cintas y por la manera en que me mira entiendo que no sabe cómo. Le digo que se las voy a amarrar y de inmediato me pone un pie sobre la rodilla. Siempre les pido que lo hagan para no tener que agacharme, tengo destrozada la espalda, en especial en estas semanas en que me paso muchas horas pintando. Una vez que está listo me abraza y me dice que me quiere. Una cosita así de pequeñita y así de frágil como un pájaro me dice que me quiere, a mí, ¿entendés? A mí. Le respondo que también lo quiero y se va brincoteando como uno de esos pajaritos que no pueden caminar de lo livianos que son.



 
MCavalieri,08.05.2023
Qué belleza, Emma.
 
Morirse,10.05.2023





We are
accidents
waiting
waiting
to happen...



 
remos,10.05.2023
Tus amigos te murieron.
 
MCavalieri,10.05.2023
Como quiero que este lugar vuelva a ser sobre literatura -al parecer uno de los últimos que queda-, trabajo que venís haciendo tan bien, Emma, dejo un poema de Eugenio Mandrini.



LIBERTAD

Escribimos sobre ella
para no ser demolidos por el día (monótono
elefante)
ni por la noche (jauría en la memoria).
Para que en esta ciudad tan fría
su nombre abrigue más que una barricada
de lana.
Para que los amantes incendiarios no cesen
de brillar como meteoros cuando se apaga
la noche.
Para que la oscuridad no presida
la mesa, el sueño, lo imposible, el mundo.
Escribimos sobre ella, en fin,
para no volvernos radiactivos.
Otros poetas, que la ignoran, son felices
o triunfan.



 
Morirse,10.05.2023




Gracias, Melina, por el poema y por tus palabras. Y sí, intenté publicar aquí para que la página no se estancara por tanto tiempo, para no molestar a los que no se les puede hacer sugerencias de ningún tipo ni a los uneadores que me caían encima al ver mis textos en los más recientes. Para hacer algo bueno de un foro que abrieron -irónicamente- para molestarme. Intenté compartir lo que escribo, lo que escriben otros, por ahí una que otra cosa interesante, pero es inútil. Igual admiro tu deseo sincero de que las cosas mejoren y me gustaría que todo resulte como esperás. Yo no tengo nada más que aportar a este sitio.



 
Glori,10.05.2023
Es muy triste lo que está pasando.
 
Glori,10.05.2023


Un arte

El arte de perder no es difícil adquirirlo.
Tantas cosas parecen empeñadas
en perderse, que su pérdida no es un desastre.

Pierde algo cada día. Acepta el tumulto
de llaves de puertas perdidas, la hora malgastada.
El arte de perder no es difícil adquirirlo.

Practica entonces perder más aún, y más rápido:
lugares, nombres, y el sitio al que se suponía
que viajarías. Nada de esto será un desastre.

Perdí el reloj de mi madre, y -¡mira!- la última, o
penúltima de tres casas que amaba se fue.
El arte de perder no es difícil adquirirlo.

Perdí dos ciudades, ambas adorables. Y, más ampliamente,
algunos sitios de los que era dueña, dos ríos, un continente.
Los echo de menos, pero no fue un desastre.

-Hasta al perderte a ti (la voz bromista, un gesto
de amor) no habré mentido. Es evidente que
el arte de perder no es demasiado difícil de adquirir
aunque parezca por momentos (¡Escríbelo!) un desastre.
 
Glori,10.05.2023
Elizabeth Bishop
 
guy,27.05.2023
Me tomé el trabajo de transcribir este audio de acá: http://bit.ly/3qf... y me di cuenta de que allá por el 2008 fulanito inventó los audios de WhatsApp.


Y sí, rosa. ¿Viste qué asco, Rosa? ¿Viste qué asco? La pareja abierta. ¿Qué es la pareja abierta, Rosa? Que van dos matrimonios y cada uno con quien quiere. A lo que ha llegado el ser humano, Rosa. Qué asco. ¿Cómo la entendés vos? En la plaza, Rosa, dos por tres las mujeres se comen la boca en la plaza adelante de los chicos. ¿Qué se le pasa por la cabeza a una criatura? Dos mujeres besándose así. Dos hombres besándose. ¿Viste? Yo no es que me admiro de nada, Rosa, pero a mí me da un poco de vergüenza porque hay criaturas en la plaza, Rosa. ¿Cómo le explicás vos a un chico? Antes no se veía eso. Yo no sé si está bien o está mal. Pero dios hizo al hombre y a la mujer para que estén en pareja. Y cómo se dejan el culo, Rosa. ¿Viste esa que vos me hiciste ver, del psicólogo? Que dice tenés que dársela por el culo, en cuatro patas, pero destrozale el culo, decía el tipo. El psicólogo estaba loco. No es que estaba loco. El hombre no quiere más la concha de la mujer, Rosa. El hombre quiere el culo porque todo hombre sueña con que lo cojan por atrás. Dicen que es así. Eso dicen los psicólogos. ¿A dónde vamos, Rosa? Entonces la mujer no va a tener más hijos porque ya por la vagina no la van a coger más. ¿A dónde vamos, Rosa? ¿Qué va a ser de cuando… cuando Fausto sea grande? ¿Qué va pasar cuando Catalina sea señorita? ¿A dónde va el mundo, Rosa? ¿Adónde va? ¿Nunca te lo preguntaste? Ya nadie habla del amor. Hablan de esas cosas. Ya la vagina el hombre no la quiere más. El hombre quiere el culo. Pero también vos te ponés a pensar… qué bicho feo la concha, Rosa. Qué bicho, Rosa.
 
Morirse,28.05.2023




Jajajaja no veía las fotos o qué, jajajaja. Igual tiene razón en lo que dice al final, eh.

No había leído a fulanito. Medio me cagaste con la referencia porque me fui a leer sus cuentos y, mirá, justo llevo semanas tratando de terminar algo que se parece mucho a sus cuentos y no me convence, jajajaja. En fin, este me encanta:

mono rascándose

Bueno, dale, te cuento. Pero guarda que te cuento esto por la confianza que nos tenemos. Es secreto, eh. Escuchá. Resulta que yo y Carlos, Carlos y yo, estamos planeando algo. No, tarada, nada que ver. Si tiene novia él. Te digo que estamos planeando algo serio, algo para que Yolanda deje la ópera. Por ahí viene la mano. Queremos hacer que Yolanda encuentre "por accidente" una nota del director que diga que ella es una mala soprano. Ponele, que diga algo como "Mirta: Comprar cable. Llamar al de los amplificadores nuevos. Confirmar tal fecha. Ir viendo a quién llamar porque Yolanda canta muy fiero". Algo así queremos hacer. ¿Malas personas? Pero si ella es la trepadora. Encima de que canta mal (vos misma dijiste que canta mal) le sacó el papel a Ana Inés. Todos queremos que vuelva Ana Inés. ¿O no tenés vos ganas de que vuelva Ana Inés? Y bueno. Ay, mirá eso. Eso, ahí, el mono. ¿No lo ves? Ese de arriba, el que se está rascando. El mono que se rasca. ¿No les sacan los parásitos a los animales en este zoológico? Qué desastre, por favor. Se va a lastimar la piel si sigue rascándose así ese mono.



 
Morirse,28.05.2023



Gracias por el poema, Glori


 
Morirse,10.06.2023



Estaba buscando referencias para un dibujo y, awww

http://bit.ly/3WY...



 
Morirse,10.06.2023




I am a weapon of massive consumption
and it's not my fault, it's how I'm programmed to function.

http://www.youtub...

 
Morirse,10.06.2023




Canciones chivas con videos chivos - 4

http://www.youtub...

 
Morirse,12.06.2023




Comencé a hacer un 30 days drawing challenge porque, por lo mismo de las clases, todo lo que dibujo está relacionado con la escuela. El primer reto es dibujarse en este punto de la vida y bueno, mi vida ahora es dar clases, lol:

http://bit.ly/3p6...

 
Morirse,15.06.2023




Lo *relatable* que se me volvió esta canción veintitrés años después de la primera vez que la escuché. La Emma de trece años no se lo veía venir. Ahí en los comentarios del video hay otros treintones que se sienten igual. Mis amigas treintonas se sienten igual. No nos salió bien lo de la vida sencilla. Now all those simple things are too complicated for our lives. La cosa es que Gwen tuvo sus bebés y así, nosotros solo conseguimos el cabello rosa. En fin. Volviendo a la canción, este comentario de @timmackenzie9714 me gustó mucho: "Gwen always wrote from a place of raw honesty. So much respect for her." Y el bajo, cinco estrellas.

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Morirse,20.06.2023




Canciones que me deprimen
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2. Las cosas que vives - Laura Pausini

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Hay un tipo de hombre que te dedica canciones de que quiere hacerte aquí y allá y ew. Y hay un tipo de hombre que no quiere nada de nada con vos y te caga dedicándote esto... fml.



 
Morirse,20.06.2023




Me puse a pensar en las peores canciones que me han dedicado y aquí va el top tres:


Ponerte en cuatro - Los Amigos Invisibles

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Hoy ten miedo de mí - Fernando Delgadillo

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Así son ellas - Nicho Hinojosa

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***Bonus track***

Cada vez - WarCry

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Las tres hablan de celos, machismo, sexo, de me vale verga lo que pensás o sentís y las razones detrás de tus comportamientos total sos mujer y sos incoherente irracional e incomprensible, sos mía, me pertenecés, te amo pero ni se te ocurra hacérmela porque TE MATO. La de WarCry capaz es un agradecimiento al perro o qué sé yo, pero igual, típico sujeto que te quiere porque estás metida hasta el copete en las pendejadas que le importan pero no tiene idea de qué te interesa a vos. En fin, canciones de ese amor romántico que mi bonita generación de cristal intenta erradicar.

Viéndolo así, cómo no me iba a enamorar de H a pesar de que jamás me iba a corresponder. Cómo no iba a estar muerta de amor por su sensibilidad, su ternura, la forma en que confiaba en mí para que confiara en él, la manera en que consiguió entenderme. A veces me dan ganas de escribirle, lo último que supe de él es que se fue a vivir con su novio a un país nórdico, algo así. Él nunca me dedicó nada horrible, solo canciones bonitas como la de Laura o esta:

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Ahora me siento rara. Veré cómo paso este sentimiento raro a un escrito raro que seguramente no voy a terminar.



 
Morirse,21.06.2023




Leí El viejo y el mar cuando estaba en la escuela, en séptimo u octavo grado. Después de tanto tiempo solo tengo una idea general sobre el libro y sobre Hemingway. Dicen que él fue el del cuentito ese de for sale baby shoes never worn, ¿cierto? Gracias a N ahora tengo otro dato sobre el autor.

N es el encargado de enseñarnos a usar AIs en nuestras clases. Comenzamos con la capacitación el miércoles de la semana pasada y desde entonces estoy luchando por no renunciar. En uno de los recesos se me acercó para interrumpir mis planes sobre qué puedo hacer si renuncio y para hacerme una pregunta: ¿Se imagina, Ms., qué habría pasado si Hemingway hubiera tenido chatG*P*T*? Escribir una frase no le hubiera tomado tanto tiempo. Y me lo dijo todo risueño, con emoción genuina. Le dije que sí me imagino y sostuve la sonrisa mientras me alejaba con la excusa de ir por café. Cuando volví a mi lugar, le hice una pregunta al dichoso chat sobre los tiempos de escritura de Hemingway y la respuesta fue esta: "Sí, es cierto que Hemingway solía dedicar mucho tiempo a la escritura de una sola frase. Su estilo de escritura se caracterizaba por su precisión y concisión, y él buscaba encontrar la palabra y la estructura exactas para transmitir su mensaje de la manera más impactante posible. Hemingway era conocido por revisar y reescribir constantemente sus textos, eliminando cualquier elemento innecesario y simplificando sus frases para lograr una mayor claridad y fuerza. Se cuenta la anécdota de que una vez Hemingway estuvo trabajando durante todo un día en una sola frase para su novela "El viejo y el mar". Este enfoque meticuloso en la elección de las palabras y la estructura de las frases puede haber contribuido a la fuerza y la intensidad de su prosa. Aunque puede haber llevado tiempo escribir una sola frase, este enfoque minucioso y perfeccionista es considerado uno de los elementos distintivos de su estilo literario".

Entendí qué había querido decir N y entendí que no entiende lo que la escritura era para Hemingway. Durante la capacitación ha mencionado cosas como "la gran empresa", "las grandes compañías", "los chicos deben ser eficientes", "la velocidad con la que producirían". Me recordó a un poeta que dice que escribe poesía, entre otras cosas, para no ceder la totalidad de la escritura a los anuncios, las corporaciones, los discursos políticos, los oligarcas y a cualquiera que la use como una forma de poder. También recordé ese tiempo de mi vida en que debía ser eficiente para una de esas compañías grandes: cómo deslizaba una tarjeta sobre un lector para abrir una puerta, las cámaras de vigilancia cada tres metros, mi imagen cuadruplicada en las paredes de espejo del elevador, mis abrigos y mis botas hasta las rodillas para soportar el aire acondicionado, mi necesidad de una coca cola a las cuatro de la mañana y el olor a cigarro de la cafetería. Paredes grises, pisos grises, alfombras grises, casilleros grises, sillas grises, mesas grises. Metal, aluminio, hierro. Nunca olvido esa primera reunión de grupo con el jefe de piso donde nos dijo que una vez que pasábamos por la puerta dejábamos de ser personas para ser un número y que lo único que le importaba de nosotros era nuestra capacidad de producir. Dijo que dentro del cubículo no éramos más que estadísticas y que nuestra responsabilidad era ser eficientes, rápidos, concisos. Resolver a la primera, sin titubear, sin andar preguntando. Algunos duraron solo una semana, algunos un par de meses, algunos el año y algo. Yo me quebré a los tres años y pensé que era débil porque otros tenían ocho, diez, doce años trabajando a ese ritmo desenfrenado, pero ahora recuerdo cómo usaban cada receso para fumar y su dificultad para hablar por culpa de la resaca. Así se sostienen esas eficiencias, con litros de alcohol, kilos de tabaco y toneladas de antidepresivos.



