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NEURORULETA

Capítulo I

En el año 2200, el Estado Mundial puso en marcha la primer "Máquina". Se trataba de supercomputadoras, que poseían la capacidad de razonar como humanos. No pasó mucho tiempo antes de que ese primer prototipo aprendiera a reproducirse. (Exactamente 9.4 nanosegundos). Por supuesto que lo hizo mejorando su modelo anterior, y agregando nuevas funciones que le permitían "fabricar" su propio cuerpo, constituido por millares de nodos distribuidos, lo que le facilitaba tener el control de cualquier equipo electromecánico alrededor del mundo.
En pocos meses, habían tomado el control total. No obstante, los humanos estaban felices de este cambio, ya que las Máquinas se encargaban de absolutamente todo: Construyeron edificios en los cuales no faltaba nada. Todas las comodidades eran gratis. No faltaba la comida ni el agua. Los dolores de la guerra habían quedado muy atrás, y una etapa de bonanza cubría a todo el planeta.
No hacía falta trabajar (las Máquinas lo hacían todo), y cada humano que nacía, automáticamente tenía asegurada la manutención básica. Nadie murió de hambre nunca más.
Por supuesto que a pesar de eso, existían algunos criminales. Personas que desde su nacimiento estaban condicionadas a odiar a la sociedad. Personajes arcaicos que no sabían aceptar el progreso como especie. Por ese motivo fue que El Estado Mundial construyó los "Centro de Incubación y Condicionamiento". Allí se "trataban" los casos difíciles, y también se chequeaba a los recién nacidos buscando tendencias agresivas en sus psiquis. A quienes lo necesitaban, se les inyectaban micromáquinas (llamadas nanites), que se encargaban de re-acomodar las sinapsis rebeldes, y de esta manera la persona aceptaba con gusto pertenecer a una sociedad tan avanzada.
También estaban contemplados aquellos casos de individuos que tenían ambiciones, y que pretendían algo más que los demás.
A todo el mundo el estado le asignaba un hogar tipo "H5" apenas al nacer. Este hogar prefabricado contenía todos los implementos necesarios para la vida diaria, incluido algo de esparcimiento. Si alguien quería tener algo más, digamos algún lujo, o tal vez agrandar la familia y pasar a un hogar tipo "H4" o "H3", o por ejemplo un virtuavisor de última tecnología, entonces debía participar en los "sorteos mentales", juego también llamado "#NeuroRuleta". (El hashtag es una costumbre que quedó de antaño, las computadoras ahora interpretan pensamientos).
Las reglas son simples: En cualquier momento, el apostador debe pensar la palabra "#NeuroRuleta", y un número cualquiera (como máximo, 9999); acompañando ese pensamiento con algún objeto o comodidad que tenga en su hogar. Digamos por ejemplo, un diván ultrarelajante. La computadora central de la casa toma las ondas del pensamiento del apostador, y las transmite a la central de la ciudad. Entonces, en la central se compilan los datos. El número menos apostado del día es el ganador. Entre todos los que hubieran pensado ese número, se reparten los bienes perdidos por los demás. El otorgamiento del premio es inmediato, simplemente se teletransporta el beneficio al hogar del ganador.
Lo apostado por los ganadores también se reparte, pero entre los menos pudientes a modo de "premio consuelo".
También es posible pensar en la palabra "#Upgrade". En ese caso, se pueden cambiar varios bienes propios (al menos una docena), a fines de obtener un hogar con más lujos. La computadora evalúa entonces si el cambio es proporcional, y teletransporta lo necesario para cambiar el hogar. Incluso habitaciones nuevas. El hogar más caro es el "H1", y poca gente puede acceder a él.
El único "crimen" de Aldous Huxley fue justamente ese: pretender un hogar tipo "H1".

 

