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Inicio / Cuenteros Locales / otro_ladrillo_en_el_muro / ¿Los androides van al Cielo?

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Eli y su padre salían del ascensor que los llevó a la cuarta planta. Avanzaron por un largo pasillo iluminado por la luz del sol que entraba por las grandes cristaleras que miraban hacia el exterior. Eli se sentía extraña, no por el aspecto solitario, vacío y aséptico del lugar donde se encontraban, sino porque siempre la relación con su padre había sido fría, distante; pero ahora, inexplicablemente para ella, iban juntos, cogidos de la mano, a conocer el estado de Simón, uno de los androides encargados del servicio doméstico de la mansión en la que vivían.

Ya les habían advertido en el mostrador de información de la entrada principal que no podrían entrar en la habitación en la que se encontraba, no obstante les indicaron que podrían verlo a través de una gran ventana que había en la pared y que separaba la habitación del pasillo. Al llegar, Eli se dio cuenta, angustiada, de que era demasiado pequeña como para poder ni siquiera mirar por la parte más baja del cristal. Daba pequeños saltos, pero no conseguía ver casi nada, de forma que su padre decidió auparla en brazos. Al fin lo vio; inmóvil, tendido sobre una cama y conectado a varios tubos y cables mientras era examinado por varias personas con batín. A los pocos instantes su padre volvió a ponerla de pie en el suelo para ir a conocer, al menos, un primer diagnóstico; pero Eli se resistía a moverse de allí y se aferraba fuertemente a la barandilla que se encontraba bajo la ventana. Víctor abandonó la idea de intentar convencerla y le dijo: “Voy a hablar con David, mientras quédate aquí y no te muevas, ¿de acuerdo?” Su hija asintió con la cabeza.


Víctor se encaminaba hacia donde se encontraban los jefes de personal. Llegó a una puerta que tenía una pequeño rótulo metálico con letras negras donde se leía: “Doctor Frankgent”, la golpeó un par de veces con los nudillos y, tras oír “Sí, pase” desde el interior, entró.

Víctor y David eran viejos amigos, se conocían desde sus años de estudiantes universitarios. Aunque no se habían encontrado desde hacía mucho tiempo, casi tres años; en los últimos meses volvieron a verse en varias ocasiones.

- ¡Hola Víctor! -Dijo David, mientras se levantaba de su sillón y se daban la mano- Me alegra saludarte de nuevo; aunque sea otra vez por aquí. ¿Lo has visto?
- Sí, acabo de verlo; conectado a más dispositivos que en la última ocasión. ¿Cómo está? ¿Podrá volver a trabajar?
- Siento decirte esto, pero creo que no. Simón ya es muy viejo y en estos meses ha tenido varias complicaciones importantes. -Afirmó David lamentándolo.- Esta vez creo que el mal es irreparable.
- Quien más lo va a sentir es Eli. Simón ha trabajado en el servicio de mi casa desde que mi padre era niño, pero en todos sus años de trabajo quien más ha tratado con él ha sido ella. -Hizo una pausa y continuó.- Eli no pudo conocer a su madre, murió pocos días después del nacimiento. Desde entonces, ya sabes, pasé a ser el único dueño de todas las empresas y tuve que hacerme cargo de todo; el trabajo, las reuniones, los viajes de negocios,... me escondí. ¡Dejé a mi hija sola y con el único cuidado de un androide! -Exclamó Víctor arrepentido.-
- Lo comprendo. Pero ahora tu hija...
- Sí, lo sé. He abandonado la vida empresarial activa. Nombré a mis representantes legales en la junta directiva y he vuelto a mi plaza de profesor en la Facultad; solo me dedicaré impartir clases.


Eli permanecía donde la había dejado su padre. Sola en el pasillo fue hacia una silla que se encontraba frente a ella, la arrastró y la colocó bajo la ventana con el respaldo apoyado en la pared debajo de la barandilla. Se encaramó en la silla y, poniendo las suelas de sus pequeñas botas en el asiento, se puso de pie. Pero tampoco podía ver casi nada; miraba inquieta hacia un lado y hacia el otro, pero los batines se movían al rededor de Simón, lo estaban terminando de desconectar, hasta que finalmente empezaron a salir poco a poco. La habitación se quedó en silencio, ella se quedó quieta y pudo volver a observarlo, fijamente; nada ni nadie se movía. Los pensamientos y recuerdos de Eli empezaban a estar acompañados de un sentimiento de soledad que comenzaba a agobiarla, sentía una angustia que ni siquiera le dejó oír los pasos David y de su padre mientras se acercaban.

Eli se dio la vuelta, Víctor se agachó delante de ella y le dijo, juntándole las manos con las suyas, que Simón ya no volvería a casa. Eli miró a David, el cual hizo un gesto de asentimiento, y comenzó a sentir como se le terminaba de formar un nudo en la garganta; se pasó las manos por los ojos, casi empezó a llorar. Víctor la cogió levantándola de la silla y se despidió de David. Mientras entraban en el ascensor, Eli, en brazos de su padre y abrazada a él, le preguntó: Papá, ¿los androides van al Cielo?

Texto agregado el 08-03-2008, y leído por 334 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
05-02-2009 Está bien escrito; tal vez una revisión para corregir tantos "que" al principio. Pero la historia me quedó debiendo algo. Aristidemo
08-03-2008 hace tiempo que no leía una historia tan bien narrada... me gustó el ritmo, la cadencia, la inteligencia... muy bueno... juntocadaveres
 
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