Los tres maestros millennials cool de la escuela se emocionan con sus clasecitas en nearpod, sus pizarras de corcho virtuales y con sus imágenes deformes creadas con quién sabe qué aberración artificial. N señala la presentación sobre Lichtenstein que acabo de crear en apenas dos minutos, con solo digitar su apellido, y con su sonrisa de vendedor pregunta mi opinión. Respondo que la información es muy general y que las imágenes que la acompañan no son las que corresponden a la obra real del artista, que son horribles. Intenta persuadirme de que la ventaja es que ahora ya no tengo que tardarme horas investigando sobre un pintor o pintando una reproducción que al final tampoco va a ser igual a la pintura original. Cómo se nota que nunca se ha enamorado. Uno cuando ama se puede pasar la vida con lo que ama y nunca se le agota el amor. Quién dice que yo no quiero saber qué movía a Roy a copiar viñetas de cómics en lienzos de cuatro metros de largo o la manera en que consiguió integrar los puntos benday en sus composiciones. Quién dice que yo no quiero tardarme horas siguiendo los trazos de las pinturas que conmueven y adornan mi mundo interior. Me guardo ese pensamiento porque no lo entendería, pero sí me sincero y agrego que de todos modos no puedo estar de acuerdo con usar herramientas que están dejando sin trabajo a ilustradores y pintores, algunos conocidos míos. Sonríe para darme la solución: ante eso lo que nos va a salvar es la sensibilidad, la creatividad de cada artista, 'eso' que tiene la obra humana que una inteligencia artificial no puede recrear. Todavía. Le recuerdo que el trabajo de los pintores, ilustradores e incluso diseñadores gráficos es muy despreciado y mal pagado, en especial por esas grandes empresas que mencionó hace rato, y que si esas compañías tienen una opción que les da resultados inmediatos veinticuatro siete, con una calidad medio aceptable y por solo diez dólares al mes, por supuesto que la van a tomar. Que seamos sensibles, que prestemos atención a los detalles, que nos destrocemos la espalda con tal de conseguir pinceladas perfectas son cosas que nos importan a nosotros los artistas, no a los dueños de sus benditas corporaciones que siempre andan buscando formas de no pagar lo justo o de despedir a quienes se ausentan por enfermedad o situaciones familiares. La sonrisa de vendedor se le viene abajo y dice que le parece interesante ese punto de vista, sobre todo porque también quiere abordar el uso ético de las AIs. Lo veo con cara de asombro y hago énfasis en que no es posible hablar de ética cuando a los desarrolladores de midjourney y demás no les importó robarse el trabajo de cientos de artistas gráficos, así como no les importan las consecuencias del uso de sus creaciones y le pido que por lo mismo me disculpe por no ser tan entusiasta. Asegura que está bien y que "vamos" a encontrar la forma de que todo funcione. El timbre suena, le agradezco por su tiempo y me voy a mi salón. A solas y en mi escritorio, pienso en nuestra conversación, en lo difícil que es aceptar que posiblemente uno va a quedar fuera de juego antes de llegar a los cuarenta años, en que todo esto se me hace parecido a aquel escrito de Papini, sobre todo en la parte de crear sin considerar para qué se puede usar esa creación:



—¿Qué experimenta usted, míster Lawrence, ante el pensamiento de los estragos debidos a su descubrimiento, y de los otros, quizá más vastos, que sobrevendrán en el futuro?

El mortífero profesor no se alteró lo más mínimo, me respondió con una calma angelical:

—Quiero suponer, míster Gog, que usted sabe, por lo menos de un modo general, qué es la ciencia y cómo ha sido siempre, al menos desde Tales en adelante, la pasión de los sabios. Éstos no se preocupan en lo más mínimo de las posibles consecuencias prácticas, sean útiles o nocivas, de sus investigaciones y de sus teorías. Tan sólo se proponen elaborar hipótesis y módulos capaces de dar una representación aproximada y una interpretación plausible del universo y de sus leyes. Los fundadores de la nueva Física nuclear: Rutherford, Niels Bohr y demás, no pensaban ni preveían que sus descubrimientos darían a los hombres, más adelante, la capacidad de fabricar una bomba capaz de aniquilar en pocos segundos a millares y millares de vidas. Tan sólo querían penetrar los secretos del átomo, de esa última parte de la materia que por espacio de tantos siglos había parecido ser indivisible, mostrándose refractaria a cualquier análisis. Resumiendo: querían conocer y no destruir. Yo mismo, con el ciclotrón, me proponía simplemente acelerar los movimientos de esas partes electrificadas, y esto para una finalidad exclusivamente experimental. Luego vinieron los militares, los políticos, quienes quisieron servirse de nuestros descubrimientos para uno de los objetivos máximos de las competencias mundiales: la abolición rápida y en masa de las vidas humanas.

»Ésta es la eterna tragedia del hombre: no puede menos que indagar, explorar, conocer, y casi siempre sus descubrimientos hacen sobrevenir catástrofes y muerte. La física nuclear es el acto más trágico de esta tragedia: por haber querido revelar los secretos del átomo el hombre tiene ahora en sus manos el medio para destruirse a sí mismo, para destruir la vida en todas sus formas, quizá para destruir al mismo planeta.

—Comprendo perfectamente —le respondí— pero a pesar de todo ello, ¿no experimentan alguna vez el escalofrío del remordimiento? ¿No estaría mejor renunciar al deseo del conocimiento a fin de ahorrar las vidas de los seres humanos?

—Le haré observar —replicó el profesor Lawrence con su voz tranquila— que la hecatombe de vidas humanas no debida a las enfermedades y a la vejez, es mucho mayor, en años de paz, que la debida a la bomba atómica. Ésta se cobra muchas víctimas en un minuto, mientras que las otras causas hacen muchísimo más, pero diseminadas y esparcidas tanto en el espacio como en el tiempo. Hagamos algunos números. Sume a todos los que mueren asesinados por sus semejantes con armas o con venenos, a los que se matan con sus propias manos, a los que son deshechos por los automóviles, a las víctimas de choques y siniestros ferroviarios, a los que arden en los aeroplanos incendiados, a los que se ahogan en los ríos o en los naufragios marítimos, a los obreros que son triturados por las máquinas, a los mineros que se asfixian sepultados en las minas, a los que son ahorcados o fusilados por sus delitos, a los que son alcanzados por los tiros de la policía en los movimientos o motines y a los que son barridos por las ametralladoras, a los que mueren carbonizados en los incendios y explosiones, a los que fallecen de golpe en los certámenes de boxeo o en las carreras de automóviles, a los fulminados por la corriente eléctrica y a los alcanzados por los tóxicos en los experimentos científicos. Y tenga en cuenta que dejo a un lado a las víctimas de los terremotos, de las erupciones volcánicas, de los rayos, de los deslizamientos de tierra y de los aludes. Cuente tan sólo los seres humanos que mueren por causas estrictamente humanas, y verá que cada año y en todo el mundo alcanzan a varios millones, que son muchísimos más que los muertos por la condenada bomba atómica. Pero, como esos pobres cadáveres se hallan diseminados en todos los países, y son segados por muerte no natural y violenta en distintos días y meses, entonces, únicamente los estudiosos de la estadística llegan a tener conocimiento de los pavorosos totales; por eso es que el hombre común se conmueve y excita ante el episodio de Hiroshima, y no piensa en esas otras calamidades, mucho mayores, que acontecen todos los días y en toda la superficie de la tierra. La compasión no alcanza a ser homeopática, sino que es suscitada únicamente por el exterminio simultáneo y en masa.

»Y, sin embargo, también en las innumerables atroces muertes de cada día hay siempre responsables: fabricantes, técnicos, conductores, criminales, perezosos, descuidados, ignorantes, etc. Por lo tanto, ¿por qué únicamente yo habría de sentir remordimiento, yo que trabajé antes que nada para acrecentar los conocimientos del universo que posee el hombre, yo, que únicamente por obligaciones de ciudadano colaboré en la construcción de un arma que debía vindicar y proteger a mi patria?



 
Morirse,24.06.2023



Las cosas que hacés por un sueldo mínimo.
La gente
 
Morirse,24.06.2023




Las cosas que hacés por un sueldo mínimo.
La gente que soportás con tal de recibir tus tres billetes de cien dólares.
Los microbusitos en los que esperás horas para llegar a tu escritorio con una pata más corta.
Yo no soy envidiosa y reconozco sin pena que es una de mis cualidades más bonitas:
tené lo que querás, cosa tuya, me alegro por vos aunque en realidad no me importa
pero a veces sí siento algo parecido a la envidia cuando pienso en G y su vida aesthetic en el desierto de Santa Fe.
Mientras intento fundirme con la ventana para no sentir la piel del que llevo al lado
G pinta piedras, pinta perros, pinta patos, pinta las piedritas que recoge en su caminata matutina.
Mientras duermo en mi asiento de forro plástico, G toma su café caliente en el pórtico de su casa
y la arena del desierto se desliza debajo de sus pies y ve a su perro persiguiendo liebres
y los cactus florecen sin parar y ella se levanta de su sillón de mimbre y va y les toma fotos y luego
tapiza su taller con fotos de flores que pasará a un boceto que se convertirá en una acuarela
de la que venderá cientos de copias a través de su tienda en línea y jamás tendrá que sentir
el aliento de alguien que se acerca mucho para preguntarle si ahí es la parada de la Universidad Nacional.
G y sus desayunos de pan recién horneado, sus vasos de jugo de toronja, sus tomates cereza.
Yo y mi microbús lleno de gente, mis dós dólares para un café y una galleta, mi bolso lleno de papeles
repletos de disparates y garabatos y personajes de ficción alineados en batallas donde la perdedora soy yo.
Yo no soy envidiosa y reconozco sin pena que es una de mis cualidades más bonitas:
qué bueno que ganaste, es una recompensa a tu esfuerzo o los astros alineados dándote un obsequio, qué más da,
pero a veces sí siento algo parecido a la envidia cuando pienso en G y su vida aesthetic en el desierto de Santa Fe
cuando pienso en sus libros y rompecabezas expuestos en las librerías y en las revistas de diseño que la han entrevistado
por su buen gusto, por la manera en que combina texturas, por la calidez de su paleta de colores,
por las paredes de adobe que su marido levantó con sus propias manos. Ah, porque ella se consiguió un hombre de verdad
uno que fabrica y resuelve, uno que se echa el saco de ladrillos al hombro y arranca la mala hierba, no uno de esos que... bueno, no quiero tocar ese tema.
G y sus mazorcas de colores, sus racimos de chiles, sus dijes turquesa, sus espinas cortando la nieve.
Yo y mis compañeros de trabajo, nuestra compañía forzada en el almuerzo, mi desprecio y mi necesidad de tenerlos a metros de distancia.
Cómo quisiera levantar mi casa de adobe en el desierto. Cómo quisiera no volver a hablar con ninguna de estas personas horribles.
Pero a mí me tocó el otro extremo. A mí me tocó el ruido. A mí me tocaron los colores neón, la comida rápida, las filas que no terminan.
A mí me tocó escuchar las historias insípidas de gente estúpida que se cree graciosa o relevante, no tuve la suerte de G que solo habla
con las plantas rodadoras y con las pinturas de Georgia O'Keeffe. Ahora, por ejemplo, G talla un pájaro de madera en silencio, y no se imagina
que alguien a kilómetros de distancia está a punto de salir a ahogarse en la lluvia del trópico y en un sentimiento amargo que se parece a la envidia, pero no es.



 
MCavalieri,25.06.2023
Qué buen texto, Emma. Ese final es perfecto.
 
Morirse,26.06.2023



Gracias Meli :3
Como te decía hace un rato, ya le vi los mil gallos que tiene jajajaja pero en general me gusta, hay que pasarle la lija nomás :3



 
Morirse,28.06.2023



Mood de "me adelantaron las vacaciones":

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Morirse,29.06.2023




Tomó un puñado de presos y les quebró las piernas con un mazo, les arrancó las uñas con un clavo, los dejó empalados a la orilla de un camino rural, con aquel olor de la sangre, el vuelo testarudo de las moscas y el sol del mediodía que los hizo maldecir la vida que les quedaba. Tomó un montón de bombas e hizo que estallaran en el centro de la capital. Tomó un grupo de estudiantes y los ametralló en una marcha. Eso es el libro de X. Un testimonio más de cómo fue sobrevivir a la guerra civil. Seguís leyendo y te encontrás con las mujeres que esperan escondidas en el monte, las que se muerden la lengua cuando las llevan a reconocer lo que queda de sus familiares y con los soldados que por alguna razón quizás asociada a las violaciones que cometen, aseguran que el yogur tiene la consistencia del semen. Evidentemente no tienen idea de lo que hablan. Yo lo explicaría pero esto no se trata de mis perversiones sino de que X es un traidor. Traidor él y traidores estos que le ponen su nombre a un sándwich como si fuera algo gracioso. Y entiendo el concepto de que es un lugar para lectores y que por eso los sándwiches tienen nombres de libros escritos por salvadoreños. Medio cursi, medio pendejo, a mí qué, yo solo limpio mesas y sirvo la comida. Pero X no se merece ni eso, pues. Pinche vendido, lucrando primero con los kilos de carne de muerto que describe en su libro y ahora como administrador en la biblioteca del presidente. Seguro está en su oficina made in china, con su cafetera, su aire acondicionado y la serenidad con la que observa la plaza donde una estampida mató a decenas de los que se congregaron a llorar el asesinato de un cura. Y yo aquí sirviendo un sándwich con papas fritas que lleva su nombre de mierda. A veces me da risa, a veces me emputa. Por eso nos pasa lo que nos pasa. Nos tomamos a broma lo de la mega cárcel, hacemos chiste de las cabinas de cajeros bitcoin abandonadas, los animales que buscan refugio en las residenciales nuevas nos parecen cute. Le ponemos nombre de traidores a los sándwiches. Somos un chiste. X es uno de los peores. Qué "Generación Comprometida" ni qué carajos. Por eso nos pasa lo que nos pasa. Por eso dudo, sabés. He abierto el mensaje de confirmación del taller mil veces, tal vez para convencerme, para darme valor. Entre más aprendo, entre más me meto en esto, menos ganas tengo de seguir escribiendo. El sábado a esta hora voy a entrar a un salón, voy a buscar un pupitre cerca de la salida, voy a evitar la mirada de los presentes, voy a sacar de mi cartera una libreta y un lapicero y voy a escuchar cómo escribir cuentos bonitos que se pueden leer mientras comés un sándwich que lleva el nombre de un traidor.




