Sutiles cabellos eran los de la tan agraciada dama, los cuales se movían con el paso cadencioso de sus piernas torneadas y casi perfectas... "Casi" solo porque la perfección depende de quien la vea. Quizás el salvajismo de sus ojos la dejaba fuera del plano de lo normal y por ello no podía ser juzgada por su apariencia... ¿Quién sabe?

En realidad nadie sabía. De aquella mujer los conocimientos eran nulos, apenas brisas en un día de fuerte viento. No se conocía mas que el color de sus cabellos y de sus ojos en conjunto con el de su piel. ¿Qué angel podría aparecer de aquella manera tan diáfana e inconstante?

Y repito... Nadie sabía.

Me ha dicho que era un ser tan real como las ilusiones, tan mortal como Dios; que era una mujer como pocas las hay, mas sin embargo como todas. He dedicado mi vida entera a buscar mas datos de aquel ser que se me escapa de entre los dedos como la más leve de las gotas de lluvia. ¡Aquella mujer! Sus cabellos dorados, ojos de lluvia, piel de alabastro. La perfección resumida en su nombre que no conocía. La perseguía como el cazador a su tierna presa, como el sicópata a su víctima tan deseada... ¿Qué era yo, entonces? ¿Era un fervoroso amante, ciego buscador o loco asesino? ¿Realmente importaba? La amaba y mi amor por ella era lo único que habitaba en mi cabeza y corazón.

Así es, la amaba. Como a nadie nunca amé, como por quien nunca sentí tal pasión. Sublime alma, que me permitía dedicar horas enteras a la contemplación de sus virtudes y al perdón de sus defectos. ¡Era perfecta! ¡Tan irreal! Era mía, toda ella, una hermosa virgen que se presentaba ante mí a cada parpadeo.

Fue por ello que la hice mía... Forzosa, dolorosamente para ambos, la hice mi propiedad. "¿Cómo no habría de doler, si te amo?" proclamé ante sus ojos, mas ella no escuchaba... ¿No me amaba? ¿Qué sentía por mí? Debía ser mía. ¡ERA MÍA! ¡COMO MI SOMBRA MÁS OSCURA! ¡COMO EL CACHORRO MÁS FIEL! Así debía ser ella, ¡ELLA! Cada partícula de su cuerpo, cada suspiro de sus pulmones, cada suave movimiento de su pecho al respirar...

Movimientos que fueron minándose... ¡No me amaba, no merecía vivir! Leve era el movimiento de sus brazos contra mi, hasta que dejó de moverse... ¡Ah, aquella perfección era finalmente mía! ¡Y la tomé como premio a mi búsqueda, al inmaterial deseo de ser uno con mi amada...!

Aún siento el sabor de su sudor carmesí contra mis labios... ¿Era sudor?

¿Soy un loco o un enamorado?

No me interesa... Lo que merecía ya lo he tomado.