Hay algo que se derrama
en mi interior.
Una fuente que se encausa
sin conocer destino.
Una napa subterránea
que se abre camino
entre tendones y cavidades
queriendo salir a la luz.


Apago los pensamientos
y enciendo algo de locura,
mientras espero paciente
lo inesperado.
La sorpresa que brilla
con luz propia.
La sorpresa que conmueve
y enmudece el pensamiento.


Hay algo que se derrama
en mi interior.
Un nivel que sobrepasa
la realidad.
Una fuente que desborda y
canta con el ruido
de aguas caudalosas.
Un murmullo de
gritos ahogados en la razón.


Que se sacuden
desesperados a tientas.
Que se retuercen entumecidos
y que al fin ...
¡Y que al fin!
Se desprenden aleteando
como mariposas blancas.


Vuelan inquietas
con la belleza de la vida,
con el ansia de libertad
del vuelo eterno,
con el ansia
de siglos atrapados
en la carne.


Vuelan con la suavidad
de una caricia aterciopelada,
que se aleja
hacia el horizonte,
en la promesa
de un tibio sol.


Nadie sabía que esperaba
ansioso su vuelo.
Nadie escuchó su aleteo.
Nadie las esperaba.
Nadie las vio.
Nadie sabe que me alejo
de a poco, entre ellas.