 
Morirse,03.07.2023




Random thoughts mientras me termino la avena:

- El0n sigue cagándose en twitter, ahora al limitar los tweets que podemos leer al día y me preocupa porque la cantidad de basura virtual que necesito para sobrevivir es grande y twitter es mi fuente principal.
- Hay luna llena en capricornio. No sé, pero lindi.
- Vi You Hurt My Feelings y casi no soporté porque para vidas aburridas en las que no pasa nada trascendental la mía. Lo peor: Julia Louis-Dreyfus. Lo mejor: David Cross y solo porque actuó en Eternal Sunshine of the Spotless Mind y en Arrested Development, que es una de mis series favoritas.
- En Arrested Development también actuaron Michael Cera y Mae Whitman, que también actuaron en otra de mis películas favoritas: Scott Pilgrim vs. The World.
- Hablando de Scott Pilgrim vs. The World, ¿lo perfecta que es Mary Elizabeth Winstead como Ramona? Pfff, mejor imposible. Cuando leí los cómics no imaginé que iba a haber una película y menos una actriz que fuera tan exacta para el papel. También Brie Larson me parece una buena Envy y aunque Aubrey Plaza me cae mal, también quedó perfecta como Julie Powers. Todos los actores quedaron perfectos, la verdad.
- *interludio* http://www.youtub...
- Siempre que vienen a anunciar algo aquí me acuerdo de esto: http://bit.ly/3Dg...




 
Morirse,08.07.2023




Random thoughts mientras me termino mi limonada con jengibre:

- Me encanta la limonada con jengibre.
- Cada vez que termina la reunión con M y M me quedo pensando que podría escribir sobre temas que no me llaman la atención nomás por hacer el ejercicio, para ver qué sale.
- Escribir de amor romántico no me llama la atención.
- Cuando era joven pensaba que tener una pareja era algo parecido a un trámite, tipo algo que tenés que hacer cuando llegás a cierta edad porque es así, porque así funciona la vida, algo como sacar la licencia de conducir o la cédula. Iba a tener pareja, íbamos a tener citas, nos íbamos a encamar, íbamos a vivir juntos. O no. No estaba segura sobre dejar mi independencia. No estaba segura sobre el matrimonio. Estaba segura sobre no tener hijos. Todo muy uno-dos-tres, muy cuadriculado.
- Cuando me enamoré por primera vez no escribí nada, no tenía qué escribir. Me enamoré de un hombre que se enamoró de mí con la misma intensidad y no había espacio para la distancia y el silencio. No tenía qué escribir. Me la pasaba cogiendo con él y yendo a todas partes colgada de su brazo y riendo y siendo feliz. Cuando terminó tuve espacio para el silencio que había postergado y la distancia dolía tanto que no me dejó escribir. Conseguí meterlo en un texto pequeñito quince años después y solo porque al recibir su mensaje me di cuenta de que me olvidé por completo de su existencia hace mucho.
- Si bien he escrito un par de cosas sobre hombres que fueron muy buenos conmigo, en general no me gusta escribir sobre tipos que han despertado sentimientos en mí, lo considero una debilidad. Algo de orgullo habrá en no admitir que un tipo me hizo sentir así o asá, en especial si se portó pura mierda conmigo. Sí he incluido a alguno en textos cuya intención era esa, hablar de lo mierda que fue conmigo en el aspecto amoroso, pero a medio camino me da asco y no puedo terminarlos. Capaz dentro de otros quince años.
- Escribir cuestiones eróticas tampoco me llama la atención.
- Aquel día leí aquí algo que me cayó mal. Era la misma historia de la mujer que es modosa afuera de su casa pero adentro es como... a ver, cómo es que dice... lo voy a copiar literal: «Aquella funcionaria, vestida de funcionaria, escondía una puta detrás. En el sentido de apetente sexual por varón; no de que me cobrara emolumentos por aquella razón». No entiendo cómo a estas alturas podés decir que una mujer se comporta como una puta nomás porque hace algo más que abrir las piernas, qué tremendo. Nada mal con las putas, al contrario, pero me da no sé qué que sigan escribiendo eso para ilustrar el deseo de un personaje femenino. Quiero pensar que escribir estas cosas está relacionado con la edad de quien escribe, con que antes las mujeres se metían debajo de sábanas con un agujero para que los hombres las penetraran y hasta ahí, y no con que el escritor no sabe cómo es que una mujer te coma con deseo y amor.
- *interludio* una de mis canciones de amor favoritas: http://www.youtub...
- Aquí también he leído dizque cuentos eróticos que me han hecho reír mucho, en especial cuando empiezan a describir la dura virilidad del varón, su tallo erguido, su gran tesoro, su erecta hombría, etc. Cómo les cuesta decir pene, falo si se ponen exquisitxs. Por eso es que no escribo nada erótico. Para salir con que acarició mis redondeces y posó su miembro erecto en mi húmedo centro secreto mejor no escribo ni verga. Ja.




 
MCavalieri,08.07.2023
Me gusta cómo siempre le das ese giro a las cosas, hasta el humor de la narradora va cambiando. Me hiciste reír mucho con ese final. Se me ocurre que esos M y M son una influencia dudosa
 
guy,08.07.2023
Hay bonitos relatos eróticos sin boludeces que parecen escritos por gente que sabe escribir. No sé quién es este, pero es muy bueno, una especie de Tom Sharpe español.

http://bit.ly/43i...
 
Morirse,09.07.2023



Esos dos son cosa seria, Meli. Siempre me dejan pensando cosas

Gracias, Guy. Tenés razón, es un relato bonito y sin esas tonteras raras que me caen mal.




 
Morirse,20.07.2023




«No es raro que necesite masturbarme, hoy ha sido un día muy estresante. El viejo no consiguió volverse famoso, de nuevo.
Llevaba dos días sin aparecer y volvió esta tarde, justo después de comer, rodeando con un brazo los hombros de un chico desmelenado, con granos, vestido con traje gris de tela fina y brillante y una corbata rosa.
—Este colega —dijo mi padre con cariño— es nuestro futuro. Saluden al futuro, niños.
Todos saludamos educadamente al colega, nuestro futuro.
En el pasillo, nuestro padre nos informó, en medio de una nube de vapores de cerveza Guinness, que creía que el chico era un cazatalentos de una compañía discográfica de Londres llamado Rock Perry. "Aunque también podría ser que se llamara Ian".
Todos miramos al joven, sentado en el salón, en el asiento hundido de nuestro sofá rosa. Ian estaba muy borracho. Tenía la cabeza entre las manos, parecía que la corbata se la había puesto un enemigo y lo estaba estrangulando. No parecía el futuro. Parecía 1984. En 1990, eso era estar muy pasado de moda, incluso en Wolverhampton.
—Si nos lo montamos bien, seremos millonarios —dijo nuestro padre, en voz baja pero con mucho énfasis.
Lupin y yo salimos corriendo al jardín para celebrar. Nos mecimos en el columpio, planeando nuestro futuro.
Sin embargo, mi madre y mi hermano mayor, Krissi, se quedaron callados. Ellos ya han visto otras veces al futuro llegar a nuestro salón y luego marcharse. El futuro siempre tiene nombres diferentes, y lleva ropas diferentes, pero siempre pasa lo mismo, una y otra vez: el futuro sólo viene a nuestra casa cuando está borracho. Entonces hay que mantener borracho al futuro, porque hay que engañar como sea al futuro para que nos lleve con él cuando se marche. Tenemos que escondernos los siete en el pelaje del futuro y agarrarnos fuerte, como los abrojos, para que nos saque de esta casa diminuta y nos devuelva a Londres, a la fama, a las riquezas y a las fiestas, que es donde nos corresponde estar.
Hasta ahora, eso nunca ha funcionado. Al final, el futuro siempre ha salido por la puerta sin nosotros. Ya llevamos trece años atrapados en un barrio de viviendas de protección oficial de Wolverhampton, esperando.
Cinco niños —los gemelos, inesperados, sólo tienen tres semanas— y dos adultos. Tenemos que salir de aquí. Dios mío, tenemos que salir de aquí cuanto antes. No podemos seguir siendo pobres y anónimos mucho tiempo. Los años noventa son una mala época para ser pobres y anónimos».

Cómo se hace una chica | How to build a girl
Caitlin Moran



 
guy,21.07.2023
Una vuelta leí en una nota de esas periodísticas de opinión una bonita metáfora de un perro que toca el trombón aplicada a no recuerdo qué. Pero decía más o menos esto: vos ves un perro que toca el trombón, toca como la mierda, no consigue una melodía coherente, y capaz pensás qué perro al pedo que le da por tocar el trombón cuando estás justamente viendo eso: un perro que toca el puto trombón. Los gringos tienen una buena expresión para eso: It’s really something, pero el caso es que ante un fenómeno x podés hacer como hace un amigo que pone algún párrafo mío (hijo de puta, morite) en el chat gpt para que se lo edite y sugiera y etcétera y después me envía las capturas por WhatsApp para joder. Se ríe y dice que la ia es una mierda; yo no digo nada, no la probé, pero pienso en el perro que toca el trombón y en este boludo que “habla” con una máquina, la máquina le contesta y él se ríe como diciendo qué perro boludo toca mal (no te preocupes —le dice la máquina— voy a respetar tu estilo y vamos a mejorar eso, bla bla bla). En ese sentido yo me quejo de cosas más sencillas, como cuando escribo en WA y en lugar de “como” me sale “xomo” y el teléfono me sugiere “xoxo”, “Xenón” o “Xenofobia”, lo arreglo a mano y cuando al tiempo me pasa lo mismo el teléfono me vuelve a sugerir lo anterior, como diciendo ya vas a aprender. Debe ser un error en la matrix, capaz que con un iphone no te pasa, no sé, un día de estos voy a dejar xoxo, xoxo esto xoxo lo otro xoxo estás y va a pasar que cuando deje de ser torpe con ese tecladito y ponga “como”, la máquina va a poner sola “xoxo” y a mí me llamarán el xoxo. Pero funciona. Funciona. El perro toca el trombón y decís que toca mal. Y sigue tocando y en una de esas mejora, y delante de tus ojos, porque puede mejorar más rápido que vos sin que te des cuenta. Conozco gente que hace sus cartas de presentación con la ia para adjuntar a sus c.v. en una búsqueda laboral. Hace poco comenté un texto de acá y su autor me vino a decir que estaba hecho con ia, bli bli bli, que por eso era malo. Sorpresa, mi amor, eso malo (lo que a mí me pareció malo, que no tiene por qué serlo) también está en tu texto anterior, que también leí, y me acordé del chat de mi amigo: “voy a respetar tu estilo”. Lástima que lo borró. Vamos a tener que (aprender a) escribir ya no para el lector humano, sino para que la máquina no pueda descifrarnos, es decir no pueda “respetar nuestro estilo”, como debe ser desde siempre, bah.

Por allá arriba dijiste «porque para vidas aburridas en las que no pasa nada trascendental la mía». Bueno, a mí me gusta leer sobre vidas intrascendentes como la mía. Por si tenés ganas de leer esta maravilla.

http://bit.ly/3rE...
 
Morirse,22.07.2023




Es genial. Me encanta *el estilo* de Carver. Gracias, Guy.


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A veces me preguntan qué es lo que más me gusta de dar clases y sé que esperan que hable de la vocación, la cultura, mi compromiso como docente, mi pasión por formar a las nuevas generaciones. En efecto, hablo de mi vocación y de mi compromiso como docente. Digo que para mí no hay satisfacción más grande que la de encender la chispa del conocimiento en mis alumnos y que nada se compara con verlos aplicando lo que les enseñé y que los llevo en mi corazón y en mi mente porque ellos levantarán el nombre de nuestro país cuando sean hombres y mujeres de bien, respetuosos de Dios y de la constitución. Y sonrío, yo que no sonrío, sonrío, y veo al infinito como materializando ese futuro improbable y si sonríen conmigo y si asienten y si los veo emocionados sé que conseguí librarme de las preguntas que podría generar una respuesta honesta. Lo que más me gusta de dar clase es tener acceso a una bodega llena de crayolas. Cuando no tengo clases me encierro en la bodega, me tiro en el piso y me cubro los ojos para sentir el olor de las crayolas, de la plastilina, de los borradores. Eso es lo que más me gusta de dar clases: el olor de los materiales. Y ni hablar de la papelería. Tengo un estante lleno de papeles de todo tipo: vegetal, lustre, crespón, bond de colores, fabriano. Esa es otra cosa que me gusta de dar clases: nadie se sorprende al verme sacando de la basura el papel que tiran los alumnos porque así son las maestras, reciclan de todo, hay un stand up de maestros que hablan de eso, jajj qué gracioso. En mis horas de preparación me dedico al origami, es lo único que me relaja. Doblez tras doblez hasta conseguir un pájaro, una sombrilla, una flor. Todo termina en la basura porque a mí me gusta cerrar ciclos.



 
MCavalieri,22.07.2023
No entiendo cómo le respondés a alguien que te critica un texto: lo hizo la ia. No sé, un poco de dignidad.


Emma, me encanta eso que escribiste ahí, no me esperaba ese giro. Seguís escribiendo increíble.
 