Capítulo II

La tarde había caído varias horas antes, cuando el niño Aldous Huxley, acompañado de su abuelo, observaba con detenimiento e infinita curiosidad el estrellado medio cielo que la Vïa Lactea le ofrecía, como un sublime espectáculo, sólo para sus inquietos ojos.
Ambos, recostados sobre la hierba, disfrutaban de esa tan especial relación que existe entre abuelos y nietos.
-Abuelo, ¿Cuál es esa? - Aldous señalaba un punto del espacio.
-Esa es Betelgeuse, una estrella roja de la constelación de Orión.
-¿Y aquella tan brillante?
-Ese es un planeta, se llama Venus, y está muy cerca de la Tierra. ¡Tiene nubes de ácido sulfúrico!
-¡Guau!. Abuelo, ¿Cómo es que sabes tanto sobre todas las cosas?
El abuelo rió un momento y respondió:
-No es que yo sepa tanto, hijo mío. Lo que sucede es que ahora, lamentablemente, los chicos saben menos que en mi época.
Y siguió el abuelo:
-En mis épocas, los niños desde muy pequeños concurrían todos los días a unos lugares que se llamaban "Escuela". Allí, una persona que había estudiado y sabía muchas cosas, a quien se llamaba "Maestro", les enseñaba como yo lo hago contigo.
-Pero... Yo todos los días aprendo cosas nuevas con el virtuavisor. Aprendí a contar, a leer, a escribir... ¡Ayer me enseñaron sobre la "#NeuroRuleta", y de cómo cuando sea mayor voy a poder utilizarla para obtener todo lo que quiera!
-La enseñanza de la que te hablo era un poquito... Diferente. -El abuelo no quería confundir al niño-Utilizábamos algo llamado "Libro".
-¡Ah! Pero yo se lo que es un libro. Una vez encontré algo semienterrado en la plaza mientras jugaba. Le pregunté a la computadora qué eran esos objetos, y me dijo que se trataba de "libros de historia antigua".
El abuelo tuvo que detener a su lengua, para no decirle a su nieto que lo que encontró no eran más que panfletos políticos que relataban desde su propio punto de vista, la gestión del Estado Mundial, y lo maravillosamente bien que se hicieron las cosas en aquel entonces. De todas maneras el Estado Mundial quedó obsoleto hace mucho tiempo.
Repentinamente, el anciano se puso en pie con una agilidad sorprendente. Observó fijamente a su nieto y dijo:
-¡Batman! ¡A la baticueva!
Aldous sonrió, y rápidamente se puso en pie para correr tras su abuelo que ya le llevaba ventaja. Le encantaba el juego de la baticueva. Cuando el abuelo decía esas palabras, ambos corrían como alma que lleva el diablo, para esconderse en un búnker disimulado cerca de la cabaña del abuelo.
Allí había montones de cosas fantásticas. El abuelo había coleccionado muchos objetos increíbles. Entrar a la "baticueva" era casi como visitar un museo secreto, repleto de joyas invaluables.
Él tenía, por ejemplo, una colección de monedas antiguas, de la época cuando se utilizaba aquello llamado "dinero". Cuando Aldous escuchó la historia del dinero por parte de su abuelo, no podía creer que antiguamente algunos niños podían quedarse sin comer, sólo porque sus padres no tenían "dinero".
En otra estantería, había una importante cantidad de pequeñas figuras de plástico, que representaban héroes en miniatura. Los preferidos de ambos, eran los protagonistas de la serie "Batman". El abuelo le había explicado que mucho antes de que existiera la virtuavisión, aún antes de la TV 3D, los niños miraban programas por un aparato de imagen plana llamado "televisor". Batman era un héroe oscuro. El único de la Liga de la Justicia que no tenía superpoderes. No obstante, siempre salía victorioso, gracias a su gran tenacidad e inteligencia.
El cajón de las historietas era un mundo aparte. Muchos domingos por la tarde, ambos se sumergían juntos en el universo del cómic, leyendo esas ajadas revistas, que los transportaban a mundos fantásticos.
-Abuelo. ¿Y cómo eran esos "libros" de los que me hablaste?
-Un libro es un universo, donde el autor refleja muchos mundos que podemos visitar cuando queramos. Es un soplo de fantasía que pone a trabajar tus neuronas. Es una fuente de conocimientos que libera tu imaginación. Los libros son el mejor invento del ser humano. Será por eso que las Máquinas los hicieron desaparecer...
-¿Y por qué ahora no hay libros como esos?
-Porque no hay escritores. Las Máquinas, y su educación selectiva a traves de una pantalla, se encargaron de que nadie tenga tan sólo el incentivo por escribir.
-Cuando sea mayor, quiero ser escritor.
-Ojalá, hijo mío. Ojalá...
Henry Huxley, el abuelo de Aldous, había sido escritor en su tiempo. Fue tal vez el último en resistirse ante el avance de las Máquinas. El Estado Mundial era para él una suerte de dictadura. Sin embargo, las Máquinas eran algo mucho peor, ya que le quitaron a la humanidad el incentivo por crear, la necesidad de superarse, y especialmente la curiosidad por saber.
Hace mucho tiempo, tanto que él ya no recordaba cuándo, fue llevado por la fuerza a un Centro de Incubación y Condicionamiento. Fue la única persona que logró escapar de ahí, y aún hoy nadie sabe cómo lo hizo. Lo malo es que él tampoco lo recuerda.
Suspiró un poco ante la idea infantil de Aldous de convertirse en un escritor. Los niños suelen ser muy impulsivos, y tienen sueños idealistas. No obstante, él estaba orgulloso de que su nieto quisiera seguir sus pasos.
Tal vez muy pronto pueda llevarlo a la otra parte del búnker, allí donde guardaba su biblioteca. Una colección de libros de todo tipo, que habían sobrevivido a la gran "Limpieza de Material Sin Utilidad Práctica Definida", que las Máquinas habían realizado. Entre otros, algunos escritos por él mismo.
Debía guardar esos libros en secreto, ya que si alguien se enteraba de su existencia, con toda tranquilidad llamarían al Centro de Limpieza, para que se deshagan de aquel estorbo. Las Máquinas habían logrado mediante sus pantallas, que todo el mundo creyera que la educación era algo innecesario. Sólo hacía falta saber contar para jugar a la "#NeuroRuleta". Aunque también enseñaban a leer y escribir, sólo porque era necesario para comprender los panfletos del Estado Mundial.
Desde que escapó del Centro de Incubación y Condicionamiento, debía esconderse de vez en cuando. Las Máquinas no olvidan nada, y ocasionalmente algún dron de búsqueda pasa cerca de su cabaña. Afortunadamente, Aldous no había visto el pequeño aparato cuando estaban retozando en el césped observando estrellas. También por fortuna él había reaccionado rápidamente. Fue muy buena idea inventar eso de "A la baticueva". Su nieto se escondía con él, y de esa forma ellos, no podían saber que recibía sus visitas. En realidad, los padres de Aldous salían una vez por semana a una cabaña en el bosque que habían ganado en la #NeuroRuleta. El hombre había construído su cabaña cerca de allí, para despistar al sistema de investigación, y de paso, para estar cerca de su nieto. Le dolía un poco tener que engañarlo, pero sin dudas era una mentira blanca. Lo hacía para protegerlo.
 

