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Segunda parte de esta historia.

Tomó apenas 6 horas llegar a Magus. Estaba a más de la mitad del camino y sin embargo, me faltaba más de la mitad del viaje. Las principales rutas comerciales utilizaban hoyos de gusano para viajar a través de los dobleces del espacio y disminuir considerablemente las distancias. Pero no había ningún hoyo de aquí a Aquella, y si lo había, el pequeño yate espacial que acababa de comprar no tenía la tecnología para entrar en él.

No sabía si podría hacer alguna parada antes de llegar a mi destino. Dispuse, pues, de todo lo necesario para un viaje largo y salí de Magus al día siguiente. Al principio, el espacio estuvo relativamente transitado. Mientras más me alejaba del centro de Andrómeda, era más el tiempo que tardaba para encontrarme con algún otro vehículo en el camino. Cuando por fin entré a la galaxia en donde se encontraba Aquella, cuyo nombre desconocía en ese momento, ya me encontraba completamente solo en el espacio infinito.

Mi viaje se desarrolló sin novedad alguna. No hubo necesidad de detenerme en ningún planeta y en una semana me encontré con mi yate flotando sobre el enorme globo, completamente azul, moteado aquí y allá con unas cuantos puntos cafés a lo largo de su superficie. Antes de bajar, me quedé allí arriba unos cuantos minutos, admirando el planeta que tenía frente a mis ojos. Ese azul era casi hipnótico, hermoso nada más de verlo. Olvidé por unos segundos que estaba trabajando y me convencí de que, de haber sido otro mi destino, igual me habría detenido en aquel planeta. Tan sólo de verlo desde aquí arriba estaba seguro que era, tal y como había dicho Kin Bok, un oasis lejos de la civilización. Y entonces, descendí.

Lo primero que me pareció extraño es que no recibí ningún mensaje a través de la radio mientras bajaba. Supongo que con tan pocas visitas del exterior, este pequeño planeta no requería tener un control de su tráfico aéreo. Volé un poco sobre su superficie mientras buscaba tierra seca a donde llegar. Me encontré a los pocos minutos con una isla de tamaño mediano. No sabía si habría un puerto espacial en este lugar, o incluso en este planeta, así que decidí dejar mi yate en el muelle, reposando sobre el mar. Al bajar, una considerable cantidad de nativos me observaban con curiosidad. Algunos pescando, otros preparándose para zarpar, atendiendo tiendas o niños jugando, todos detuvieron sus actividades al verme llegar. Los nativos eran humanoides, menos mal, así no me sentiría tan extraño. Pero lo que más llamó mi atención fue su color de piel, de un tono rosado. No había visto humanoides de piel rosada en toda mi vida, en todos mis viajes, en ninguno de los planetas que había visitado antes. El lugar lucía muy rural, supongo que los viajes hacia el exterior por parte de sus habitantes eran escasos. Después de pensarlo mucho tiempo, uno de los habitantes se acercó a mí y me saludó.

- Bienvenido a Aquella, viajero. Perdone nuestra falta de cortesía, no estamos muy acostumbrados a tener visitantes del espacio. Soy el encargado del muelle, me temo que para dejar su nave tendrá que acompañarme y llenar unos papeles. Mera formalidad.
Aquel hombre sonreía nerviosamente. Asentí sonriente y lo seguí hasta una cabaña junto al muelle. Podía sentir todas las miradas moviéndose conmigo. Y entonces miré hacia el traductor que rodeaba mi brazo, encendido. Sentí curiosidad por saber que idioma hablaban así que miré de cerca la pantalla: "Mandal --> Mandal", era lo que decía. ¡Así que también hablaban mandal! Apagué mi traductor y lo guardé en mi bolsillo. Una razón menos para preocuparse. Mientras llenaba los papeles con mis datos, planeta de procedencia, motivos del viaje, características de mi yate y demás, el nativo trataba de ocultar su nerviosismo, mirando hacia otro lado cada vez que nuestros ojos se encontraban. La piel de aquel hombre era un poco más oscura de lo que había visto en varios de los nativos allá afuera, si bien el color de todos ellos era ligeramente distinto, dentro de una gama entre café oscuro y un color rosado pálido. Después de llenar la forma el hombre me dio un comprobante por el registro de mi yate y me deseó una agradable estancia. "Pásela bien y luego váyase", pensé que habría sido lo que el hombre realmente habría querido decir. Y sonreí para mis adentros.
- Me preguntaba si existe la posibilidad de rentar un bote. - pregunté, luego de unos segundos de silencio, en los cuales aquel hombre me miraba esperando a que me retirara. Pareció sorprenderle mi pregunta.
- ¿Su yate no funciona sobre el agua?
- Sí - respondí sonriente - pero me gustaría transportarme en algo más pequeño.