Morirse,23.07.2023



Meli, el cuento se llamaba "Inteligencia artificial", imaginate, nada de dignidad. Y, gracias. Hoy hizo menos calor :P


 
Morirse,25.07.2023



Como me la paso escuchando las Khruangbin Vibes playlists, YouTube me recomendó esta canción y me enamoré:

http://www.youtub...

Algo similar me pasó cuando me recomendó esta de Alabama Shakes, amor instantáneo:

http://www.youtub...



 
Morirse,26.07.2023



Hoy es el cumpleaños de Mick Jagger

http://www.youtub...


"Crazy", you said. "It's all in your head."



 
remos,26.07.2023
No sería que esa perra mendigaba, y no que se conformaba.
 
Morirse,26.07.2023




Random thoughts mientras me termino mi jugo de zanahoria:

- Los de Literland me caen mal porque no tienen la delicadeza de verificar la información que comparten y por eso terminan posteando paja, tipo aquel día que postearon una dizque foto inédita de Rimbaud que en realidad era una imágen creada con inteligencia artificial.
- Lo que sí me cae mal es cuando suben una foto de Frida Kahlo con este texto: «Yo solía pensar que era la persona más extraña en el mundo, pero luego pensé: "Hay mucha gente así en el mundo, tiene que haber alguien como yo, que se sienta bizarra y dañada de la misma forma en que yo me siento"». Y los han corregido varias veces, pero les vale, y siguen posteando el mismo texto con la foto de ella.
- Lo más increíble es que incluso el MoMa ha subido a sus redes el dichoso texto* a la par de uno de sus cuadros.
- La chera que escribió eso ahora tiene treinta y dos años. Cuando lo escribió tenía diecisiete. Allá por el dos mil ocho había un sitio en internet que era una especie de blog donde podías publicar cosas de forma anónima y a ella se le ocurrió publicar ese texto junto a un retrato de Frida y así comenzó todo.
- Un chero hizo un cómic sobre el texto** y después tuvo que editarlo para darle el crédito a la autora: Rebecca Martin.
- A Frida también le atribuyen de forma errónea esta frase: «Take a lover who looks at you like maybe you are magic.» En realidad, esa frase es un verso del poema Frida Kahlo to Marty McConnell***, escrito por Marty McConnell.
- Cuando estudiás la vida de Frida te das cuenta de que ella no podría haber escrito nada de eso. Recuerdo la anécdota de cuando le encargaron un cuadro de Dorothy Hale, quien se suicidó tirándose de la ventana de un rascacielos. Frida pintó su versión del suicidio: pintó el rascacielos y diferentes momentos de la caída hasta terminar con el cuerpo de Dorothy en primer plano, con los ojos abiertos y sangre a su alrededor. Al pie escribió una leyenda, al estilo de los exvotos mexicanos. Esa sí era ella.
- *interludio* http://www.youtub...
- Hay un escrito sobre Frida que me encanta y lo asocio con la pintura de sus pies en la bañera:



