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MI VIDA CON PILAR

Estoy ahora sentado frente al mar, contemplando la bravura de sus aguas, distrayéndome los oídos con los sonidos de sus olas. Tratando de olvidar aquellos momentos frustrantes, tiraba piedrecillas en las aguas que me producía una cierta tranquilidad para el espíritu aunque no para la memoria. Cuando veo fijamente la mar se forma esa imagen, y como una pantalla inmensa refleja lo vivido. Pienso entonces que la vida es una suerte de pruebas a la sensatez humana, a nuestra capacidad de controlar los actos impulsivos y tejer las estrategias para superar las tentaciones del cuerpo y aprovechar los momentos propicios para despegar del terreno de delirio al terreno mundano.

Ahora creo que cuando Pilar me propuso ir con ella al Bar, era el momento preciso en que la vida me estaba poniendo a prueba sin que yo lo supiera en lo absoluto. Fui tras de ella llevado por las emociones e inducido por ese sentimiento inexplicable que nos nubla la razón y nos expulsa de todo formalismos.

Era un viernes 14 de julio cuando se había sentado junto a mí en la clase de economía |y me había confesado, mediante un papelito escrito con letras en mayúsculas, que sentía algo por mí, “que había algo, no se que”, que le atraía mucho y que “le encantaría salir conmigo después de las clases de Estadística. Ese viernes que lo tengo grabada en la memoria, fuimos al “New People”, en Catalina Huanca, en la Cuidad Universitaria; pasamos por un cuarto oscuro, entre las luces de colores y la música estruendosa, atravesamos una puerta cerrada por una cortina que olía a cigarrillos y licores baratos y nos instalamos en la “chocitas” del patio trasero.

- ¿Quieres tomar algo? – preguntó Pilar mostrándome sus pequeños dientes blancos que se refugiaban bajo sus labios exquisitos.

- Quizá agua – repuse mostrándome un tanto incómodo.

Meneó un poco la cabeza, me miró fijamente y se rió de manera escandalosa. Un minuto después volvimos a entrar por la puerta de las cortinas con olor a cigarrillos y licores baratos y nos instalamos en la improvisada pista de baile sin decirnos palabra alguna. Alguien, al fondo, entre las luces claras que permitía percibir un cuadro, sentenció mi nombre en voz alta. Al acercarnos reconocimos a Pocho y Rodri que bebían de una jarra colocada sobre una mesita y al parecer ya habían bebido uno antes. Estuvimos un buen rato allí bebiendo y hablando sobre los ingenieros y los cursos, Pocho se quejaba de que los “Inges” hacían los cursos difíciles y que algún día verán cuando el Pochito sea su jefe. Pilar de acercó sigilosamente y me susurró en los oídos un: “vayámonos de aquí”.

Cuando salimos del Bar ya era de noche y la calle parecía la vía expresa en hora punta, unos venían y otros se iban tambaleándose hacia Mariscal Castilla. Cruzamos la pista, tomamos un ETUPSA y nos fuimos al centro. Pilar ordenó que bajáramos en Puno, caminamos hasta Arequipa y encontramos un local llamado “Antojitos” que abandonamos de inmediato, fuimos al “Kero” y estaba vacía. Apenada, dijo que iríamos al Rock and Pop y tomó un taxi por dos soles. Bajamos frente a un inmenso letrero “Rock and Pop discotheque”, compramos unos boletos e ingresamos corriendo. El ambiente lleno de gente me mareó enseguida, tomamos sangría y bailamos sin parar.

Eran las dos de la madrugada cuando decidimos salir, estábamos en un estado lamentable por la embriaguez, le había declarado mis sentimientos y ella sin pensarlo dos veces me había respondido con un “si”. Aún me suena en los oídos lo que me dijo cuando abandonamos la discoteca: “vayámonos a un hotel”. En ese momento me sentí el hombre más atractivo e irresistible del mundo y abordamos un taxi: “al Hotel Melody, por favor” – dijo Pilar con un gesto de cansancio.

No recuerdo exactamente el momento ni cómo empezamos a amarnos en esa cama inmensa del tercer piso del hotel. La tomaba en mis brazos con deseos ardientes y al no encontrar resistencia proseguí lo que la carne me ordenaba.

Al día siguiente, con los pelos revueltos y lo cuerpos desnudos, yacíamos silenciosos ante la luz del sol que penetraba entre las cortinas. Traía el aliento de una mina después de una explosión y la cabeza me sonaba como el tic-tac de un reloj a cuerdas. Miré receloso a Pilar y aprecié sus enormes pechos, su cuello perfectamente dibujado, un lunar en el hombro derecho y en su hermosa espalda blanca tenía rastros de caricias desesperadas.

No sé por qué – aunque parezca coincidencia – todos los martes recibo alguna noticia mala aunque hago todo lo posible para que esto no ocurra. Y fue precisamente el martes dieciocho de julio cuado sonó el teléfono y me comunicaron que era para mí de parte de Pilar.

- ¿Aló? – dije pausadamente al mismo tiempo que tomaba el auricular.

- Hola Alberto, soy Pilar, necesito hablar contigo – contestó de inmediato.

- Claro – dije invariable mientras por mi cabeza pasaba desde las ideas más sensatas hasta las ideas más descabelladas.

- A las cinco en el parque Constitución – dijo rápidamente y colgó sin darme tiempo para responder ni decir en que lugar especifico seria el encuentro.

Llegué a la cita a las cinco en punto, por primera vez en toda mi vida había sido puntual y me sentía raro por ello. Divisé por todos lados, por todos los bancos del parque, cerca de la pileta, por la capilla, volví para Giraldez y no logré ubicarla. Diez minutos más tarde, una figura femenina, con la cabellera ligeramente rizada y nariz respingada, se acercaba a donde yo estaba con una manera muy particular de caminar.

- Hola – dijo sin sentarse y tratando de no mirarme de frente.

- ¿De que quieres hablarme? – respondí de inmediato casi automáticamente tratando de ocultar mi nerviosismo.

- Vayamos a un lugar mas privado – repuso al mismo tiempo que se dirigía para la Real.

Bajábamos ahora, irónicamente, por la misma calle que habíamos ido al Rock and Pop, llegamos a Arequipa sin intercambiar palabras, nos dirigimos a Breña e ingresamos a un local para tomar café. Nos sentamos frente a frente, sosteníamos nuestras cabezas con la palma de las manos y nos miramos fijamente. Soltando un suspiro y sin mirarme a los ojos Pilar dijo: “tengo SIDA”. Sus palabras me cayeron como un baldazo de agua fría. No respondí nada. Quite mis manos de mis quijadas y agarre mis cabellos con fuerza dejando caer mi frente sobre la mesa. Estuve largo rato así. Cuando levanté la mirada Pilar ya no estaba, se había ido y sentí mi vida perdida, ella se lo llevaba ¿sin mi consentimiento?

Ahora, sabiendo que moriré dentro de algunos años, trato de pensar más sobre el sentido de la vida y lo encuentro bello. Trato de ir a los lugares inimaginables y desconocidos, busco la paz donde antes no lo había hecho. Mi enseñanza a los demás es que el placer es corto y el dolor grande. Ahora estoy frente al mar.

Texto agregado el 03-08-2007, y leído por 80 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
03-08-2007 Un final inesperado, crudo, brutal. Y una narración bien dirigida. Noguera
03-08-2007 Un final inesperado, crudo, brutal. Y una narración bien dirigida. Noguera
03-08-2007 Cosas que pasan. Buen cuento. Gatoazul
 
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