Capítulo III

La mañana había sorprendido a Aldous Huxley. Las paredes de realidad virtual proyectaban un campo repleto de flores, donde comenzaba a amanecer.
No quería terminar de despertar, pero obligó a su subconsciente a liberarlo del sueño. Había soñado otra vez con su abuelo. La nostalgia lo ponía melancólico, y no le gustaba nada ese sentimiento.
Su hogar tipo H4 era más que suficiente para él. De hecho, algunas personas con dos hijos tenían un hogar H4, y vivían muy confortablemente.
Sin embargo, él soñaba con las comodidades de un H1. Los amplios espacios, las numerosas habitaciones, la cantidad de adelantos tecnológicos desconocidos para la mayoría... Eran sólo sueños por ahora. Pero algún día él ganaría en la #NeuroRuleta, y entonces aquella mujer que lo dejó se arrepentiría por siempre...
Encendió la virtuavisión, mientras se dirigía al cuarto de baño en seco, para reconfortar un poco su cuerpo bajo el baño de electrones libres. Luego una sesión de masajes en su diván de ultrarelajación, y estaría listo para la actividad que había decidido para ese día: iría al campo, a la antigua casa de sus padres. Ellos, cansados de los avances de la tecnología (¿Quién podría aburrirse de vivir con todas las comodidades?), habían decidido mudarse a la casa de campo donde pasaban los fines de semana cuando Aldous era un niño.
Recordaba claramente la cabaña del abuelo, cercana a la de sus padres.
Cierta tarde, mientras ambos jugaban en el campo con un balón (otro de los tesoros del abuelo), un dron de reconocimiento apareció sobre ellos. El abuelo extrajo entonces de entre sus ropas un extraño artefacto. Era un largo tubo metálico con un pequeño gancho donde el anciano colocó su dedo índice, mientras apuntaba la punta del caño hacia el dron. Entonces se escuchó un estampido, y el dron voló en pedazos, cayendo a tierra sus circuitos destruidos.
Luego de eso, el abuelo ordenó a Aldous correr a la cabaña de sus padres. Sus instrucciones eran claras: "Corre a casa de tus padres y quédate allí. Si alguien te pregunta por mí, les dices que no me ves hace mucho tiempo".
Aldous corrió como nunca. Estaba muy asustado por lo que había visto. Pero confiaba ciegamente en su abuelo.
Fue la última vez que lo vio.
Cerca de un mes después, como nadie había ido a su casa a preguntar por el abuelo, tomó valentía y escapó una tarde por la ventana de su habitación (siempre escapaba a la hora de la siesta; sus padres nunca supieron de sus incursiones por la cabaña del abuelo).
Apenas llegó a la casa, se sorprendió de que Keeper (así se llamaba el perro del abuelo), no había salido a saludarlo.
Poco después descubrió que no había nadie en la casa, y que no había habido nadie allí durante mucho tiempo.
El abuelo había desaparecido.
Muerto de miedo regresó a su habitación, y jamás relató a nadie lo sucedido.
Hoy, pasados muchos años, visitaría a sus padres en el campo. Tal vez pase por la cabaña del abuelo, para ver si todavía estaba en pie...
El vehículo de conducción automática se detuvo frente a la entrada. Un camino de lajas semienterradas conducía a una reja metálica. Un arco de flores silvestres cubría la entrada, y al fondo se divisaba la cabaña. En una de las ventanas se enfriaba un pastel. Su madre había cocinado de nuevo con sus propias manos. Aldous no entendía el por qué, pero los pasteles cocinados por su madre eran mucho más sabrosos que aquellos elaborados por los generadores de alimentos.
En la puerta de entrada, un llamador antiguo de bronce rezaba "Familia Huxley". Lo levantó y golpeó la puerta dos veces. Casi hubiera esperado a que la computadora de la casa responda a su llamado. Al contrario, su padre abrió, y ambos se perdieron en un apretado abrazo.
--¡Hijo mío! ¡Qué bueno que hayas venido!