Diego, estoy sola,
Diego ya no estoy sola:
Frida Kahlo

Elena Poniatowska




Ésta que ves mirándote a los ojos es un engaño. Bajo los labios que jamás sonríen se alinean dientes podridos, negros. La frente amplia, coronada por las trenzas tejidas de colores, esconde la misma muerte que corre por mi esqueleto desde que me dio polio. Mira, veme bien, porque quizá sea ésta la última vez que me veas. Mira mis ojos de vigilia y sueño, obsérvalos, nunca duermo o casi nunca, atravieso los días y las noches en estado de alerta, capto señales que otros no ven, mírame, yo soy el martillo y la mariposa que se congela en un instante como lo dijo Ignacio Aguirre, el pintor, mi amante. Siempre he despertado de la fiebre nocturna empavorecida pensando que me morí durante el sueño. ¿Ves mis manos cuajadas de anillos? Esas manos las beso, las reverencio, no me han fallado, han seguido las órdenes de mi cerebro, mientras mi cuerpo entero me ha traicionado. En esta piel que me envuelve, la linfa, la sangre, la grasa, los humores, los sabores están condenados desde que tengo seis años. Mi cuerpo ha sido un Judas y en México a los judas los quemamos, estallan en el cielo, quedan reducidos a cenizas. Todos los años, cada cuaresma, cada viernes de Semana Santa, la misma ceremonia: la quema de Judas en recuerdo de la traición. Las manos que ves trenzaron mi cabello largo, negro, y clavaron flores en mi cabeza; así el poeta Carlos Pellicer pudo escribir «estás toda clavada de claveles», estas manos que ves han enlazado a Diego, han podido echar el rebozo sobre mis hombros, han acariciado el pecho femenino de Diego, mi sapo-rana, han tomado el pezón de la mujer deseada, han jalado la manta para protegerme del frío, pero sobre todo han detenido el pincel, mezclado el color en la paleta, dibujado mis pericos, mis perros, mis abortos, el rostro de Diego, mi nana indígena, el contorno de las caritas de los hijos de Cristina mi hermana, las cejas de mi padre Guillermo; han escrito cartas y un diario, han enviado recados amorosos, me han hecho pintora. Las manos que ves tomaron la tijera y cortaron mi pelo, regaron los cabellos largos en el suelo, me vistieron de hombre, me abotonaron la bragueta y escribieron la canción: «Mira que si te quise fue por el pelo, ahora que estás pelona ya no te quiero».
Todo lo pinté, mis labios, mis uñas rojo-sangre, mis párpados, mis ojeras, mis pestañas, mis corsés, uno tras otro, mi nacimiento, mi sueño, mis dedos de los pies, mi desnudez, mi sangre, mi sangre, mi sangre, la sangre que salió de mi cuerpo y volvieron a meterme, los judas que me rodean, el que cuida mi sueño en la noche, el judas que me habita y no dejo que me traicione. Al pintarlos no los exorcizaba, nunca quise exorcizar a nadie, ni a nada. Supe desde niña que si exorcizaba mis demonios sería india muerta.
Mi padre era epiléptico, la epilepsia es una posesión. Cuando Diego me estaba cortejando mi padre lo previno: «Tiene al demonio adentro». Era cierto; ese demonio me dio fuerza, es el demonio de la vida.
Esta que ves, mirándose al espejo, reflejada siempre en el otro, en la tela, en el vidrio de la ventana por donde salgo imaginariamente a la calle, ésta que ves fumando, ésta que sale de la tela y te mira fijamente soy yo. Me llamo Frida Kahlo. Nací en México. No me da la gana dar la fecha. A mi primer novio Alejandro Gómez Arias no le dije mi edad porque era menor que yo. Yo no quiero perder a nadie, no quiero que nadie se muera, ni un perro, ni un gato, ni un perico, no quiero que me dejen. Que todos estén siempre ahí para que me vean. Existo en la luz refleja de los demás. Ésta que ves nunca quiso ser como los demás; desde niña procuré distinguirme para que me pusieran en un altar. Primero mi papá, luego Alejandro que en verdad nunca me quiso y «los Cachuchas», mis compañeros de la Prepa. Quería que me amara el cielo intensamente azul de México, las sandías atrincheradas en los puestos del mercado, los ojos ansiosos de los animales. Iba yo a lograr que el mundo cayera de cabeza de tan enamorado de la Niña Fisita.
«Los Cachuchas» éramos unos bandidos; robábamos libros en la Biblioteca Iberoamericana y los vendíamos para comprar tortas compuestas. Anticlericales, las pasiones aún caldeadas por la Revolución, estábamos dispuestos a todo. No queríamos estudiar, sólo pasar de panzazo. Una vez le puse una bomba a Antonio Caso que daba una conferencia, y explotó en una de las ventanas del salón de El Generalito. Los vidrios le rasgaron la ropa. Antonio Caso me caía regordo, por filósofo y por chocante. El director, Vicente Lombardo Toledano, me expulsó de la Preparatoria. José Vasconcelos, el secretario de Educación, lo mandó llamar y le dijo: «Más vale que renuncie a la dirección, si no puede controlar a una muchachita tarambana de catorce años». Lombardo Toledano renunció.
Supe siempre que en mi cuerpo había más muerte que vida. Desde pequeña me di cuenta, pero entonces no me importó porque aprendí a combatir la soledad. A un enfermo lo aíslan. A los amigos se les conoce en la cárcel y en la cama. A los seis años, zas, una mañana no pude ponerme de pie, zas, poliomielitis. Diagnosticaron «un tumor blanco». Pasé nueve meses en cama. Me lavaban la piernita en una tinita con agua de nogal y pañitos calientes. Mi padre me ayudó. Me compró colores y me hizo un caballete especial para dibujar en la cama. La patita quedó muy delgada. Nadie sabía nada de nada. Los doctores son unas mulas. A los siete años usaba botas. «Frida Kahlo pata de palo, Frida Kahlo pata de palo», gritaban en la escuela. Me habían hecho un verso:
Frida Kahlo pata de palo
calcetín a moda gringa
ya ni la friega.
No creí que las burlas me afectaran, pero sí, y cada vez más. Para que la pierna no se me viera tan flaca me ponía doble calcetín. En mi cuerpo pequeño se instaló el sufrimiento físico muy pronto, y no sólo el mío sino el de mi padre Guillermo Kahlo. Él me amó mucho, fue el primero que verdaderamente me amó, más que a nadie. Llevaba en su bolsillo una botellita de éter. Más tarde lo acompañé a tomar sus fotografías de iglesias y monumentos y supe cómo cuidarlo a la hora del ataque, darle a respirar el éter, meterle un pañuelo en la boca, limpiarle la espuma, echarle agua en la frente y cuidar que los curiosos en la acera no robaran la cámara. Eso hubiera sido lo peor, la pérdida de la cámara, porque éramos pobres y no habríamos podido comprar otra. Después de los ataques, él no me decía nada. Muy callado mi padre. No hablaba de su enfermedad. ¿Para qué? Todos los que iban por fotografías a la esquina de Londres y Allende lo respetaban porque no decía ni una palabra. Sabía lo que tenía que hacer, cumplía, era muy bueno. Con eso bastaba. A los siete ayudé a mi hermana Matilde, que tenía quince, a escapar a Veracruz con su novio. Desde entonces, creo en el amor. A las mujeres hay que abrirles el balcón para que vuelen tras el amor. También yo volé tras de Diego. He volado tras de todos los hombres y las mujeres que se me han antojado. Abrir el balcón, en eso consiste el amor. Cuando mi madre se enteró de que su hija preferida se había largado se puso histérica. ¿Por qué no se iba a largar Matita? Mi madre estaba histérica por insatisfacción. A veces yo la odiaba, sobre todo cuando sacaba los ratones del sótano y los ahogaba en un barril. Aquello me impresionaba de un modo horrible. Quizá fue cruel porque no estaba enamorada de mi padre. Cuando yo tenía once años me mostró un libro forrado en piel de Rusia donde guardaba las cartas de su primer novio. En la última página escribió que el autor de las cartas, un muchacho alemán como mi padre, se había suicidado en su presencia.
El 17 de septiembre de 1925 cambió para siempre mi vida, porque hasta entonces la piernita flaca no me causaba dolor. Fue el accidente del tranvía y del autobús. El tranvía arrastró y aplastó contra la pared al camión en el que íbamos Alex ―mi novio― y yo. El choque fue tremendo. A mí el pasamano me atravesó el cuerpo como a un toro. Un hombre me cargó y me acostó en una mesa de billar. Y me arrancó el trozo de hierro, el pasamano que me atravesaba el cuerpo de lado a lado, como lo haría un carnicero, un torero. Alex me contó que quedé desnuda y toda cubierta de sangre y de polvo de oro, el polvo se pegó a mi piel por la sangre, y que la gente decía: «Miren a la bailarinita, pobre de la bailarinita». Un viajero traía polvo de oro y se regó sobre mi cuerpo en el momento del accidente. El diagnóstico fue: «Fractura de la tercera y cuarta vértebras lumbares, tres fracturas de la pelvis, once fracturas en el pie derecho, luxación del codo izquierdo, herida profunda en el abdomen, producida por una barra de hierro que penetró por la cadera izquierda y salió por la vagina, desgarrando el labio izquierdo. Peritonitis aguda. Cistitis que hace necesaria una sonda por varios días». Los médicos no entienden aún cómo sobreviví. Perdí la virginidad, se me reblandeció el riñón, no podía orinar, y de lo que yo más me quejaba era de la columna vertebral. De mi familia sólo Matita, mi hermana, vino a verme. Los demás se enfermaron de la impresión. A mi madre, cuando la vi por primera vez después de los tres meses en la Cruz Roja, le dije: «No me he muerto y, además, tengo algo por qué vivir, ese algo es la pintura». Es cierto, la pintura fue mi antídoto, mi única verdadera medicina. Los médicos son unos cabrones. La pintura me completó la vida. Perdí tres hijos y otra serie de cosas que hubieran llenado mi vida. Horrible. Todo eso lo sustituyó la pintura. Yo creo que el trabajo es lo mejor. El 5 de diciembre de 1925 le escribí a Alejandro Gómez Arias: «Lo único de bueno que tengo es que ya voy empezando a acostumbrarme a sufrir». El 25 de abril de 1927 le escribí de nuevo: «No te puedes imaginar la desesperación que llega uno a tener con esta enfermedad, siento una molestia espantosa que no puedo explicar y además hay a veces un dolor que con nada se me quita. Hoy me iban a poner el corsé de yeso, pero probablemente será el martes o miércoles porque mi papá no ha tenido dinero. Cuesta sesenta pesos, y no es tanto por el dinero, porque muy bien podrían conseguirlo; sino porque nadie cree en mi casa que de veras estoy mala (…) No puedo escribir mucho porque apenas puedo agacharme. (…) No te puedes imaginar cómo me desesperan las cuatro paredes de mi cuarto. ¡Todo! Ya no puedo explicarte con nada mi desesperación». El domingo primero de mayo, Día del Trabajo, de 1927 escribí: «El viernes me pusieron el aparato de yeso y ha sido desde entonces un verdadero martirio, con nada puede compararse, siento asfixia, un dolor espantoso en los pulmones y en toda la espalda, la pierna no puedo tocármela y casi no puedo andar y dormir, menos. Figúrate que me tuvieron colgada, nada más de la cabeza, dos horas y media y después apoyada en la punta de los pies más de una hora, mientras se secaba con aire caliente; pero todavía llegué a la casa y estaba completamente húmedo. Enteramente sola estuve sufriendo horriblemente. Tres o cuatro meses voy a tener este martirio, y si con esto no me alivio, quiero sinceramente morirme, porque ya no puedo más. No sólo es el sufrimiento físico, sino también que no tengo la menor distracción, no salgo de este cuarto, no puedo hacer nada, no puedo andar, ya estoy completamente desesperada y, sobre todo, no estás tú».
Cuando mi padre tomó mi fotografía en 1932 después del accidente, vi que un campo de batalla de sufrimiento estaba en mis ojos. A partir de entonces empecé a mirar derecho a la lente. Sin sonreír, sin moverme, determinada a mostrar que yo iba a pelear hasta el fin.
La Frida que yo traigo adentro, sólo yo la conozco. Sólo yo la soporto. Es una Frida que llora mucho. Siempre tiene calentura. Está en brama. Es feroz. El deseo la embarga. El deseo del hombre y de la mujer, el deseo que la cansa. Porque el deseo desgasta mucho, vacía, inutiliza. La vida la perdí muchas veces pero también la recobré; volvía gota a gota en una transfusión, un beso de Diego, su boca sobre la mía, y luego se salía en una nueva operación. A lo largo de treinta años me hicieron treinta y nueve operaciones; en la última me cortaron la pata. «Pies para qué los quiero si tengo alas pa’ volar». También cuando Diego me dejaba se me iba la vida, pero eso me gustaba. A Diego quería yo darle mi vida. Amarlo hasta morir.
Mi vida para que él viviera. A Diego lo quiero más que a mi vida. Yo las cosas no puedo guardármelas, no he podido jamás. Siempre he tenido que echarlas fuera, decirlas de algún modo, con el pincel, con la boca. Para decirme, para que otros me entendieran empecé a pintar. Mi cara. Mi cuerpo. Mi columna rota. Las saetas en mi envoltura de venado. Vestí a mis judas con la ropa de Diego y la mía y los colgué de la cama de baldaquino, al igual que los doctores me colgaban con bolsas de arena amarradas a las patas, dizque para estirarme. También le colgué un cascabel en agosto de 1953 a la pata postiza de celuloide, la cabrona prótesis, y pedí que la calzaran con una botita de cuero rojo.
Mis corsés. Cuántos corsés. Los corsés los pinté primero con violeta de genciana, con azul de metileno, los colores de la farmacia. Después quise adornarlos, volverlos obscenos, porque mi enfermedad era una porquería de enfermedad, una chingadera. Me jalaban del pescuezo, me estiraban las vértebras con tracción, y mi columna se hacía cada vez más frágil, mi espinazo cada día más inútil, oía yo tronar los huesitos como de pollo. Me inmovilizaban meses y meses para salir con que no había servido de nada, pinches matasanos. Muchas veces me quise morir, pero también, con furia, quise vivir. Y pintar. Y hacer el amor. Y pintar que era como hacer el amor. No tenía otra cosa más que yo. Yo era lo mejor para mí. Y Diego. Cuando me casé con Diego me llegó una felicidad caliente. Reíamos. Jugábamos. Él recordaba todas las travesuras que yo le hice, cómo lo maloreaba en los patios de la Secretaría de Educación. «Los Cachuchas» admirábamos mucho a los pintores y defendíamos los murales de Rivera, de Orozco, de Siqueiros, de todos. En el Anfiteatro le pregunté: «Maestro, ¿le molesta que lo vea pintar?». Contestó que al contrario. En otra ocasión al verlo pasar, le grité: «¡Qué ganas de tener un hijo de Diego Rivera!».
Un día también enjaboné tres escalones de la escalera central para que al pisarlos Diego resbalara y cayera, pero le avisaron y descendió por otro lado. Le pedí que me dijera sin tapujos lo que pensaba de mi pintura. Orozco vio lo que yo pintaba y le gustó. A Diego también. Ya casados, viajamos, me convertí en la distinguida señora doña Frida Kahlo de Rivera. Nos enlazamos como plantas de frijol, echamos raíces, y mis heridas florecieron. Viajamos a los Estados Unidos, nos pitorreábamos de los gringos. Son como pan a medio cocer, salen crudos del horno. Y luego quieren que uno los quiera. Siempre hay un negrito en el arroz de la felicidad y Diego era muy enamorado, Diego era un macho, Diego tenía otras viejas, y tuve que apechugar, toda la vida amante tras amante, una vieja y otra vieja. Muchas amantes.
Dicen que Diego es inmoral. No es cierto. Él no cree en la moral, no tiene moral. Vive para su trabajo y se entusiasma con las viejas cachondas apestosas a pescado podrido. Cuando se enamoró de María Félix, sufrí mucho, pero luego ella lo rechazó y yo lo defendí. Yo también tuve otros amores, fui una devoradora, tomé y deseché, vámonos a la basura, chancla vieja que yo tiro, no la vuelvo a recoger. Fui tras del que me gustaba o de la que me gustaba, fui una amante violenta y tierna. Yo nací para fregar pero la vida me fregó. Todavía creo en mí y en la vida. En mí mientras viva y en todo lo que vive. «Diego, estoy sola, Diego, ya no estoy sola».
En Gringolandia tuve exposiciones, los gringos enloquecieron con mis muestras, de todos modos están locos de tanto beber cocacola. Me volví exhibicionista, quería ser espectacular donde quiera que entrara, pero dentro de mí, cada paso que daba era una chingadera. Reía como burro, echando mi cabeza hacia atrás para que nadie viera mis dientes escondidos por mi lengua. El diablo adentro. Reía a carcajadas para no llorar de dolor. Soy una vieja muy chingona. De adolescente me vestí con traje de hombre. Aun sin tacones era yo más alta que mis cuatro hermanas y mi madre; también más inteligente. Lo dijo mi padre. De grande me cubrí con faldas largas para no mirarme las patas, no me fuera a pasar lo que a los pavorreales, que se mueren del coraje y de vergüenza cuando se las ven.
Cuando tuve mi exposición en la Galerie Pierre Colle, organizada por André Breton en París, asistieron muchos franchutis. Allá en París me eché entre pecho y espalda litros y litros de trago, coñac tras coñac, botella tras botella, todas las noches para poder dormir, para aguantar los dolores en el espinazo. A mí siempre me gustó estar delgada pero no tanto. Empecé a flotar. Se me olvidaba que estaba tullida. Imagínense, en París, los modistos son tan payasos que al verme tropezar por las calles en medio de mis holanes inventaron para su colección un vestido al que le pusieron, háganme el condenado favor, Robe Madame Rivera. Me dio gusto aparecer en Vogue. Los pinches franceses dijeron que era yo extravagantemente hermosa. En México ni quien me volteara a ver en la calle, para México y para Coyoacán no era yo sino una coja.
Alguna vez, en una de mis fotografías, marqué el mapa de mi vida, los cuatro puntos cardinales con leyendas en cada lado, como si el dolor, el cariño, el amor y la pasión fueran los dioses de un códice oaxaqueño. Al norte, el dolor: vive en todas partes, me reconstruye en todo lugar. Al sur, el amor: es luz y música, un gran desgarramiento del corazón. Al oriente, la pasión: pirámide de la humanidad, dolor y esperanza. Y al poniente, el cariño. Cuando mi vida parta ―porque debe partir―, yo, Frida, me quedaré para inmortalizarla. Yo soy una y mi vida es otra.
Tengo mis manos hundidas en naranjas.
En 1940, en San Francisco el doctor Eloesser me prohibió las bebidas alcohólicas y me quitó una posibilidad de evasión. Ya para entonces mis dolores eran tantos que la pintura ya no me abstraía como antes, me costaba sostener el pincel, concentrarme. Nunca hice nada al aventón, nunca pinté con descuido, así nomás. Todo lo repasaba una y otra vez hasta que cada tono saliera a la superficie exactamente como yo lo quería. Pinté cada uno de los pelitos de mis changos con sus pulgas encima, cada uno de los pelitos más finos de mi bigote. Tracé con esmero cada glándula y cada vena en el pecho de mi nana, cargado de leche. Las raíces y las flores entretejieron su savia y encontraron su camino dentro de la tierra. Las frutas eran tentadoras, llenas de agua, cachondas, lujuriosas.
Ésta que ves fue a recibir a Trotsky a Tampico. Diego me pidió que le diera la bienvenida a la pareja y la acogiera en mi casa de Coyoacán, la Casa Azul. Trotsky vivió entre mis fuertes paredes hasta que nos hicimos vecinos. Trotsky y Natalia, su vieja desabrida, en la calle Viena, Diego y yo, a la vueltecita, en la calle Londres. Él se chifló por mí. Ésta que ves los va a dejar con la curiosidad encendida.
A mí las alas me sobran.
En 1946, el doctor Philip D. Wilson fusionó cuatro vértebras lumbares con la aplicación de un injerto de pelvis y una placa, de quince centímetros de largo, de vitalio. Permanecí en la cama tres meses, pero mejoré. Mejoré mucho. Pero como mejoré sentí que podía hacer una vida casi normal; él me había dicho que no, que reposara, pero yo no podía desaprovechar mi mejoría, no me quedé en cama como lo indicó, me entró el nerviosismo de la vida, fui y vine sin parar, y las consecuencias de mi desobediencia fueron terribles. Pero así es mi carácter. Nunca fui prudente, nunca obediente, nunca sumisa, siempre rebelde. De no serlo, ¿habría aguantado mi vida y pintado además?
Sentí que mis fuerzas regresaban. Tan es así que cuando inauguraron la pulquería La Rosita que pintaron mis alumnos, «los Fridos», en la calle Francisco Sosa, dije: «No más corsé, esta noche, ando sin corsé». Caminé sola como pude, temblando, tambaleándome, llena de fiebre, y me lancé a la calle para celebrar la apertura de la pulquería La Rosita, me aventé al griterío de la calle, a los cohetes, a los Judas, me lancé con el pelo desatado, grité: «¡Ya basta, ya basta!» y seguí aunque me cayera, aunque esa misma noche muriera, aunque nunca más volviera a levantarme de la cama, aunque esa noche terminara toda mi fuerza vital, aunque se me saliera el demonio que me mantenía pintando. Esa noche la gente en la calle me siguió, a todos les hablaba, hablé mucho, hablar es combatir la tristeza; hablé hasta por los codos a vecinos que ni conocía, me dirigía caras que jamás había visto. Por un solo día quise ser libre, libre, sana, entera, como los demás, una gente normal, no una fregada.
El gran vacilón.
Ésta que ves, en su silla de ruedas, junto al doctor Juan Farill que me cortó la pata, es la madre de Diego, su amante, su hija, su hermana, su protectora, su guía, la que lo lleva de la mano, al lado de José Guadalupe Posada, en Un domingo en la Alameda. Ésta que ves, no cree que Dios exista, porque si existiera no habría sufrido tanto, ni hubiera pasado mi vida en cochinos hospitales sino en la calle, porque siempre fui pata de perro aun con mi pata tiesa. Si Dios existiera, los mexicanos no estarían tan amolados, mi padre no habría tenido epilepsia, mi madre habría sido una campanita de Oaxaca que sabe leer, Diego nunca me habría puesto los cuernos ni yo a él y ahora tendría un hijo suyo.
Yo soy la desintegración.
Esta que ves, engaño tras engaño, murió el 14 de julio de 1954 y fue incinerada. La Frida de las calaveras de azúcar con su nombre escrito en la frente: «Frida», la del pincel de colores, la de los collares de barro y plata, la de los anillos de oro, la doliente, la atravesada por el pasamano, la que flameó, recuperó su cuerpo sano y grande en el momento en que lo envolvieron las llamaradas. La otra, la que yo inventé y pinté, la del rostro mil veces fotografiado, es la que permanece entre ustedes.
Nada vale más que la risa.
Ésta que ven ha regresado al polvo. Han desaparecido sus olores, sus calzones, el espesor de su carne, el rojo de sus uñas, la brillantez, la fijeza de sus ojos, su única ceja ala de cuervo a lo largo de la frente, su bigotito, su saliva, sus aceites y sus juguitos, el grosor de sus cabellos, sus lágrimas calientes, sus huesos rotos, su paleta, sus cigarritos, su guitarra, su modo de ser canto y agua y carcajada. Su dolor andando. Porque fui dolor en los corredores de geranios y helechos, frente a los murales de Diego, en la cocina cuajada de jarritos, en la mesa del comedor donde jamás comí a gusto, en la cama de baldaquino con su espejo arriba para poder verme pintar.
Soy perro burlón.
Ésta que ahora te mira es la primera de las dos Fridas.
Queda la que pinté en las telas, la bienamada por la vida, aquélla con la que dialogarán dentro de su corazón. Nunca he conocido a una mujer más cobarde que yo, nunca he conocido a una mujer más valiente que yo, nunca he conocido a una mujer más viva, nunca una más cochina, más cabrona, nunca una tan tirada a la desgracia. Nunca debe quedarse nada sin probar. Desde mi cama, desde mis corsés de yeso, de hierro, de barro, desde la tela, desde el papel fotográfico, les digo mujeres, hermanas, amigas, no sean pendejas, abran sus piernas y no ahorquen a los hijos por venir, duerman atadas al hombro de! amado o de la amada, respiren en su boca, tengan el mismo vaho; en el dolor, los movimientos son energía perdida, oigan el latir de su corazón, ese misterioso, ese mágico reloj que todos traemos dentro.
Odio la compasión.
Escribí en mi diario unos cuantos días antes de mi muerte: «Espero alegre la salida y espero no volver jamás».
Dibujé al ángel negro de la muerte.
Viva la vida.
Se equivocó la paloma.
El cuerpo de Frida envuelto en llamas fue cremado el 14 de julio de 1954, mientras los asistentes entonaban La Internacional. Frida de los demonios, Frida la de Mr. Xólotl, Frida de los pinceles rojos mojados en su propia sangre, Frida la de los collares de piedra, Frida la de las cadenas, Frida la doliente, la crítica, la picara, Frida cubierta al final con la bandera rojinegra, el martillo rojo, la hoz roja y la estrella blanca siguió siendo una comunista absolutamente apasionada en el cielo. Una Frida se ha ido, la otra queda.
La que se va es la coyona.
Ésta que ven ahora, yo misma, Friduchita, Friduchín, Frieda, la Niña Fisita de Diego, le prende fuego a su envoltura humana, quema al Judas de cartón, lo hace lumbre, escucha con sus orejas y sus aretes cómo estalla en el cielo llenándolo de luz, asombroso fuego artificial, escucha pegada a la tierra los corridos de Concha Michel, el rasgueo de su guitarra tata chun, tata chun, oye cantar La Internacional, se queda para siempre entre ustedes, ella-yo la chingona, Frida Kahlo.


