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Bajo un cielo de mil colores.

Una mañana, desperté en un lugar desconocido para mí, todo parecía irreal, no estaba en mi casa sino en un castillo que parecía encantado, pero que, al estar allí, me sentía increíblemente feliz.
Dicho castillo se encontraba bajo un cielo muy diferente al terrenal, era un cielo de mil colores, quisiera poder explicar con lujo de detalles, pero es imposible que la mente de los simples mortales lo entienda, porque nadie de los que habitaban del castillo lo veía de la misma forma ni color dos veces, yo lo llamaba el cielo cambiante.
Según los sentimientos de cada persona era el color del cielo, pero nadie podía verlo como lo viera otra persona ya que nuestros sentimientos no son nunca iguales a los de otros.
Cierto día que me sentía sumamente feliz por encontrarme allí, sin saber ni siquiera quién o qué era yo, decidí recorrer el castillo, eso fue algo maravilloso, tenía cuatrocientos dormitorios, los conté por muchos días ya que uno solo hubiera sido imposible y fueron tal las maravillas que vi que, aunque quisiera y en ello se me fuera la vida, no podría porque cada dormitorio tenía un estilo diferente. El castillo estaba en un lugar muy cerca del cielo, ese hermoso cielo que ese día podía verlo rosado, aunque al día siguiente quizá fuera celeste.
Los cuadros de los pintores más famosos del mundo, se encontraban adornando cada uno de ellos, los viejos pintores, aunque también estaban los nuevos, esos que debido a que aún no había llegado su época, muchos de los habitantes del castillo, no pudieran verlos, pero que, por alguna magia hacia mi persona, yo sí, lo hacía.
Maravillas del mundo, colores inimaginables en cortinas, colchas y tapices que forraban paredes, camas y cubrían pisos completamente de mármol, sin hacer sentir el frío de dicha roca.
Me sentía maravillado, no entendía cómo era posible vivir en épocas tan diferentes a la vez y eso debo decirlo, llegaba a desconcertarme.
La Luna estaba tan cerca del castillo que, en noches de luna llena, la podía ver y casi tocar con mis dedos, iluminando por completo al castillo.
Una de esas noches conocí a una joven, muchas eran las mujeres y los hombres que vivían allí, pero aquella era diferente, sus ojos violetas su cabello rojizo y aquella sonrisa hicieron que todo mi ser temblara.
Ella estaba sentada en una de las ventanas del castillo, observando la luna y las enormes estrellas que parecían querer ser las únicas dueñas de su mirada.
De pronto me vi muy cerca de aquél ángel, mi corazón temblaba y pensaba que debía protegerla, que en cualquier momento saldría volando, aunque jamás vi sus alas.
Ella se dio cuenta de mi presencia y me invitó a sentarme a su lado, obedecí de inmediato y el cielo se tornó rojo para mis ojos, de pronto lo supe, era el color del amor, de la pasión.
Esa fue una noche como nunca, jamás en mi vida terrenal había pasado una noche así y eso que sólo estuvimos cerca tomándonos de las manos sin siquiera rozar nuestros labios, la magia no necesitaba de besos, el estar uno junto al otro contemplando aquél cielo fue suficiente.
Muchas veces, de ahí en más, volvíamos al atardecer a la misma ventana y cada noche podía ver el cielo de un color diferente, colores que los simples mortales jamás podrán ver ni siquiera imaginar, pero que yo, el elegido, los veía. Porque sin saber el motivo, me sentía el elegido, aunque ni siquiera supiera elegido para qué o de quién.
Las mañanas eran tibias, el Sol penetraba en cada rincón del castillo, no importaba si fuera el ala sur, el ala norte o cualquier otro lugar y nos encontraba juntos, éramos algo así como una sola persona, donde estaba uno estaba el otro.
Mi vida era mágica, no me canso de decirlo, pero hasta en un castillo mágico, el fin llegó.
Una tarde el cielo comenzó a teñirse de un tono oscuro y la gente a desaparecer, en pocos minutos el castillo quedó vacío, mi ángel ya no estaba conmigo, la mujer de mi vida parecía que se hubiera evaporado y que yo fuera el único hombre en aquél lugar que poco a poco se iba convirtiendo en cenizas.
De pronto me encuentro en mi cama, rodeado de dos brazos que parecían alas, de una mirada y una sonrisa que conocía tan bien, era mi ángel, la mujer de mi vida que me decía que era hora de levantarme, que el día estaba hermoso y que quería que viéramos aquél cielo cuyo color era increíble pues sus tonos parecían abarcar todos los colores del mundo y allí lo supe, aún en mi vida terrenal, era el elegido. Desde ese día en adelante no tuve necesidad de volver a soñar, mi vida era mi sueño más preciado.

Omenia
12/8/2023


Texto agregado el 14-08-2023, y leído por 130 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
16-08-2023 Tierno cuento, lo dichoso que es ser amado. Mi voto angelical beethoveniano67
16-08-2023 Una maravilla Ome, tu cuento. Diría que es mágico. MujerDiosa_siempre
16-08-2023 Hermosa aventura bajo ese cielo multicolor y ese castillo hecho de lo que están hechos los sueños: de magia. Sueño convertido en realidad. maparo55
15-08-2023 Hermoso sueño que se hizo realidad. Abrazo. sendero
15-08-2023 —El sueño de una noche de verano lo has pintado con todos los colores del círculo cromático, para luego despertar pensando que el mas hermoso sueño, también puede transformarse en realidad. Abrazos. vicenterreramarquez
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