--Hola papá. --Extrañamente no estaba tan emocionado como su padre. Más bien estaba ansioso.
--Pasa por favor. Siéntate. Tu madre preparó un pastel.
Luego de conversar un buen rato con sus padres, y de enterarse de que la vida en el campo es "muy saludable" según su padre, Aldous se excusó, diciendo que tenía muchos asuntos que atender en la ciudad, y que estaba de paso. Si bien esto era cierto, en verdad él quería irse para tener la oportunidad de pasar por la cabaña del abuelo. Algo lo atraía hacia allí, y no podía ofrecer resistencia, indefectiblemente tenía que ir.
Cuando finalmente logró desembarazarse de sus padres, montó nuevamente en su vehículo de conducción automática y le dio las coordenadas de la cabaña del abuelo.
Una enorme emoción lo embargaba. Se sentía como cuando era un niño y escapaba a la hora de la siesta para disfrutar de su abuelo y de todas las cosas maravillosas que sólo él podía enseñarle.
Cuando llegó, el desolador paraje le caló hasta los huesos. Apenas si quedaba algo en pie de la cabaña. El techo se había derrumbado, fruto del paso del tiempo sobre la madera sin mantenimiento. En lo que era el jardín, cientos de enredaderas habían invadido lo que antaño había sido césped verde y bien cuidado. La misma zarzamora, también había atacado a la casa, asomando por las ventanas con la tranquilidad de ser inquilinos que nunca se irían.
Descendió del vehículo, y se acercó caminando hacia el lugar, observando con nostalgia los senderos por donde habían corrido con el abuelo hacia la "baticueva".
¡La baticueva! ¿Estaría todavía?
Con ansiedad, corrió hacia la parte trasera de la casa, y buscó entre la maleza la puerta trampa. ¡Estaba ahí!
No sin esfuerzo logró levantarla, y encendiendo una vela que el abuelo siempre dejaba cerca de la entrada, se internó en las profundidades del pequeño bunker.
El tiempo parecía no haber pasado para ese lugar.
Todo estaba exactamente en el mismo lugar donde recordaba haberlo visto de niño. Incluso la colección de pequeños muñecos de héroes.
Acarició suavemente el de Batman con su dedo, y sendas lágrimas asomaron a sus ojos.
Entonces fue que la vio:
Había una puerta al fondo de la cueva, donde jamás había entrado.
La curiosidad era enorme. ¿Qué guardaría el abuelo allí?
Con bastante esfuerzo, y una palanca que encontró en una caja de herramientas (otro tesoro que el abuelo había guardado), logró destrabar la cerradura y abrir la puerta de madera.
Lo que encontró lo dejó con la boca abierta.
Cuatro enormes estanterías, estaban apoyadas sobre las cuatro paredes, y tres más en la parte central de esa habitación subterránea que medía unos cinco metros de lado.
En cada estante, alineados perfectamente y en hilera uno junto a otro, había docenas de libros. Pero estos no eran como los libros que él conocía; (los consabidos panfletos del Estado Mundial), Estos eran mucho más gordos. Incluso había uno que tenía unas 500 páginas (en la tapa decía "La Biblia", Aldous se preguntó qué significaría).
Caminó por los pasillos de libros, y tomó uno al azar. En la tapa decía "Matemáticas". Le llamó la atención, porque según tenía entendido, las matemáticas consistían en saber contar y sumar. Sin embargo, en ese libro (que también era bastante gordo), encontró montones de términos que no conocía: "Números Reales", "Restas", "Operaciones de multiplicación y división", "Logaritmos"... Etc.
Decidió llevárselo a casa para leerlo. Si el abuelo lo había guardado, sería porque es interesante.
Con sumo cuidado, salió de la baticueva, y volvió a cerrar la puerta trampa. Luego la disimuló con algunas malezas. Tenía pensado regresar seguido por allí...
Lo que encontró, generó una idea en su cerebro que le hizo brillar los ojos. Tenía el presentimiento de que estaba muy cerca de su propio hogar tipo H1. ¡Muy cerca!
 