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* I used to think I was the strangest person in the world
but then I thought, there are so many people in the world,
there must be someone just like me who feels bizarre
and flawed in the same ways I do. I would imagine her, and
imagine that she must be out there thinking of me too. Well,
I hope that if you are out there you read this and know that
yes, it’s true. I’m here, and I’m just as strange as you.

** http://bit.ly/44Y...


*** Frida Kahlo to Marty McConnell
by Marty McConnell

leaving is not enough; you must
stay gone. train your heart
like a dog. change the locks
even on the house he’s never
visited. you lucky, lucky girl.
you have an apartment
just your size. a bathtub
full of tea. a heart the size
of Arizona, but not nearly
so arid. don’t wish away
your cracked past, your
crooked toes, your problems
are papier mache puppets
you made or bought because the vendor
at the market was so compelling you just
had to have them. you had to have him.
and you did. and now you pull down
the bridge between your houses.
you make him call before
he visits. you take a lover
for granted, you take
a lover who looks at you
like maybe you are magic. make
the first bottle you consume
in this place a relic. place it
on whatever altar you fashion
with a knife and five cranberries.
don’t lose too much weight.
stupid girls are always trying
to disappear as revenge. and you
are not stupid. you loved a man
with more hands than a parade
of beggars, and here you stand. heart
like a four-poster bed. heart like a canvas.
heart leaking something so strong
they can smell it in the street.



 
remos,27.07.2023
Muy interesante lo de Frida.
 
Vogelfrei,27.07.2023
Frieda Kahlo, una niña fresa disfrazada de india, y con un marido comunista que trabajaba para Rockefeller y Ford.-
 
Morirse,27.07.2023




Random thoughts mientras me termino mi café con leche:

- Sinead O'Connor murió ayer. No soy fan de su música y en general no sé mucho de ella pero sí me parece muy triste cómo se le arruinó la carrera por romper una pinche foto y la manera en que tuvo que lidiar con enfermedades mentales toda su vida.
- Morrissey está molesto con los artistas que dan el pésame y así porque, pues, es muy tarde para hablar bien de ella y porque cuando los necesitó no tuvieron las agallas para apoyarla.
- R se la pasa repitiendo como loro que no endiosemos a la gente, vive pregonando kill your idols, dice que al final del día no somos más que un montón de contradicciones. Y sí, le doy la razón, endiosar e idealizar a las personas solo trae decepciones. Lo que yo no sabía y acabo de descubrir es que Morrissey es antiinmigrantes y R es fan absoluto de Morrissey, jajaja. Inserte aquí el meme de: «Heartbreaking: the worst person you know just made a great point».
- Klimt no escribía pero su obra también ha sufrido alteraciones que la gente compra como reales.
- A veces creo que es una cuestión de eliminar las partes que nos incomodan para quedarnos solo con lo 'lindo', lo 'tierno', lo que no queremos perder.
- Los casos más comunes o al menos los que he visto más seguido son los de las pinturas «Las tres edades de la mujer» y «Muerte y vida».
- En la primera, casi siempre recortan lo que rodea a la mujer joven con la niña en brazos, dejando fuera del cuadro la etapa de la vejez. La modificación más graciosa es esa en la que le han cutipasteado otra niña a la mujer joven, imagen muy usada en saludos del día de la madre, por cierto: http://bit.ly/3rO...
- En la segunda dejan fuera a la muerte que observa, ansiosa tal vez, al río multicolor de la vida. De este, la modificación más graciosa es esta, imagen para el día de la familia, por supuesto: http://bit.ly/3rL...
- *interludio* En honor a Sinead y, con franqueza, la única canción de ella que conozco: http://www.youtub...
- Esa canción me recuerda a mis madrugadas estudiando. Eran buenos tiempos.



 
Morirse,27.07.2023



Poemas [1]


Consejos para la mujer fuerte
Gioconda Belli



Si eres una mujer fuerte
protégete de las alimañas que querrán
almorzar tu corazón.
Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra:
se visten como culpas, como oportunidades, como precios que hay que pagar.
Te hurgan el alma; meten el barreno de sus miradas o sus llantos
hasta lo más profundo del magma de tu esencia
no para alumbrarse con tu fuego
sino para apagar la pasión
la erudición de tus fantasías.

Si eres una mujer fuerte
tienes que saber que el aire que te nutre
acarrea también parásitos, moscardones,
menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre
y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti.

No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca
a negarte la palabra, a esconder quién eres,
lo que te obligue a ablandarte
y te prometa un reino terrestre a cambio
de la sonrisa complaciente.

Si eres una mujer fuerte
prepárate para la batalla:
aprende a estar sola
a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta
a nadar contra corriente.

Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto
Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo
rodéalo de fosos profundos
pero hazle anchas puertas y ventanas.

Es menester que cultives enormes amistades
que quienes te rodean y quieran sepan lo que eres
que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación
una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños.

Si eres una mujer fuerte
protégete con palabras y árboles
e invoca la memoria de mujeres antiguas.

Haz de saber que eres un campo magnético
hacia el que viajarán aullando los clavos herrumbrados
y el óxido mortal de todos los naufragios.

Ampara, pero ampárate primero.
Guarda las distancias.
Constrúyete. Cuídate.
Atesora tu poder.
Defiéndelo.
Hazlo por ti.
Te lo pido en nombre de todas nosotras.



 
Yvette27,28.07.2023
Hermoso poema, gracias por traerlo Emma
 
Morirse,28.07.2023



Me alegra que le guste, Yvette, a mí también me parece hermoso (:



 
Morirse,31.07.2023



Poemas [5]


Yo no lo sé de cierto
Jaime Sabines



Yo no lo sé de cierto, pero supongo
que una mujer y un hombre
un día se quieren,
se van quedando solos poco a poco,
algo en su corazón les dice que están solos,
solos sobre la tierra se penetran,
se van matando el uno al otro.

Todo se hace en silencio. Como
se hace la luz dentro del ojo.
El amor une cuerpos.
En silencio se van llenando el uno al otro.
Cualquier día despiertan, sobre brazos;
piensan entonces que lo saben todo.
Se ven desnudos y lo saben todo
(yo no lo sé de cierto, lo supongo)



 
Morirse,02.08.2023




«Si todavía viviera, Nahui Olin cumpliría ciento siete años, mi número de la buena suerte. Nació en 1893 y murió el 23 de enero de 1978 de una insuficiencia respiratoria. Pocos la recordaban. Murió sola, gorda, rodeada de gatos bajo una cobija hecha con las pieles maltrechas de los felinos que habían muerto antes que ella, disecados y conservados con todo y cabeza para poder reconocerlos y hablarles de amores: El Güerito, Manelik, Roerich y otros. Murió convencida de que su retiro del mundo era lo único bueno que podía sucederle. No hubo una sola esquela, ni un obituario, nadie la recordó. Ya en los setenta, Nahui era conocida como La Polveada, La Loca, El Fantasma del Correo (Tacuba y San Juan de Letrán eran sus rumbos), La Dama de los Gatos, porque solía darles de comer a los gatos en la Alameda. También la llamaban La Perra, La Mano Larga y La Violadora, porque siempre fue, según los decires, ninfomaníaca y todavía a los ochenta y cinco años, cuando lograba subirse a un camión o a un tranvía, les metía mano a los jóvenes pasajeros, que se cambiaban de sitio espantados no tanto por la voracidad de la dama harapienta como por las plastas de polvo blanco en su cara fofa y marchita. Nahui es la antítesis, la antiheroína que se expresa a través de su cuerpo, creyó en él hasta el fin, se siguió viendo bella, porque como le consta a Adriana Malvido se compraba tres vestidos iguales de distintas tallas "para cuando adelgazara". Nadie sospechó jamás que tras de esa vieja de asombroso erotismo se escondía la que fuera una de las mujeres más bellas y más apasionantes de México, una leyenda que habría de inspirar al curador de la exposición, Tomás Zurián Ugarte, una pasión tan tormentosa que Nahui todavía se le aparece en los bailes de disfraces de la Academia de San Carlos o en sus obsesivas vueltas y revueltas en su lecho de insomne. No era una loca común. Homero Aridjis cuenta que conoció a Nahui Olin en la Alameda. "Me dije: éste es un personaje literario, un personaje poético. Ya desde la actividad que estaba haciendo en la Alameda, no era una loca común que me inspirara miedo: era una loca poética. El hecho de que sacara al sol al amanecer, lo llevara por todo el cielo, lo metiera y se le quedara mirando con esos ojos rojos-verdosos, despertó mi interés por su mundo inmerso en la lógica de la locura y esta sobrevivencia de la niña dentro de esa locura". Nahui Olin es el tipo de personaje que la sociedad destruye porque es de una inocencia totalmente desinhibida, sin compromisos, sincera. Una persona como ella se presta a todos los abusos de los hombres, porque mantiene esa inocencia adentro de su cuerpo. "Muchos me advirtieron que cómo entablaba amistad con alguien así. Pero algo intuitivo me guiaba a dejar fluir el encuentro sin temor. Me di cuenta de que el ambiente cultural en el que vivimos le tiene miedo a la locura verdadera. Tendemos a convertir en estatuas a todos los personajes de la historia patria, pero nunca reconstruimos a los seres humanos».

Las siete cabritas
Elena Poniatowska



 
Morirse,02.08.2023



Poemas [6]


For women who are difficult to love
Warsan Shire



you are a horse running alone, feral
and he tries to tame you
compares you to an impossible highway
to a burning house
says you are blinding him
that he could never leave you
forget you
want anything but you
you dizzy him, you are unbearable
every woman before or after you
is doused in your name
you fill his mouth
his teeth ache with memory of taste
his body just a long shadow seeking yours
but you are always too intense
frightening in the way you want him
unashamed and sacrificial
he tells you that no man can live up to the one who
lives in your head
and you tried to change, didn’t you?
closed your mouth more
tried to be softer
prettier, more quiet
less volatile, less awake
but even when sleeping you could feel
him travelling away from you in his dreams
so what did you want to do love
split his head open?
you can’t make homes out of human beings
someone should have already told you that
and if he wants to leave
then let him leave
you are terrifying
strange and beautiful
something not everyone
knows how to love.


:::


eres un caballo corriendo solo, salvaje
y él intenta domarte
te compara con una autopista imposible
con una casa en llamas
dice que lo estás cegando
que nunca podría dejarte
olvidarte
que no quiere nada salvo a ti
que lo mareas, que eres inaguantable
cada mujer anterior o posterior a ti
es rociada con tu nombre
tú llenas su boca
sus dientes padecen con el sabor de la memoria
su cuerpo es solo una alargada sombra que busca la tuya
pero tú eres siempre demasiado intensa
aterradora en tu modo de quererlo
desvergonzada y sacrificada
él te dice que ningún hombre puede vivir de acuerdo con el que
vive en tu cabeza
y tú trataste de cambiar, ¿cierto?
cerraste más tu boca
intentaste ser más suave
más bonita, más tranquila
menos volátil, menos despierta
pero incluso mientras duermes puedes sentirlo
viajando lejos de ti en sus sueños
entonces, ¿qué querías hacer amor?
¿abrirle la cabeza?
una persona no puede ser tu hogar
alguien debería haberte dicho eso
y si él se quiere ir
déjalo que se vaya
tú eres estremecedora
extraña y hermosa
algo que no todo el mundo sabe amar



 
Morirse,04.08.2023




Canciones chivas con videos chivos - 5

http://www.youtub...

 
Morirse,06.08.2023




Random thoughts mientras me termino mi mangoneada:

- Ahora escribo esto que no sé qué es ni para dónde va. Ahora he encontrado la mesura. Bueno.
- Lo leo y lo odio porque no me reconozco en mi propia escritura. Quizás es la falta de costumbre, el irse por un camino distinto.
- Yo nunca tuve miedo de mis heridas ni de que se rieran de mi dolor.
- No es bueno pensar en los lectores, en especial en esos que se hacen los inquebrantables, como si no supieran a qué saben las lágrimas, como si no conocieran los pasillos de los hospitales, como si no les fuera a llegar el momento de comprar una corona de lirios.
- A mí la vida me ha quebrado de todas las formas posibles. Porque soy mujer. Porque dije que sí, porque dije que no. Porque quise querer sin lastimar, porque quise ser justa, porque no quería que nadie más saliera quebrado. Por ilusa, por soñadora, por hacerme la que podía salvar al mundo.
- Yo escribía así, quebrada, y de eso, de cómo escribir a través de los pedazos. Pero a los lectores no les gusta reconocerse en tus escritos.
- Vos subilos en una nave y mandalos al espacio o hacelos caminar por una playa donde una rubia ojiazul se desnuda o comparalos con rosas y estrellas y el aguaquenecesitoparavivir o regalales un mamarracho del que se puedan burlar. Vos hacelos sonreír, dales una palmadita en la espalda, atiborralos de besos y amaneceres y hojas que se lleva el viento que hace que las hojas vuelen, no les recordés que sangran, que cagan, que desean acariciarse los genitales, que roban, que envidian, que son hipócritas, que si se aprietan los dedos con fuerza también van a sentir dolor.
- *interludio* http://www.youtub...
- Le decía a M que para mí mis primeros textos son un montón de vísceras, un montón de tripas rojas y brillantes.
- Ahora en vez de corazones, pulmones e intestinos tengo a estos dos personajes estúpidos que se aborrecen por razones estúpidas.
- Antes no escribía: me desollaba y extendía mi piel como un tapete. Ahora construyo a Mar y le doy un montón de cajitas de té y un montón de cajitas de jabón. Mar y sus bragas que se destiñen cada vez que las lava. Mar y sus descuidos. Mar y su lenguaje del amor. Qué difícil es amar a Mar. Amar a Mar. A-Mar aMar.
- Odio los juegos de palabras. Solo falta que al escrito le ponga de nombre "AmARTE" para terminar de irme a la verga.
- Me encontré una entrevista que le hicieron a Anne Sexton. Dejo algunas partes que me encantan:


Casi tenías treinta años cuando comenzaste a escribir. ¿Por qué tardaste tanto?