El hombre se quedó en silencio, pensativo. Estoy seguro que no pensaba en si había un bote o no, sino en si debía rentármelo o no.
- Supongo que puedo conseguirle uno. Aunque para ello tendrá que esperar hasta mañana. Mientras tanto, supongo que querrá hospedarse en alguna parte. Hay una posada a unos pasos.
- Muchas gracias, pero esta noche la pasaré en mi yate.

Después de despedirme, salí de la pequeña cabaña. Los habitantes que habían regresado a sus actividades, volvieron a detenerse al verme aparecer de nuevo. Dirigiendo caras sonrientes a todos, me dirigí hacia mi yate. "Debí haber preguntado cuanto tiempo dura la noche aquí" me recriminé una vez dentro. Pero, en base a los datos recopilados por mi yate antes de aterrizar respecto al tamaño y velocidad del planeta y la distancia de éste a la estrella más cercana, calculé que sería alrededor de unas diez horas. Según ese cálculo, faltaban unas dos horas para el anochecer. Decidí no salir más por ese día, para no intrigar más a los nativos. Esas dos horas las dediqué a formularme preguntas que debía responder durante mi estadía, muchas muy personales, pero otras para obtener datos relevantes para mi misión. Después de todo, este era un viaje de negocios.

Mi primera cuestión había sido sin duda el idioma. ¿Cómo un planeta tan remoto y primitivo, tan distante de Saet y tan distante de mi galaxia, tenía por idioma el mandal? El hombre no había dudado nunca en el idioma en el cual dirigirse a mí, supongo que fue en parte porque vio mi traductor. Sin embargo, el mandal parecía ser el idioma estándar en este planeta. Además, un planeta tan atractivo en el centro de un sistema planetario debía tener un nivel más alto de desarrollo, a menos que la vida se hubiera desarrollado muy recientemente, lo que me parecía improbable por el grado de inteligencia que parecían tener los habitantes. No les eran ajenos los visitantes del espacio, simplemente éstos no eran muy comunes. La falta de un control aéreo me hacía pensar que los propios habitantes de Aquella no tenían interés en el espacio, muy probablemente la gran mayoría nunca había salido de su planeta y no tenía intenciones de hacerlo. El hecho de que nunca en todos mis viajes hubiera visto humanoides de piel rosada parecía corroborar esa idea. Con estas y algunas otras ideas en la cabeza me dispuse a dormir. Por la ventana la luz de millones de estrellas iluminaba la cabina de mi yate. Busqué en el cielo por alguna luz más grande pero no encontré nada. El planeta no parecía tener ningún satélite natural. Cuando los habitantes de este planeta miran al cielo solo ven millones de estrellas dispersas en la eternidad. Quizás ni siquiera saben qué hay allá afuera. Quizás no tienen idea que este es solamente un insignificante planeta entre los miles de millones que existen, un grano de arena cualquiera en una extensa playa. Quizás no me tienen miedo porque piensen que sea peligroso o porque mi rugosa piel púrpura les resulte extraña. Me tienen miedo porque mi presencia rompe con su armonía habitual, porque todo lo que venga de afuera, todo lo que yo diga o haga fuera de sus costumbres atenta contra su pequeña burbuja que los aísla del resto del universo, atenta contra su pequeño mundo feliz. Cuando días después le comenté esta primera reflexión a Alhelí, me miró un par de segundos, extrañada, antes de preguntar: "¿Cuál mundo feliz?".

Texto agregado el 07-11-2009, y leído por 173 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
20-12-2009 Una novela de ciencia ficción con una idea central atrayente y prometedora. Un saludo! josef
21-11-2009 QUE PORQUERIAAAAAAAAAAAAAA DEMACIDOOOOO AMLO COMO VAS A PUBLICAR TAL COSAAAAAA. EL-CUBO
12-11-2009 Es una idea atractiva pensar que está en nuestra Tierra. enhorabuena. EVERO
07-11-2009 Bien, va bien. Se conecta perfecto con la primer parte y sigue manteniendo el intereses. Qué sopresas podrá encontrar en un planeta desconocido? Saludos, un gusto leerte. Azel
07-11-2009 Espérate, no te molestes que yo soy sincero. Analicemos mi comentario respecto del de Moreda. Ella (o él, no sé) asegura que le gustó, pero ¿esa no es una sentencia genérica que bien pudiésemos decirla para mil textos distintos? Por otra parte, ella remata diciendo que también le gustó la pregunta y ¿esa pregunta al final del texto nos garantiza realmente que Moreda leyó el trabajo?...despierta man, si aquí hay alguien franco soy yo, pues me importa una mierda las "estrellitas" y los "comentarios superfluos"...¿qué comenté yo? Que si no separas el texto en párrafos a uno, como lector, le pega a la vista...1* (al menos es sincera) Murov
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