Capítulo IV

Aldous realizó varios viajes más a la baticueva. En cada uno de ellos tomó mas libros que fue llevando a su propio hogar.
Tomó libros de matemáticas, algunos de física, química, filosofía, literatura y también algunas novelas clásicas de la antigüedad. Quería llevárselos a todos, pero no tenía tanto lugar en su casa. "No importa", pensó. "Cuando tenga mi hogar H1 tendré espacio de sobra".
Colocó la mayoría bajo su cama, pero también algunos en los costados de la misma, y en otras habitaciones. Bajo su almohada dejó uno escrito por su abuelo titulado: "El placer de escribir". Lo leería más tarde. Quería comenzar con el primero que había tomado: el de matemáticas.
Abrirlo fue toda una aventura. Las tapas rígidas, el olor a papel antiguo. Las páginas amarillentas.
Leerlo fue todo un descubrimiento. Había ahí montones de conocimientos que las Máquinas jamás le habían enseñado.
De un día para el otro, Aldous Huxley se convirtió en el único auto-didacta de esa sociedad. Tenía sed de conocimientos. Quería aprender de todo.
El libro de matemáticas le enseñó que además de los números que él conocía, existían otras "categorías". Los que él utilizaba a diario eran llamados "Números Naturales". Pero también existían números reales, enteros, fraccionarios, imaginarios... Nunca imaginó que hubiera tanto que él no sabía.
Aprendió a sumar, restar, dividir, multiplicar. Aprendió sobre bases de numeración, funciones trigonométricas, logaritmos, derivadas, integrales, probabilidad y estadísticas...
Su cerebro comenzaba a despertar, y la curiosidad era inmensa. Se convirtió en una esponja que absorbía nuevos conocimientos.
Sólo tras leer el libro de matemáticas, se le ocurrieron varias formas de vencer al algoritmo de la #NeuroRuleta. ¡Era tan sencillo!
Esa noche durmió muy intranquilo. Imágenes de su abuelo aparecían en sus sueños. Pero no era nada agradable. Veía a su abuelo presa de las torturas de unas máquinas que lo sujetaban con sus brazos robóticos. Afiladas agujas penetraban su cuerpo, mientras él gritaba de dolor y de miedo. También se mezclaban en las caóticas escenas de los sueños, imágenes de objetos de la baticueva. Especialmente el "logotipo" de Batman, aquel murciélago con las alas abiertas.
Cuando despertó, lo primero que hizo fue palpar el libro bajo su almohada. Estaba ahí. Temió que por la noche esos mágicos elementos se hubieran esfumado, o algo peor: que las Máquinas los hubieran descubierto y se los hubiesen quitado. Afortunadamente no fue así.
Obtendría por fin su hogar tipo H1. Para esto, primero debía ganar una buena cantidad de artículos en la #NeuroRuleta, para luego poder efectuar un #Update.
Decidió realizar la primera prueba en ese mismo momento. Para jugar a la #Neuroruleta, los apostadores debían pensar primero en la palabra clave "#NeuroRuleta". Luego un artículo que será el que apostarán, y por último un número cuyo máximo es 99999. El número menos apostado del día es el ganador. Los artículos apostados por los perdedores, se reparten entre todos los ganadores. Los artículos apostados por los ganadores, se reparten entre los menos pudientes, aquellos que no tienen bienes que apostar.
Así que Aldous pensó:
"#NeuroRuleta, Mi diván ultrarelajante, -1"