Hasta los veintiocho años tuve una especie de «yo» que per­manecía sepultado, que no sabía que podía hacer otras cosas, aparte de preparar salsa blanca y cuidar bebés. No tenía noción de que poseía algún tipo de profundidad creativa. Era una víctima del «Sueño Americano»: burgués y de clase media. Todo lo que deseaba, era un pedacito de vida, casarme, tener hijos. Pensaba que las pesadillas, las visiones y los demo­nios se apartarían si había suficiente amor como para abatirlos. Hacía mi mejor esfuerzo por llevar una vida convencional, porque así fue como me criaron, y eso era lo que mi esposo quería de mí. Pero una no puede levantar pequeñas cercas blancas para dejar fuera las pesadillas. Todo se quebró cuando estaba por cumplir veintiocho años. Tuve una crisis psicótica y traté de matarme.



La gente habla de ti como de una «ingenua o primitiva». ¿Era tan natural para ti indagar de una manera tan profunda en las experiencias dolorosa de tu vida?

Había una parte mía que estaba horrorizada, pero mi parte más valiente me mantuvo hacia adelante. Aún así, una parte de mí estaba anonadada por lo que estaba haciendo. Por una parte, estaba escarbando mierda y, por la otra, la estaba enterrando. Sin embargo, seguí adelante. No podía encontrar nada mejor. A veces, me sentía como un reportero indagando acerca de mí misma. Sí, requirió un cierto valor, pero, como escritor, uno tiene que tomarse el riesgo de ser una tonta… Sí, ser una tonta, quizás eso necesita la mayor valentía.



En definitiva, ¿qué es lo que un profesor puede darle a un escritor en un curso de escritura creativa?

Valentía, por supuesto. Ese es el ingrediente más importante. Aparte de eso, y de manera simple, Lowell me ayudó a desconfiar de las frases de fácil musicalidad y también a buscar la franqueza del lenguaje ordinario. Lowell nunca se impresionaba con una exhibición de imáge­nes o sonidos, esas cosas con las que nace, de alguna manera, todo poeta. Si tenías suficiente «imaginería» natural, él te podía indicar cómo utili­zarla. No me enseñó cuáles eran las cosas que debía poner en un poema, sino qué es lo que tenía que eliminar. Lo que me enseñó fue el sentido del gusto, quizás lo único que se le puede enseñar a un poeta.



Cuando estás escribiendo, ¿cuál es la parte del poema que resulta más espinosa?

La puntuación, a veces. La puntuación puede cambiar el sentido por completo, y mi vida está llena de pequeños puntos y comas. Por eso, tengo que permitir que los editores me ayuden con la puntuación. Y, probablemente, el ritmo. Es lo que tengo que trabajar más duro al principio, para conseguirlo: el sentimiento, la voz del poema, y cómo encontrarlo, cómo lo sentirá el lector, cómo lo siento yo a medida que surge. Las imágenes son, probablemente, la parte más importante del poema. Antes que nada, tú quieres contar una historia, pero son las imágenes las que la van a apuntalar y son las que se dirigen al corazón del asunto. Pero yo no tengo que trabajar muy duro con las imágenes. Ellas tienen que llegar. Si no vienen, ni siquiera me pongo a escribir un poema. No tiene sentido. Así pues que mi mayor trabajo es con el ritmo, porque cada poema debe tener su propio ritmo, su propia estructura. Cada poema tiene su propia vida, cada uno es diferente de los otros.



¿Cómo haces para decidir sobre la longitud de un verso? ¿Lo haces tanto en base a cómo se ve en la página como a los golpes rítmicos que tenga?

Por la forma cómo se vea en la página. Me importan un pito los golpes de un verso, a menos que los desee y los necesite. Son solo trucos que utilizas cuando se necesitan. Es algo muy simple escribir con rima y con acentos rítmicos. Hoy en día, cualquiera puede hacer eso. Todo el mundo es muy bueno en eso. El punto, la cosa verdaderamente difícil, es lograr la verdadera voz del poema, hacer de cada poema algo individual, darle el sello de tu propia voz, y, a la vez, singularizarlo.



¿Te descubres a veces diciendo cosas como: «Ah, sí. Ya he explorado esto en otro poema», y entonces descartas un poema en base a eso?

No, porque a lo mejor quiero acercármele de una forma nueva… Puede que tenga una nueva comprensión, una nueva verdad con respec­to a eso. Recientemente me di cuenta que en Flee on Your Donkey había utilizado algunos de los mismos hechos de To Bedlam and Part Way Back, pero que yo no había captado en toda su fealdad. Me había escondido de ellos. Ahora, era realmente crudo y feo, y tenía que ver con mi propia locura. Era algo así como una gran tela de araña toda enredada, y lo presenté de la forma como verdaderamente fue.



¿Revisas mucho?

Constantemente.



Tú has dicho: «Cuando estoy trabajando en un poema, soy una cazadora de lo real… Puede que se trate de una verdad poética, y no tan solo de una verdad de los hechos». ¿Puedes comentar algo al respecto?

Muchos de mis poemas son verdaderos, verso por verso, en los cuales he alterado unos pocos hechos para llegar al corazón de la anécdota. En The Double Image, el poema que trata de la muerte de mi madre debida al cáncer y de la pérdida de mi hija, no hago mención de que yo tuve otro niño. Cada poema tiene su propia verdad. Aún más, en ese poema, digo que fui hospitalizada dos veces; de hecho, fueron cinco veces en ese tiempo. Pero es que la verdad poética no tiene que ser autobiográfica. Es una verdad que va más allá del mí misma inmediato, es otra vida. Yo no me apego todo el tiempo a los hechos literales; los maquillo siempre que sea necesario. Los ejemplos concretos dan una cierta verosimilitud. Quiero que el lector sienta que «Sí, sí, así es como es». Quiero que sientan como si me estuvieran tocando. Cambiaría cualquier palabra, actitud, imagen o personaje por causa de un poema. Como dijo Yeats: «He vivido muchas vidas, he sido un esclavo y un príncipe. Innumerables bienamadas se han sentado en mis rodillas, y yo me he sentado en las rodillas de innumerables bienamados. Todo lo que ha sido volverá a ser de nuevo».



¿Y cuál sería tu consejo para un poeta joven?

Ten cuidado de quiénes son tus críticos. Sé específico. Cuenta la historia casi completa. Acerca de verdad tus oídos a tu alma y escucha con atención.






 
Morirse,19.08.2023



Poemas [7]


O fueron nueve
Idea Vilariño



Tal vez tuvimos sólo siete noches
no sé
no las conté
cómo hubiera podido.
Tal vez no más que seis
o fueron nueve.
No sé
pero valieron
como el más largo amor.
Tal vez
de cuatro o cinco noches como ésas
pero precisamente como ésas
tal vez
pueda vivirse
como de un largo amor
toda una vida.



 
Morirse,03.09.2023




Random thoughts mientras me termino mi vanilla coke:

- Cómo me hace falta leer los aportes de Melina. Aunque me doy el lujo de hablar con ella prácticamente todas las semanas, este sitio no se siente igual sin su presencia.
- He aprendido mucho en nuestras reuniones. Sobre todo, he ganado un tipo de libertad al escribir que no había experimentado por razones que no vienen al caso.
- Seguí escribiendo acerca de los dos personajes estos y me di cuenta de que no los odio, solo estaba de mal humor por culpa del mes que llevaba metida en casa debido a las vacaciones jsjsjsj. Como ya regresé al trabajo, escribir volvió a ser ese pequeño premio que me doy al final de la jornada.
- Ya no puedo costearme mañanas de domingo en la biblioteca-café y aunque no tengo problema aceptando cosas que no puedo cambiar, a veces extraño esa rutina que modifiqué por el bien de mis finanzas.
- La verdad es que antes tampoco podía costearme mañanas de domingo en la biblioteca-café, pero hacer malabares con mi presupuesto era más sencillo, tipo, me pago este desayuno y por dos semanas compraré menos pan o un cereal más barato. Pequeños sacrificios con tal de recompensarme por mis doce horas de trabajo diarias.
- La idea de trabajar nomás para pagar servicios me destruye. La idea de trabajar nomás para pagar servicios que me mantienen viva para trabajar me destruye.
- A veces pienso en cambiar de trabajo, volver al cc, pero realmente no puedo. Lo intenté una vez y casi me lanzo del décimo piso. Es tan deprimente. En especial la parte del entrenamiento, donde hay chance de desconectarse y pensar y darle vueltas al asunto. Y la gente se te acerca e intenta sacarte plática sin saber que, como dicen, vos vas a trabajar, no a hacer amigos. A mí no me sale bien eso de relacionarme, por eso lo evito a toda costa.
- *interludio* http://www.youtub...
- Aquel día la doctora Nicole tuiteó algo así como que uno no puede enseñarle a un adulto cómo comportarse y que más bien debemos alejarnos de los ambientes tóxicos. Yo no estoy completamente de acuerdo porque me parece que hoy en día a cualquier cosa la califican de tóxica, pero sí creo que a veces no vale la pena intentar persuadir o sacar del error a alguien, por eso mejor no meto mi cuchara y solo veo cómo despedazan a un pobre tipo que no hizo nada más que tener la mala suerte de coincidir en algunas cosas con el personaje de R.
- R no es así, ni se ve así, ni suena así. Pero allá cada quien.
- Para mí lo más difícil de la adultez ha sido tener que dar pésames, ir a velorios, a entierros, dejar la silla en el patio lleno de niños para ocupar el sofá al lado del ataúd.
- Cuando mi padre murió no di los datos del velorio ni del entierro sino a los familiares más cercanos, no quería pasarme la noche abrazando gente o estrechando manos, eso no es lo mío.
- Mañana voy a ir a dar un pésame.


 
Morirse,04.09.2023



Si Guy dice que una peli no es para mí le hago caso porque ya vi por dónde va su gusto. Igual la única peli que quiero ver ahorita es esta: https://bit.ly/44...



 
Morirse,09.09.2023




Estaba en la entrada del colegio esperando mi uber concentrada al mismo tiempo en el recorrido del carrito en la pantalla como en el dolor de los dedos de mi mano izquierda cuando escuché una campana y dejé de ver el teléfono para buscar a quien la hacía sonar y claro como lo sospeché era un vendedor de sorbete y me pareció raro que estuviera ahí porque el colegio donde trabajo es un colegio de gente rica que manda a espantar a cualquiera que no sea un pobre de la nómina pensar que hace años también era vendedora ambulante y mi lugar preferido para vender era la entrada de un colegio de gente rica porque los ricos no regatean y compran a manos llenas qué tiempos esos de estudiar en la mañana y vender en la tarde era horrible lo odié yo nomás quería irme de viaje y despertar con el sonido del mar a pesar de que no me gusta el mar pero eso es otra historia la cosa es que sigo siendo pobre pero ahora trabajo dentro del colegio de ricos y los niños me preguntan Miss por qué siempre se viste con la misma ropa y les respondo que soy pobre y no tengo dinero para comprar más y su incertidumbre es mayor que cuando nos ponemos a estudiar a los animalitos esos pintados en la cueva de Altamira ¿Pobre? ¿No tener dinero? ¿Qué significa eso, Miss? Sí bueno es no poder hacer lo que uno quiere quise saludarlo porque no sé cómo pero me acerqué mucho o sea bajé las gradas y me paré como a un metro de él pero no me di cuenta porque iba concentrada en mi uber y en el dolor pero estaba enojada y no quería abrir la boca hay días así en que termino no soportando mi voz y no quiero oírme más igual me ignoró porque no tenía intención de comprarle nada cómo me gusta la gente que me ignora cómo me gusta la gente que es indiferente a mi presencia cómo me gusta esa gente que me conoce y que decide hacer como que no por ejemplo cuando me encuentra en el bus mirá yo tampoco quiero hablarte gracias por quitarme la incomodidad de fingir que me alegro de verte pero como la vida es graciosa y yo soy muy maniática siempre termino resaltando por una u otra razón ahora soy la Miss con la que pintamos cosas raras y hacemos personajes con cabeza de oso y cuerpo de pato y ella nos deja oír música porque está harta de su voz y de hablar pero sobre todo de sentir dolor en las manos y a veces en el corazón y la campana sonó de nuevo y me tentó la verdad porque hacía un calor de mierda y pensé en el sorbete de coco con esa su miel roja que no sé cómo se hace pero ya nos habíamos ignorado mutuamente no sé cómo rompés ese silencio ni cómo das tu brazo a torcer era muy tarde otras misses se acercaron a comprar sorbete y fingimos que nos alegramos de vernos busqué las monedas que me quedan al final de la semana en uno de los bolsillos de la mochila y calculé cuánto tenía nomás tocándolas porque no quería que el sorbetero me viera contando dinero que en definitiva no era suficiente ni para una bola de sorbete mi uber estaba como a una cuadra y pensé que no comprar sorbete estaba justificado imaginate se me cae y mancho el asiento y me bajan estrellas y valgo más verga de la que ya valgo gracias a S S es una amiga que vive lejos y un día vino a visitarme por un mes y durante ese mes le presté mi cuenta de uber o sea lo pedía yo pero quien usaba el servicio era ella S tiene la costumbre de azotar las puertas y a los conductores -no solo de uber- eso los enloquece y cada vez que S azotaba una puerta me bajaban estrellas soy una maldición de pasajero gracias a ella en fin cuando mi uber se parqueó a un metro del vendedor guardé el teléfono y vi una manita que salía de un carro y detrás de la manita había una carita pequeñita. Era L, de kinder 6. Sonreía y se despedía de mí con su manita chiquitita, mientras su mamá le compraba sorbete. Sonreí de esa manera que solo me sale natural con mis alumnos y le dije adiós con la mano también. "Adiós, amorcito, que disfrute su sorbete!", grité, mientras nos alejábamos para vivir nuestros fines de semana completamente diferentes.




