Cuernos afilados,
pelaje negro,
¡ven aquí, torito!
y corre libre por los campos,
nadie vendrá a buscar tu muerte
y a nadie tendrás que matar para defenderte.

Tu naturaleza es la armonía
la que cultivas en el fluir de la vida,
tu mirada de azabache y de luna negra
observa guardiana
y a cualquier ataque se rebela.

¡Ven aquí, toro osco!
no deseo dañarte,
si sólo tengo mis manos para acariciarte,
¡ven aquí!,
que a pesar de tener el mismo aspecto
de tus verdugos
soy distinta y más humana que esos burdos.

Nuestro amor por la vida
hace que aborrezcamos, muchas veces,
la naturaleza humana;
no hay blasfema más insulsa
que criar niños pa' que se los mate
y engrandecer una cultura inmunda
donde la muerte es venerada por la plebe.

¡Ven, ven aquí , torito!
que quiero abrazarte,
que no hay tortura más horrenda
que la que te hacen,
no hay dolor más siniestro en la conciencia
que comprobar que la ignorancia
se la lleva a cuestas.

Un mundo sin guerras,
sin muertes etéreas,
sin culturas
que pudran el devenir de una nueva existencia,
un renacer de los hombres
que cultivarán y amarán las tierras
para sanar sus penas,
que labrarán la inmensidad del alma
en la precariedad de su anatomía humana.

Un pequeño sol en la noche de Junio,
un amor sin formas se asoma
entre el diluvio,
¡ven aquí, especie traidora
que no te escabullirás como rata en tejado,
tendrás que justificarte
ante la reprimenda de los Dioses
sobre las falsas honras de tus obras!.