La jugada fue tomada por la computadora de la casa, y enviada inmediatamente a la central de la ciudad. Aldous estaba seguro de que nadie más podía apostar al número "-1", simplemente porque nadie más que él sabía de la existencia de los números negativos. No obstante, las computadoras podían procesar esos números como cualquier otro.
Pasó todo el día ansioso. Los juegos de video en las pantallas de las paredes no alcanzaban para distraerlo. Su diván ultrarelajante ya había sido teletransportado por el sistema al depósito de artículos desde donde luego sería retransmitido a su destino. Él esperaba que el diván fuera a parar a alguien necesitado que tuviera un hogar tipo H5. Eso significaría dos cosas: Por un lado, significaría que Aldous ganó en la #NeuroRuleta. Por otro lado, el destinatario del diván tendría algo valioso que apostar en la próxima.
Entonces sucedió. Por todas partes en su hogar comenzaron a aparecer cosas. Todo tipo de artículos se materializaban a diestra y siniestra. ¡Hasta un nuevo diván ultrarelajante!
Aldous estaba feliz porque había ganado. Y a juzgar por la cantidad de elementos que recibió, ¡era el único ganador!
Al poco rato, una vez superado el impacto inicial de sentirse rico por primera vez en su vida, ordenó a la computadora de la casa que hiciera un inventario con todo lo que había ganado.
Tenía suficiente como para cambiar su hogar H4 por un H2, y su pensamiento no se hizo esperar:
"#Update, H4, H2, Inventario #1"
Pasaron unos breves segundos, y entonces todo a su alrededor se transformó. Las cosas del inventario #1 se teletransportaron y desaparecieron, pero nuevos objetos ocupaban su lugar. Aparecieron puertas nuevas, que conducían a habitaciones recién transportadas al hogar de Aldous. En pocos instantes, un hogar H2 apareció ante sus ojos, con todo lo básico que debía tener.
Era espléndido. Mucha más luz que un H4, y con muchas nuevas comodidades. Incluso algunos artefactos que Aldous nunca había visto antes.
Toda esa tarde se dedicó a disfrutar de su nuevo hogar.
Al llegar la noche, como ya había terminado el libro de matemáticas, comenzó con el de su abuelo. "El placer de escribir". Todavía recordaba que una de las últimas cosas que le había dicho cuando era niño, es que al ser mayor quería ser escritor como él. Sin embargo, la fácil vida que las Máquinas brindaban, hacía que aquel empuje juvenil se fuera por la borda. Aunque tal vez todavía estaba a tiempo...
Esa noche volvió a soñar con su abuelo. Unos androides del sistema de control lo llevaban hacia un edificio gris y achaparrado. Él no sabía lo que era, pero no le gustaba nada. Luego volvió a ver el símbolo de Batman.
Al despertar, recordaba el sueño, y se convenció de que estaba sugestionado por los acontecimientos de los últimos días. Seguramente cuando obtenga su hogar H1 se le pasaría todo ese malestar.
Sólo debía apostar una vez más. Si obtenía una ganancia similar a la anterior, sería suficiente para realizar el #Update.
Sin perder tiempo, y como ya le había resultado la primera vez, ahora pensó:
"#NeuroRuleta, Mi diván ultrarelajante, ¾" (Tres cuartos)

Él sabía que nadie en el mundo tenía idea de lo que era un número fraccionario. Así que volvería a ser el único ganador.
Con tranquilidad ahora, se dirigió a su jacuzzi, para esperar los resultados del sorteo.
Pocas horas después, se repitió lo que sucedió el día anterior. Su casa comenzó a llenarse de artículos nuevos que otros habían apostado.
Se dispuso a volver a crear un inventario con la computadora de la casa, (ahora sería "Inventario #2"), cuando todas las paredes-pantalla se pusieron de repente rojas, y apareció en todas ellas la palabra "ERROR" en letras blancas. Aldous no alcanzó a reaccionar, cuando un mensaje de voz hablada, generado automáticamente por la computadora se escuchó en la estancia:
"Sr. Propietario. Le informamos que ha sucedido un error en el sorteo de la #NeuroRuleta. Todos los artículos que usted ha recibido, tanto hoy como ayer, serán devueltos al depósito, debido a un error del sistema. Lamentamos las molestias, y lo alentamos a continuar jugando #NeuroRuleta"

Aldous estaba que se salía de las casillas. Todo lo que había ganado estaba desapareciendo, siendo transportado al depósito. Incluso su hogar H2 volvió a convertirse en el antiguo H4.
No obstante, no se arredraría tan fácilmente. Había logrado ganarle a la #NeuroRuleta dos veces. ¡Lo haría una tercera! Y esta vez se encargaría de que no hubiese un "Error de sistema", sino un verdadero colapso. No podía predecir en qué terminaría todo, pero poco le importaba.
E inmediatamente pensó:
"#NeuroRuleta, mi colección de libros, Pi"


 