 
Cavalieri,26.09.2023
Cómo me gustan tus monólogos, Emma.
 
Morirse,26.09.2023


Gracias, Melina


 
Morirse,30.09.2023



Estoy enamorada de esta canción:

https://bit.ly/3R...


 
Morirse,01.10.2023



Finaliza Septiembre.
Es hora de decirte lo difícil
que ha sido no morir.

- Roque Dalton


 
Morirse,12.10.2023



Amo esta canción. Es lo único que me sostiene cuando tengo semanas de mierda.

https://bit.ly/3L...


Todo me sirve, nada se pierde, yo lo transformo.
Me sirve cualquier pretexto, cualquier excusa, cualquier error...



 
Morirse,06.02.2024

Cuentos [5]


Besacalles
Andrés Caicedo





ENTONCES CORRO HACIA LA ESQUINA, y si hay verja por alguna parte, apoyo un pie en ella y me pongo una mano en la cintura, acomodando bien la cartera con la otra mano, y así los espero. Cuando pasan frente a mí, aguardo a que me miren con interés para lanzarles la sonrisa. Después de todo eso, alcanzan a dar dos pasos, máximo tres. Allí es cuando se deciden. Voltean primero la cara; después se me acercan muy lentamente. Entonces pueden decir qué horas tiene mamita o qué más hermana o pa’dónde va mija. Allí yo me hago la poco interesada y los miro como de reojo, sí, como de reojo, y me alejo caminando ni muy despacio ni muy rápido. Si el muchacho es tímido, pues dará la espalda muy avergonzado; en ese caso yo me vuelvo, y medio le grito qué, ¿se va ya? Él se asombra mucho ahora y sonríe y puede decir eso depende de usted, ¿no? Pero si es entrador el muchacho, cuando yo me haya alejado un poco, él no perderá aún las esperanzas y se pondrá a seguirme a una distancia de diez metros o diez pasos, pero eso sí, acercándose cada vez más. Cuando ya estemos cerca del río, volteo la cabeza de vez en cuando como para darle ánimos en caso de que sea necesario, y ya en una parte bien oscura y bien sola doy media vuelta y me le acerco y le digo muy lentamente qués lo que usted sestá creyendo joven. Aquí siempre se producen reacciones interesantes: algunas veces, cuando son groseros, responden y usted, qué es lo que también está pensando; otras veces, cuando realmente no saben qué decir: bueno, es que yo quería que conversáramos, ¿sabe? De todas maneras, lo que importa es que a estas alturas ya estamos muy cerca, y yo solamente espero a que él acabe de explicarse para mandarle la mano con mucho estilo; pero al mismo tiempo estoy mirando hacia todas partes, ¡y casi nunca viene nadie y no se ve nada de lo oscuro! No se ve pasar un alma, y a dos metros de nosotros comienza el río.
Pero hay días en los que las cosas no suceden tan bien que digamos, pues por más que camino por las calles de Cali no encuentro a ningún muchacho disponible. O en el peor de los casos me encuentro con ese pecoso que no me puede ver sin dejar de gritarme cosas. La otra vez que yo estaba en el paradero del bus Azul con dos pollitos de lo más queridos, pasó la lado y al verme sonrió con esa maldad suya y se quedó a esperar el bus allí, al lado de nosotros, sólo para hacerme sufrir, lo sé. Un día de estos voy a tener que hablarle, decirle que por favor me deje tranquila, que yo nunca le he hecho nada malo. Y si no me hace caso pues tocará comenzar a pensar en un modo más efectivo de quitármelo de encima. Sí, porque mi vida ya está lo suficientemente organizada como para que venga ese muchacho pecoso a estropear todo lo que ya he alcanzado.
Aun así, hay noches en las cuales todo me sale a las mil maravillas: puedo llevar hasta cinco muchachos al río, y quién quita que entre esos haya uno que comprenda todo de la mejor manera, como uno del viernes pasado, que quiso terminar las cosas como Dios manda. El problema se arma cuando piensan que algo está funcionando mal, porque a pesar de todo yo no puedo perfeccionar hasta el más ínfimo detalle, entonces se ponen impertinentes y groseros, de modo que tengo que enojarme de veras, vayan a comer mierda, a ninguna mujer le puede gustar que un hombre quiera hacerle el amor de esa forma tan burda, y me paro arreglándome el vestido. Aquí es cuando ellos balbucean y dicen cosas pidiendo perdón, no mamita, no se vaya que mire que ni siquiera hemos empezado, comprenda, nada más mire en el estado que me deja, ¿ah? Pero yo me voy caminando como si nada, de lo más campante, y si me los encuentro mañana u otro día, pues no los saludo, me hago la loca y listo.
El muchacho pecoso que les digo estudia en el Conservatorio y tiene un pelo y unos ojos muy bonitos. Yo lo conocí por intermedio de un amigo suyo a quien la otra vez también me lo llevé pal río.
Donde se consiguen más muchachos es por los lados del Latino, a eso de las ocho de la noche, sábados y domingos. Pero hay que tener cuidado porque a lo mejor me encuentro con Frank y con toda su gallada y otra vez me obligan a pegar pal río, y si no me dejo de todos, allí mismo me cortan hasta que no quede nada de mi cara y le cuentan a mi hermano que yo estoy metida de buscapollos por todas las calles de Cali, y para qué decirnos mentiras: yo sé que mi hermano sí me mata. Pero no creo que al muchacho pecoso haya que tenerle miedo porque nunca anda en barra, siempre que me lo encuentro va solo, así que no hay peligro. Como ya dije, lo conocí por intermedio de un amigo suyo y desde esa noche me gustó cantidades y comencé a seguirlo siempre que salía del Conservatorio, pero nunca pude acercármele porque siempre había mucha gente alrededor. Hasta que una noche me lo encontré de frente, sin querer, por los lados de La Gruta, y a pesar de la cantidad de gente que pasaba le dije quiubo y él me dijo vé, quiubo, entonces me embollé toda pues no sabía qué hablarle, hasta que le solté pa dónde vas y él me contestó pal cine, y le pregunté de una ¿no me invita? Me gustaría, hermana, pero ya una pelada mestá esperando. ¡Ah! dije yo, tragando saliva; bueno, chao pues, y comencé a irme hasta que él me dijo pero si querés nos encontramos mañana, vos verás. ¿Mañana? Bueno, a qué horas, pregunté, arrepintiéndome después porque no me hubiera gustado parecer tan interesada, ¿no? Pero él me respondió de una a las nueve de la noche al frente del Club de Tennis, por aquí mismo, por la Avenida Colombia, ¿okey? Okey, le respondí yo, y allí mismito le di la espalda, como para que viera que a mí también me estaba esperando una persona. Pero la verdad fue que me puse a seguirlo hasta el teatro, y allí vi que era mentira lo de la pelada que estaba esperando, porque entró solo al cine. A lo mejor es que no tenía plata para invitarme, quién sabe. Hombre, pero no era sino decirme y yo hubiera pagado la boleta, yo no sé por qué es que ponen tanto problema.
Llegué a Cali cuando tenía 11 años. Mi papá consiguió un empleo en una agencia de repuestos Ford, y allí duró siete años hasta que se murió de tuberculosis. Mi hermano montó después un negocito de verduras y de granos para que lo administráramos mi mamá y yo. Pero desde allí todo comenzó a irme mal, porque al rato comprendieron que yo salía los sábados era a buscar muchachos, de modo que si te encontramos en esas, palabra que te matamos, y yo sabía que si me encontraban cumplían la amenaza. Entonces conocí a Frank, y él fue el que me convenció para que entrara a su gallada, y que me volara de la casa y todo eso para que pudiera batir a la gente día y noche. Pasábamos muy bien al principio; yo creía que Frank me tenía cariño porque cada vez que iban a hacer una cagada me invitaban a mí de las primeras, y cuando le quemaron la tienda a Morales dejaron que yo tirara la primera molotov de las que hacía El Merengue. Pero a mí las cosas nunca me han durado lo suficiente, y en esa ocasión se terminaron cuando hicimos aquel paseo al Pance. Los muchachos estaban muy contentos porque habían sacado a esa gallada que quería apoderarse del charco. Los hicieron correr y aún corriendo les daban madera, y creo que hasta dejaron a uno medio muerto, yo vi cómo lo cargaban en los hombros, gritando que los dejaran ya tranquilos, miren que tenemos un muchacho herido; pero los muchachos de Frank siempre han sido tesos, de eso no cabe la menor duda, y no dejaron de masetiarlos hasta que desaparecieron por esa portada que quedaba debajo de los palos de mangos. Palabra que yo nunca los había visto tan felices, saltando y haciendo piruetas y proclamando que ellos eran la mejor gallada del mundo, y al que no le gustó pues que salte, pero quién iba a saltar si todo el mundo en Cali les tenía era terror, físico miedo. Entonces Julián, uno de los más cagadas dijo pero qué estamos esperando, si tenemos aquí hembritas, y él que dice eso y Marta, la otra pelada de la barra, que sale hecha un tiro, pero la agarraron a los veinte pasos, y los 12 se le fueron encima sin dejarla siquiera decir ni pío. Marta era de ojos verdes y muy bonita, me parece que ya no está viviendo en Cali, que los papás tuvieron que mandarla para Estados Unidos. Y como era tan bonita a mí también me comenzaron a entrar ganas como de hacerle alguito a mi manera, y así dije, que también me dieran chico, entonces todos voltearon a mirarme, y creo que el acuerdo fue mutuo porque al momentico se me tiraron sin dejarme siquiera levantar del pasto. Después yo no veía sino a Marta que se arreglaba la ropa y se limpiaba los mocos, y a ellos que después de acabar conmigo se habían echado de espaldas en el verde prado. Se tiraron por última vez al río y arreglaron todas sus cosas. Después le dieron la mano a Marta para que se parara, y muy amables y todo les dio por consolarla, tranquila mija, toda pelada que quiera estar en la gallada, tiene que ser bien chévere, vos sabés; y ella sonrió y dijo sí, claro, pero es que con tantos me duele, hombre. El dolor pasa, le dijeron, y no se habló más; se comenzaron a ir sin voltear a verme, y yo creí que era que se habían olvidado de mí o cualquier cosa, por eso tuve que gritarles y correr detrás de ellos para que no me dejaran allí sola, y sobre todo ahora que estaba anocheciendo…
Estuve allí, al frente del Club de Tennis como a las ocho y media, y a decir verdad desperdicié bastantes oportunidades, porque más de cuatro muchachos pasaron mirándome, pero a mí esa noche solamente me importaba el muchacho pecoso, y lo esperé hasta las diez y media pero no vino. Pasó una larguísima semana antes de que volviera a encontrarlo, no bastó que todas las noches lo esperara a la salida del Conservatorio, con todo el mundo mirándome y comentando; parece que le habían cambiado los horarios o se había salido. La noche que lo encontré por fin, salía por primera vez con mucha gente, por eso me escondí detrás de los árboles de la esquina, pero creo que él ya me había visto, porque al cruzar la esquina me dijo quiubo hermana. Qué hubo le dije yo, y ya estaba rodeada por todos sus amigos, hasta que él dijo bueno jóvenes, aquí me quedo yo. Ellos se fueron después de despedirse entre risas y él se quedó mirándome y me dijo qué más hermana poniéndome su brazo en el hombro. A dónde vamos, dijo. Vamos a dar una vuelta por allí, le respondí. Caminamos sin conversar hasta que llegamos a la orilla del río Cali, y allí fue donde me besó por primera vez, y yo tuve que atajarlo para que no fuera tan rápido porque podía venir gente, ¿no? Cómo que rápido, si antes es que nos estamos demorando mucho, y diciendo eso me besaba en la nuca y este era el momento que había esperado y comencé a acariciarle el estómago como yo únicamente lo sé hacer. No sé cómo hizo, pero allí mismo me metió una zancadilla del tamaño de Cali, y fui a dar al suelo de lo más feo y ya lo tenía encima, y todo eso sin ver si venía gente. Pero yo no quise pensar en nada, pues todo iba muy bien y muy rico hasta que él metió la mano debajo de mi falda sin que yo pudiera evitarlo. Entonces quedó paralizado. Pero antes de que yo reaccionara me levantó agarrándome de los hombros y me arrancó la blusa y sacó los papeles y los algodones gritando que su vida era la vida más puta de todas las vidas, y dándome patadas en los testículos y en la cabeza hasta que se cansó. Cuando se fue, no sé si estaba llorando o se estaba riendo a carcajadas.
Como ya dije, mi vida está ya lo suficientemente organizada para que venga él a estropearlo todo, sobre todo que me lo encuentro a cada rato por las calles de Cali, pero lo bueno es que siempre anda solo, por eso el asunto puede remediarse relativamente fácil. Y si no puedo, pues tocará ir pensando en pegar pa Medellín o para Bogotá o a Pereira, inclusive, pues en esta ciudad las cosas se están haciendo cada día más difíciles.



 
Morirse,08.02.2024



Como diría Pessoa, hoy estoy vencida como si supiese la verdad. Estoy lúcida, como si estuviese por morir y no tuviese más hermandad con las cosas que la de una despedida.



 



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