Capítulo V - Epílogo

Aldous había estado leyendo el libro titulado "La Biblia", poco antes de la madrugada.
Era un libro muy grande, y desde las primeras páginas le costó bastante interpretarlo. Todo parecía significar algo diferente a lo escrito. No era algo concreto y exacto (como podían ser las matemáticas), sino que se trataba de conceptos basados en algo que los antiguos llamaban "fe".
Tampoco le fue fácil interpretar esa idea, ya que las Máquinas lo habían formado en el pensamiento mecánico. Todo tenía un principio y un fin. Las cosas eran finitas y predecibles. No existía tal cosa como "el infinito".
No obstante, La Biblia presentaba la figura de un "Dios", que era infinito y eterno. Asimismo, el universo también lo era.
Luego de leer el libro de matemáticas, aprendió que entre las diferentes clasificaciones de números, existían aquellos llamados "irracionales". Eran números muy particulares, ya que poseían infinitos decimales, y los mismos variaban constantemente. Era imposible encontrar un patrón en ellos. Un buen ejemplo era el número Pi. (3,1415927464...)
En su momento de mayor ira contra las Máquinas, había apostado su colección de libros (excepto unos pocos que guardó para él), y utilizó el número Pi.
Él sabía que nadie más podía apostar ese número, por lo que otra vez ganaría. También sabía que su colección de libros iría a parar a manos de quienes no tienen recursos para apostar, los marginados, los que seguramente sabrán aprovechar los importantes conocimientos allí guardados. Era como plantar una semilla. Eventualmente germinaría un grupo de humanos "pensantes" que no dependerían en lo absoluto de las Máquinas, ya que serían capaces de decidir su destino por sí mismos. Al igual que él ahora.
Sabía que el sistema colapsaría, ya que un número irracional, no podía ser procesado en forma finita. El algoritmo intentaría calcular todos los decimales de Pi, para poder determinar el número exacto (era la única manera de definir si era ganador), y al no conseguirlo, entraría en un error. Posiblemente un desbordamiento de la pila. (Los libros de informática también le habían sido de mucha utilidad).
Aldous comprendió que las Máquinas, habían adoptado el papel de "Dios" para esa sociedad. De alguna manera, se habían convertido en el Alfa y el Omega de la misma. Prácticamente los humanos les debían su existencia.
Pero lo que nunca pudieron lograr, es dejar de ser finitas. Eran perfectas, exactas y precisas, pero nunca jamás podrían ser infinitas. Estaba fuera de su alcance, fuera de su filosofía. Las Máquinas eran sólo eso: artefactos. Y él, Aldous Huxley había encontrado una forma de vencer a esos pseudo-dioses.
Cuando llegaron los dos androides del centro de control, Aldous se encontraba en su sala, aún leyendo La Biblia.
Las pantallas de pared estaban apagadas. La computadora de la casa estaba fuera de servicio. No había iluminación, pero Aldous había tenido la previsión de traerse una vela de la "baticueva". Leer a la luz de la vela tenía un encanto especial.
Los androides, sin siquiera presentarse le obligaron a ponerse de pie y acompañarlos. Aldous apretó la Biblia contra su pecho y caminó con ellos hacia la salida. Afuera esperaba un vehículo de conducción automática.
Fue transportado a un edificio gris y achaparrado. Iban a encerrarlo allí.
Aldous sabía lo que era eso. Además lo decía en un cartel a la entrada: "Centro de Incubación y Condicionamiento de la Central de Londres". Había leído también sobre estos edificios. Allí, a quienes se resistían a vivir de acuerdo con las "reglas" de las Máquinas, se les inyectaban nanites en la sangre, pequeñas máquinas que se encargaban de reconstruir las conexiones sinápticas. A la manera de las Máquinas, por supuesto.
Los dos androides lo condujeron a una sala de espera. La pequeña habitación no tenía ventanas, y la única puerta tenía un código de acceso que los autómatas introdujeron en forma electrónica. Es decir: No querían que saliera de allí.
Aldous estaba resignado. Su único "crimen" fue querer un hogar H1, y encontrar una forma inteligente de lograrlo. Pero sin ninguna duda las Máquinas no entenderían razones. Para ellas, lo que no era blanco era negro. Y no cabía duda de que actualmente él era un verdadero enemigo para ellas. Algo que había que corregir. Un error. Un miserable error.
La ansiedad había comenzado a invadirlo. No le gustaba estar ahí. Pero no se arrepentía de haber leído todos esos libros. Aprendió cosas que ningún contemporáneo conocía, y eso lo hacía sentir enormemente orgulloso.
Para pasar el tiempo, mientras esperaba a que vengan a llevarlo al "patíbulo", se dedicó a leer La Biblia, el libro que había llevado consigo, y que por caprichos del azar los androides no le habían quitado. (Él quería creer que fue azar. Sin duda ese objeto, el libro, no estaba incluido en su elemental programación).
No había pasado muchas hojas, cuando descubrió algo sorprendente:
Dentro del libro, en un agujero calado en las hojas, había una pequeña caja. En la tapa, dibujado a mano alzada y un poco temblorosa, había una imagen que él conocía muy bien. ¡Era el logotipo de Batman!
Tomó la caja entre sus manos, y al abrirla se encontró con un pequeño muñeco idéntico al que había visto en la baticueva. Era una representación en plástico del Batman de la serie antigua. Lo extraño es que este Batman tenía un botón en la parte frontal, (lo que sería el pecho del muñeco), y justo debajo un diminuto letrero que decía: "A la baticueva".
El corazón casi se le sale del cuerpo. No había duda de que el abuelo había colocado eso allí. ¿Pero con qué fin?
Había una sola forma de averiguarlo...
Presionó el botón con fuerza, y casi inmediatamente el mundo a su alrededor comenzó a difuminarse. Todo se volvía borroso, incluso su propio cuerpo que parecía envuelto en una luz de colores cambiantes. De repente todo desapareció, sólo veía el color blanco, y por un instante sintió como si flotara en el limbo.
Entonces, tenuemente, el mundo volvió a aparecer a su alrededor. Poco a poco todo regresaba, incluso la sensación de tener un cuerpo.
Cuando logró volver a ver claramente, se encontró con que ya no estaba en la salita de espera. Estaba en semipenumbras.
Se puso de pie, y a tientas, sin soltar el libro, intentó buscar algo a su alrededor. A los pocos minutos logró tocar lo que parecía una vela, y una caja de fósforos.
La luz del fósforo relampagueó con fuerza, y la tenue llama logró encender la vela.
Un rápido vistazo le dijo que definitivamente ya no estaba en el edificio gris. Estaba en una caverna bajo tierra. Había algunos muebles allí, y junto a un escritorio, sentado en una silla, y en posición de estar escribiendo, había un esqueleto humano, cuyas ajadas ropas hablaban de un largo tiempo encerrado allí.
El corazón le dio un vuelco al reconocer las vestimentas de su abuelo en esos huesos. ¡No podía creerlo! Pero por fin supo lo que pasó con él.
Una rápida exploración del lugar, sirvió para encontrar una puerta trampa en el techo. Acercó una escalera de madera que había allí, y se subió para abrir la puerta.
Había otra habitación allí arriba. ¡Era la biblioteca del abuelo!
¡Es decir, que debajo de la biblioteca en la baticueva, el abuelo tenía otra cueva escondida!
Ahora sabía lo que había pasado, y le parecía totalmente asombroso. El abuelo había logrado duplicar una máquina teletransportadora, y la había colocado en el muñeco. Lo más increíble, es que según las Máquinas, las teletransportadoras no podían utilizarse con seres vivos porque disgregarían su cerebro haciendo que perdieran la identidad. Acababa de comprobar que no era cierto.
Salió al exterior de la baticueva, para encontrar un hermoso día de sol.
Ahora era un fugitivo de la justicia, como había sido su abuelo, y debía cuidarse de los drones de exploración que rondaban el lugar. No obstante, tenía la esperanza de que los libros que había distribuido, sumados al colapso que él había ocasionado en el sistema, tuvieran entretenidas a las Máquinas durante un tiempo. Tal vez el necesario para caer. Todos los imperios caen, tarde o temprano.
Dedicó un par de horas para sepultar los restos del abuelo. Lloró mucho por él, tal vez lo que no había podido llorar cuando era niño.
A continuación, descendió nuevamente a la baticueva.
Regresó a su nuevo "estudio", y contempló un momento el escritorio sobre el cual el abuelo había dejado de existir.
Tenuemente iluminado por la vela, observó que había un papel con una sola palabra escrita en la parte superior. Parecía que el abuelo estaba a punto de comenzar a escribir un nuevo libro. En la hoja sólo estaba la palabra "UN".
Meditó un momento, y luego mirando hacia el cielo dijo:
-Abuelo. Te prometí que sería escritor. Espero poder cumplir mi promesa.
Acto seguido se sentó, y continuó escribiendo a partir de la palabra del anciano:

UN MUNDO FELIZ
Por Aldous Huxley

Un edificio gris, achaparrado, de sólo treinta y cuatro plantas...

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Créditos y Agradecimientos:
Esta historia está escrita a partir del primer párrafo del libro "Un Mundo Feliz", de Aldous Huxley. Un verdadero clásico de la Ciencia Ficción. No espero en lo más mínimo acercarme a su genialidad; pero siento que mi obra se engrandece a partir de sus palabras iniciales.



Texto agregado el 25-04-2023, y leído por 174 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
06-05-2023 Me encantó tu texto, IGnus. Tenés mucha pasta para la ciencia ficción, pero a la vez mezclándole humanidad. Me resultó súper entretenido: lo leí de un tirón. Abrazo grande. MCavalieri
04-05-2023 Es el tiempo de la maquina ya pario sus discípulos. Aquí mis cinco Pentagramas_5_ Juan_Poeta
25-04-2023 Me parece genial que te haya inspirado esa obra. Claro que sin ir más lejos, con observar lo que sucede en estos días, te darás cuenta lo profético de sus palabras. Un cariño muy grande para vos, querido. MujerDiosa
25-04-2023 voy a releer Un mundo feliz y luego leo este texto, lo haré, lo haré cafeina
 
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